Categoría: Carlos Bortoni

  • Lo mismo, pero más barato

    Lo mismo, pero más barato

    a Pierre Menard, autor del Quijote, con sentida nostalgia.

    No deja de ser loable de toda loabilidad que, frente a lo sucedido y periodísticamente documentado con Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, durante el gobierno de Adán Augusto López Hernández, quien —cuando menos— desde 2006 levantó alertas que, dando cuenta de señalamientos que lo involucraban con el crimen organizado, además de otros antecedentes criminales, no levantaron ninguna sospecha, mejor conocido como “Comandante H”, acusado de fundar y liderar el grupo criminal “La Barredora”; la dirigente de Morena, Luisa María Alcalde, declarara que “No se protegerá a nadie”. Mensaje que aplaudiblemente se aplaude del mismo modo que se aplaude cuando la presidenta afirma que las “investigaciones seguirán sin proteger a nadie”, y cuando Fernández Noroña, sin exigir que nadie se disculpe con él, afirmara que “No habrá pacto de complicidad”, o el que Morena suspenda los derechos partidista de Bermúdez Requena, porque, como también afirmó Alcalde Luján “No somos iguales, y lo decimos con firmeza: Morena es distinto”, Y es que ser distinto no es no es lo mismo que ser igual, pero tampoco es igual a ser diferente, sin que ello signifique que se sea igual, y —si alguien tiene duda— las declaraciones y el comportamiento de Adán Augusto, lo demuestran.

    A más de uno, fanáticos convencidos de que lo sucedido con Bermúdez y López Hernandez es exactamente igual a lo que sucedió con García Luna y Calderón, la anterior afirmación habrá de parecerle un dislate; justificar ese “dislate” es el objeto primordial de esta modesta propuesta.

    Revisemos para ello lo que el ex gobernador de Tabasco, ex secretario de Gobernación y actual senador de la República ha dicho para dejar claro que se puede ser igual sin dejar de ser diferente y ser distinto mientras se es lo mismo sin ser lo mismo. Lo primero es la escasez de sospecha —a diferencia de Creel, López Hernández no es un sospechosista, ¡dios bendito!— Adán Augusto nunca sospechó de su secretario de Seguridad Pública, “si hubiese sospechado de él, inmediatamente lo hubiésemos separado del cargo”, aquí cabe abrir un paréntesis para celebrar la noble nobleza de quien —Adán Augusto López— confiadamente confió con toda su confianza en su colaborador —Hernan Bermúdez— porque a pesar de que “todos los días acudíamos a la mesa de Seguridad, [y] ahí se presentaban los informes correspondientes y trabajamos de manera muy coordinada”, la sospecha nunca le hizo sombra a la confianza que le depositó aquel que manejó los destinos de Tabasco y se postuló para manejar los del país entero. Y justamente en esto podemos encontrar la más radical de todas las diferencias entre lo que siendo igual no es lo mismo. Recordemos lo que declaró Calderón, aparentemente sin un vaso de Bacardí en la mano, con relación a la sentencia en contra de Genaro García Luna, “Nunca tuve evidencia verificable que lo involucrara con actividades ilícitas, ni tampoco recibí información en ese sentido de agencias de inteligencia, mexicanas o extranjeras, que entonces confiaban en él e interactuaban con él”. ¿Se dan cuenta o simplemente no quieren darse cuenta? No hay nada que se asemeje entre estas dos declaraciones completamente iguales. Nada que permita afirmar que lo que dijo Adán Augusto es lo mismo que dijo Felipe de Jesús. Si parece que sus declaraciones son iguales, si parece que la primera es una calca de la segunda, es —justamente— porque son radical y opositoramente opuestas, tan opuestas que resulta complicado darse cuenta de ello a simple vista.

    Y es que ser, en plena transformación, un gobernante de derecha que sólo piensa en enriquecerse mientras simula gobernar, resultaría una disminución para la figura del senador López Hernandez. Quienes lo sigan dudando, pongan atención en lo siguiente, como muestra de de la infalible infalibilidad de la confiada confianza incapaz de sospechar de Adán Augusto, Tabasco, afirmó, ocupaba el lugar número 8 en delincuencia cuando él llegó a gobernar el estado, y durante su mandato, la delincuencia fue paulatinamente disminuyendo. En pocas palabras, con Barredora o sin Barredora, o quizá gracias a La Barredora, la estrategia para combatir la delincuencia funcionó. Nada que ver con lo declarado por Calderón Hinojosa cuando aseguró (porque la gente como Calderón asegura, no afirma) que cuando concluyó su sexenio, el crimen organizado “retrocedía”. En pocas palabras, con el Cártel de Sinaloa o sin el Cártel de Sinaloa, o quizá gracias al Cártel de Sinaloa, la estrategia para combatir al narcotráfico funcionó. La diferencia, para el ojo poco entrenado, puede parecer sutil, pero verdaderamente, de toda verdad verdadera, resulta abismal, hacer lo que hicieron Felipe y Genaro, durante el reinado neoliberal, era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; pero a principios de la Cuarta Transformación, parecía casi imposible. No en vano manifestó la gente en las urnas una serie de  complejísimos rechazos. Entre ellos, para mencionar uno solo: el rechazo a Calderón, su honestamente hipócrita guerra contra el narcotráfico, y García Luna. Y sin embargo, sucedió lo que sin ser igual tampoco fue distinto.

    Es en este sentido que no tiene sentido exigir a Adán Augusto lo que desde Morena se exigió a Felipe de Jesús. Una cosa es instar a Felipe Calderón a explicar su relación con García Luna, por qué lo nombró Secretario de Seguridad y si conocía sus antecedentes y otra, que nada tiene que ver con lo que nada tiene que ver es instar a Adán Augusto López a explicar su relación con Bermúdez Requena, por qué lo nombró Secretario de Seguridad y si conocía sus antecedentes. Exactamente como no es lo mismo criticar el silencio de Calderón sobre el caso García Luna y decir que el pueblo de México tiene derecho a conocer cómo se gestionó la seguridad durante su mandato, que criticar el silencio de López Hernández sobre el caso Bermúdez Requena y decir que el pueblo de México, o el de Tabasco cuando menos, tiene derecho a conocer cómo se gestionó la seguridad durante su mandato. Eso, por no mencionar que si bien resulta absurdo que Calderón no se enterara de las actividades ilícitas de su colaborador más cercano, pues como como titular del Ejecutivo Federal, Calderón tenía la responsabilidad directa sobre las acciones y omisiones de su gabinete en la lucha contra el narcotráfico, no resulta igual de absurdo que López Hernández no se enterara de las actividades ilícitas de su colaborador más cercano, a pesar de que como como titular del Ejecutivo Estatal, López Hernández tuviera la responsabilidad directa sobre las acciones y omisiones de su gabinete en la lucha contra la delincuencia.

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    Lo dicho y hecho por Felipe de Jesus Calderón Hinojosa es idéntico, sin ser igual, lo mismo o mínimamente parecido,  a lo dicho y hecho por Adán Augusto López Hernández, pero el segundo es casi infinitamente más barato. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la ambigüedad es una baratija). Adán Augusto (acaso sin quererlo) ha empobrecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de anteponer los intereses personales a los intereses del pueblo, sea lo que sea que es el pueblo: la técnica de la demagogia deliberada y las corruptas atribuciones erróneas que siendo lo mismo no es igual, es lo mismo pero más barato, no le importa aquello de que el poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Con una modesta disculpa

    Con una modesta disculpa

    De antemano me disculpo por no haberme disculpado antes de disculparme. Me disculpo tanto con Dato Protegido como con cualquier otro Dato Protegido al que, sin ofender, mis palabras y/o actos ofendan. A mi favor, cabe decir que clínicamente puedo demostrar una patente incapacidad por ser políticamente correcto, los años que tengo de vida dan testimonio de ello y no habría tribunal en el mundo que pudiera negar tan evidente evidencia. Sin embargo, entendiendo los tiempos que corren, una cosa es mi basta incapacidad y otra es que ello justifique, sin disculpa expósita, que yo pueda no disculparme por la necesaria necesidad de disculparme. Y es que, no basta con que luego de no ofender, luego de no dañar la dignidad, integridad o libertad de nadie, luego de no instalar en Diana Barreras, perdón, omitan lo anterior, corrijo,  luego de no instalar en Dato Protegido, síndromes como el de Cassandra, Lilly Reich o el de la impostora, el no ofensor se quede rampante y campante como si no hubiera ofendido a nadie, como si la hipersensibilidad de nuestra hipersensible clase política no se hubiera visto dañada justamente ahí donde nadie la dañó.

    Y que me perdone quien me tenga que perdonar, la presidenta Sheinbaum incluida — quien excesivamente consideró un exceso la sanción impuesta por el Tribunal Electoral Judicial de la Federación (TEPJF) a la ciudadana Karla Estrella— pero opinar, en una red social, que ese otro Dato Protegido, llamado Sergio Gutiérrez Luna, hizo un berrinche para que incluyeran a su esposa — el Dato Protegido original— dentro de las candidaturas de Morena, es ofensivo de toda ofensiva ofensa. Lo es porque no sólo no cuestiona la carrera política del Dato Protegido de todos los Datos Protegidos, sino porque ponen en entredicho el profundo y democratico valor que tiene el nepotismo dentro de la vida política nacional, y abusa de una ausente violencia política en razón de género que, de tan ausente, se convierte en una profunda violencia política en razón de género, algo así como la doble negación lingüística, que aunque no aplique en el español, aplica en la interpretación del Tribunal. 

    Porque, lo quieran aceptar o no, resulta de un machismo terriblemente heteropatriarcal, falocentrista, androcentrista, sexista, misogino, cisheteronormativo, codificador e incluso homonormativo, que un simple y mortal ciudadano o ciudadana cuestione las credenciales de una política para ser candidata a diputada federal por el estado de Sonora ¿Quien se ha creído la ciudadanía para cuestionar a sus políticos? Vivimos en tiempos de delicada delicadeza que demandan un inocuo, inofensivo, esteril, yermo, infertil, improductivo, infecundo, y árido debate público. Hay que decir sin decir. Nuestra clase política es tan progresista, tan de avanzada, tan innovadora que a pesar de que la mayoría, de quienes están activos, nacieron unos cuantos años antes de que apareciera la generación de cristal o los niños mazapán (Dato Protegido incluido, pues nació en 1982, me disculpo por indicar su año de nacimiento de una forma tan cargada de violencia simbólica, psicológica, por interpósita persona, digital, mediática y análoga, así como discriminatoria, basada en estereotipos de género y cronológico), se comportan con una sensibilidad más cristalina que el cristal y se desmoronan más fácil de lo que se desmorona un mazapán una vez que se le saca de su empaque, y disculposamente me disculpo por sugerir, con disculpa exposita, que tienen la piel demasiado delgada. No tomar esto en cuenta al momento de no aplaudir como foca lo que sea que sea que hagan, digan, piensen, no hagan, no digan y/o no piensen los políticos nacionales, resulta de una agresiva agresividad que pone en entredicho su inestable estabilidad emocional.

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    El contrato social del México cuatrero cuatrotero, independientemente de que la presidenta insista en que “el poder es humildad, no es soberanía, no es abuso […]”, debería reformarse para que incluya, cuando menos, una disculpa pública al año, de todos y cada uno de los ciudadanos y habitantes del territorio nacional, por aquello que pudieran haber expresado o incluso pensado en contra de nuestra heroica clase política, cuya gesta nos imbuye de recato, moderación y autocensura para no expresar lo que expresamente corresponde ser expresado. Ningún ciudadano debe asumir que nuestros ejemplares políticos son conscientes, cuando se comportan de forma despreciable, que se comportan de forma despreciable. Y, en consecuencia, corresponde disculparse con ellos por asumir que sabían que su conducta es despreciable. Es por ello que, insisto en disculposamente disculparme con cualquier Dato Protegido, de Fernández Noroña a Diana Karina Barreras, pasando por quien se tenga que pasar, o disculpándome con quien me tenga que disculpar, por mi incorrecto, ofensivo y poco sensible actuar, decir, escribir y/o pensar ¡Que Dios nos coja confesados! 

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Expulsar a los expulsados, marginar a los marginales!

    ¡Expulsar a los expulsados, marginar a los marginales!

    El pasado viernes 4 de julio se llevó a cabo la primera manifestación contra la gentrificación en la Ciudad de México. A simple vista, dicha manifestación no representaba ningún problema y tenía sentido que la encabezaran vecinos de las colonias Doctores, Obrera, Roma y Condesa. El problema no es que los manifestantes se reunieran en el Foro Lindbergh del Parque México. No. Es más, el problema ni siquiera fue que manifestantemente se manifestaran en contra de los efectos del libre mercado. No. El problema fue que vandalizaron comercios de la zona, hicieron pintas pro Palestina y atacaron a turistas con gritos de “¡Fuera gringos!”. Horror de los honoríficos horrores, ¿qué culpa tienen los comercios que no hacen más que aprovechar la lógica del libre mercado para convertir espacios que podrían ser habitables en espacios que sólo generan ganancias para los arrendatarios?, ¿qué va a pensar el lobby judio en México si permitimos que en zonas bonitas de la ciudad las paredes muestren el apoyo al pueblo palestino?, ¿por qué atacar a los nobles e inocentes ciudadanos norteamericanos que no quieren más que vivir la experiencia del mexican curious, si es posible sin mexicanos y hablando inglés, por unos cuantos centavos de dólar que les permiten sentar sus reales en barrios mexicanos?, ¿por qué morder la mano de aquellos que deberíamos anhelar fueran nuestros amos?

    Afortunadamente, la lectura que medios, aspiracionistas e incluso manifestantes —o aquellos que apoyan a los manifestantes— han realizado de la protesta, ha desviado el foco de atención de la legítima exigencia de contar con espacios dignos de ser habitados, en entornos dignos de ser recorridos, con medios de transporte eficientes que no impliquen que la gente pierda horas en trayectos; al imposible de satisfacer deseo de que todos vivamos en la Roma o la Condesa. Y —en ese sentido— el debate se ha simplificado con desmedido reduccionismo reductivo, y recurriendo a los mejores argumentos del darwinismo social, a la justificación de la expulsión de quienes no consiguen seguir pagando el precio de vivir en zonas privilegiadas, por el incremento desmedido del costo de vida, a los marginales márgenes de la ciudad, con las consecuencias que ello conlleva. Si no pueden pagar el costo de vida, que lo asuman sin quejarse, dicen los más sensibles. Si no hay espacio suficiente para que se construyan más viviendas en las zonas privilegiadas, dicen los menos idealistas, que se densifiquen las zonas privilegiadas y se construya hacia arriba. Lo importante, es que no se cuestione la dinámica del capital. Que no se convierta esto en una lucha de clases. Es más, que nadie hable de clases.

    Lo indignante, desde luego, es que los expulsados regresen a las zonas de donde fueron expulsados para protestar por no tener acceso a un estilo de vida que no está interesado en darles acceso a sí mismo. En pocas palabras, y es en este sentido en el que han expuesto los más elegantes argumentos de darwinismo social: marginales al margen al que han sido relegados, sólo pueden salir de la periferia si van a trabajar a las zonas privilegiadas, y desde luego… no exijan que la periferia sea digna, cuente con espacios públicos que inviten a recorrerlos, o tengan buenos servicios. Es más, ni siquiera pidan que la periferia sea habitable. Si ello fuera así, ¿qué incentivos tendrían los expulsados para salir de su expulsión y buscar trabajo en otras zonas? Una cosa es que se les mantenga a raya, al margen y no se quiera que sean vecinos de hipsters, comentocratas buena onda y extranjeros deseosos de vivir en el —significativamente más costeable— tercer mundo, y otra que no se necesiten sus servicios, sin importar cuántas horas tengan que dedicar a los trayectos para cubrir sus jornadas de precariedad laboral.

    Ese proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo, tal como la Real de toda realeza y toda realidad Academia de la Lengua define la gentrificación, no es otra cosa que la mano invisible —racista y clasista— del mercado, aplicando darwiniana justicia en pro de la limpieza etnico social de las zonas privilegiadas, ¿cual es el privilegio de vivir en un lugar privilegiado si tienes que compartir vecindad con personas no privilegiadas? Así no se puede vivir, no es bonito estar entre quienes no son bonitos, no se puede compartir espacio con quienes no disfrutan los beneficios del trabajo remoto y en consecuencia no pueden abrazar el estilo de vida de los “nómadas digitales” y se tienen que levantar temprano para prepararse para una jornada laboral en la oficina, el taller, la calle o donde sea que trabaje la gente que no puede trabajar desde su casa o desde un café chic, pet friendly y socialmente responsable.

    Culpar a la gentrificación es culpar al libre mercado de comportarse como se comporta el libre mercado. Si hay lugares donde se vive mejor, lugares con infraestructura bien planificada, lugares con espacios públicos que invitan a ser recorridos, con transporte que permite conectar las zonas privilegiadas con otras zonas privilegiada, lugares bien iluminados y seguros, no podemos esperar que vivir en esos lugares cueste lo mismo que vivir en la periferia donde la infraestructura ni siquiera está planificada, donde los espacios públicos no solo no invitan a ser recorridos, ni siquiera existen, donde el transporte resulta insuficiente e ineficiente, donde hay poca iluminación, y la inseguridad impera. Pedir que toda zona de la Ciudad de México sea una zona que cuide y cobije a sus habitantes es tan absurdo e injusto como pretender que todos vivamos en zonas privilegiadas. El principal privilegio de la clase privilegiada es vivir privilegiadamente viendo para abajo a quienes no disfrutan de sus privilegios. Si acabamos con ello, acabamos con el sueño que nos mantiene a todos corriendo dentro de una rueda de hamster.

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    Lo más preocupante, sin embargo, no son los saqueos ni la vandalización de comercios, no son las pintas pro Palestina, no son los gritos de “¡Gringos fuera!”, es más… ni siquiera es que increparan a Luisito Comunica y lo hicieran sentir mal. No. Lo más preocupante es que, so pretexto de la gentrificación, haya quienes abran el debate del control de rentas, y que se demande una más estricta regulación de las rentas de corto plazo, como las de Airbnb. Hacerlo atenta en contra del sacrosanto derecho capitalista de especular con las necesidades fundamentales de la población, ¿que va a seguir al control de rentas? ¿Van a empezar a exigir que se controlen los precios de los alimentos? ¿Que se garantice la salud, la educación, y la seguridad de toda la población? ¡Inaceptable! Lo único que se debe garantizar es que algunos tengan el lujo de sobre vivir y que otros a duras penas sobrevivan. Fuera de ello, lo demás es lo de menos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Abolir los derechos laborales

    Abolir los derechos laborales

    Preocupa preocupantemente la reforma, que recientemente ha entrado en vigor, para regular el trabajo a través de aplicaciones digitales. Reforma que añade un nuevo capítulo a la, de por sí poco sensible con las necesidades del capital, Ley Federal del Trabajo. Dicha reforma imputa obligaciones tanto a las plataformas digitales, como a los repartidores y conductores, y —al mismo tiempo— garantiza, a repartidores y choferes, protección universal contra accidentes de trabajo y acceso pleno a la seguridad social para los trabajadores que generen ganancias iguales o superiores a un salario mínimo mensual, además de brindar acceso a reparto de utilidades para aquellos conductores y repartidores que superen 288 horas efectivas de trabajo al año. Reconociendo —como si no fuera suficiente con la serie de atrocidades que se establecen en la reforma— una relación subordinada, entre el trabajador y la plataforma, durante el tiempo efectivo de trabajo.

    A nadie debería sorprender que los aplaudidores de la destrucción salieran inmediatamente de sus escondites para celebrar, del mismo modo que lo celebró  Marath Bolaños, secretario del Trabajo y Previsión Social, una “regulación pionera a nivel mundial” que demuestra “que dentro del humanismo mexicano la innovación tecnológica no tiene por qué estar reñida con la justicia laboral”.

    Todo mal, de malas y empeorando con los cuatreros cuatroteros de la cuatrote que asaltan a mano armada a las indefensas plataformas digitales, arrebatandoles el derecho de profundizar la precariedad laboral al  lucrar con la necesidad de cientos de miles de personas que encuentran pocas alternativas a la precariedad laboral existente que no impliquen someterse a la precariedad laboral. De más está decir que quienes celebran estas medidas, polarizando a la sociedad entre quienes defienden los derechos de los trabajadores y quienes no podrán seguirlos explotando a mansalva, están muy lejos de entender que las obligaciones de todo obrero son dos: someterse sin queja ni arrebato a la voluntad del patrón, sacrosanto representante del capital; y sacrificar, agradecidamente, toda dignidad —derechos humanos, laborales, etc. incluidos. Obligaciones que garantizan el aumento de la riqueza del patrón ante quien deben someterse y con quien deben estar agradecidos.

    Resulta un despilfarrador despilfarro absurdo de los mejores esfuerzos neoliberales, que durante años acostumbraron a la masa obrera a sobrevivir dentro de esquemas de precariedad laboral, legislar para quitarles a quienes lo sacrifican todo —las plataformas digitales que ponen en riesgo su capital— para darle a quienes no arriesgan nada —los obreros que solo ponen su fuerza de trabajo detrás del volante. En otras palabras, no tiene sentido mermar las ganancias de las plataformas que lo único que buscan es aumentar sus ganancias, para garantizar los derechos y la seguridad social de los obreros, que están más que acostumbrados a no contar con derechos ni con seguridad social. El humanismo mexicano no puede sacrificar a quienes no saben más que vivir de forma privilegiada, para beneficiar, injustificadamente, a quienes no tienen idea de lo que significa vivir dignamente. Más que humanismo, eso parece un brutal de toda brutalidad resentimiento que busca que unos vivan bien mientras orilla a otros a no seguir viviendo tan excesivamente bien como están acostumbrados a vivir ¡El horror! 

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    El gobierno de Claudia Sheinbaum no hace más que polarizar la polarizada polarización en la que la sociedad mexicana se encuentra sumergida desde que dictatorialmente se obligó a la gente a votar libremente a favor de los cuatreros de la cuatrote. No hay conserva que se respete, ni aspiracionista que aspire a dejar de ser lo que es, que pueda resistir la incertidumbre de no saber si las plataformas digitales de transporte se quedarán en México al no poder seguir explotando a sus conductores y repartidores, o si sacrificarán las ganancias que generan más de 8 millones de usuarios activos, semanalmente, para evitar proteger a los conductores y repartidores con los derechos laborales básicos con los que deberían estar protegidos. La dictadura de Morena no podría ser más dictatorial… legislando en favor de quienes están menos protegidos.

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  • Siempre al servicio del capital

    Siempre al servicio del capital

    Las mejores conciencias conscientes entre los notorios notables de la derecha mexicana, los conservas ahogados y deshidratados en salmuera, y la siempre poco original clase aspiracionista que aspira a no ser lo que son con la aspiración de aspirarse o ser aspirados en el intento, se han mostrado decepcionados y avergonzados de las protestas realizadas en Los Ángeles por migrantes mexicanos en contra de las redadas del ICE y el despliegue de la Guardia Nacional, protestas en las que la bandera de México se ha convertido en un símbolo definitorio. Y es que, como si no fuera suficiente para la natosa crema y nata de la sociedad mexicana, acostumbrada a mirar hacia abajo al resto de la sociedad, en una mezcla de desprecio por el otro y vergüenza por sí mismos, lidiar con su propio sentimiento de inferioridad, las fotografías y videos de los manifestantes que han tomado las calles de Los Ángeles amenazan con generalizar entre la natosa crema y nata del imperio, una imagen de la que la derecha, los conservas y la clase aspiracionista nacional siempre se ha querido alejar, la del mexicano como un individuo rebelde, un sujeto no sumiso. 

    Y es que, como dice el clásico, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y lo que los migrantes mexicanos están haciendo resulta inaceptable. Es decir, eso de protestar para que se respeten sus derechos, se respete a Los Ángeles como ciudad santuario para migrantes, y se les trate dignamente, no tiene perdón de dios. Mira que abusar de una nación noble y desinteresada como lo son los Estados Unidos de América, sacando provecho al obtener trabajos bien remunerados, con condiciones ideales, sin persecución alguna, y además de ello disfrutando de la libertad de todas las libertades que es la libertad de consumo para quienes pueden consumir mientras son consumidos; abusar de una ciudadanía que contempla sin protestar como su país es invadido por migrantes que buscan explotar el sueño americano mientras se tumban en sus tumbonas a tomar el sol; y no tener el mínimo de gratitud para agradecer agradecidamente a esa nación cuando su gobierno con toda amabilidad —realizando un enorme esfuerzo para pasar por encima de sus propias leyes— organiza, de forma gratuita y sin escatimar en gastos, redadas para deportar a esos migrantes, demuestra una enorme falta de humildad y una terrible soberbia por parte de los migrantes que en nada los ayuda a ellos en lo particulara y en nada contribuye al relacionamiento de México con su patrón y vecino del norte.

    Lo que propone la oposición y la sociedad civil no partidista que está completamente alineada con los intereses partidistas, es que si los migrantes mexicanos verdaderamente fueran gente trabajadora y humilde deberían aceptar su destino sin decir pio, aceptar que el mercado estadounidense consuma su fuerza de trabajo al mismo tiempo que los mantiene en un estatus de indocumentados, que los exprima y drene sus energías en fábricas, maquilas, tiendas, construcciones, etc, aceptar engrosar las filas obreras que los ciudadanos del vecino del norte se niegan a engrosar, sin disfrutar de derechos laborales ni prestaciones y, con esa misma humildad, propia de quien no levanta la cabeza porque sólo sabe mirar hacia abajo y disculparse por lo que sea y no sea necesario disculparse, aceptar cuando ese mercado —obedeciendo al momento político y a las necesidades del más pragmático de los pragmáticos pragmatismos— los rechaza y decide expulsarlos. Resulta indignante y vergonzoso que el gobierno de Donald Trump tenga que organizar redadas para expulsar a los migrantes indocumentados, los migrantes indocumentados deberían tener la mina sensibilidad de ahorrarle el gasto y esfuerzo a la administración del trumpista trumpetista y entregarse voluntariamente para ser deportados, ¡que digo entregarse voluntariamente!, ¡deportarse voluntariamente! A la espera de que el momento político cambie y la siempre honesta hipocresía estadounidense les permita regresar para volver a ser engullidos por la maquinaria del capital hasta que sea necesario volverlos a vomitar.

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    En el colmado colmo de los colmos, nuestros rancios políticos opositores, la clase privilegiada y los achichincles que aspiran a vivir de sus migajas, han tenido que lidiar, sumado a la vergüenza de las protestas llenas de orgullo de los migrantes, con las invitaciones a la rebeldía, desobediencia y violencia que desde la Presidencia de la República ha realizado Claudia Sheinbaum, arengando de forma incendiaria a los paisanos y paisanas en Estados Unidos a que envíen mensajes por redes sociales, correos electrónicos, cartas, y a movilizarse en caso de que se aprobaran los impuestos a las remesas. Y, a pesar de que nada tiene que ver las remesas con las redadas, ni el envío de cartas y correos electrónicos con las protestas y coches incendiados, es evidente de toda evidencia evidencial que todo es culpa de Sheinbaum, y que si no es culpa de Sheinbaum, también es su culpa.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Kafka para presidente!

    ¡Kafka para presidente!

    Las conciencias más conscientes del consciente espectro progre y conservador mexicano se han manifestado en contra de la elección del Poder Judicial. Incluso, han llegado al democratico límite de llamar a la no participación en la jornada electoral argumentando que la elección de jueces es un golpe de estado para tomar el control del poder judicial por parte del poder ejecutivo, que con trampa se apropió del legislativo (algún conserva dixit), que el objetivo de la elección es consumar la última etapa de la imposición del comunismo en México, destruyendo el sistema judicial y aboliendo la propiedad privada (algún otro conserva dixit), y que la elección de jueces no es más que un “experimento kafkiano” (Financial Times dixit). En resumen, lo que preocupa a los preocupados preocupantes es que México se encamina a una “dictadura generosa” (Loret de Mola dixit en un parafraseo barato del concepto más célebre de Vargas Llosa) donde “el Poder Ejecutivo es del mismo partido que tiene supermayoría en las dos cámaras del Poder Legislativo y que a partir de este domingo —con unas elecciones simuladas en las que la oposición no participará— controlará el Poder Judicial”, imponiendo un modelo dictatorial autoritario que comparte el presupuesto con la ciudadanía, que no grita ni dispara, que sonríe, reparte recursos, tiene rostro de mujer y goza de 80% de popularidad ¡Terrible y dictatorial dictadura!

    La más reduccionista de las definiciones del adjetivo kafkiano arroja luz sobre la luz que arrojan estos demócratas preocupados por la expansión de la democracia; se trata una profunda sensación de que algo no está bien, de culpas y acusaciones incomprensibles que no van a ninguna parte, de una realidad que se vuelve absurda y opresiva, donde los individuos se enfrentan a la imposibilidad de comprender la lógica de las instituciones y el poder. Y es que necesariamente se necesita ser ciego para no darse cuenta que arrebatarle al Poder Ejecutivo la potestad de proponer quienes conformarán la Suprema Corte de Justicia de la Nación —el máximo órgano de justicia en México, el Tribunal Constitucional que encabeza el Poder Judicial de la Federación y cuya función principal es asegurar que las leyes y actos de autoridad se ajusten a la Constitución y que no vulneren los derechos humanos— y al Poder Legislativo la de nombrarlos, para permitir que la gente salga a las urnas para elegir electoralmente quienes habrán de ser sus jueces, es acabar con la democracia y la división de poderes. Nada hay más democratico que el hecho de que dos poderes determinen quienes conformarán al otro poder, nada garantiza mejor la división de poderes que el nombramiento de un poder por el otro, que la sujeción del destino de uno de los poderes a la voluntad de otro de ellos. Nada.

    Por otro lado, si ampliamos la definición de lo kafkiano nos daremos cuenta de que los demócratas que se oponen a la elección judicial e invitan a sabotearla, no podrían estár más en lo cierto, lo que se vivirá durante la jornada electoral es un “experimento kafkiano” de toda kafkaniedad. Lo kafkiano no se limita a describir situaciones absurdas o laberínticas como antes lo mencionamos, apunta a una dinámica mucho más activa y subversiva, apunta a movimientos de ruptura de las formas establecidas, los significados fijos y las estructuras de poder, creando espacios donde se deshacen las formas y se abren posibilidades de devenir que representan una salida de lo constructos humanos y los normativos. Lo kafkiano arrastra una potencia de inclusión de lo exterior, de lo ajeno, de lo impensado, de lo animal, de lo menor, de lo asignificante; es la apertura de lo exterior, una experiencia de desterritorialización donde todo lo sólido se desvanece en el aire. Y eso, eso precisamente, es lo que progres, liberales y conservas no pueden permitir. Nada nos pone en más riesgo que nosotros mismos, nada es tan peligroso como la posibilidad de manifestar y ser de acuerdo a lo que queremos manifestar y ser. La elección del Poder Judicial es un peligro porque abre la puerta a la posibilidad de no depender de la autoridad para trazar el derrotero, de poderla cuestionar, de hacer las cosas de modo diferente, de incluir lo que para bien del stau quo debe permanecer excluido, de hacer propio lo que para supervivencia de la clase privilegiada y sus esbirros debe siempre ser ajeno, de pensar lo que, al no pensarse, garantiza la supervivencia de un sistema diseñado para aplastar lo menor.

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    Nunca han tenido más sentido las palabras de Don Porfirio Díaz, amo y señor, ejemplo ejemplar de aquellos que anhelan un mundo talqueado en el que los que no son ellos agachan la cabeza cuando los ven pasar. Permitir al otro decidir es soltar al tigre, acostumbrarlos a cuestionar el quehacer de la administración en turno, es garantizar que no habrá forma de domar al tigre, es volver al estado animal, salvaje, primitivo de una sociedad que durante años — los expertos hablan de treinta años de avances que se tirarán al caño— fue sometida a un proceso de domesticación que aseguraba su mansedumbre. Nadie sabe mejor lo que es mejor para nosotros, la masa, que aquellos que desde las alturas nos contemplan con desprecio e indiferencia, hagamos caso a sus palabras, a su sabia sabiduría, seamos mansos y domesticados, sometamos nuestra voluntad a las estructuras del poder fáctico, y no salgamos a votar. 

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • Por una izquierda ambidiestra que sea más de derecha

    Por una izquierda ambidiestra que sea más de derecha

    Eso de ser de izquierdas está muy bien porque, honestamente, nadie en su sano juicio se puede presentar como de derecha. Es decir, hace falta una oligofrénica oligofrenia para sostener que se es de derecha sin darse un tiro en la sien inmediatamente. De ahí que abunden los eufemismos —máscaras—  para la gente de derecha, conservadores, liberales, patriotas, defensores del orden, libertarios, etc. Quien desde la derecha se presenta como de derecha es un reaccionario… la crema y nata de los conservadores y —para bien o para mal— en el espectro político hay pocos reaccionarios. Sin embargo, no hay mejor careta para alguien de derecha, que presentarse como de izquierdas, porque quien se proclama de izquierdas inmediatamente adquiere un halo de sacralidad que lo autoriza para ejercer toda autoridad como lo haría el más derechoso de la derecha sin que nadie le diga nada. Al menos, mientras sigan creyendo que es de izquierdas.

    Y es que hace falta un vulgar cinismo cínicamente vulgar para manifestarse en contra de la intención de transformar a México por la vía pacífica y electoral para dejar atrás el modelo de corrupción y privilegios y construir el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo; en contra de pensar que cuando hay honestidad y la economía se riega desde abajo, hay resultados; en contra de cree que el dinero y el poder no son el éxito de una persona, sino lo es su legado en la lucha por los derechos del pueblo de México, la democracia, las libertades y la patria; para manifestarse a favor del exceso de pragmatismo sin principios; de la frivolidad, el consumismo y la ambición por el poder y el dinero; a favor del amiguismo, el influyentismo y nepotismo; en contra de la organización desde abajo; a favor de la colusión con la delincuencia, organizada o de cuello blanco; en contra de arrodillarse frente al poderoso; en contra de que el fin nunca justifica los medios, pues si en el camino se pierden los principios, será difícil recuperarlos; o en contra de entender el poder como humildad; como reza la carta que la presidenta, Claudia Sheinbaum, mandó simbólicamente a Morena. Sostener, públicamente, lo contrario implica inmolarse en el altar del descaro.

    Para fortuna de la afortunada clase política mexicana, que es de una izquierda nominal, la demagogia permite la entronización de una izquierda ambidiestra que se conduzca por la derecha. Para muestra unos cuantos botones, una cosa es manifestar en el papel que se condena el exceso de pragmatismo, y otra es dejar de tejer alianzas con el Partido Verde, los Alejandro Murat, los Adrian Ruvalcaba, los Eruviel Ávila, los Manuel Espino, los Rommel Pacheco, los Sergio Mayer, o los José Chedraui, por mencionar algunos. Y es que nos está peleado declararse en contra del nepotismo y postergar la aprobación de la ley anti nepotismo hasta 2030. Desde luego que se está en contra de la colusión con la delincuencia, organizada o de cuello blanco, pero se apoya incondicionalmente a Rocha Moya y a Cuauhtémoc Blanco. Por último, y digo último por decir algo, porque la lista podría continuar, nada de arrodillarse frente al poderoso, el poder hay que entenderlo como humildad, eso sí, sin renunciar a prácticas de escarnio y humillación como la de ofrecer disculpas públicas a su alteza serenísima en el Senado de la República, sin que ello signifique que se está de acuerdo con el actuar del abogado que lo agredió en el AICM, seremos muy de izquierdas, pero las prácticas palaciegas y saborear las miles de tener a los súbditos postrados a tus pies no tiene precio.

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    Ser de izquierdas, lo que se dice de izquierdas, es —cuando menos— entender que el otro tiene capacidad de decidir por sí mismo, que es capaz de construir su propio destino, forjar su criterio. Por eso son izquierdas, en plural. En el extremo opuesto, ser de derecha es estar convencido de que existe un pensamiento único y que los otros necesitan ser conducidos por la senda del bien pensar y el bien hacer, de ahí que no hablemos de derechas, sino de derecha. Si alguien sabe de esto es El Fisgón, Rafaél Barajas, presidente del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, el órgano encargado de diseñar, coordinar y ejecutar los programas de formación, capacitación e investigación política dentro del partido Morena, su función central es fortalecer la participación política de sus militantes y simpatizantes, así como impulsar la acción política del partido con base en sus principios, valores y objetivos, quien sin tapujos ha dado muestra de esta izquierda ambidiestra al pedir silencio a las voces críticas que han surgido al interior de Morena, argumentando que esas críticas son un error, calificando esas críticas como una “estupidez del tamaño de una catedral” y diciendo que a quienes cuestionan hay que decirles que “se callen, que maduren, que crezcan, que sean responsables”… en resumen, proclamando con proclamatoria autoridad que las izquierdas deben consolidarse en una izquierda que siga la senda del bien pensar y el bien hacer de la izquierda ambidiestra para consolidar un proyecto de derecha que reconozca desde la izquierda la incapacidad humana de construir su propio destino.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país y se conviertan en algo de provecho para el pueblo

    Evitar que los hijos de los pobres sean una carga para sus padres o su país y se conviertan en algo de provecho para el pueblo

    Si algo caracteriza a los conservas de toda conservación es la capacidad para reutilizar las mismas ideas con las que característicamente se han caracterizado. En otras palabras, sobresalen por su falta de creatividad y la nula necesidad para adaptarse al espíritu de los tiempos. La propuesta presentada en días recientes por la diputada PANista, Laura Alejandra Álvarez Soto, en el Congreso de la Ciudad de México, no es la excepción, por el contrario, refrenda la ausente ausencia de un pensamiento que piense en soluciones diferentes para problemas añejos. Lo que doña Laura propone es sencillo: retirar del espacio público a menores en situación de calle que realizan trabajo informal en la vía pública, y forzar que regresen a sus estados de origen. En resumen, aplicar la otra cara de la máxima neoliberal que dicta que aquello que no puede medirse no puede mejorarse, para invisibilizar aquello que no puede mejorarse de tal suerte que no necesite resolverse. Si no vemos a los niños en situación de calle, si no realizan trabajo informal en la vía pública, no existen, y si no existen se acabó el problema.

    La idea no es nueva, de lo contrario, no sería una idea conserva, enlatada e imperecedera en las brillantes mentes rancias de los más rancios conservas nacionales. Y como se trata de una idea que se ha reutilizado hasta el cansancio, aprovecharé para rendir homenaje al autor de la primera modesta propuesta, a poco más de tres años de estar siguiendo sus pasos con esta columna. La idea de Álvarez Soto está encaminada a dar respuesta al mismo problema que molestaba a los aristócratas de la Irlanda de Jonathan Swift en 1729, la pobreza, el hambre y los niños en situación de calle. Exactamente lo mismo que hoy molesta a nuestras clase privilegiada y sus esbirros en el Congreso, y frente a la cual no se busca mejorar las condiciones de vida de los infantes, sino quitarlos del espacio público en zonas donde su presencia incomoda a los intereses económicos. Porque, seamos honestos, ¿qué importa más que los importantes intereses económicos?

    Recurro a la propuesta de Swift, para que desde el Dublín del siglo XVIII responda a los demócratas librepensadores del siglo XXI, contextualizando contextualmente lo propuesto por él, a la realidad mexicana,  para el mejor entendimiento del PANismo de antiguo régimen, de tal suerte que la propuesta swiftiana aporte a la noble política de exclusión, limpieza social, control territorial y de criminalización de la pobreza de los conservas nacionales, cuyo objetivo no es otro que el de cuidar la sensible mirada de la clase privilegiada. Hay millones de seres humanos en todo este país, cuya subsistencia, puesta en común, dejaría terriblemente endeudado al gobierno, la propuesta de la diputada PANista habla de los niños en situación de calle pero deberíamos sumar a los mendigos de profesión al grueso de agricultores, campesinos y trabajadores con sus esposas e hijos, que son mendigos en la práctica. Mi intención no se limita a atender solo a los hijos de mendigos declarados; es mucho mayor y abarca a todos los niños nacidos de padres tan incapaces de mantenerlos como aquellos que reclaman nuestra caridad en la calle.

    Esta propuesta no busca otra cosa que contribuir al bien público de nuestro país y al bien de los menos afortunados. Un conocido mío, un sujeto muy entendido, me aseguró que un niño pequeño y sano, bien alimentado, es, al año de edad, un alimento delicioso, nutritivo y saludable, ya sea guisado, asado, horneado o hervido; y no dudo de que servirá igualmente como barbacoa o en cualquier otro guisado. Evidentemente, no propongo que los niños sean arrancados de los brazos de sus madres y padres par alimentar con ellos a las masas hambrientas de nuestra nación, nada más lejos de mi intención, una solución como esa no remediaría nada, la idea es mucho más ambiciosa, buscamos acabar con el sufrimiento de los niños en situación de calle, con el esfuerzo que para sus padres implica mantenerlos y — al mismo tiempo— contribuir a la economía, pagando a sus padres un monto justo por sus hijos, de tal suerte que asegure un ingreso para ellos, y creando un mercado de consumo que satisfaga los refinados y exclusivos gustos de nuestra siempre exquisita clase privilegiada.

    Creo que ningún caballero lamentaría pagar, un precio que garantice que no cualquiera puede pagarlo, por el cadáver de un niño sano, que rinde para cuatro platos de excelente carne nutritiva. Un niño aportará suficiente materia prima para dos platillos en una reunión con amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero será un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o sal estará muy bueno hervido al cuarto día. Desde luego que esta comida será algo cara y, por lo tanto, muy apropiada para la clase privilegiada; quienes, como ya han devorado a la mayoría de los obreros y campesinos del país, parecen tener el mejor derecho sobre sus hijos.

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    No basta con ocultar a los niños en situación de calle de la mirada del resto de la sociedad, hace falta ponerlos en el centro de la discusión y —¿por qué no?— de las mesas, para hacer de estos niños miembros sanos y útiles de la comunidad. Es más, quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que los tiempos exigen) pueden desollar el cadáver; su piel, artificialmente curada, servirá para fabricar admirables guantes para damas, botas para caballeros elegantes o cualquier otro producto que la mano invisible del mercado considere apropiado para renovar las estanterías de los centros comerciales.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Moldear la realidad interesadamente

    Moldear la realidad interesadamente

    No cabe duda que quienes se indignan por la filtración que sufrió Televisa y que Aristegui Noticias, rompiéndose la cabeza, bautizó como #TelevisaLeaks —donde, entre otras cosas se revelan campañas a favor de Arturo Zaldivar, ataques en contra de Ricardo Salinas Pliego y Carlos Slim, campañas en apoyo a Alito Moreno para desprestigiar a Layda Sansores, la colaboración en la noble labor de crear noticias falsas de dos diputadas, una de MORENA y otra de Acción Nacional, etc.— no entienden ese fundamento fundamental, de la efímera existencia contemporánea, donde los sujetos están obligados a ser los forjadores de su propio destino, poco importa si esto sujetos son personas o empresas, su obligación va más allá de incidir en su realidad, de cada uno de nosotros se espera que construyamos esa realidad que habitamos y —en consecuencia— los menos afortunados de nosotros, envidiamos y condenamos a quienes tiene más recursos para crear esa realidad como mejor les convenga, a quienes pueden ser los arquitectos no solo de sus vidas sin de las vidas de los demás. 

    Confundir con creación de noticias falsas la labor de “EL Palomar” de Televisa, encabezado por Javier Tejado, es peor que confundir la gimnasia con la magnesia. El quehacer de Tejado y compañía, frente a una realidad que moldea y afecta sus intereses y el de sus patrones, consiste en moldear esa realidad en favor de sus intereses y los de sus patrones, y —de paso— cobrar a quienes estén dispuestos a pagar para beneficiarse de ese moldeable constructo que moldea y construye la realidad ¿Para qué contar con una concesión del próximamente extinto Instituto Federal de Telecomunicaciones si no se va a aprovechar para construir narrativas monetizables? El futuro será — como el presente y el pasado— de las clases privilegiadas y sus descendientes, o no será.

    Una noticia falsa es poca cosa comparada con la construcción de la realidad misma, con la urdimbre del entramado que otros llaman vida. La noticia falsa se limita a la mentira, a la patraña, al engaño y tiene un fin cortoplacista, inmediato, perecedero. Moldear la realidad no, no es mentir, no es engañar, no tiene un fin cortoplacista, no tiene resultados inmediatos —aunque inmediatamente acarrea beneficio para los moldeadores de realidades— y su caducidad es longeva. Moldear la realidad implica el desarrollo de una realidad que se mantenga de pie por sí misma y reemplace ese acuerdo que la mayoría llama realidad por otra realidad que la mayoría llame realidad y — genialidad de genialidades— beneficie más a quienes ya son beneficiados.

    El resto, quienes no tenemos la suerte de tener la suerte de poder moldear y/o construir la realidad bajo nuestros propios parámetros, nos vemos reducidos al reducido papel de consumidores de realidades ajenas, diseñadas por otros, para el beneficio de otros y en las cuales, simplemente, somos piezas intercambiables, reemplazables, desechables y deleznables. Poco importa si vives debajo de la línea de pobreza, si eres un aspiracionista kantiano con las tarjeta de crédito a tope, o si vives austeramente con lo justo necesario. Lo que importa es que la realidad misma, no sus reglas, fue definida por otros y está al servicio de otros, del 1% para quienes vivir es increible y no es solo un slogan de una aseguradora. Los arrendatarios de la realidad tenemos como único derecho el consumo, pasivo y acrítico de lo que se nos indica que debemos consumir. Cuestionarlo está fuera de lugar, cuando menos, en la medida que no se construye una realidad como #TelevisaLeaks que nos invite a cuestionar la contrucción de realidades. Aspirar a que lo real es accesible, no sólo resulta lacanianamente absurdo, sino que, además, es infantilmente iluso.

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    Si al final resulta que los #TelevisaLeaks son una extorsión de Germán Gómez para intentar sacar dinero, si  “le ‘vendió’ información falsa y/o inexacta, elaborada por él mismo”, a Aristegui como afirma Tejado, si no es más que un modelado de la realidad por aparte de Aristegui noticias o algún poderoso grupo de poder, poco importa. Se tratará simplemente de la otra cara de la misma moneda, la cara donde nosotros consumimos lo que nos indican que debemos consumir, la cara donde otros son quienes construyen la realidad que habremos de habitar, la cara que garantiza que sean los privilegiados quienes siguen siendo privilegiados y construyendo realidades cuya realidad resulta inaccesiblemente inaccesible para el resto del resto de nosotros, para esta suerte de arrendatarios y deudores de la existencia. Los demás, que son los menos, podrán seguir jugando con esa suerte de plastilina que, en sus manos, es la existencia, realizando montajes, videos, noticias, campañas que definan las reglas y el encuadre de este mundo en el que nos movemos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Put* el que lo lea

    Put* el que lo lea

    Resulta imposible no celebrar el nivel que ha alcanzado el debate político en nuestro país, muestra de la elevada retórica  y capacidad argumentativa de la sociedad en su conjunto. Desde luego que no es algo nuevo, el altísimo nivel del debate político nacional alcanzó grandes cimas desde hace 20 años, cuando se buscó el desafuero de Andrés Manuel López Obrador para terminar con sus aspiraciones presidenciales por el terrible desacato del que desde presidencia, asesorados por el siempre noble, siempre decente, siempre intachablemente tachable, don Diego Fernández de Ceballos, se le acusaba.

    Desde ese entonces, el debate público no ha dejado de crecer a pasos agigantados, pasando de la campaña que argumentaba sin un solo argumento que AMLO era un peligro para México, a la de #NarcoPresidente, sin olvidar todo lo que hemos tenido en medio, de uno y otro lado del espectro político: presirvienta, que Xóchitl no hablaba ingles, que cómo sabemos si los desaparecidos son desaparecidos, el “yo tampoco confío en usted” de Adán Augusto, las p***nas del bienestar, el “bellaco” de Lilly Téllez, el “fuchi caca” a la corrupción, las continuas referencias a “dar las nalgas” de Alazraki, etcétera, etcétera, etcétera. Pero nada, como la última cima conquistada por los legisladores de la vanguardista de toda vanguardia Ciudad de México, nada como el “put* el que lo lea” con el que un legislador —o legisladora— cuyo nombre se mantiene en el anonimato, acompañó su voto para definir el futuro del Bosque de Chapultepec.

    Desde luego que no faltarán, en ningún lugar, quienes afirmen estar profundamente ofendidos por una declaración tan política como la política misma. Los cuatreros cuatroteros de Morena, los PRIANistas, lo que queda del PRD, todos, absolutamente todos, manifiestan estar indignadamente indignados por tan indignante afrenta. Sin embargo, el elevado mensaje fue escrito por alguno de los legisladores que ellos nominaron para que ocupara la curul desde la cual escribió “put* el que lo lea”. A pesar de todo, no vale la pena reparar en la molestia que expresaron tras hacer acuse de recibo del mensaje, más importante resulta reparar en el complejo entramado argumentativo que descansa detras del acto de escribir “put* el que lo lea”, el cual nunca es simplemente escribir “put* el que lo lea”, y mucho menos si ese “put* el que lo lea” se escribe en un papel que se deposita en la misma urna en la que se depositan los votos. No. El “put* el que lo lea” que se contabilizó junto con los votos en defensa del Bosque de Chapultepec, es un contundente argumento politico, merecedor de un lugar entre los mejores discursos politicos de la historia nacional, patrimonio intangible de la humanidad, memoria del mundo de la UNESCO, y demanda ser deshebrado y analizado en lo más profundo de sus profundidades. 

    Y es que, a pesar de la aparente superficialidad del “put* el que lo lea”, detrás de él se encuentran los fundamentos mismos de aquello que fundamenta la política mexicana y el buen gobierno de las clases privilegiada y dirigente: el destinatario del mensaje, la contraparte, el otro, la ciudadania, merece ser despreciado, denostado, señalado, acusado y perseguido con tal de que no olvide que su lugar es uno ajeno al lugar desde el cual se toman las decisiones, con tal de que no olvide que pertenece a las sombras, a la marginalidad, a la periférica periferia que lo deja lejos de los centros de poder, a los cuales nunca tendrá acceso, y sobre los cuales ni siquiera debe atreverse a fantasear. Poco importa si la legisladora/legislador estaba a favor o en contra de defender el uso de suelo de valor ambiental en el Bosque de Chapultepec, poco importa el partido político al que pertenezca el legislador/legisladora, lo que importa es que quede claro, con toda claridad, donde se detenta el poder, quien lo detenta y las ventajas que implica tener ventajas. En pocas palabras, “put* el que lo lea” es un mensaje fuerte y claro, mandado de forma generalizada desde lo más honorable de nuestra putrefacta clase política, a todos y cada uno de nosotros; un mensaje democratizante que unifica a los mexicanos y que sólo reconoce una distinción, aquella que nace entre quienes detentan el poder —económico y político— y quienes no. “El que lo lea” somos todos y, esto es lo más importante para la preservación del status quo, No importa quién lo escribió, es un mensaje de los de arriba para los de abajo, de los privilegiados para los no privilegiados, es un amable y necesario de toda necesidad recordatorio de quien es quien y quien puede hacer que. 

    Entrados en gastos:

    De nada sirve pertenecer a la privilegiada clase privilegiada, ni a la dirigente clase dirigente, si uno debe alinearse a las reglas a las que todos deben alinearse. Exigirle respeto y obediencia a las huestes hambrientas, a las masas trabajadoras, a las hordas de obreros, es justo y necesario para preservar el preservable orden público, pero exigir respeto y obediencia a nuestros legisladores, mata todo el encanto que lleva consigo ser legislador. Si lo hacemos, ni siquiera van a  aceptar ser plurinominales. Todo orden social está diseñado para garantizar que no exista el desorden social y nada asegura mejor que todo se mantenga en su lugar que un amable recordatorio que le deje saber a las mayorías que no son, y nunca serán, como las minorías privilegiadas. El desprecio y la denostación son herramientas que contribuyen al buen funcionamiento de la sociedad. “Put* el que lo lea” es el grito de todo aquel que pertneciendo orgullosamente a la clase hegemonica, sabe que cualquier descuido puede amenazar su privilegiada pertenencia.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.