Estados Unidos vende la salida voluntaria como “opción humanitaria”, mientras acelera redadas, presiona a migrantes y ofrece dinero para que se autoexpulsen sin pelear sus derechos.
Bajo el nombre amable de “salida voluntaria”, el ICE y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) impulsan un mecanismo que, en los hechos, disfraza deportaciones y traslada la carga al propio migrante. La fórmula es simple: acepta irte, paga tu viaje, renuncia a defenderte y evita la palabra “deportación” en el expediente. A cambio, prometen que “quizá” algún día puedas regresar legalmente.
La medida, que no aplica para todos, exige la aprobación de un juez o del DHS y obliga a salir en un plazo fijo; si no se cumple, la “voluntariedad” se transforma mágicamente en orden de expulsión. Aun así, autoridades y voceros la presentan como una alternativa “preferible”, pese a que organizaciones legales advierten que puede usarse como herramienta de presión para que las personas renuncien a otros alivios migratorios.

Para hacerla más atractiva, el gobierno estadounidense triplicó el incentivo económico: hasta 3 mil dólares y boleto de avión para quienes se “autodeporten” antes del 31 de diciembre. La secretaria del DHS, Kristi Noem, lo vendió como un gesto festivo: dinero, vuelo y regreso “a tiempo para Navidad”. Todo, claro, mientras se intensifican redadas y se amenaza con castigos de hasta 10 años si el Estado ejecuta la deportación.
El mensaje es claro: si te vas solo, hay premio; si esperas a ejercer tus derechos, hay castigo. Y aunque la salida voluntaria evita una orden formal de deportación, tampoco garantiza el reingreso ni borra los riesgos legales. Quedan excluidos quienes tengan delitos agravados, intentos de ingreso no admitidos o antecedentes específicos.
Desde enero, el DHS presume que 1.9 millones de personas han optado por esta vía. Críticos señalan que no es éxito humanitario, sino estadística conveniente para presumir control migratorio sin asumir el costo político. Autodepórtate, sonríe, cobra el bono y no preguntes demasiado: así se administra hoy la “opción voluntaria”.
