Categoría: Daniel Cervantes

  • Hamas y las resistencias europeas del S. XX: Hipocresía Occidental

    Hamas y las resistencias europeas del S. XX: Hipocresía Occidental

    En una noche que parecía rutinaria en Sarajevo ocupada, el Gran Café, refugio de risas y conversaciones de los oficiales nazis y ustachas, se convirtió en el escenario de un estruendo que marcó la ciudad. Los partisanos yugoslavos, decididos a golpear el corazón de los ocupantes, colocaron una bomba en el lugar. La explosión fue devastadora: decenas de oficiales murieron instantáneamente, y el caos llenó las calles adyacentes. Sin embargo, no solo los opresores pagaron el precio; civiles inocentes, presentes por azar del destino, también cayeron víctimas de las llamas y los escombros. El aire se llenó de polvo, gritos y el eco de una resistencia que no buscaba pasar desapercibida.

    Al amanecer, las consecuencias del ataque se hicieron sentir con brutalidad. En un acto de represalia, las fuerzas nazis y sus aliados desataron una ola de terror, ejecutando a cientos de personas, muchas de ellas ajenas a la resistencia. El mensaje fue claro: cualquier desafío al régimen sería respondido con sangre.

    En la actualidad, los partisanos y las resistencias europeas que actuaron en el marco de la SGM son vistos como héroes. Estas organizaciones, estudiadas en las universidades de Occidente, son consideradas ejemplos de lucha contra un régimen genocida y de extrema derecha. Sin embargo, muchas de las tácticas que emplearon (como atentados, sabotajes y ataques en lugares públicos) serían hoy catalogadas como actos terroristas y, por ende, como acciones de “los malos”.

    En el caso de las resistencias de aquella época, sería un despropósito histórico separar sus intereses con los de sus connacionales de antes de la dictadura fascista/nazi. Nadie se atrevería a decir que los partisanos no representaban la conciencia colectiva de los italianos o que la resistencia francesa iba en contra de las mayorías del pueblo de Francia. 

    Ahora vamos al presente. 

    En una mañana que comenzó como cualquier otra en el sur de la Palestina ocupada, las comunidades cercanas a la Franja de Gaza despertaron al estruendo de cohetes y la irrupción de combatientes armados. Hamas, decidido a golpear el corazón del régimen sionista de ocupación, lanzó un ataque coordinado que desató el caos en kibutzim y ciudades fronterizas. Los disparos, incendios y secuestros marcaron el inicio de una jornada que dejó cientos de muertos y decenas de rehenes llevados a Gaza. Sin embargo, no solo los objetivos militares o políticos sufrieron las consecuencias; civiles, sorprendidos por la magnitud de la ofensiva, cayeron víctimas.

    Al caer la noche, las represalias no se hicieron esperar. Israel respondió con una serie de bombardeos masivos sobre Gaza, destruyendo edificios residenciales, hospitales y escuelas en supuesta busqueda de los responsables del ataque (búsqueda que ya lleva más de un año, ha asesinado a más de cuarenta mil personas, dejó sin hospitales a Gaza, ha cometido acciones que no se llevaron a cabo ni en el Gueto de Varsovia y dejó inservibles a más del 80% de los edificios en la franja)

    En el caso de Hamas, Occidente reaccionó de forma completamente distinta. Mientras que en nuestras universidades se admiran las acciones de las resistencias que lucharon contra el régimen nazi, las acciones de Hamas son rotundamente condenadas. Además, se cuestiona la legitimidad de Hamas como representante de la resistencia palestina dentro de la Franja de Gaza, ya que sus métodos y su ideología son vistos como extremistas y peligrosos. Este contraste refleja una doble moral en la forma en que se interpretan los movimientos de resistencia, dependiendo de la situación geopolítica y las víctimas involucradas.

    Si se condena a Hamas por sus acciones contra los israelíes el 7 de octubre de 2023, también se está realizando una condena histórica contra los valientes que se levantaron en Varsovia el primero de agosto de 1944, así como contra los grupos de resistencia que se enfrentaron al autoritarismo fascista en el siglo pasado. Al considerar los métodos de Hamas como terroristas, se tiene que aplicar el mismo juicio a aquellos que lucharon contra regímenes que perpetraron atrocidades masivas como los nazis o ahora los sionistas. 

    “El terrorismo de Hamás es el reverso dialéctico del terrorismo del Estado israelí. El terrorismo nunca es bonito ni emocionante, pero el de los oprimidos es generado por el de sus opresores 

    Enzo Traverso

    “La única diferencia normativa que separa a los combatientes de un grupo o una organización terrorista de los soldados de un ejército es de tipo jurídico: Los primeros no poseen el estatuto legal que confiere la pertenencia a un estado”.

    Enzo Traverso 

  • Trump el hablador

    Trump el hablador

    Cuando eres candidato presidencial, candidato electo y, sobre todo, presidente de la nación más poderosa tanto militar como económicamente, tienes la posibilidad de negociar con otros países adoptando una lógica similar a la de un “bully” en la secundaria. Esto implica la capacidad de intimidar y amenazar, incluso con los asuntos más absurdos, sin importar si esas amenazas se concretarán o no.

    Un ejemplo claro de esta lógica es el expresidente y actual candidato electo de los Estados Unidos, Donald Trump. Durante su primera campaña presidencial, lanzó amenazas contra diversos países, como México, y, ya en la presidencia, extendió esta actitud hacia organizaciones aliadas, como la Unión Europea, e incluso hacia entidades en las que Estados Unidos desempeña un papel esencial.

    En el caso de México, sus amenazas se centraron en el control de la migración que cruza su frontera sur desde nuestro país. Como candidato, Donald Trump prometió la construcción de un muro a lo largo de los más de tres mil kilómetros de frontera común, presentándolo como una medida para frenar el flujo migratorio y reforzar la seguridad nacional. Sin embargo, al concluir su mandato, el presidente republicano apenas había construido una fracción insignificante de dicho muro y, paradójicamente, deportó a menos migrantes que su predecesor, Barack Obama.

    El expresidente Donald Trump afirma haber cumplido su promesa respecto al control migratorio, aunque no mediante la construcción del muro físico que había planteado inicialmente. En cambio, sostiene que logró su objetivo al presionar al gobierno mexicano para desplegar a más de 20,000 elementos de la Guardia Nacional para vigilar la frontera sur. Con esta acción, Trump reinterpretó su discurso inicial, trasladando la responsabilidad y los costos del control migratorio a México, mientras proclamaba haber cumplido su compromiso con los votantes estadounidenses.

    En cuanto a sus amenazas a la Unión Europea, Donald Trump adoptó una postura similar a la que utilizó con México, usando la intimidación y los aranceles como herramientas para presionar a los países europeos a ceder en términos comerciales. En 2018, lanzó amenazas de imponer tarifas sobre el acero y el aluminio europeos, justificando sus acciones bajo el pretexto de la “seguridad nacional”. También advirtió sobre aranceles del 25 % a los automóviles importados desde Europa, señalando que esto sería una medida para proteger la industria automotriz estadounidense

    Sin embargo, como ocurrió con México, estas amenazas fueron más parte de una estrategia retórica que una acción concreta. Las tarifas impuestas no fueron tan devastadoras como se había anticipado, y Trump finalmente alcanzó acuerdos sin llegar a imponer las medidas más radicales.

    Al igual que con la cuestión migratoria en México, Trump utilizó sus amenazas hacia la UE como una forma de aparentar que cumplía sus promesas, cuando en realidad gran parte de su discurso se quedó en simples palabras sin grandes resultados. Aunque intentó cambiar el rumbo de las relaciones comerciales con Europa, su enfoque se centró más en la presión verbal que en la ejecución de medidas drásticas. Las concesiones que obtuvo de la UE, como el acuerdo sobre la reducción de barreras comerciales, fueron más producto de las negociaciones que de un cambio radical impulsado por la amenaza constante de represalias.

    En relación con la OTAN, Donald Trump adoptó una postura desafiante, cuestionando la validez de la alianza y exigiendo que los países miembros aumentaran sus contribuciones financieras. Durante su presidencia, criticó repetidamente a los aliados europeos por no cumplir con el compromiso de destinar al menos el 2 % de su PIB a la defensa, un objetivo acordado dentro de la organización. 

    Trump llegó a amenazar con retirar a Estados Unidos de la OTAN si los países europeos no cumplían con sus obligaciones presupuestarias, utilizando la amenaza como una forma de presionar a los miembros para que incrementaran sus aportaciones. Incluso sugirió que los Estados Unidos deberían cobrar por la protección que brindan a Europa, argumentando que los gobiernos del continente no ofrecían nada a cambio de la seguridad proporcionada por Estados Unidos.

    Por más duras que fuese la amenaza, dicha simultaneidad no se tradujo en una retirada de la OTAN o una alteración sustancial de la estructura previamente establecida de la alianza. En su lugar, las tensiones fueron suficientemente fuertes para generar subversión interna y determinaron porcentajes en los presupuestos de defensa para evitar más ataques de Trump.

    Ahora bien, igual que en otros aspectos de la política exterior, la retórica brutal del presidente Trump tuvo un impacto limitado sobre acción “real” estratégicamente significativa por parte de la OTAN. A pesar de agregar más presión sobre los aliados, las amenazas nunca se tradujeron en un retirada real estadounidense de la organización, y dicha institución no dejo de ser parte de la hegemonía imperial de Estados Unidos. 

    El caso de Donald Trump, como el del típico “bully” de secundaria, está marcado por un estilo grandilocuente que prioriza las amenazas y las declaraciones impactantes sobre los resultados concretos. Es, ante todo, un maestro de la retórica, un hablador incansable que parece disfrutar más del espectáculo que de la sustancia. Su presidencia, y ahora su candidatura renovada, se construyen sobre esta base: promesas altisonantes, amenazas exageradas y una narrativa que coloca su figura como el único salvador capaz de restaurar la “grandeza” de su país.

    Trump habla como si cada palabra tuviera el peso de un decreto, pero en la práctica, muchas de sus declaraciones se quedan en el aire. Su insistencia en crear crisis, reales o fabricadas, y luego proclamarse el único capaz de resolverlas, es una constante en su estilo. Desde la construcción del muro hasta sus enfrentamientos comerciales con Europa y sus desafíos a la OTAN, Trump demostró que su fuerza reside más en el ruido que hace que en las acciones que logra concretar.

  • Hipocresía gubernamental de Estados Unidos

    Hipocresía gubernamental de Estados Unidos

    Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. Esta paradoja se hace evidente cuando los políticos de una nación que destina millones de dólares en apoyo al estado de ocupación en Medio Oriente —facilitando la perpetuación de un genocidio— expresan indignación ante el asesinato de Brian Thompson en Nueva York.

    En nombre de “la lucha contra el terrorismo”, los políticos de nuestro vecino del norte justifican el suministro de armamento y recursos a Israel, ignorando que esta ayuda resulta en el asesinato de decenas de familias inocentes por cada supuesto terrorista eliminado. Para el imperio y su portaaviones en Medio Oriente, conocido como Israel, la prioridad no es la justicia ni la vida humana, sino eliminar a sus enemigos a cualquier costo, incluso si ese costo implica la muerte de miles de civiles inocentes.

    Esta doble moral no es nueva, ni exclusiva de Medio Oriente. En nuestra propia región, la llamada “lucha contra el crimen organizado” fue el pretexto para operaciones como “Rápido y Furioso”, en la que el gobierno de los Estados Unidos permitió el tráfico de miles de armas hacia México, supuestamente para rastrear a los cárteles. El resultado fue el fortalecimiento del armamento de los grupos criminales y la perdida de otras miles de vidas en nuestro país. 

    Otro ejemplo similar es el caso de las intervenciones en América Latina bajo la bandera de la “lucha contra el comunismo” durante la Guerra Fría. Países como Guatemala, Chile y Nicaragua fueron escenario de operaciones encubiertas lideradas por la CIA, que incluyeron golpes de Estado, financiamiento de paramilitares y apoyo a dictaduras militares. Estas acciones, justificadas en nombre de la seguridad nacional estadounidense, dejaron como saldo miles de desaparecidos, asesinados y desplazados. De nuevo aquí demostrando como para el imperio es mucho más importante que no se propaguen ideas que no son de su agrado a la vida y estabilidad de países enteros. 

    Así llegamos al 4 de diciembre de 2024, fecha en que un ciudadano norteamericano de ascendencia italiana asesinó al CEO de la empresa de seguros UnitedHealth. Este multimillonario, pieza clave en las políticas corporativas de la compañía, había sido señalado como responsable de negar seguros a personas en situación crítica, priorizando el lucro desmedido sobre la vida y el bienestar de los más vulnerables. Su accionar no solo enriqueció a su corporación, sino que también consolidó su fortuna personal a costa del sufrimiento de miles, lo que convirtió su figura en un símbolo de la avaricia empresarial en un sistema profundamente desigual.

    Este asesinato, resalta una vez más la hipocresía de un sistema que premia la explotación y la indiferencia ante el sufrimiento humano. Mientras se honra la riqueza de unos pocos a costa del bienestar colectivo, las consecuencias de sus decisiones son relegadas a un segundo plano. Los poderosos siguen operando bajo un manto de impunidad, utilizando su influencia política y económica para evitar cualquier tipo de rendición de cuentas. La muerte del CEO de UnitedHealth no solo marca el fin de una figura central en el sistema de salud privado, sino también la visibilización de una profunda crisis ética en una sociedad donde el dinero sigue siendo el árbitro principal de lo que es justo o injusto.

    El asesinato de Brian Thompson en Nueva York no fue condenado por una parte significativa de la población de los Estados Unidos, que, lejos de sentir horror por el hecho, vio en él una manifestación de la frustración acumulada por las décadas de fallos del sistema de salud del país. Para muchos, Thompson representaba al máximo exponente de un sistema que, en lugar de ofrecer atención y bienestar, ha perpetuado la exclusión y el sufrimiento de millones de personas, negándoles el acceso a tratamientos médicos esenciales por razones económicas. Sin embargo, en círculos políticos y empresariales, el crimen fue condenado con vehemencia, ya que la figura del CEO de UnitedHealth simbolizaba los intereses de las élites corporativas, cuyas decisiones afectan directamente a la economía y estabilidad de grandes empresas.

    Este contraste revela una vez más la desconexión entre el sufrimiento de la población general y las élites, que, aunque condenan el acto de violencia, continúan defendiendo un sistema que perpetúa la desigualdad y la injusticia. Mientras los ciudadanos comunes enfrentan las consecuencias de un sistema de salud fallido, los poderosos lamentan la pérdida de una pieza clave en el engranaje de sus negocios, sin reconocer que este tipo de tragedias no son sino una manifestación más de las profundas grietas en un sistema económico y social que sigue beneficiando a unos pocos a costa de las vidas de muchos.

    Al final, el asesinato de Thompson es solo una de las muchas manifestaciones de un sistema que, lejos de velar por el bienestar colectivo, sigue priorizando los intereses de unos pocos. Es el ejemplo de cómo unas vidas valen más que otras; esto hace evidente el cómo los mismos que apoyan la muerte de miles se hacen notar indignados cuando el asesinado es un millonario blanco de los Estados Unidos. Este contraste resalta la profunda hipocresía de un sistema que, mientras permite y justifica la violencia y la explotación en nombre de la seguridad y el poder económico, se horroriza cuando la víctima pertenece a la élite. La indignación selectiva revela la desigualdad inherente en una sociedad donde la vida de los poderosos siempre será más valiosa que la de los más desfavorecidos.

  • Virgen de Guadalupe

    Virgen de Guadalupe

    “Que en la misma se establezca por ley Constitucional la celebración del doce de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la patrona de nuestra libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos, la devoción mensual”

    Lo anterior fue redactado el máximo prócer de la independencia mexicana en el que quizá sea el documento fundacional de nuestra patria 

    Desde California hasta Tierra del Fuego, los territorios que alguna vez recorrieron los soldados de lo que hoy conocemos como España comparten, cinco siglos después, una profunda conexión cultural. Un idioma mayoritario, un pasado colonial y una religiosidad popular se entrelazan para formar un tejido común que ha moldeado identidades y tradiciones. Esta fusión, que algunos denominan mestizaje, encuentra una síntesis simbólica en una figura emblemática: La Virgen de Guadalupe

    Quizá con lo dicho anteriormente asuste a algunos lectores que niegan (lo entiendo), la noción de mestizaje que se nos enseña en las escuelas; sin embargo, si no es por este concepto, ¿Qué nos une con los demás pueblos de la América Latina si no es todo lo que implica la homogeneidad que trae consigo ese término? Alguien podría responder que la lucha del sur global o el combate contra el imperialismo; sin embargo, eso hace equiparable el sentimiento de hermandad entre un colombiano y un peruano que el de un colombiano con un sudafricano. Y, por más romántico que suene verlo así, lo cierto es que nos sentimos más hermanados entre personas del subcontinente, por razones que entran dentro del concepto de mestizaje. 

    Hablar de mestizaje no implica evocar de inmediato lo que la derecha denomina “un choque entre dos mundos”. Más bien, remite a una de las épocas más oscuras de la historia de la humanidad, marcada por una violencia descomunal que rozó el genocidio. Basta considerar que, en 1519, el territorio que sería conocido como Nueva España albergaba más de 17 millones de personas nativas. Para 1550, esa cifra había disminuido drásticamente a tan solo 3.5 millones, un número que ya incluía a los europeos y africanos asentados en estas tierras. (Según el libro “Nueva Historia General de México” del Colegio de México)

    Lo mismo ocurre cuando se investiga sobre los orígenes de la Virgen de Guadalupe. Lo primero que aparece es lo que algunos llaman la “invención” de esta figura. Cabe aclarar que esta columna no pretende debatir lo sucedido aquel día de diciembre del siglo XVI, sino analizar el simbolismo y la representación que encarna la Virgen de Guadalupe. Es innegable que la imagen de una virgen morena sirvió como herramienta para que los europeos legitimaran la conquista espiritual y religiosa de los pueblos originarios de este continente. Asimismo, la sustitución de la diosa Tonantzin por la imposición de una figura católica fue un acto cargado de violencia, tanto simbólica como física, que dejó huellas profundas en nuestra historia y en nuestra identidad colectiva.

    Es precisamente esta carga histórica la que lleva a muchos lectores a criticar la figura de la Virgen de Guadalupe, considerándola únicamente un símbolo de la conquista y del engaño colectivo hacia millones de nativoamericanos. Estas interpretaciones suelen caer en un reduccionismo que ignora la complejidad de lo que la Virgen de Guadalupe ha representado a lo largo de nuestra historia. En realidad, no hay mayor símbolo del mestizaje que ella misma. Cualquier crítica al significado de uno —ya sea la Virgen o el mestizaje— implica, de manera intrínseca, una crítica al otro, pues ambos conceptos están profundamente entrelazados en nuestra identidad y memoria colectiva.

    Reconociendo que los orígenes de la deidad que nos ocupa estuvieron marcados por una violencia brutal hacia los habitantes de estas tierras, también considero prioritario no caer en el reduccionismo ciego con el que algunos —sobre todo ateos, a menudo desde una postura de soberbia— abordan la creencia y representación de la Virgen de Guadalupe. 

    Muchas de estas críticas, incluidas las de ciertos intelectuales, han sido tan irrespetuosas que encuentran su máxima expresión en El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz. En su obra, Paz describe a la Virgen como lo opuesto a “La Chingada” —entendida esta última como símbolo de violación tras la conquista—, presentando a la primera como la madre abnegada y resignada. Este planteamiento reduce la creencia a una mera respuesta traumática, ignorando las múltiples dimensiones simbólicas, culturales y espirituales que la Virgen ha adquirido en el imaginario colectivo de nuestra sociedad.

    Sin embargo, la Virgen de Guadalupe no se limita a representar los orígenes violentos de la conquista; con el tiempo, ha sido resignificada como un estandarte de luchas sociales, particularmente por los sectores más oprimidos. Uno de los ejemplos más icónicos de esta resignificación es la Guerra de Independencia. En 1810, el cura Miguel Hidalgo tomó un estandarte con la imagen de la Virgen para simbolizar la causa insurgente.

    La elección no fue casual: en un contexto donde la mayoría de la población compartía una devoción profunda por la Guadalupana, su figura tenía el poder de unir a diversas clases sociales bajo una identidad común. La Virgen, más que una imagen religiosa, representó la idea de los “americanos”, un concepto que buscaba diferenciar a los habitantes del continente respecto a los peninsulares y que apelaba a la construcción de una nueva identidad. 

    La lucha de independencia en su primera etapa llegó a tal punto en el que incluso algunos autores llaman dicen que existió una guerra santa en esa época. Luis Villoro, por ejemplo, nos dice que la insurgencia inicial encabezada por Miguel Hidalgo no solo buscaba la emancipación política del dominio español, sino que también estaba profundamente ligada a un lenguaje y simbolismo religioso que apelaba a las masas.

    Incluso, en plena primera etapa de nuestra lucha de independencia existió una clase de “guerra de vírgenes”; por un lado, la Virgen de Guadalupe, adoptada por los insurgentes, representaba la identidad americana, mestiza y popular, erigiéndose como un estandarte de resistencia contra la opresión colonial. Por otro, la Virgen de los Remedios, venerada por los realistas, encarnaba la continuidad del poder español y la herencia de la conquista. Este enfrentamiento entre dos figuras marianas trascendía lo religioso para convertirse en una metáfora del choque entre dos proyectos de nación: uno que buscaba preservar la hegemonía colonial y otro que aspiraba a construir una identidad propia.

    Otra época históricas en la cual la Virgen de Guadalupe sirvió como la representación del sector popular (o la izquierda), fue la Revolución Mexicana, donde se convirtió en un símbolo central para los líderes campesinos, como Emiliano Zapata, quienes portaban su imagen como representación de los derechos de los más desprotegidos. 

    Su figura trascendía lo religioso, conectando la lucha social con la espiritualidad profundamente arraigada en las comunidades campesinas. Para los revolucionarios, la Virgen de Guadalupe no solo era una protectora divina, sino también un emblema de esperanza y justicia que unificaba a las masas en su búsqueda de equidad y libertad. Este simbolismo fortalecía el vínculo entre los ideales revolucionarios y las creencias populares, otorgando legitimidad y un sentido de propósito a su causa.

    Otro claro ejemplo fue durante las protestas que existieron en contra del régimen priista dictatorial del siglo XX. Durante los movimientos campesinos y obreros de esa época, la Virgen de Guadalupe se consolidó como un símbolo de esperanza y resistencia para los sectores oprimidos. En las luchas por la tierra y los derechos laborales, su imagen era una constante en marchas y manifestaciones, unificando a los trabajadores bajo un emblema que conjugaba espiritualidad y reivindicación social. La Virgen no solo era vista como protectora de los desfavorecidos, sino también como un recordatorio de la dignidad y la justicia por las que peleaban, dotando de fuerza moral y cohesión a las causas populares.

    En tiempos más recientes, la Virgen de Guadalupe ha continuado siendo un símbolo de resistencia y lucha para los sectores marginados. Ejemplo de ello es su presencia en movimientos contemporáneos, como las manifestaciones en defensa de los derechos humanos, las causas indígenas y las exigencias de justicia social. Su imagen sigue acompañando a quienes buscan la transformación de un sistema que perpetúa desigualdades estructurales, recordando a los pueblos su capacidad de organización, fe y resistencia.

    La Virgen de Guadalupe, entonces, no puede ser reducida únicamente a un símbolo religioso o a una herramienta impuesta durante la conquista. Es, más bien, un ícono del mestizaje cultural y una representación dinámica que ha sido apropiada y resignificada por los sectores populares a lo largo de la historia. Desde la Independencia hasta la Revolución y las luchas sociales del siglo XXI, la Guadalupana ha sido el estandarte bajo el cual se agrupan las aspiraciones de justicia, libertad e igualdad.

    En un continente marcado por la violencia histórica, la Virgen de Guadalupe representa una síntesis de identidades complejas: es indígena y mestiza, oprimida y libertadora, sagrada y política. Por ello, más que un símbolo estático, ella encarna un proceso histórico en el que los pueblos han encontrado fuerza y esperanza para enfrentar las adversidades.

  • Frente Cívico Nacional

    Frente Cívico Nacional

    Los ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas de la honorable ciudadanía han decidido, en un acto de profunda convicción democrática, formar un partido apartidista. Este movimiento innovador será liderado, por supuesto, por los políticos más destacados de los partidos de oposición; sí, aquellos mismos que, según los ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas, no los representaron durante las últimas elecciones.

    Cabe aclarar que esta noble iniciativa no tiene nada que ver con la pérdida de legitimidad que arrastran esos partidos debido a sus históricos desatinos en contra del pueblo de México. ¡No! Esto surge únicamente de la imperiosa necesidad de los ciudadanos cívicos civiles y apartidistas de ser representados

    El nuevo partido promete ser tan innovador y disruptivo que su formación estará compuesta por los más ilustres ciudadanos, cívicos, civiles y apartidistas de nuestra honorable ciudadanía. Entre ellos destacan figuras de impecable trayectoria y compromiso incuestionable con México, como Acosta Naranjo, Xóchitl Gálvez, Álvarez Icaza, Beatriz Pagés y Fernando Belaunzaran.

    Estos eminentes personajes, totalmente apartidistas, han demostrado en cada página de sus biografías un amor inquebrantable por la patria y una entrega absoluta al pueblo de México. Su único interés: el bienestar común y, por supuesto, la defensa de los valores democráticos que ellos mismos elevaron a nuevas alturas en sus respectivas trayectorias políticas… siempre por el bien del país, jamás por intereses particulares. 

    El nuevo partido no podía estar completo sin la participación de figuras tan comprometidas con la objetividad y la imparcialidad como Denise Dresser y Adina Chelminsky. Estas ilustres defensoras de la educación de calidad, ambas firmantes de la reciente condena contra la ruptura de relaciones entre El Colegio de México y la Universidad Hebrea de Jerusalén, nos recuerdan la importancia de mantener una neutralidad académica impecable, incluso ante instituciones que juegan un rol activo en la formación de soldados involucrados en un genocidio. 

    Porque, claro, en estos tiempos de polarización, nada es más urgente que defender la neutralidad, especialmente cuando ésta implica ignorar contextos de violencia extrema y violaciones sistemáticas de derechos humanos. En este sentido, Denise y Adina son ejemplo de cómo la ética puede adaptarse a las prioridades políticas y cómo la educación debe mantenerse al margen de lo que ocurre en el mundo real.

    Este partido que formarán los ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas de la honorable ciudadanía, también tiene como propósito defender la democracia y nuestras libertades que la dictadura castro chavista comunista.exe de morena nos ha querido arrebatar. De hecho, lucharon todos los grandes héroes de este movimiento cuando la dictadura quería desaparecer el INE y con ello quitarle fuerza a los ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas de la honorable ciudadanía. Sin embargo, tuvieron que dejar de hacerlo cuando este órgano se volvió malo al avalar la dictadura de las mayorías al terminar la elección. 

    Este partido apartidista, compuesto por los más destacados ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas de nuestra honorable ciudadanía, promete ser el faro de esperanza que México necesita. Con su indiscutible compromiso con la objetividad, la neutralidad y la defensa de la democracia, se erige como el baluarte contra la dictadura de las mayorías y las amenazas a nuestras libertades. Porque si algo nos han enseñado los ciudadanos cívicos, civiles y apartidistas, es que la verdadera democracia consiste en representar los intereses de quienes nunca estuvieron equivocados, incluso cuando lo parezca.

  • Breve pensamiento de nuestros 20´s

    Breve pensamiento de nuestros 20´s

    ¿Por qué todo se complica?

    Añoro mientras veo a la distancia un pasado repleto de calma, a la vez que vislumbro un futuro con tantas complicaciones como interrogantes. El presente se difumina con mayor rapidez de lo que lo hacía cuando era más joven; los días, meses y años ya no parecieran serlo. Las estaciones del año se acercan más entre sí.

    La vida misma se ha vuelto un candil en nuestro mundo que se opaca con la guerra; la miseria se torna la normalidad de nosotros los contemporáneos. Me es cada vez más difícil creer en una humanidad en la cual los que sufrieron provocan el mismo martirio a los otros bajo un “nuevo” proyecto imperialista. “La historia no se repite, pero a menudo rima”, diría Twain, y sencillamente no encuentro una frase que explique mejor nuestros años veinte.

    Pareciera un mal chiste del siglo pasado lo suscitado en los últimos cinco años. Una pandemia, una crisis, el aparecimiento de una extrema derecha populista… Solo le pido a Dios un poco más de originalidad en los guiones, no podemos estar siempre en un ciclo como si de un engrane se tratase. 

    La indiferencia y el egoísmo emergen como el gran trofeo de la modernidad; el antropocentrismo renacentista, la ciudadanía franco-anglosajona y la ilustración llegan a nuestros días convertidas en libertad, no obstante, una “libertad” amañada. Como diría Marx “La libertad no se basa en la unión del hombre con el hombre, sino, por el contrario, en la separación del hombre con respecto al hombre”.

    La mayor muestra de libertad en nuestra época es la desigualdad. Mientras tenemos a personas con mayor riqueza concentrada que naciones enteras, conservamos miles de millones de humanos en una pobreza que nos debería indignar. La riqueza y recursos han crecido con las décadas, pero se concentra en muy pocas manos. 

    En los años de la pandemia y próximos, la mayor parte de nosotros sufrimos pérdidas de vidas cercanas y, también, económicas; miles de humanos perdieron todo lo que tenían debido a la crisis generada; al mismo tiempo, las principales fortunas de nuestro planeta se incrementaron como nunca lo habían hecho ¡Viva la libertad carajo!

    Se nos vende cual consumidores la elección de nuestros representantes, la presuposición de libertad (incluso la amañada) y representatividad implícita en los procesos electorales se hacen burlescas con la más mínima observación de los apellidos que encontramos en las boletas electorales. 

    El matrimonio obligado hecho entre liberalismo y democracia (únicamente hecho así para legitimar el primero) pareciera que se acerca a un divorcio. El gran engaño de la representatividad estatal se diluye conforme se ven los grandes beneficiados de los gobiernos alrededor del mundo.

    En contraste a lo dicho anteriormente, también tenemos hoy a una sociedad con mayor conciencia, más informada sobre todo lo que ocurre en nuestro mundo. Hoy, es más difícil cometer injusticias contra las mayorías sin que esto tenga repercusiones reales para las élites. “Quizá sigan existiendo dos superpotencias en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial”, es lo que decía Noam Chomsky tras las protestas por la guerra en Irak; hoy no se podría hacer la misma afirmación, sin embargo, la segunda de las superpotencias mencionadas cada vez tiene mayor fuerza. 

    La critica popular al neoliberalismo se ha vuelto en nuestros días una desilusión en contra de los grandes mercados y los intereses particulares, el colectivismo y el interés común se empiezan a hacer visibles de un lado mientras que en el otro encontramos a los grandes monstruos de nuestra década. Y son, como siempre lo han sido, las clases populares nuestra única esperanza de resistencia para no caer en los grandes errores del siglo pasado. 

    La esperanza de la humanidad radica en la memoria y conciencia colectiva de los reprimidos históricamente. El presente y futuro lucen inciertos, reitero que pareciera que la historia se repite dos veces (…), sin embargo, está en las mayorías el por medio del libre arbitrio cambiar los hechos y construir un siglo XXI lleno de candiles y no de sombras. 

    Es crucial que las masas, históricamente invisibilizadas, no solo recuerden las lecciones del pasado, sino que también actúen como agentes conscientes de transformación. El siglo XXI tiene el potencial de ser un espacio donde el protagonismo deje de pertenecer a las élites y se traslade a las manos de quienes han sostenido el mundo desde las bases. La humanidad debe recordar que no existen los individuos sino los sujetos, que el humano es un animal político y no es nada sin la colaboración. 

  • En búsqueda de la Dignidad

    En búsqueda de la Dignidad

    “Debemos ser realistas, México depende de Norteamérica”, la anterior afirmación es usada por los antisoberanistas (liberales) mexicanos para justificar sus posturas sobre lo que nuestro país debería hacer con el fin de no hacer “enojar” a los Estados Unidos. Ellos sostienen que la economía mexicana (y su posición en el mundo) es derivada de su relación con los Estados Unidos, como si nuestro país fuera un ser pasivo en el concierto de las naciones.

    Nos hacen creer que somos únicamente el resultado de procesos externos, que nosotros representamos lo que ellos (la potencia hegemónica y los países que siguen su retórica) quieren que hagamos. Lo peor de todo ello es que nuestra nación ha sido victima durante más de 30 años de gobiernos que no les importa hacer valer nuestra soberanía, políticos que repiten con palabras rimbombantes el discurso del occidente global.

    Los gobiernos de pensamiento liberal sometieron nuestra industria y economía a una “integración” (en realidad subordinación) con Estados Unidos. Aquellos apátridas hicieron que la gente que tenían sus negocio propios los quebraran por ser imposible la competencia con las grandes empresas de nuestro vecino del norte; haciendo así, que los mexicanos nos volviéramos una parte integrada dentro de la gran maquila del capital internacional.

    En esa situación social y económica estamos en México; somos el claro ejemplo a nivel mundial para desmentir que el libre comercio y “la mano invisible del mercado” no funcionan. Nos encontramos ahora en un punto de no retorno (a mediano plazo), sería prácticamente imposible pensar en salirnos del acuerdo comercial más importante del mundo (T-MEC).

    Sin embargo, ya con las condiciones materiales presentes es posible buscar un acuerdo que sea justo también para los mexicanos. Debemos buscar un tratado que no tenga afectaciones negativas en los sectores social, económico y moral de nuestra república.

    Socialmente se debe encontrar un acuerdo en el que la población no se vea afectada por el decadente estado de la aún principal potencia del mundo, debemos hallar un lugar en Norteamérica en el cual los mexicanos no sean solo mano de obra barata, es menester también tener por prioridad el que el ciudadano de nuestra nación no sea solo visto como un productor y consumidor de mercancías de marcas estadounidenses mientras todo el capital va para el norte del Bravo.

    Económicamente, se debe buscar menor dependencia de las fluctuaciones de su economía, crear empresas locales que puedan ser competitivas en los mercados de los tres países del subcontinente y fortalecer nuestro mercado interno (no depender de exportaciones).

    En el fortalecimiento de la moral también encontramos el cuidar la dignidad de la nación. Con ello me refiero a no mostrar indiferencia a los dichos de los políticos de las otras dos naciones que engloba el T-MEC. No podemos permitir que se nos amenace o ridiculice. La búsqueda de la dignidad es necesaria para la identidad nacional.

    El gobierno anterior comenzó a mostrar el valor que México tiene en Norteamérica y en el mundo. López Obrador convivió con uno de los presidentes más racistas que ha tenido Estados Unidos en la época contemporánea; nuestro expresidente supo tratar con Donald Trump de forma digna, sin seguir el legado de sumisión de su antecesor y todos los presidentes que tuvimos en la época neoliberal.

    Ejemplifico esto con la ocasión que Enrique Peña Nieto invitó a al aún candidato Donald Trump a Los Pinos, donde nos insulto y despreció; en contraposición de Obrador, quien recibió un trato de “amigo” en los Estados Unidos y terminó una de sus intervenciones en La Casa Blanca gritando “¡Viva México!” en tres ocasiones (siendo de vital importancia retorica).

    No obstante, la lucha por la dignidad perdida durante los gobiernos neoliberales aun no termina, tenemos la oportunidad de negociar un tratado más justo, donde se busque lo dicho más arriba en esta columna, en el año 2026, con la revisión del T-MEC. También, es de vital importancia no dejar que políticos canadienses y de Estados Unidos sigan amenazando con aranceles e incluso con quitar a nuestro país de dicho tratado.

    Nuestra presidenta debe mostrar una postura digna y donde establezca nuestros intereses (del pueblo) al momento de la renegociación de ese tratado; tiene que recordar en todo momento que ellos también dependen de nosotros. Dependen (sobre todo E.U.) de México no solo en lo económico, sino también en lo social.

  • Donald Trump, el Trumpismo y su futuro impacto en México

    Donald Trump, el Trumpismo y su futuro impacto en México

    Durante las recientes elecciones en Estados Unidos, un evento que capturó la atención de buena parte de la población mexicana quedó claro que no se trataba de una votación cualquiera. El interés y la expectativa alrededor de este proceso no fueron casualidad; representaba un momento decisivo en la historia contemporánea de nuestro vecino del norte.

    La elección bipartidista en Estados Unidos entre los conservadores republicanos y los liberales de derecha demócratas ha tomado un nuevo giro, dando paso a una facción aún más conservadora dentro del Partido Republicano: el trumpismo. Aunque Donald Trump ya había gobernado anteriormente, esta vez lo hace bajo circunstancias diferentes y con una base política completamente suya. En su primera administración, Trump tuvo que apoyarse en figuras tradicionales del Partido Republicano, lo que lo limitó a operar dentro del marco del “establishment” del partido. Sin embargo, ahora, respaldado por su propio movimiento y acompañado de políticos leales a su agenda, el trumpismo ha alcanzado una nueva dimensión.

    En su primera presidencia, Donald Trump enfrentó tantas limitaciones impuestas por su propio gabinete y colaboradores que, en la práctica, no logró gobernar con total libertad. Las tensiones dentro de su administración surgieron desde el principio, evidenciando la falta de cohesión entre su visión radical y los intereses del establishment republicano. Ejemplos notables de estos choques incluyen las declaraciones de Mark Esper, exsecretario de Defensa, quien reveló haber convencido a Trump de no lanzar misiles contra laboratorios de drogas en México, una acción que habría desatado un conflicto diplomático de graves proporciones con su vecino del sur.

    Otro ejemplo significativo se dio durante la invasión al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando el entonces vicepresidente Mike Pence se desmarcó de Trump al expresar su rechazo a lo que estaba ocurriendo. En ese momento crítico, Pence optó por una postura institucional y de respeto al proceso democrático, en contraste con Trump, quien fue acusado de incitar la insurrección y de no intervenir con rapidez.

    Sin embargo, en esta nueva presidencia, Donald Trump ha consolidado un círculo de poder que gira en torno a su propio movimiento, rodeándose de personajes emanados del trumpismo que comparten su visión y lo seguirán sin cuestionamientos. A diferencia de su primera administración, donde tuvo que lidiar con figuras del establishment republicano que actuaron como contrapesos, ahora cuenta con un gabinete de aliados que están dispuestos a ejecutar su agenda sin restricciones. Estos nuevos secretarios y asesores han sido seleccionados precisamente por su lealtad y por sus posturas afines al trumpismo, lo que garantiza una línea de mando uniforme y alineada con los principios de su movimiento.

    La elección de su nuevo vicepresidente es quizás el ejemplo más claro de esta dinámica de lealtad absoluta. A diferencia de Mike Pence, quien en momentos decisivos como la invasión al Capitolio se distanció de Trump, su actual compañero de fórmula representa una alianza sólida y sin reservas con el trumpismo. J. D. Vance, nacido en Ohio y conocido defensor de las preocupaciones de la clase media blanca del cinturón del óxido, es la figura ideal para consolidar el discurso de Trump en esta región, donde la pérdida de empleos industriales y el desencanto hacia las élites políticas han calado profundamente.

    Cinturón del oxido: El “cinturón del óxido” se refiere a una región de Estados Unidos que abarca partes del Medio Oeste y el Noreste, especialmente en estados como Ohio, Michigan, Pensilvania e Indiana, que en su auge fueron centros industriales y manufactureros de gran importancia, con un alto número de empleos en la producción de acero, automóviles y maquinaria pesada. Sin embargo, desde finales del siglo XX, estas áreas han sufrido un profundo declive económico debido a la desindustrialización, la globalización y la relocalización de fábricas al extranjero.

    J. D. Vance, como férreo defensor del proteccionismo y el nacionalismo, encarna una postura que prioriza los intereses estadounidenses frente a la globalización, buscando reactivar la economía local y proteger los empleos nacionales. Nacido en Ohio, Vance presenció de cerca el impacto devastador de la emigración de fábricas a otros países, lo cual ha nutrido su visión de una política económica centrada en devolver a Estados Unidos su capacidad productiva y reducir la dependencia de naciones extranjeras. Este enfoque no solo da indicios sobre cómo será la política de Donald Trump en esta nueva administración, sino que también es revelador de la relación que se anticipa con México.

    Otro personaje clave para México en esta nueva administración de Trump es el senador Marco Rubio, quien será el nuevo secretario de Estado, cuya postura y trayectoria política han tenido un impacto significativo en la relación bilateral, particularmente en temas como la política migratoria, el comercio y la seguridad regional. Rubio, de origen cubano y con una base de apoyo en Florida, ha sido una figura influyente dentro del Partido Republicano en cuestiones de política exterior y es conocido por sus posiciones firmes contra gobiernos en América Latina que considera adversarios, así como por su respaldo a medidas restrictivas en inmigración.

    Por último, tenemos a uno de los personajes más despreciables “Tom Homan”, mejor conocido como “Zar de la Frontera”. Este personaje, exdirector de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), es famoso por su postura radical en materia de inmigración y sus métodos de aplicación de la ley que han sido duramente criticados por organizaciones de derechos humanos. Su enfoque intransigente y su retórica, a menudo implacable contra los inmigrantes, han convertido a Homan en una figura central y, a la vez, profundamente despreciada en los debates sobre la frontera. Para México, la presencia de Homan en esta administración representa un endurecimiento de la política migratoria, ya que su visión se centra en una frontera “cero tolerancia” donde las deportaciones y las detenciones masivas son prácticas habituales.

    Es crucial mantenernos atentos a lo que sucede en Estados Unidos, ya que la relación entre nuestras naciones es de profunda interdependencia. Las economías y poblaciones de ambos lados de la frontera están vinculadas, con intercambios comerciales, culturales y laborales que impactan el bienestar y desarrollo de cada país. Esta interconexión implica que cualquier cambio en la política estadounidense, especialmente en áreas de migración, comercio y seguridad, afecta directamente a México.

    Es fundamental recordar esto para evitar caer en una postura de subordinación o de dependencia pasiva, independientemente del gobierno en turno en Estados Unidos. México debe mantener una posición de dignidad y defensa de sus propios intereses, participando activamente en la relación bilateral con una visión estratégica que priorice el beneficio mutuo.

  • Nuestra pobre derecha subordinada

    Nuestra pobre derecha subordinada

    ¿Cómo olvidar cuando los presidentes del PRI, PAN y PRD se reunieron en Washington con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, para acusar al Estado mexicano de llevar a cabo una “narcoelección”? ¿Es acaso posible no recordar también cuando representantes del PAN se encontraron con el presidente del partido hispanista Vox para firmar la Carta de Madrid? ¿Algún mexicano ya no tiene en la memoria la reciente visita de Xóchitl Gálvez a Estados Unidos durante su campaña presidencial, donde también abordó temas internos del país?

    Cada nación define sus posiciones dentro de la brújula política en función de la historia nacional y las condiciones materiales que preceden a su contemporaneidad; un ejemplo claro sería que, mientras en países como Estados Unidos, España o Francia el “nacionalismo” tiende a ubicarse en la derecha, en repúblicas como México, Guatemala o Perú se posiciona del lado izquierdo. Sin embargo, existen ideas cuya diferencia entre izquierda y derecha es comprensible a nivel global; ejemplificando esto podríamos ver la postura frente a la igualdad, mientras la derecha se inclina hacia una visión individualista, la izquierda persiste en la búsqueda de la paridad. 

    En el caso específico de la derecha mexicana, esta siempre ha mostrado una posición de escaso patriotismo y nulo nacionalismo. A lo largo de la historia, nuestros conservadores han intentado imponer intereses extranjeros en el país, demostrando una ausencia de compromiso en la lucha por una soberanía efectiva y por la independencia en diversos ámbitos. Al hacer un breve recorrido por la historia nacional y el papel de las derechas en ella, encontramos lo siguiente.

    Desde la época de la Independencia, los conservadores criollos, representados por Agustín de Iturbide, al percatarse de que era imposible mantener el dominio colonial, decidieron unirse a la causa independentista, aunque bajo una condición esencial: al finalizar la lucha, se ofrecería el trono a Fernando VII (entonces rey de España) o, en su defecto, a un miembro de la familia Borbón. Esta postura reflejaba el interés de los conservadores por mantener un vínculo con la monarquía española, limitando así la independencia total y asegurando su influencia dentro del nuevo orden político. No obstante, no logran traer a un monarca europeo y deciden hacer el primer imperio mexicano. 

    Mas adelante, durante la Guerra de Reforma, la derecha mexicana volvió a mostrar su inclinación hacia poderes extranjeros. Los conservadores se opusieron a las reformas liberales que buscaban limitar los privilegios eclesiásticos y fortalecer el poder civil. En su lugar, buscaron apoyo en Francia, promoviendo la intervención europea que culminaría en la instauración del Segundo Imperio Mexicano bajo el emperador Maximiliano de Habsburgo.

    En el Porfiriato, la derecha continuó fortaleciendo sus lazos con intereses extranjeros. Porfirio Díaz, aunque en sus inicios se posicionó como liberal, rápidamente adoptó una política favorable a las inversiones extranjeras, especialmente estadounidenses y europeas, permitiendo que empresas extranjeras controlaran gran parte de los recursos y servicios nacionales. Esta subordinación de la economía mexicana al capital extranjero trajo consigo un crecimiento económico desigual, beneficiando a unos pocos y despojando a las clases trabajadoras y campesinas de sus tierras y derechos.

    Ya en el siglo XX, la derecha mexicana se alineó inicialmente con posturas pronazis e hispanistas en vísperas de la Segunda Guerra Mundial; además, se opuso a las políticas populares impulsadas por el presidente Lázaro Cárdenas, quien promovió la expropiación petrolera y defendió la soberanía económica (en esta época y con estas mismas causas nació el Partido Acción Nacional). 

    A partir de estas posturas, la derecha mexicana mantuvo su oposición a los proyectos de desarrollo nacionalista que buscaban fortalecer la economía interna. Durante la época del Milagro Mexicano, mientras el Estado fomentaba la industrialización a través de políticas de sustitución de importaciones, la derecha seguía promoviendo un modelo económico orientado hacia el exterior, que favorecía la inversión extranjera directa y mantenía fuertes lazos con empresas transnacionales.

    A partir de 1982, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) abandonó su ideología de nacionalismo revolucionario, la misma que lo identificaba como el “partido emanado de la Revolución”, y dio un giro hacia la derecha. Con el inicio del periodo neoliberal, se implementaron políticas que beneficiaban a una minoría privilegiada y a empresas transnacionales, mientras que las clases populares y sectores nacionales enfrentaron un perjuicio considerable. Este cambio ideológico se tradujo en reformas que priorizaban la inversión extranjera, la privatización de empresas estatales y la apertura económica, consolidando una estructura económica que favorecía a los grandes capitales sobre los intereses de la mayoría del pueblo mexicano.

    A lo largo de nuestra historia, hemos tenido una derecha subordinada a intereses extranjeros, carente de una conciencia y práctica nacionalista. Esta postura, lejos de contribuir a la construcción de una nación soberana, ha perpetuado una dependencia que favorece a élites y capitales foráneos, relegando el bienestar de la mayoría del pueblo mexicano. Mientras que en otros países las derechas, llevadas al extremo, caen en un nacionalismo exacerbado, en México, si lleváramos a sus últimas consecuencias las posturas de nuestros conservadores, nos convertiríamos en apátridas.

  • “Abrazos, no Balazos (…)”

    “Abrazos, no Balazos (…)”

    El enfoque de López Obrador en materia de seguridad partió de una premisa fundamental: los narcotraficantes son parte de la sociedad civil y, por tanto, forman parte del pueblo mexicano. A diferencia de la estrategia de Calderón, que polarizó la situación bajo una narrativa de “nosotros contra ellos”, la política de seguridad del expresidente más reciente se centró en un enfoque más humano, reconociendo que el desafío no era enfrentar a un ejército extranjero, sino pacificar a una sociedad afectada por la violencia.

    El expresidente panista Felipe Calderón, inició con una estrategia de combate armado de cara a la producción de estupefacientes en nuestro país, su narrativa del problema era muy simplista, únicamente postulaba una contraposición entre dos partes; de un lado podíamos encontrar al Estado mexicano y al pueblo, mientras tanto en el otro sitio se encontraban los narcotraficantes y criminales (como si fueran externos).

    Con la perspectiva dicotómica calderonista, se vuelven comprensibles las razones por las cuales declaró la guerra al narcotráfico. En su retórica, el conflicto se reducía a una lucha de “buenos contra malos”. Esta visión simplista fue lo que desencadenó una masacre nacional, marcando su sexenio un antes y un después en la vida de la mayoría de los mexicanos. Para ese gobierno, que dividía a la población en dos bandos opuestos, incluso la muerte de aquellos considerados “buenos” se justificaba como una “baja colateral más”.

    Sin embargo, en la práctica, la guerra contra el narcotráfico emprendida por Calderón implicó una alianza tácita con un cártel para combatir a otros, lo que llevó a una creciente desdiferenciación entre el gobierno y el crimen organizado. Además, su estrategia estuvo marcada por una subordinación a las políticas de Estados Unidos en materia de lucha contra el crimen, como lo evidenció la operación “Rápido y Furioso”, que dejó en evidencia la cooperación y las contradicciones en la lucha contra el narcotráfico. Sin olvidar por supuesto el aumento del 192% en homicidios dolosos y que su secretario de seguridad ahora está en una cárcel en nuestro vecino del norte. 

    Ahora bien, del otro lado tenemos la estrategia conocida popularmente como “Abrazos, no balazos” de López Obrador. El expresidente morenista dividió su estrategia de seguridad en dos; la que tuvo que implementar al llegar al poder, y la otra que va a dar resultados a largo plazo. 

    En respuesta inmediata, López Obrador optó por extinguir la corrupta Policía Federal y crear la ahora institucional Guardia Nacional. Es importante destacar que, aunque no retiró al ejército de las calles, tampoco hubo órdenes del Ejecutivo federal para llevar a cabo masacres contra la población. Los militares permanecieron en las calles, pero con directrices más humanas bajo el mando civil. Sin embargo, durante su sexenio, sí se cometieron crímenes contra la población, aunque estos fueron responsabilidad de la corrupción propia de nuestras fuerzas armadas y no resultado de una indicación directa del presidente de la República.

    En cuanto a su estrategia a largo plazo, el expresidente se concentró en luchar contra las causas del problema; quiso reparar el tejido social, dar mas oportunidades a los jóvenes de municipios no favorecidos en el pasado, luchó contra la desigualdad y por ende contra la pobreza reinante en este país, dignificó los trabajos regulares mediante la subida del salario mínimo y el control del outsourcing, etc. 

    El expresidente López Obrador rompió con la estrategia de seguridad simplista de los gobiernos anteriores, orientando su política hacia la erradicación de las causas profundas del narcotráfico. Durante su sexenio, se abandonó la lógica del “nosotros contra ellos” para abordar la pacificación de una sociedad sin enemigos externos, como los regímenes del PRI y PAN habían caracterizado a los grupos delincuenciales. En cambio, se buscó entender el problema como una cuestión interna, donde los actores del conflicto eran parte de la misma comunidad que se pretendía proteger y pacificar.

    La icónica frase “abrazos, no balazos”, con la que muchos describieron la estrategia de seguridad de López Obrador, refleja precisamente ese enfoque. Este enunciado simboliza el compromiso de no combatir al pueblo, sino de establecer un gobierno dispuesto a abordar las causas profundas de la crisis de narcotráfico y violencia. Los “abrazos” representan los apoyos y políticas sociales implementadas durante su sexenio, con el propósito de atacar las raíces del problema y construir un entorno de paz a través de oportunidades y justicia social.

    Con el nuevo gobierno, también se reinterpretó esa frase, dándonos con ello un vistazo de cómo será la estrategia de Claudia Sheinbaum en la realidad. Nuestra “nueva” presidenta repite el enunciado, pero le agrega palabras y con ello también lo resignifica.

    “Abrazos no balazos, no es dar abrazos a los delincuentes” – Claudia Sheinbaum

    “Se burlan del presidente, porque dice `abrazos no balazos ´, pues claro que no se trata de dar abrazos a los delincuentes, nadie nunca ha dicho eso”- Claudia Sheinbaum

    Con lo anterior le da un nuevo significado a la frase, ya se está hablando implícitamente de un combate, nuevamente pareciera que se está regresando a un enfoque punitivista. De nuevo existe esta contraposición entre los delincuentes y, del otro lado, el estudiantado, el gobierno, la gente de bien, etc. 

    Y es que esto no solo se queda en el discurso, también hemos visto un cambio en el como se hacen las cosas en materia de seguridad desde el comienzo de este sexenio; sin embargo, aún es muy temprano para hacer un juicio de hechos sobre el actual gobierno.  Por el momento solo queda esperar el seguimiento de una política de pacificación y no de combate.