Categoría: Carlos M. López

  • Ingobernabilidad en Nuevo León

    Ingobernabilidad en Nuevo León

    Días pasan y no parece que las cosas vayan tomando forma o se vayan aclarando las cosas. Tal parece que, con lo días, cada vez es más confuso lo que ocurre en Nuevo León.

    A estas alturas, lo prudente sería no afirmar nada sobre quién es el gobernador de Nuevo León, sino dejárselo a los tribunales (si acaso a la SCJN) ya que la tensión entre Samuel García y el Congreso de Nuevo León, ha creado otro capítulo bochornoso de lo que es la política en México y especialmente en Nuevo León.

    Ahora bien, el problema de dejar este asunto a los tribunales es que mientras estudian el caso, el ambiente de ingobernabilidad crecerá.

    Hay un lío enorme entre los dichos de unos y de otros. Samuel García dice que reasume sus funciones; el Congreso de Nuevo León, afirma que su licencia sigue vigente; y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que el nombramiento de Luis E. Orozco es constitucionalmente válido.

    Así las cosas, formalmente no parece haber mayor lío. Sin embargo, en lo material, es todo lo contrario; Fuerza Civil, por ejemplo, rodeó el palacio de gobierno de Nuevo León, acto con el cual, afines a Samuel García, desconocen a Luis E. Orozco como gobernador interino.

    Por tanto, se ha creado un escenario de incertidumbre, similar al creado con las dos constituciones de Nuevo León en el primer semestre del año.

    Con esto, también existe ingobernabilidad, ya que no hay seguridad jurídica sobre quién es el gobernador de Nuevo León.

    Imagine que debe presentar un escrito o solicitud ante el gobernador, pero que no puede presentarlo o ejercer derecho alguno porque no sabe a quién dirigirlo. Esto se llama ingobernabilidad.

    Peor aún, existen miles de problemas en la entidad, como la seguridad, pero que por el conflicto entre Samuel García y el Congreso de Nuevo León, en lugar de que Fuerza Civil esté en las calles para cuidar de los ciudadanos, deben acudir al palacio de gobierno para asegurarlo.

    Al final, todo esto pudo ser evitado, pero parece claro que las aspiraciones y deseos de los políticos están por encima de los derechos de los ciudadanos.

  • ¿Qué es una nueva política?

    ¿Qué es una nueva política?

    Para responder a esta cuestión, habría que preguntar primero qué se entiende por «nuevo», ya que quizá el enfoque sea muy distinto a lo que se puede entender a primer vuelta. Por ejemplo, quizá venga bien preguntar a Samuel García sobre este punto, ya que es uno de sus principales motores.

    Pero, mientras se anima (si es que se anima) a explicar qué es una nueva política, viene mejor exponer un enfoque que provisional. Para empezar, una nueva política no se debe confundir con lo que son los procesos políticos; jurídicamente, es como fundir proceso con procedimiento.

    Por tanto, una nueva política no va de hablar de lo que hacen o han venido haciendo los políticos en todos estos años. Vaya, lo que uno llama malas costumbres políticas.

    Una nueva política debe empezar por cambiar ese viejo chip de «política para políticos», ya que, de otra manera, votar o ejercer el voto, no tendría sentido alguno.

    Entonces, si votar es un derecho fundamental reconocido para todos, eso quiere decir que todo ciudadano es un ente político. Si no fuera así, entonces, únicamente los políticos deberían solo ellos votar en los procesos electorales.

    Ahora bien, esto no significa que todos participan en los procesos electorales. De hecho, la tasa de abtensión y voto nulo se mantienen, incluso superando algunas votaciones a favor de algún partido político (como pasó con el PRD en las elecciones federales de 2018).

    Pero, precisamente, por esa razón una nueva política debe generar y provocar un genuino interés por las cuestiones políticas; con el primer paso de crear condiciones para que los ciudadanos participen en las elecciones al ejercer su voto, pues jurídicamente es un derecho, pero políticamente es una obligación.

    Una nueva política debe tener un discurso que transmita el mensaje de la importancia de la participación de los ciudadanos en las reglas, decisiones y responsabilidades que se determinarán para lograr convivir.

    Por mucho tiempo, se ha dejado en las manos de unos cuantos la decisión de cuáles serán las reglas. Por tanto, un nueva política debe promover y transitar a condiciones que permitan la participación ciudadana.

    Por lo mismo, hablar de una nueva política tiene implicaciones de fondo. Nada tiene que ver con hacer “TikToks” para hacer una campaña política, ni usar “Instagram” como medio oficial de información.

    En general, hay más implicaciones de lo que es una nueva política. Sin embargo, no es lugar aquí para tratar todas ellas. Ya habrá oportunidad para tratarlas en otra ocasión.

  • Temporada de demagogias

    Temporada de demagogias

    Este próximo año 2024 es muy importante para la sociedad mexicana y cómo no, ya que habrá votaciones, con las cuales se definirán gubernaturas, diputaciones, senadurías y, lo más importante, la presidencia de México. Sin embargo, con la llegada de las elecciones, que están a la vuelta de la esquina, también se viene una temporada de demagogia a diestra y siniestra.

    No solo porque entre los candidatos habrá dichos que no tienen poco sentido, sino también porque entre ellos mismos habrá dimes y diretes con los que se acusarán para intentar desprestigiar y dañar a sus contrarios (o al principal rival electoral).

    Y más allá de eso, no hay que olvidarse de las promesas que harán algunos, las cuales suelen ser exageradas o que no dependen del cargo al que se aspira obtener, pero que está firmado ante notario para tratar de engatuzar y con toda la mala leche posible.

    Sobre esto mismo, a estas alturas, la palabra de los políticos no suele ser de fiar, así muestra la historia. Incluso las promesas más sencillas, como estar en el cargo de principio a fin, no se cumplen. Por tanto, en este próximo proceso electoral que no extrañe ver «chapulines» por todas partes.

    Vendría bien analizar de fondo esa situación, no solo por lo que es una mala práctica, sino el daño que se produce a la política misma. Aunque bien, ese tema en particular será para otra ocasión.

    Por ahora, y mientras llega la temporada de demagogia, es importante mantenerse informado, pero también generar una opinión crítica de esa información y de lo que digan los demás.

    Con los tiempos malos, también vienen buenos. Y desde ahora es necesario empezar a razonar el voto, es decir, pensar responsablemente a quién daré mi voto; a quién se considera podrá dar atención de manera correcta a algunos problemas importantes; o a qué proyecto se considera fiable y apoyarlo.

    Es importante votar, aun cuando se considere que los candidatos no sean convincentes o se tenga una posición antipartidista, ya que ese simple acto (ese derecho) es el primer paso para proyectarse políticamente. No hay porqué huir de la política, sino que hay que formar parte de ella.

    Quién sabe, quizá eso pueda tener un impacto que en un futuro no muy lejano, ya no hayan temporadas de demagogia.

  • ¿En manos de quién estamos?

    ¿En manos de quién estamos?

    No era muy difícil entender que el proceso para la designación de gobernador interino en Nuevo León, fue muy mal ejecutado. Al menos para alguien atento al contenido del sistema normativo constitucional de la entidad y el federal.

    Sin embargo, parece patente que no lo fue así para los diputados de la actual legislatura del Congreso de Nuevo León; cosa que tampoco vio con malos ojos el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nuevo León (TSJENL) y del Consejo de la Judicatura del Estado de Nuevo León (CJNL).

    Así las cosas, con este acto resulta válido cuestionar ¿en qué manos estamos? Porque ¿cómo es posible que el máximo responsable del poder judicial en Nuevo León, así como los miembros del Congreso que votaron a su favor, desconocían que el acto que estaban por realizar, y que terminaron por concretar, era inconstitucional?

    Acaso ¿no conocen la constitución? Porque, de ser así, entonces se expondría que no se sabe, a ciencia cierta, qué fue lo que aprobaron los diputados de Nuevo León el año pasado; casualmente, el mismo mes de octubre, y que anunciaron con bombo y platillo: la «nueva» (que no es nueva) Constitución de Nuevo León.

    Pues bien, dejando eso de lado, resulta que el séptimo juzgado de distrito, con sede en Reynosa, Tamaulipas, en el incidente de suspensión 2268/2023, determinó que se transgredieron los artículos 62; 118, fracción V; y 132 de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Nuevo León (CPENL).

    Por tanto, se detalla que el presidente del TSJENL y el CJNL estaba impedido para ocupar el cargo de gobernador interino, ya que tomó protesta cuando aún ostentaba dichos cargos en el poder judicial.

    Pero el problema no acaba ahí, ya que esta determinación es el resultado de un incidente de suspensión, es decir, de un juicio pequeño antes de llevar a cabo la audiencia constitucional (el juicio de amparo). Por tanto, las cosas aún pueden cambiar.

    Aquí el punto es que el estado de derecho está en constante incertidumbre. Sin embargo, el lado bueno de estos casos es la posibilidad de analizar con mayor profundidad la situación jurídica y política que se vive en la entidad.

    Por lo mismo, el fortalecimiento del pensamiento crítico es vital para consolidar el estado de derecho y la democracia. Por el contrario, valerse del argumento de autoridad puede llevar a consolidar este tipo de situaciones indebidas.

    De ahí que la reciente preocupación sobre las decisiones judiciales, como de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) no deben tomarse a la ligera, ya que el poder judicial también forma parte del contexto político, no es un organismo que esté fuera de la jugada o que sea irrelevante.

    Por lo pronto, habrá que esperar cuál será la resolución final de este asunto. Nuevo León pasa por una situación inédita que no beneficia a la gran mayoría, aunque algunos no lo noten.

  • Responsabilidad jurídica vs Responsabilidad política

    Responsabilidad jurídica vs Responsabilidad política

    Seguramente, el lector encontrará mayor ejemplificación y analogías adecuadas, pero lo que aquí interesa es la cuestión política y que esto no se confunda con lo jurídico.

    Existen, ciertamente, varios precedentes de ciudadanos que han promovido un juicio de amparo para impedir que algunos actores políticos «brincaran» (de ahí lo de «chapulines») a otro cargo de elección popular; en algunos casos, aún faltando años para la culminación del puesto.

    Sin embargo, esta cuestión nada tiene que ver con un elemento jurídico. No hay tal derecho a ser gobernado por quien resultó ganador del último proceso electoral. Tampoco existe una obligación que exija gobernar tras ganar una elección. De haberlo, habría material suficiente para considerarse un agravio.

    Aunque podría llegar a considerarse una situación de agravio, ya que, ante la ausencia, queda al mando alguien que no ha sido electo por los ciudadanos, sino que, por lo general, es elegido por la mayoría del Congreso.

    Así las cosas, poco importa la expresión popular, dirán algunos. Pero es necesario recordar que el sistema mexicano es de representación, por tanto, las decisiones que se toman en un Congreso son en representación de los ciudadanos. Aunque, por supuesto, en la vida real las cosas son completamente diferentes.

    Ahora bien, aquí existe una grave confusión entre lo que es la responsabilidad jurídica y la responsabilidad política. Y quizá no sea tan sorprendente este lío, ya que el mismo error lo cometió la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) tras declarar inconstitucional los mecanismos de participación ciudadana, como la revocación de mandato.

    Ahora, de esta confusión, se deriva una más: expresión e intención no son lo mismo.

    En su tiempo, la intención original de la solicitud de licencia fue por cuestiones de impedimento para la gobernanza, es decir, situaciones personales o contextuales que no permitieran que se siguiera en el cargo. Mas no para tener la oportunidad de aspirar a uno mejor y participar en otro proceso electoral.

    Por su puesto, con el paso de los años esto ha evolucionado. Tanto que podría hablarse de un abuso por parte de un sector de la política. Técnicamente, pedir licencia para separarse del cargo puede ser por cualquier cosa.

    No obstante, en un buen sentido, pasa algo parecido como con lo de la revocación de mandato; además, ambas son por cuestiones de responsabilidad política. Acá, la pregunta es: ¿por qué deben los ciudadanos aguantar un mal gobierno? Mientras que aquí es ¿por qué esperar por un buen gobierno?

    Con otras palabras, si un gobernante está realizando un buen trabajo ¿Por qué se debería esperar a que termine su cargo? ¿No sería mejor que pueda contender por un cargo con mayor responsabilidad?

    Aunque, por supuesto, depende de quién se hable y cuál sea la opinión pública de ese político. No obstante, lo que se ha observado es que la mayoría de los políticos carecen de esta virtud. Desde siempre se ha hablado de un mal gobierno.

    En fin, la legislación expresa algunos motivos para esto y aquello, pero la intención de estos no suelen coincidir. Así como no coinciden la responsabilidad jurídica con la política.

    Por tanto, las medidas que se pueden desarrollar para impedir que algunos políticos evadan su responsabilidad, no pueden ser jurídicas, sino que deben ser otras. Al final, votar y ser votado es un derecho fundamental, mientras que exponer medidas jurídicas para restringir ese derecho, no son cuestiones del mismo sentido.

    Si hay algo que queda claro de un test de proporcionalidad es que los derechos se miden con otros derechos; las obligaciones con obligaciones; etc. Por tanto, no es válido poner en la balanza dos elementos que no son afines.

    A todo esto, sería vital recordar que este derecho fundamental ha sido reconocido incluso para personas que están privadas de su libertad, es decir, los presos. Y ahora pueden participar con su voto en los procesos electorales; esto acaba de ocurrir en este año en el proceso electoral para gobernador en el Estado de México.

    Por todo, la falta de compromiso de un político para culminar su encargo, es un asunto de responsabilidad política, mas no jurídico.

  • Leyes derrotadas

    Leyes derrotadas

    Hasta hace unos años, la temática de la derrotabilidad de las normas jurídicas, es decir, excepciones no explícitas en los ordenamientos jurídicos, había sido abandonada por la teoría jurídica, debido a que se veía como una problemática que no llevaba a ningún lado.

    Por lo mismo, profundizar sobre la compatibilidad con el positivismo jurídico era algo irrelevante, por lo que el asunto quedó en el olvido a partir de los primeros años del presente siglo.

    No obstante, este análisis se quedó corto, ya que únicamente se analizó desde el punto de vista del derecho, donde las excepciones (implícitas o no) son fruto de la interpretación, por lo cual no hay lugar a una polémica como tal, ya que gracias a la interpretación se logra desvelar el sentido del significado y la intención de una norma jurídica.

    Sin embargo, aunque no existan motivos jurídicos suficientes para sostener el debate de la derrotabilidad como un problema jurídico relevante, las cosas cambian cuando se analiza desde el punto de vista de la política.

    Esto hace ver que la verdadera derrotabilidad de las normas jurídicas se da por actos políticos, mas no por cuestiones de interpretación.

    Pero bien ¿a dónde va todo esto? Pues bueno, resulta que estos días, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, presentó una solicitud de licencia ante el Congreso, de la misma entidad, para poder separarse de su cargo y tener así la posibilidad de participar en el proceso electoral de 2024, donde se definirá quién será el nuevo ejecutivo federal.

    Hasta ahí, no hay nada interesante, al menos jurídicamente hablando, ya que políticamente habría que comentar bastante al respecto. Principalmente, cómo es que Samuel García ha quedado expuesto por él mismo; pero esto es ya material para otra ocasión.

    Ahora bien, lo interesante inicia cuando se decide quién será el gobernador interino, ante la ausencia por seis meses de Samuel García.

    En un principio, se llegó a decir que el Congreso de Nuevo León negaría la licencia a García Sepúlveda, pero al final resultó que la aprobó. Y hubo mayor sorpresa cuando se decidió que fuese Arturo Salinas el elegido.

    Hasta ese momento, Arturo Salinas fungía como el presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nuevo León (TSJNL) y del Consejo de la Judicatura de Nuevo León (CJNL). Además, este mismo año fue reelecto para mantenerse en el cargo, a pesar de un escandaloso proceso que le permitió presidir el poder judicial de Nuevo León.

    Sin embargo, pese a que la constitución local y federal no permiten que en una misma persona se depositen más de un poder, esto no impidió que esa misma tarde/noche se presentara Arturo Salinas, ante el llamado del presidente del Congreso de Nuevo León, Mauro Guerra, y tomara protesta como gobernador interino.

    Eso sí, a la brevedad, Arturo Salinas solicitó una reunión urgente para presentar licencia para dejar su cargo como presidente del TSJNL y del CJNL con el fin de ser gobernador interino este próximo 2 de diciembre de 2023.

    Y así como así, se tiene un caso particular de cómo una ley puede ser derrotada por medio de un acto político.

    Por supuesto, resulta necesario profundizar sobre esta cuestión, pero no es aquí el lugar para realizar tal empresa.

    Por lo pronto, solo queda atestiguar cómo, una vez más, las cosas se mantienen como han sido desde hace muchos años.

  • “Las mentiras tienen pies cortos”

    “Las mentiras tienen pies cortos”

    Mi madre suele decir: “las mentiras tienen pies cortos”. Una frase breve, pero que tiene un gran trasfondo. Por supuesto, lo primero que uno entiende es que vale más decir la verdad que mentir, pues tarde que temprano se relevará lo que ha pasado realmente.

    Tiene, entre otros, un sentido más: debemos reconocer nuestros errores en el momento preciso, puesto que una vez revelada la verdad, todo acto y dicho que se ha realizado, se vuelve cuestionable.

    Y eso es lo que le ha pasado a Xóchitl Gálvez. Ahora que pretende ser contender para la presidencia, se encuentra en constante escrutinio público, lo cual ha provocado que se revelen datos que no cuadran del todo con sus dichos.

    Por tanto, se podría decir que se ha convertido en un tiro al blanco al que es casi imposible fallar. Y es que parece que la vida y carrera política de la senadora está llena de irregularidades, lo cual crea una legítima cuestionabilidad hacia su persona.

    Atrás han quedado el caso de la niña prodigio de venta de gelatinas, la casa roja, entre otras cuestiones de las cuales no ha salido nada bien.

    De lo último, salió a relucir que su trabajo para titularse, que no es un trabajo de tesis, sino un informe, contiene plagio, por lo que el título del que tanto presume, es producto de una irregularidad.

    Algunos de estos problemas los ha asumido. Sin embargo, no hay ninguna virtud por aceptar errores que se ubican en un tiempo lejano; además, no es lo mismo aceptar errores por causas de juventud, que hacerlo sobre los actos que nos definen, es decir ¿qué sentido tiene que un político se disculpe por mentir, si su vida está construida de mentiras?

    En tal caso, no hay una fase de arrepentimiento, sino de pena. Disculparse no es una acción que se relacione con lo que se ha hecho, sino porque la verdad ha visto la luz.

    Con otras palabras, la senadora Gálvez podrá aceptar su plagio en su trabajo para obtener un título universitario, y decir que, de ser necesario, haría otro. Pero lo que realmente quiere decir es que no reconoce el error, sino que se apena porque ahora es de conocimiento público su error.

    Por la misma razón es que, ante cada problema en la que se ve envuelta, su respuesta es siempre en el sentido contrario de la consecuencia. Que mi propiedad (la casa roja) tiene irregularidades, pues que la «tumben»; que se detectó plagio en mi informe para titularme, pues hago otro.

    Por tanto, si mañana se le acusa de algún delito, dirá que se investigue y que ella misma se presenta a declarar ante la fiscalía correspondiente o en la audiencia que se dé a lugar.

    Tal forma de abordar los problemas es peligroso; en el sentido político, se llama demagogia, ya que se cree que asumir los errores es una cuestión relativamente fácil, cuando es todo lo contrario. Por lo mismo, aceptar los errores se vuelve una virtud.

    Con todo, las conclusiones que se tienen de esto es que la senadora es un tiro al blanco. Se ha convertido en deporte nacional, algo que se ha ganado a pulso por cómo ha construido su persona y su carrera política.

    Al final, ciertamente, “las mentiras tienen pies cortos”.

  • Congreso de Nuevo León ¿una era digital?

    Congreso de Nuevo León ¿una era digital?

    Para no hacer largo el cuento, esta semana pasada se aprobó en comisiones, con carácter de urgente, diversas reformas al reglamento interno del Congreso de Nuevo León, con énfasis en el voto electrónico.

    Ante esto, hay quienes tienen la versión de que estas reformas tienen por objetivo permitir que algunos diputados anden en asuntos electorales (que incian en el mes de octubre en Nuevo León) pero acorde a la exposición de motivos, los argumentos son otros.

    Sin embargo, hay varias objeciones para sospechar que los motivos expuestos en la propuesta no convencen. Entre los cuales se destaca:

    En primero lugar, no se entiende por qué esta reforma tiene caracter de urgente, no se explica en ninguna parte ni preocupa hacerlo. A menos que lo sea porque el proceso electoral está por arrancar.

    Segundo, no existe una relación directa ni indirecta, al menos de una manera lógica, entre permitir el voto electrónico y mejorar la tarea legislativa. A menos que sea una excusa perfecta para realizar otras actividades que no sean legislativas.

    Este último punto lleva al tercero, ya que durante la pandemia, momento que se implementó el voto electrónico, el trabajo legislativo fue igual de lento (quizá hasta más) y de igual calidad. Por tanto, la experiencia dicta que ese no es el camino para ponerse al día con el resago.

    Cuarto punto, es una medida antipopular. Según se advierte en el proyecto aprobado en comisiones, el voto electrónico es una vía para fortalecer los derechos político-electorales, lo cual permitiría la libre expresión a pesar de no estar presente. Sin embargo, con solo votar se obvia el sentido de la justificación de la decisión, ya que la labor legislativa es más que levantar la mano.

    Además, de hacerse una consulta ciudadana, no parece muy convincente permitir a los diputados dar la oportunidad de presentarse cuando necesario, pues equivale a estar de acuerdo a aumentar sus prestaciones

    Como quinto punto, y derivado de esto último, la reforma que se plantea pretende hacer de una excepción, una regla. Su pretexto es la modernización, pero en ninguna parte del mundo, al menos del conocimiento de quien suscribe, existe algo medianamente parecido a un Congreso digital.

    Por si fuera poco, y en sexto lugar, es un planteamiento demagógico. Permitir que en comisiones valga el voto electrónico no garantiza de ninguna manera que se arreglen todos los males. Al contrario, lo más seguro es que ocasionen más problemas, puesto que el voto fantasma estaría a flor de piel.

    Seguramente hay más objeciones que realizar. Por lo pronto, hay más argumentos para entender que el fondo de todo esto tiene por objetivo asuntos electorales, que mejorar la labor legislativa. Pero bien, habrá que ver cuando este asunto se discuta en el pleno.

  • Ahora el Poder Judicial de Nuevo León

    Ahora el Poder Judicial de Nuevo León

    Hace unos días, desde el Congreso de Nuevo León se planteó la posibilidad de reformar al poder judicial de Nuevo León, debido a un choque político-jurídico de un asunto.

    Resulta que el Tribunal Superior de Justicia suspendió y revocó una decisión del Tribunal Electoral de Nuevo León, lo cual, acorde a diversos análisis jurídicos normativos, está fuera de su competencia, por ser un tema de materia electoral.

    Por tanto, ante tal cuestión, acorde a diversos diputados del Congreso de Nuevo León, el Poder Judicial del estado está secuestrado por el Partido Acción Nacional (PAN) ya que el presidente sigue siendo Arturo Salinas.

    Ciertamente, se necesita de una reforma estructural de todo el poder judicial, no solo del federal, sino general. Además, dicha reforma debe ser de fondo, no de forma.

    Acorde a lo planteado desde el Congreso de Nuevo León, nuevamente, solo preocupa el proceso de selección de jueces. Como si la preparación para la administración de justicia fuese algo dado por la naturaleza.

    Peor aún, los motivos para reformar al poder judicial no responden a ciertas inquietudes relevantes, como el funcionamiento de la tutela judicial o la constitucionalidad de los procesos jurídicos, sino que devienen de visiones subjetivas que no proyectan pilares sólidos.

    Por ejemplo, el tema de la racionalidad de las decisiones judiciales ha sido un tema constante y relevante para la teoría jurídica desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, los políticos ignoran ese tipo de situación.

    Para ellos, lo que importa es crear mecanismos que politicen la justicia. Por tanto, el tema de cómo mejorar el poder judicial, de fondo, queda de lado, cuando debería ser lo más importante.

    Debe existir justicia para todos, no solo para los políticos, que es lo que realmente se busca cuando se dice que se quiere reformar al poder judicial.

    Y no resulta muy difícil darse cuenta de esto. Hace unas semanas, Arturo Salinas fue nuevamente nombrado, por unanimidad, presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Nuevo León, pero nadie dijo nada. Esto aun cuando la primera vez hubo mucho ruido tras su nombramiento.

    Ahora, se intenta vender el cuento de que el poder judicial en Nuevo León está secuestrado y está en contra de cierto partido político, que no hay justicia o que se atenta a la justicia, etc., etc.

    Por todo, si realmente se deseara reformar al poder judicial, en general, no habría por qué tratar aspectos de forma, lo cual seguramente en unos años se vuelva a cambiar. Se necesitan, por lo mismo, aspectos de fondo; una reforma que permita renovar el poder judicial.

  • ¿Cómo mejorar al poder judicial?

    ¿Cómo mejorar al poder judicial?

    No es nada nuevo preguntarse cómo mejorar al poder judicial, lo cual, en el fondo, se trata de analizar la impartición de justicia. Por tanto, han existido bastantes propuestas al respecto, las cuales van más allá de solo cambiar el proceso de selección de ministros.

    Una de éstas, y que ha sido constante en México, por medio de eventos académicos importantes de derecho constitucional después de la primera mitad del siglo XX, se trata de implementar una verdadera carrera judicial.

    ¿Pero qué es una carrera judicial? Pues bien, en realidad, en México, la gran mayoría de los ciudadanos desconoce cómo funciona el poder judicial, por lo cual no extraña que un tema tan importante puede llegar a tomarse a la ligera. Por ejemplo, el poder judicial es mucho más que solo la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Por tanto, solo cambiar el sistema de selección de ministros es una opción que obvia muchas cuestiones relevantes. 

    Si se trata de mejorar la impartición de justicia, entonces, también es necesario mejorar la justicia local, y no solo la de la SCJN. Pero bien, no es aquí lugar para hacer una disertación. Por ende, hay que ir al quid de la cuestión.

    Una carrera judicial es un sistema de formación para los funcionarios judiciales, a quienes se les prepara continuamente con conocimientos jurídicos teóricos y prácticos de nivel avanzado. Porque, no cualquiera puede llegar a ser juez; además, para serlo, no basta con conocer el derecho vigente, sino también tener otro tipo de virtudes, que no son solo valores, sino habilidades interpretativas y argumentativas.

    Para ser juez quizá baste cumplir con los requerimientos legales. Pero, para ser buen juez se ocupa mucho más que eso; el primer paso, por supuesto, es contar con una formación adecuada.

    Sin embargo, en México, el sistema judicial no cuenta con una carrera judicial como tal; lo que se tiene es un sistema escalafonario. Por tanto, los jueces “de carrera” son aquellos que han recorrido varios puestos en la función judicial. Incluso, hay quienes aseguran que los mejores jueces son los que iniciaron como intendentes en el tribunal. 

    Esto contrasta bastante con el caso de los ministros de la SCJN. Para empezar, la ley permite que cualquier persona pueda ocupar una plaza en el máximo tribunal del país, tan solo con tener un título profesional de licenciado en derecho (como requisito más exigente); además, tener una edad mínima de 35 años, así como tener buena reputación (lo que sea que signifique, ya que han habido algunos ministros cuya reputación era más que cuestionable) entre otros requisitos poco exigentes o mínimos.

    Ahora bien, tal cual se advierte, en ningún momento se hace alusión a tener experiencia en la impartición de justicia, es decir, para ser juez del máximo tribunal, en México, no parece relevante. Algo irónico, ya que, como llegó a mencionar un profesor argentino: «tanto en México como en Argentina, para ser ministro de la Corte solo se ocupa tener amistad con algún joven político con futuro prometedor por diez años». 

    En anteriores ocasiones se ha insistido, por quien suscribe, que implementar una carrera judicial es la mejor opción, pero también existe otra opción para aquellos interesados en que únicamente cambie el proceso de selección de ministros, aunque no sería el único cambio.

    En México, se cuenta con un sistema de control constitucional que algunos designan como “mixto”, aunque bien existen algunas objeciones. En pocas palabras, es el mismo poder judicial, en específico la SCJN, el ente encargado, en última instancia, de hacer valer la constitución.

    Otros países, como los europeos, tienen un control constitucional concentrado, es decir, que la protección de los principios constitucionales corresponde al tribunal constitucional, el cual no pertenece al ramo del poder judicial, sino que se constituye como un tribunal independiente que exclusivamente analiza cuestiones constitucionales, de ahí su nombre.

    Además, en ese sistema, los miembros que componen el tribunal constitucional sí son elegidos mediante procesos de sufragio ni ocupan carrera judicial. 

    En el caso particular de México, algo así se pretendió con la reforma constitucional de 1995, cuando se reformó la SCJN. Se deseaba que la Corte tuviera la facultad de atender cuestiones netamente constitucionales, y dejar cuestiones de revisión a los Tribunales Colegiados de Circuito. 

    De ahí surgieron las acciones de inconstitucionalidad y se actualizaron las controversias constitucionales. Pero, la puerta no se cerró del todo, pues la facultad de atracción de la SCJN aún le permitiría conocer cuestiones de legalidad. Por tanto, no es un verdadero tribunal constitucional, sino que está maquillado.

    Por todo, una alternativa sería plantear la creación de un tribunal constitucional, aunque lograrlo significaría realizar cambios sustanciales en la constitución, lo cual cambiaría por completo el sistema jurídico entero.

    De este modo, ya no serían los ministros de la SCJN quienes decidan sobre cuestiones constitucionales, sino los miembros del tribunal constitucional. Optar por solo cambiar el sistema de selección de ministros no es un cambio de fondo y tampoco implica ni garantiza un mejor poder judicial, por las razones ya expuestas. Además, aún en el caso de mejorar la impartición de justicia de la SCJN, en cuanto a racionalidad, es decir, de emitir las mejores decisiones, habría otro problema importante como la saturación. Sería inevitable que la SCJN atendiera todos los asuntos (o la gran mayoría) por lo que se volvería a uno de los problemas principales cuando se planteó la reforma constitucional de 1995.

    Por último, en caso de insistir en solo cambiar el proceso de selección, pero para todos los jueces, no basta con una reforma constitucional. Para ello, deben sumarse todas las entidades federativas y cambiar sus constituciones, lo cual sería un proceso demasiado largo.

    Por todo, la cuestión de cómo mejorar el poder judicial conlleva a un análisis muy amplio y complejo, pues implica varios factores relevantes.