El puño de hierro de EUA se cierne sobre el Caribe. El “combate” es un pretexto para la intervención.
Desde que Pete Hegseth asumió el cargo de Secretario de Defensa, se ha observado un cambio drástico en la política exterior de Estados Unidos hacia el Caribe.
La doctrina de “paz a través de la fuerza” ha dado paso a una estrategia de “guerra a través de la fuerza”, con el objetivo declarado de combatir el narcotráfico y el crimen organizado.
Pero ojo: esta política, lejos de ser un simple patrullaje, ha escalado a una presencia militar masiva, incluyendo el despliegue de barcos de guerra, aviones de combate F-35 y un aumento de las operaciones terrestres en la región.
La visita de Hegseth a Puerto Rico y sus declaraciones a las tropas sobre que la misión “no es un entrenamiento, es una operación real” nos dan cuenta de la seriedad de este despliegue.

Las acciones han pasado de la vigilancia a la intervención directa, como lo demuestra el ataque a un buque en el sur del Caribe, que, de acuerdo con EUA, transportaba drogas.
Este ataque, que resultó en la muerte de 11 personas, ha sido condenado por Venezuela y otros países, que lo consideran una violación del derecho internacional y un acto de agresión.
La administración estadounidense, sin embargo, ha sido enfática: “No nos vamos a detener con este ataque”. Hegseth ha señalado que “el único que debe preocuparse es Nicolás Maduro”, a quien califican de “capo de un narcoestado”.
La frase “la pelota está en su cancha” es una advertencia directa, una presión sin precedentes que busca forzar una “decisión” por parte del gobierno venezolano, insinuando que la inacción podría tener consecuencias militares.
Lamentablemente, cuando el Pentágono habla de “decisiones”, no ofrece opciones.