Etiqueta: nacionalismo extremo

  • La ultraderecha: El odio que se disfraza de patriotismo y erosiona los derechos humanos

    La ultraderecha: El odio que se disfraza de patriotismo y erosiona los derechos humanos

    Por Neri Torres

    La ultraderecha no solo busca el poder: su objetivo es normalizar el miedo, el odio y la intolerancia, utilizando populismo, nostalgia y redes digitales para socavar la democracia en todo el mundo.

    La ultraderecha no es un accidente, es un mal que se reinventa sin descanso. 

    Desde sus bases reaccionarias que añoran un pasado jerárquico hasta los líderes populistas de hoy, su estrategia sigue siendo la misma: explotar miedos, culpar al diferente y corroer la democracia.

    No importa el continente ni la época. Wallace en EUA, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos o Meloni en Italia comparten el mismo manual: populismo autoritario, nostalgia de un pasado idealizado y ataques sistemáticos a minorías y derechos. No buscan gobernar con justicia; buscan movilizar resentimiento y miedo para fortalecer su base.

    Hoy la ultraderecha se actualiza. Las redes sociales amplifican sus mensajes, los nacionalismos extremos inventan enemigos y los discursos confunden libertad con imposición. Cada triunfo electoral demuestra que no solo persiguen poder, sino que quieren normalizar la intolerancia y hacer que lo extremo parezca aceptable.

    Lo más alarmante no es solo lo que hacen en el poder, sino lo que logran en nuestra mente: transformar el odio en conversación cotidiana y hacer que la democracia se vea débil frente a sus amenazas.

    Después de 1945, cuando el fascismo fue marginado, aprendieron a camuflarse. 

    De acuerdo con Cas Mudde, su evolución se puede seguir en cuatro olas: 

    • La primera (1945-1955) fue marginal, con grupos neofascistas perseguidos. 
    • La segunda (1955-1980) surge en la Guerra Fría con populismo de derecha moderado pero cargado de segregación y resentimiento, encarnado por George Wallace.
    • La tercera (1980-2000) capitaliza la globalización con discursos nativistas y autoritaristas, ejemplificada por Jean-Marie Le Pen.
    • La cuarta (2000-actualidad), la ultraderecha 2.0, se alimenta de crisis económicas, inseguridad y redes digitales, llevando su populismo autoritario y nacionalismo excluyente al mainstream.

    Si seguimos la cronología, los ejemplos son claros: Joseph de Maistre sentó las bases de una ultraderecha que ve la tradición y la religión como únicas garantías frente al “peligro” de la libertad; George Wallace movilizó resentimiento racial y social; Jean-Marie Le Pen normalizó la ultraderecha electoral y su hija Marine la llevó al poder de manera más “respetable”.

    En el siglo XXI, la estrategia se refina. Trump fusionó populismo nativista con posverdad y ataques a medios e instituciones; Orbán construyó una democracia iliberal controlando medios y destruyendo contrapesos; Meloni gobierna Italia con nacionalismo pragmático que suaviza formas pero mantiene fondo autoritarista; Bolsonaro explotó la nostalgia dictatorial; Milei convierte la furia económica en ultraderecha libertaria; y Santiago Abascal mezcla islamofobia, nacionalismo extremo y ataques a la diversidad en España.

    En México, la ultraderecha no tiene un partido hegemónico, sino que se infiltra a través de grupos de presión social que impulsan una agenda de retroceso moral

    Aunque el populismo gobernante actual se ubica en el centro-izquierda, la retórica anti-derechos, la negación del cambio climático y la defensa de un conservadurismo extremo son financiadas y promovidas por élites empresariales y sectores ideológicos que ven en la polarización cultural una forma de frenar el avance progresista. 

    El hilo común es evidente: la ultraderecha transforma miedo en política, resentimiento en votos y radicalismo en consenso social. 

    Lo peligroso no es solo que llegue al poder, sino que logra normalizar discursos de odio y exclusión, haciendo que lo extremo parezca cotidiano y la democracia vulnerable. 

    Ignorar esto ya no es una opción.