Categoría: Germán Castro

  • Salación

    Salación

    Para solaz de su exclusivísima audiencia, la cual evidentemente goza horrores de que la mantengan bien y frecuentemente surtida de sal sobre sus múltiples heridas, la docta Denisse Dresser, vaya usted a saber si más furibunda que compungida o más pesarosa que endiablada, aparcada en la mesa plural —digo, los panelistas convocados eran dos— de dizque análisis transmitida por Latinus —but of course—, muy a su gusto acompañada de Héctor Aguilar Camín —igual él: quién sabe si más frenético que afligido o más desolado que rabioso— profirió el siguiente cuestionamiento: 

    Va a llegar Hugo Aguilar Ortiz [como ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación]…, ¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático que ella [la presidenta Claudia Sheinbaum] lo postulara en una terna y que el Senado discutiera su trayectoria y que después los partidos votaran…?

    Aquí el novelista chetumaleño la atajó para con toda contundencia recordarle: “Ese mundo ya se acabó”, una afirmación de pe a pa post-apocalíptica, así que seguro el novelista lo espetó adolorido, porque se acabó el aludido mundo, y gozoso, porque lleva años cantando el Apocalipsis. Y ni cómo contradecir al antes orgánico y ahora desaforadamente apocalíptico, perdón, post-apocalíptico, cabecilla del grupo Nexos: efectivamente, ese mundo, el neoliberal prianista, se acabó.

    Pero volvamos con la dDD: “¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático” hacerlo como antes se hacía, esto es, no cambiar nada? Es decir, ¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático mandar al diablo el proyecto de Nación triunfante en las urnas, específicamente la reforma judicial y la magistral jugada política de AMLO conocida como Plan C? ¿Neta la afamada docente del ITAM requería respuesta? Quiero pensar que no, que fue una pregunta retórica, de esas que soltamos para afirmar algo y luego poder decir que uno no dijo lo que dijo, que nomás lo preguntó. Porque, disculparán ustedes la perogrullada, pero lo que la señora afirmó es simple y sencillamente que lo mejor hubiera sido seguirle como estábamos, o sea, no moverle al status quo, o sea, conservar las cosas como estaban… Puro y duro conservadurismo, pues. 

    El recurso retórico que usó la politóloga echada de Televisa —¡eso también quedó en el mundo que se acabó!— no es nuevo, más bien es un ardid tradicional del conservadurismo; van algunos ejemplos emblemáticos: ¿Acaso no hemos vivido siempre así?, musitaban los cortesanos franceses cuando el pueblo pedía pan y Constitución; ¿qué sería del país sin el orden y la autoridad del rey?, exclamaban con temblor pomposo los viejos lores cada vez que alguien osaba mencionar la palabra “república”; ¿no están los negros mejor aquí que en África?, decían los esclavistas con una sonrisa cargada de látigo; ¿de verdad queremos que cualquiera pueda ser médico, juez o presidente?, preguntaban los guardianes del mérito hereditario y de los exámenes de admisión ante cualquier intento de democratizar el acceso a la educación; ¿no es esto una forma de dividir al país?, musitan hoy los mismos de siempre —eso sí, más sensibles que nunca— cada vez que se habla de justicia social o memoria histórica. Así funcionan estas preguntas: se disfrazan de preocupación racional para encubrir una nostalgia por la desigualdad que antes no había que justificar. Son trampas del discurso: no buscan respuestas, buscan obediencia.

    Por lo demás, también conviene que flote —está de moda el verbo— como evidencia que la dDD defiende una sandez: opina que hubiera sido más democrático que una sola persona, la presidenta, eligiera a los miembros de la SCJN que, como ocurrió el domingo pasado, lo hayamos hecho entre los trece millones de ciudadanas y ciudadanos que salimos a votar.

    Por cierto, el dueño del otro extremo del falso bicolor —en realidad siempre fueron del mismo color—, Enrique Krauze se aventó la puntada —también en Latinus, dónde más— de querer convencer de que lo mucho es poco y de que la vacuidad plena es más que algo:

    … después de todo, bueno, la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto a la minoría. Pero ahora estamos en una variante: Morena ha movilizado y acarreado al electorado de manera, digamos, sin los frutos que esperaban, y no se logró aquí el consenso o el voto de la mayoría, sino de la muy importante minoría. Entonces estamos ante una decisión en donde se impondrá una minoría, sin respetar a la mayoría, porque en este caso específico la mayoría es el 90% que no votó.

    ¡Sic, sic y recontra-sic!… Pareciera que el ingeniero no entiende que para que un voto cuente es indispensable emitirlo, votar. Yo, como por no pecar de omisión, en X traté de explicarle de la manera más rudimentaria que pude: oiga, un no voto no cuenta como voto. Lo que pude haber apostillado así: N no votos nunca son más que un voto. Ya no lo hice, no tanto por flojera sino porque en realidad aquello de “pareciera que el ingeniero no entiende” es pura retórica: el hombre entiende y más que hacerse el tonto pretende confundir y entontar a quien se deje. Con todo, no hace falta ser un exegeta consumado para comprender que la alocución de Krauze se suma al autoflagelo discursivo que se está dando la derecha mexicana. Lo muestro enseguida…

    1. Se desvivieron gritoneando que la 4T quería “apoderarse” del Poder Judicial. 
    2. Proclamaron desde siempre y más después de ocurrido que el proceso electoral del domingo pasado fue un fracaso, porque “sólo” participaron 13 millones de mexicanas y mexicanos.
    3. Ahora lamentan, lloran, claman que, después del susodicho “fracaso” la 4T se apoderó del Poder Judicial… ¡y se acabó el mundo!

    No le busque la lógica, no tiene.

  • Contrapesismo sin peso

    Contrapesismo sin peso

    Comienzo por la conclusión: el contrapesismo mexicano contemporáneo es el camuflaje de una nostalgia oligárquica. No es un argumento: es una coartada que no convence ni encubre. No alcanza.  

    El próximo domingo vamos a comenzar a concretar en las urnas el Plan C, y eso para los conservadores se traduce en que se les apareció el diablo… o mejor, se traduce en que comienzan a desaparecer los diablos que estaban a su servicio. Exorcismo mediante el sufragio popular. ¡Ya no habrá de Piña, señoritos, señoras de la derecha! Y claro, andan vueltos locos: Krauze ya publicó en el Trastorna que se acaban dos siglos de republicanismo, Aguilar Camín se grabó a sí mismo anunciando muy compungido lo que todo mundo ya sabía, que él no va a votar el domingo porque esta elección ya está ganada por las antidemocráticas fuerzas oscuras de… ¡la mayoría democrática! Las huestes de la inteligencia prianista, desde Fox y Paty Chapoy, pasando por Crespo y los Chumel, llevan días en chapoteo sincronizado tratando de convencer a la ciudadanía de que lo más democrático es no votar.

    Fiel a su maña de degradar el debate político al nivel de lastimero lamento de cantina, Claudio X. González peroratea en X que la reforma judicial “inició como una venganza y se ha convertido en una farsa”. Despotricando contra el proceso, Ricardo Anaya y Carlos Alazraki se muestran como realmente son: igualitos, tan profundo, tan inteligente y tan racional el uno como el otro. En plan descarado, Alito Moreno y Lorenzo Córdova espetan las mismas sandeces: ¡el autoritarismo de Morena quiere imponer en México… la voluntad popular! El docto Diego Valadés y Leo Zukermann advierten que si a ellos, tan sabios y leídos, no les alcanzan los estudios y la inteligencia para saber por quién y cómo votar, ¡mucho menos al pueblo menso e ignorante! La parvada de loros emplumados de zopilotes que en Azteca leen la consigna que su patrón les manda vociferar con enjundia: ¡se nos viene la dictadura! ¡Qué horror, quieren cambiar a los jueces y ministros para obligarnos a pagar impuestos a los pobres pobres multimillonarios! Y, por supuesto, todos alertan: se acabaron los contrapesos.

    ¿Qué es entonces el dichoso contrapesismo? El contrapesismo no llega a ideología, tampoco a discurso, es sólo una faramalla, es decir, pura charla artificiosa encaminada a engañar —RAE, dixit—, nada más que gesticulación exagerada, aparatosa y de poca sustancia —El Comex, dixit—…

    ¿Qué dice? Simple: la faramalla contrapesista pretende demonizar a la mayoría democrática. ¡Chusma satánica! ¡Mayoría perversa! Además, con su cantaleta lastimosa, trata de hacer parecer una víctima de un supuesto absolutismo democrático (¡!) al conjunto de los grupos de poder que perdieron el gobierno federal en julio de 2018 y han ido perdiendo prácticamente todo lo demás en el ámbito público de entonces para acá. El desvergonzado señor Quadri se tira al piso y escribe: “Tienen la presidencia, el Congreso, el INE, los órganos de regulación, los medios de comunicación (¡!), fiscalías, casi todos los gobiernos estatales y municipales, congresos estatales, y el lunes (sic), tendrán el Poder Judicial. La gente, feliz. México se acabó, señores.” O sea, quién sabe qué signifique México en la cabecita del señor, porque “la gente” no es.

    Mañosamente el conservadurismo también se esfuerza por contar como parte de sus agraviadas huestes, a una entelequia rosa a la que les encanta llamar La sociedad civil. Porque, en efecto, el contrapesismo difunde la palmaria locura de que la mayoría del electorado es algo malo y opuesto a la buena y noble sociedad civil.

    Así que más vale dejar por escrito un par de obviedades:

    1. Si una fuerza política gana la mayoría mediante el voto popular el resultado NO es antidemocrático. 
    2. El acuerdo democrático mayoritario NO es un problema, por el contrario, es una situación ventajosa para un país.

    El acuerdo colectivo mayoritario logrado democráticamente no sólo no es malo, es deseable. Conviene recordarlo porque el contrapesismo se ancla en una falacia, la falacia de que mayoría democrática es igual a totalitarismo. 

    Ahora, ¿quién profiere la faramalla contrapesista? La faramalla contrapesista es enarbolada y difundida machaconamente por el PRIAN y demás grupos político-empresariales que durante el proceso electoral federal próximo pasado se agruparon en torno al señorito X. Ellos y sus voceros mediáticos, medios y opinócratas, son sus principales jilguerillos. Al contrapesismo se adhieren el aspiracionismo rosita clasemediero, claro, y los buenaonditas que no son ni de derecha ni de izquierda, sino objetivos como la Inmaculada Concepción.

    El contrapesismo no expresa una postura política, es una pataleta de ahogado. El contrapesismo en México, hoy por hoy, es un discurso vacuo hasta la ingravidez. La ingravidez contrapesista.

    En resumen, el contrapesismo no es más que el berrinche de quienes confunden la democracia con su control del poder. Lo llaman dictadura porque ya no mandan; lo llaman autoritarismo porque el pueblo decidió sin pedirles permiso. Se les viene encima, dicen, un país gobernado por la mayoría… y ese, por fortuna, es precisamente el país que ya está aquí.

  • Trastornados

    Trastornados

    Agraviosa y maltrecha, monstruosa y contrahecha, a la derecha estrecha de este gran país ya no le queda más margen de acción que festejar tragedias. Los conservadores mexicanos quieren que a la mayoría de la gente le vaya mal, nos vaya mal. Su flamante Proyecto de Nación puede expresarse con nueve palabras: que todo se vaya al carajo para poder celebrarlo. Eso es lo único que le queda de sustancia a su ideología: el goce por el fiasco ajeno, el rechazo al bienestar colectivo, la esperanza de que la desilusión cunda, la negación sistemática del cambio… ¿Cómo llamar a este raquítico ideario?

    • Si la intención es enfatizar la falta de proyecto y su descarriada pulsión de muerte: conservadurismo nihilista. Aunque, ojo, bien podría decirse que es un oxímoron: se venden como defensores del orden, pero su práctica es el sabotaje. Así, más que desventaja tendría la prerrogativa de resaltar la hipocresía esencial de la derecha gacha. Ahora que si preferimos esquivar la aparente contradicción podemos usar conservadurismo tanático —el filósofo español Miguel Morey ya usó tanatopolítica para hablar de los regímenes que administran la muerte, como los fascistas—. El término subraya el hecho incuestionable de que, en lugar de proponer, su obsesión es destruir, negar o paralizar…
    • Si quisiéramos aludir esa actitud que no propone, sino que castiga: reaccionarismo punitivo, etiqueta que, aceptémoslo, podría ser tachada de pleonasmo, porque, efectivamente, toda postura reaccionaria es esencialmente punitiva y todo castigo, cualquier venganza es, necesariamente, reaccionaria.
    • Rencorismo: destaca que se trata de una ideología que se alimenta del enojo hacia los avances ajenos y captura la esencia de una posición política basada en el resentimiento, la nostalgia agria y la celebración del fracaso comunitario. Tiene algunas ventajas: precisión emocional, porque evoca el odio como motor ideológico —no sólo desacuerdo, sino gozo malintencionado—; resonancia histórica: resuena al ressentiment de Nietzsche —el rencor como política de los débiles que idealizan el pasado para negar el presente—; y evidencia la condición de una élite que, al sentirse desplazada, abandona cualquier proyecto y se dedica a sabotear el ajeno.
    • Derecha entrópica o ya de plano entropismo prianista: proyecta que solo se intenta generar desorden, caos o regresión. Combina Física —entropía, caos irreversible— con Política para describir una corriente que no sólo intenta oponerse al cambio, sino que se esfuerza por impulsar el desánimo y la degradación social.
    • Considerando que la oposición y sus esbirros atacan cualquier programa social de la 4T no porque lo consideren ineficaz, sino porque destruye su relato de que México debe seguir siendo el país del eterno sacrificio: miserabilismo hostil. Recalca la agresividad activa contra el bienestar ajeno, sobre todo el de los estratos sociales más desprotegidos.

    Llamémosla como la llamemos, la insatisfecha derecha mexicana ansía desdichas: que míster Trumpetas imponga aranceles, que se devalúe el peso, que el PIB se estanque, que nos pegue feo otro huracán, que se pare el metro, que los gringos impongan un impuesto a las remesas, que mañana maten a más gente, que haya recesión… Extasiados, celebraron el accidente que sufrió el Buque Escuela Cuauhtémoc en Nueva York y, claro, echaron culpas: antes nunca había pasado, luego entonces es culpa de la 4T o de Morena o de la presidenta… Insaciable de ruinas, la derecha facha desea con toda el alma que ocurran infortunios para poder parar el dedo y señalar culpables. Accidentes, fenómenos naturales, efectos dominó, pero sobre todo la enorme cauda de saldos que seguimos pagando como inercia de los pésimos gobiernos neoliberales, de todo hay que pasarle la factura a los morenacos y sus gobiernos de quinta… Así que también cabría tildar su ideología como catastrofismo inculposo, frase que destaca su adicción al apocalipsismo crónico discursivo y su compulsión por culpar al adversario. Así que, bien pensado, no estaría mal diagnosticarlos: la oposición de este país sufre de Trastorno de Catastrofización Inculposa (TCI):

    • Delirio de atribución omnidireccional
      • creencia patológica de que todo evento adverso (desde la inflación hasta los huracanes) es culpa exclusiva del gobierno en turno.
      • incapacidad para reconocer variables estructurales o herencias históricas.
    • Sesgo de confirmación catastrófica
      • sólo tienen capacidad de registro para las noticias negativas que validen su narrativa.
      • desarrollan una capacidad alquímica de transformar las buenas en pésimas noticias.
      • amnesia selectiva institucional: borrado de memoria histórica.
    • Neurogoce patriófobo crónico o Placer del Patriota Invertido: placer neuroquímico al presenciar fracasos ajenos, sobre todo cuando perjudican al país y pueden dar pie a acusar de causante al “mexicano típico”.
    • Examen de laboratorio (retórico): prueba de proyección: “Lo que usted llama ‘fracaso de la 4T’, ¿no será en realidad la metástasis de sus propias políticas fallidas o quizá la proyección delirante de sus deseos?”

    Coda

    En un aquelarre convocado por Latinus, rodeado de otros odiadores exintegrados y ahora apocalípticos a rabiar, Héctor Aguilar Camín, refiriéndose al asesinato de los funcionarios del gobierno de la CDMX, se aventó esta alhaja: “… esta ciudad ya no es más una excepción, por más que la hayamos imaginado. Es algo que sucede todos los días en otras ciudades de México. O sea, nos estamos mexicanizando en la Ciudad de México”. ¡Sopas aztecas! No es posible escatimar el logro: al chetumaleño novelista se le salió una de las expresiones más extremas del malinchismo conservador. Si alguna ONG financiada por el gobierno norteamericano otorgara la Medalla Cum Laude al Malinchismo, ya la estarían presumiendo en la portada de Nexos.

    • @gcastroibarra
  • Cedí yo

    Cedí yo

    Yo iba a escribir de otro asunto, lo juro, pero se me atravesó un tecnócrata. En realidad, no se me atravesó a mí, se nos atravesó a todos. Sin una pringa de vergüenza, brincó al ágora. Más que un tecnócrata podríamos referirnos al fantasma de otra época. El caso fue que por alguna razón que convendría averiguar, propulsado por un resorte oculto, al expresidente Zedillo le pareció una buena idea salir del silencio público en el que se hallaba para criticar a la 4T. En el espacio público se percibió el evento como una especie de aparición… Y para que la raza educada del otro lado del Bravo me entienda: Who thought it was now convenient to open that coffin?

    La lealtad del señor Zedillo

    ¿Sería un exceso especulativo de mi parte afirmar que no había absolutamente ninguna posibilidad de que el ex Politécnico Zedillo Ponce de León llegara a Los Pinos sin la decisión correspondiente, no de él ni tampoco de la mayoría del electorado mexicano, sino de un tal Carlos Salinas de Gortari? Y otra pregunta: ¿sería un juicio demasiado alejado de la realidad histórica señalar que el aludido señor Zedillo traicionó al otro economista evocado?

    Las circunstancias democráticas del señor Zedillo

    Quien hoy se expresa tan preocupado por la democracia mexicana llegó a la Presidencia como candidato del Partido Revolucionario Institucional. Eso, de por sí, no es que diga mucho, dice todo: es priísta. Es más, me temo que el recién extinto Mario Vargas Llosa lo consideraba el último de los muchos presidentes de la “dictadura perfecta”, de hecho, con el que terminó de descomponerse aquel modelito. Y perdonarán la puntualización: tomó posesión del Poder Ejecutivo no sólo como priísta, también como salinista.

    Ahora, ¿cómo estuvo la cosa para que el señor Zedillo fuera postulado como el abanderado tricolor? Para dar respuesta, permítanme citar enseguida, textualmente, a Wikipedia: “tras el asesinato de Colosio en 1994, Zedillo Ponce de León fue designado por el presidente Salinas (ratificado por el Consejo Político del PRI) como candidato sustituto”. ¿Y eso fue porque del grupo que conformaban los miembros del gabinete él, Zedillo, era el mejor posicionado, digamos, el mejor alfil de Salinas, quien podía presumir mayor popularidad? La respuesta es no. Ernesto Zedillo no era el mejor posicionado ni el más popular del gabinete salinista. Su designación como candidato sustituto del PRI no se debió a su popularidad ni a su pericia política ni, como veremos, a su experiencia en lides electorales. ¿Entonces? Bueno, es que tuvieron que considerar un detallito: la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su Artículo 82, fracción VI, establece que no pueden ser electos presidente los secretarios o subsecretarios de Estado que no se hayan separado de su cargo al menos seis meses antes del día de la elección.

    Las credenciales democráticas del señor Zedillo

    Bueno, y antes de ese proceso electoral, ¿en cuántas elecciones había participado el señor Ernesto como candidato ya sea a senador, a diputado, a presidente municipal o a cualquier otro puesto de elección popular?, ¿cuántos sufragios había ganado en las urnas? La contestación puntual, precisa, sin redondear, para ambas preguntas es la misma: cero. En efecto, Zedillo Ponce de León no había sido candidato a ningún puesto de elección popular antes de 1994. No había sido antes ni ha sido después. Disculparán también ustedes la perogrullada pero conviene explicitar la obvia conclusión de lo anterior: el señor Zedillo se convirtió en primer mandatario de la Nación sin tener ninguna experiencia previa de gobierno.

    ¿Y qué tal le fue en la campaña? ¿Por cuánto ganó el día de los comicios? En la jornada electoral del 21 de agosto de 1994, resultó elegido presidente de México con 17 millones de votos, el 49.69% del padrón, es decir, sólo redondeando podemos decir que, con la mitad de los votos, la mitad, pero no con una mayoría, ni chiquita. Quizá las comparaciones duelan, pero ni modo, sea solamente por refrescar… la memoria: el presidente AMLO llegó a Palacio Nacional gracias a un tsunami de más de 30 millones de votos, los cuales, esos sí, significaron más de la mitad: 53.2% del padrón.

    Las raras apariciones del señor Zedillo

    Seguramente para la gran mayoría de quienes me estén escuchando le resulte del todo familiar la ausencia del expresidente Zedillo. Digo, el hombre lleva lo que va de los dosmiles viviendo ausente de México. ¿En el autoexilio? ¿En retiro? ¿Dándose una vida que él considera mejor fuera del país que gobernó? Muy ocasionales veces ha levantado la voz para decir cualquier cosa a todo lo largo del último cuarto de siglo. Es más, ahora que lo pienso, qué curioso es que los mismos que ahora reclaman el silencio de Andrés Manuel, un retiro y un silencio advertidos a tiempo por él mismo, no hayan jamás usado sus mismos micrófonos para exigirle declaraciones y pronunciamientos de Zedillo. Bueno, ¿quién ha oído alguna vez a Gómez Leyva o algún otro de los comentócratas que tanto extrañan a AMLO exigirle a Zedillo o a Salinas que se apersonen de vez en cuando en un estadio, en una plaza pública, en un cine…? Nadie, ¿verdad?

    En fin, que el señor Zedillo andaba ocupado en otros businesses. Durante muchos años mantuvo un perfil ya no digamos bajo sino francamente mudo en cuestiones alusivas a la política mexicana. De la banalización infame de la vida pública impulsada por el primer presidente del PRIAN no dijo nada. De la guerra contra el narco declarada irresponsablemente por Calderón no dijo nada. De la corrupción generalizada durante el sexenio de Peña no declaró nada. Sin embargo, de poco más de un año para acá ha hecho algunas declaraciones públicas, en realidad pocas y al mismo tiempo ya demasiadas, y más que significativas, diría yo, escandalosas.

    • Enero de 2024; Foro Actinver en Ciudad de México. Zedillo reapareció en un evento privado en Polanco, but of course, donde expresó su preocupación por una “regresión democrática” en México, y criticó el “populismo”, señalando que algunos líderes buscan erosionar la democracia una vez en el poder. O sea: atacando al humanismo mexicano, a AMLO, a la doctora Claudia Sheinbaum, entonces candidata de Morena a la Presidencia, y muy particularmente a la reforma al Poder Judicial que ya se les venía encima.
    • Septiembre de 2024; Conferencia de la Asociación Internacional de Abogados. De lejitos, en un video difundido por la IBA, Zedillo destacó que la debilidad del Estado de derecho es uno de los principales obstáculos para el desarrollo en México.
    • Septiembre de 2024; críticas a la reforma judicial. Zedillo criticó la reforma al Poder Judicial impulsada por la 4T, argumentando que destruirá la democracia y el Estado de derecho en México. Afirmó que la reforma es “una venganza del presidente” por no poder controlar a la Suprema Corte. Y sí, así lo dijo el mismo señor que, durante su mandato, removió al total de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para designar él mismo a los entrantes.
    • Enero de 2025; Foro de Perspectivas Económicas 2025. Durante este foro, celebrado no en el Poli ni en la UNAM sino en el ITAM, Zedillo expresó que México ha dejado de ser un país democrático, refiriéndose a la reforma judicial y a la consolidación de un partido dominante como señales de una autocracia emergente. Tal cual: un expresidente priísta vino a extendernos la carta de defunción de la democracia.
    • Abril de 2025; publicación en Letras Libre y luego entrevista en Nexos. Zedillo acusa al gobierno actual de Claudia Sheinbaum y al anterior de López Obrador de canjear la democracia por una “tiranía sucia”, criticando la reforma judicial que propone elegir jueces por voto popular.

    Los regaños del señor Zedillo

    Del Plan A no dijo nada, del B tampoco, quizá porque menospreció la capacidad de movilización que, desde Palacio Nacional, pudo concitar el primer gobierno de izquierda electo democráticamente en México. Pero al parecer, el Plan C lo enfurece, lo aterra.

    Lo irónico —por no decir cínico, porque pobres cínicos— es que sea precisamente Ernesto Zedillo quien venga ahora a regañar a la mayoría democrática por, según él, allanar el camino hacia una tiranía. El mismo expresidente que no ganó una sola elección antes de llegar a Los Pinos, que fue ungido como candidato del PRI por el sofisticado método del dedazo tras el asesinato de Colosio, y que durante su sexenio ejecutó una limpia total en la Suprema Corte para conformarla a modo, se presenta hoy como guardián del Estado de derecho y paladín de la democracia. ¿Qué clase de autoridad moral cree tener un exmandatario que gobernó con el PRI hegemónico y que, durante años, mantuvo un silencio casi absoluto sobre la vida pública del país? En sus regaños van más bien los reproches de quien añora un orden en el que las mayorías no decidían… democráticamente. 

    El error de diciembre y el Fobaproa

    El error de diciembre tuvo/tiene impacto trans-sexenal, trans-generacional. Vulneró y vulnera. Aquel enjuague dejó familias en la calle, mató sueños, achicó a la clase media, incluso fue antesala de suicidios. Pero el horror de diciembre y el Fobaproa no son cosa del pasado: conforman un mismo atajo, una pesada carga que seguimos, todas y todos, llevando en la espalda.

    Coda: gracias, señor Zedillo

    ¿Va a conseguir que le hagan una auditoría a AMLO? Ni de chiste. En cambio, tal vez consiga que le hagan juicio político a él. Eso sí, hay que agradecerle al expresidente que con su actual intervención nos haya hecho recordar las cosas y contárselas a quienes en su momento no las sufrieron.

  • ¿Concentrados o dispersos?

    ¿Concentrados o dispersos?

    El sapientísimo Perogrullo dice: la manera en la que la gente se distribuye en nuestro país no es homogénea.

    Por ejemplo, pensemos en términos de concentración urbana. Resulta que en las diez zonas metropolitanas (ZM) más pobladas de este país radican 45.4 millones de seres humanos —estoy echando mano de datos censales a 2020—, lo cual significa que, de cada 100 habitantes de México, 36 viven en cualquiera de las siguientes ZM:

    • Valle de México, CDMX, Edomex e Hgo. (21.4 millones)
    • Monterrey, NL (5.3 millones)
    • Guadalajara, Jal. (5.1 millones)
    • Puebla-Tlaxcala (3.5 millones)
    • Toluca, Edomex (2.6 millones)
    • Tijuana, BC (2.2 millones)
    • León, Gto. (2.1 millones)
    • Ciudad Juárez, Chih.
    • La Laguna, Coah. y Dgo. (1.6 millones)
    • Querétaro (1.4 millones).

    Ahora, si tomamos en cuenta que, independientemente de la continuidad urbana en términos territoriales —entre ambas se encuentra el Bosque de la Marquesa y algunos terrenos agrícolas, localidades rurales y zonas naturales protegidas—, las dinámicas socioeconómicas de las ZM del Valle de México y de Toluca están esencialmente conectadas, y consideramos así mismo la ZM de Cuernavaca, Mor. (1.1 millones de habitantes), resulta entonces que en esta enorme megalópolis vivimos prácticamente dos de cada diez habitantes de México (19.8%). Aquí, en la enorme megalópolis que se ha expandido a partir de la Ciudad de México, en la de Monterrey y en la de Guadalajara, en conjunto, residen más de 35.3 millones de personas, 28% de la población total.

    En México —1.9 millones de km²— vivimos hoy alrededor de 134 millones de personas —este año que el INEGI levante la Encuesta Intercensal 2025 se podrá precisar el dato, mientras tanto uso la proyección de CONAPO—, lo cual se traduce en que nuestro país presenta una densidad de 67 habitantes por kilómetro cuadrado (hab/km²). Bien sabemos que el dato de población relativa, como cualquier media aritmética, puede resultar muy engañoso. 

    La mayor parte de las personas a quienes tocó en suerte radicar en este país vive en su franja central. Del Pacífico al Atlántico, en el cinturón que forman las doce entidades federativas centrales habitamos más de la mitad de la población total de México: Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Ciudad de México, Hidalgo, Morelos, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. En total, 71.3 millones de los 129.5 millones —ahora uso los resultados de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2023, los más frescos que disponemos—, es decir 55 de cada cien habitantes. En conjunto, esta franja territorial tiene una superficie de 344.8 mil kilómetros cuadrados, de tal modo que en promedio la densidad poblacional en ella es muy superior a la nacional (67): 207 hab/km2.

    Ahora bien, en el núcleo de dicha franja central, en el polígono de 28.7 mil km2 que conforman la CDMX y los dos estados que la rodean, el Estado de México y Morelos —una superficie algo más pequeña que la que ocupa Guanajuato, con 30.6 mil km2—, radicamos un total de 28.8 millones de personas, es decir, una quinta parte de la población total del país. Y, por supuesto, la densidad poblacional aquí es mucho más alta que en el resto del país: 1,002 hab/km2.

    Dado que sólo vamos a echar mano de datos desagregados a nivel entidad federativa, asumamos que “el norte del país” lo conforman los estados más septentrionales del país, estos son, los que hacen frontera con Estados Unidos. Seis de las 32 entidades federativas que conforman México hacen frontera con la nación más acaudalada del orbe; de oeste a este: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En ellas viven 23.6 millones de personas, 18.2% de la población total del país —ojo: tan sólo los dos estados que circundan la Ciudad de México, Morelos y el Estado de México, tienen una población conjunta de 19.5 millones de habitantes, 6.75% más que la población total de los seis estados de la República que hacen frontera con Estados Unidos—. Claro, en este grupo se hallan los estados más grandes de la República, así que no sorprende que en conjunto integren nada menos que 37% del total del territorio nacional (722.8 mil km2). Consecuente, la población relativa promedio en las entidades fronterizas del norte es muy baja: 33 hab/km2, justo la mitad respecto a la nacional. Al norte, si algo abunda es territorio.

    Bien sabemos que la región que llamamos “el sureste” no es tan austral como suele creerse. Por ejemplo, Cancún, Quintana Roo, está más al norte que la Ciudad de México, o incluso Mérida, que se encuentra más o menos a la misma latitud que San Miguel Allende, Guanajuato. Con todo, si damos por buena la tradición que entiende a la península de Yucatán como parte del sur del país, diremos que en los estados sureños —Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán— viven 21.4 millones de personas —5.4 millones menos que los que vivimos en el Estado de México y la Ciudad de México—. La superficie que abarcan estos siete estados es de 397.1 mil km2. Así las cosas, resulta pues que la densidad poblacional en esta región es menor que la del promedio nacional: 54 hab/km2.

    La población relativa a nivel nacional es de 67 hab/km2, mientras que en la franja central se eleva a 207 hab/km2, y en el núcleo de ella (CDMX, Estado de México y Morelos) aumenta dramáticamente a 1,002 hab/km2. En el conjunto de los estados del norte, la densidad es de apenas 33 hab/km2, mientras que en el grupo sureño es de 54 hab/km2, esto es, todavía por debajo del promedio nacional.

    Entonces, ¿cómo ve, vivimos concentrados o dispersos?

  • Escasos

    Escasos

    Con una superficie de 17 millones de kilómetros cuadrados (km2), Rusia es actualmente el país más extenso del mundo. Es nueve veces más grande que México. Por supuesto, los ha habido más grandes: la propia Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, sin considerar todo el Bloque del Este, llegó a tener 22 millones de km2. En su apogeo, sumando la superficie de los países satélites del Bloque del Este, la influencia territorial de la URSS se extendía por más de 23 millones de km2. Para darnos una idea de la inmensidad de esta superficie, podríamos recordar que la Corona española en su mayor auge, estamos hablando del siglo XVII, extendía su poderío por cuatro continentes:

    • América: Prácticamente toda América Central y del Sur, gran parte de América del Norte (actual México y más de una quinta parte de lo que es hoy Estados Unidos) y el Caribe.
    • Europa: España, parte de los Países Bajos e Italia (como Nápoles, Sicilia), y el Reino de Portugal durante la Unión Ibérica (1580-1640).
    • Asia: las Filipinas, que fueron una colonia española desde 1565 hasta 1898.
    • África: territorios en el norte africano como Marruecos, Ceuta, Melilla, y parte de Guinea Ecuatorial.

    Ciertamente, durante algún tiempo en los territorios españoles nunca se ocultaba el Sol. Bien, ¿qué extensión sumaban todos estos territorios? Alrededor de 14 millones de km2…, contra los 17 millones de km2 por los que hoy se extiende Rusia. Por cierto, los territorios que hoy disputa Rusia en Ucrania —Donetsk, Luhansk, Zaporizhzhia y Kherson— suman poco menos de 110 mil km².

    Con todo, Rusia, ni siquiera en el período de la URSS, ha sido la organización política con más extensión territorial. El imperio Mongol, en torno al año 1280, alcanzó una superficie de 24 millones de km2, y al término de la I Guerra Mundial, hace apenas 105 años, el Imperio Británico llegó a tener 35 millones de km2,

    Canadá, con casi 10 millones de km2 es hoy el segundo país más vasto del orbe, seguido de China y Estados Unidos, cada uno con poco más de 9.5 millones de km2. Nuestro país es el más pequeño de América del Norte. No está entre los diez países más espaciosos del mundo: se halla en el decimotercer sitio, entre Arabia Saudita —2.1 millones de km2— e Indonesia —1.9 millones de km2—.

    La extensión territorial de México, el Estado nacional que surgió hace 204  años, ha sufrido decenas de modificaciones. Al declarar su independencia, el naciente Estado se integraba por la provincia de Chiapas, la Capitanía de Yucatán, y lo que fue la Nueva España, con lo que alcanzaba una superficie de 4.4 millones de km2. Al año siguiente, 1822, cuando Iturbide se proclamó emperador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica se anexaron, de modo que el territorio mexicano alcanzó su mayor extensión: 4.9 millones de km2. Así que, en aquel momento, el Imperio Mexicano ocupaba el cuarto lugar en el ranking de los países más grandes del mundo. 

    • Imperio Ruso (22 millones de km²).
    • Dinastía Qing (China) (14 millones de km²).
    • Imperio Portugués (incluyendo Angola, Mozambique y varias lugares más en Asia y África, y también Brasil hasta septiembre de 1822, 10 millones de km²).
    • Imperio Mexicano (4.9 millones de km²).

    Pero se encadenarían después una serie de cambios en el sur: las provincias centroamericanas se separaron definitivamente (1823), en tanto que, más de una vez, el Soconusco y Yucatán se escindieron y se reincorporaron a la República Mexicana. En 1848, luego de la guerra con Estados Unidos, México fue despojado de más de la mitad de su territorio, para quedarse con dos millones de km2. Ocurrirían otros cambios menores; cuyo resultado es la actual superficie continental del país: 1,959,248 de km2 —a la que podríamos sumar los 5,127 km2 que en conjunto alcanza nuestro territorio insular—.

    Con todo, considerando la población que lo habita y en comparación a otras naciones, México es enorme. Según las Proyecciones de la población de México y de las entidades federativas 2020 a 2070 de CONAPO, a mediados de 2025 la República Mexicana estará poblada por 133 millones de seres humanos. Con este monto, el nuestro se ubica en el decimoprimer puesto entre los países más poblados del planeta, superando a Japón (123 millones) y justo atrás de Etiopía (135.5 millones), y muy distante de los dos primeros lugares, India y China, en donde, en conjunto, residen 2.88 mil millones de hombres y mujeres, poco más de un tercio de todos los habitantes del planeta (35%).

    Ahora, el 30% de la tierra emergida del planeta es asiático y allá viven seis de cada diez seres humanos. La densidad demográfica en ese continente es mucho mayor, claro, respecto a la que presentan los demás: en territorio asiático viven alrededor de 150 personas por km2, mientras que en África 50, en Europa 34, en América 24 y en Oceanía apenas cinco.

    Bulgaria, con una población que ronda los 6.7 millones de habitantes, presenta una densidad poblacional similar a la de México (61 hab/km²), aunque su territorio (110,994 km²) es ligeramente menor que el del estado de Durango (123,451 km²). 

    Aunque México (1.9 millones de km²) y Groenlandia (2.1 millones de km²) poseen extensiones territoriales similares, sus realidades poblacionales son diametralmente opuestas. Contra los 67 hab/km² de nuestro país, Groenlandia —la mayor isla del mundo, bajo soberanía danesa— tiene una población de apenas 56 mil personas, resultando en una densidad demográfica de 0.03 habitantes por km².

    En contraste, por ejemplo, la densidad de población de Francia y Polonia casi duplica a la de México: 119 y 124 habitantes por km², respectivamente; en Japón asciende a 330 hab/km²; en India, 440 hab/km²; en Corea del Sur, 510 hab/km²; en Bangladés supera los 1,170 hab/km², y en Hong Kong alcanza casi 6,600 hab/km². Para que en México viviéramos con la misma densidad poblacional que India, nuestro país tendría que albergar a 864 millones de personas, o bien, los 134 millones actuales tendríamos que concentrarnos todos únicamente en los estados de Chihuahua y San Luis Potosí, dejando el resto del territorio de la República Mexicana vacío, sin un alma.

    Dicho de otra forma, seguimos siendo un país enorme y escasamente poblado… aunque nada que ver con Rusia, donde la densidad es de 9 hab/km², o Canadá y Australia, con 4 y 3.3 hab/km², respectivamente.

  • Hablando se engaña a la gente

    Hablando se engaña a la gente

    ¿Qué tan distinto era el mundo hace un cuarto de siglo? Llegamos al año 2000, el último del siglo XX, con mucho miedo a un cero, y finalmente no pasó nada. Aquel miedo tenía nombre: el efecto Y2K: dado que muchos sistemas informáticos representaban las fechas con dos dígitos para el año, cundió el temor de que, al llegar el sábado 1° de enero de 2000, muchos sistemas interpretarían el “00” como 1900 en lugar de 2000 u otros despropósitos, lo que habría de provocar fallos críticos en bancos, servicios públicos y redes de transporte… A la mera hora, no pasó nada. Si bien el dichoso efecto Y2K no colapsó la dimensión digital de la Humanidad, sí que mostró a las claras que tecnología no mata ansiedades, más bien al contrario.

    Aunque no hay cifras oficiales de la Organización Mundial de Salud (OMS) para el año 2000, se estima que alrededor de un 2% de la población global padecía trastornos de ansiedad —trastornos mentales, del comportamiento o del neurodesarrollo caracterizados por miedo o ansiedad excesivos que persisten durante un período prolongado, son desproporcionados respecto al contexto y provocan un deterioro significativo en el funcionamiento de la gente—. Estudios independientes calculaban que en 2015 los trastornos de ansiedad afectaban al 2.5% de las personas en todo el orbe. Según la OMS, hace veinticinco años, el 4% de la población total del mundo padecía depresión —un trastorno mental común que implica un estado de ánimo deprimido o una pérdida de placer o interés en actividades durante largos períodos de tiempo—. A la fecha, el mismo organismo de Naciones Unidas estima que ha habido un aumento de un punto porcentual, tanto en la ansiedad como en la depresión. Y quizá de 4 a 5% no suene mucho, pero considere usted que la población mundial, a lo largo del último cuarto de siglo, aumentó de 6,145 millones a 8,185 millones, es decir, ¡33%! Luego entonces el contingente de seres humanos en depresión pasó de 210 millones de hombres y mujeres a más de 410 millones. Ese volumen de gente ya no se aprecia menor, ¿cierto? Estamos hablando de todos los hombres y mujeres que habitamos México… ¡triplicados!

    En el año 2000 la globalización era entendida como el feliz puerto de destino al que toda la humanidad estaba llegando, con el acelerador a fondo y con unas ganas locas de generar riqueza y sobre todo de consumir sin medida. Impulsado por la digitalización, internet y el inicio de la expansión vertiginosa de la telefonía móvil, el acercamiento de culturas —o su disolución en el mainstream occidental— y la expansión de las economías neoliberales —en realidad la aceleración bestial de la polarización de los recursos— se veía como un sino inevitable. La velocidad con que todo se movía en la llamada “súper carretera de la información” todavía inspiraba optimismo. Con todo, la burbuja de las punto-com estallaba, revelando que los viejos y conocidos riesgos del destrampe capitalista no se iban a controlar por obra y magia de los microchips, sino más bien al contrario. Geopolíticamente, Estados Unidos mantenía la ilusa ilusión de permanecer por los siglos de los siglos como la única superpotencia tras la Guerra Fría. En Europa, el euro comenzaba a circular, y la integración continental parecía una ruta que nadie abandonaría.

    Hace veinticinco años, el mundo vio la llegada de los teléfonos con cámara, que revolucionaron la forma de capturar momentos cotidianos, y el auge de internet como herramienta de comunicación y acceso a información personal. La pandemia de exhibicionismo/voyerismo comenzó a propagarse, a meterse en las habitaciones, los baños, las mesas, la intimidad de todas y todos: tan sólo trece años después, la palabra selfie fue elegida como Palabra del Año por el Oxford English Dictionary: el rostro de una persona posando para sí misma y retratada por sí misma, se convirtió en un fiel icono del hiper individualismo.

    El ánimo social colectivo apuntaba más hacia una renovada fe en el progreso. Avances científicos como el Proyecto Genoma Humano atizaban la esperanza. Mucha gente celebraba el nuevo milenio con fiestas globales, pero cierta sensación difusa de que el futuro sería más complejo de lo imaginado comenzaba a permear, a sentirse en el aire… El cambio climático preocupaba más bien poco y a pocos, era algo que el gran público percibía distante y no había aún sentido en carne propia.

    Justo en el año 2000, Jimmy Wales y Larry Sanger lanzan Nupedia, una enciclopedia en línea con artículos revisados por expertos. Un año después nace Wikipedia, y con ella el espejismo de la universalización de la sabiduría empieza a propagarse a la velocidad de la luz. 

    Según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones y el Banco Mundial, en el año 2000, aproximadamente 6.7% de la población mundial tenía acceso a Internet. Eso equivalía a unos 413 millones de usuarios —la enorme mayoría de ellos habitantes de países desarrollados— de un total de 6,100 millones de personas en el planeta. En términos relativos, pues, muy poca gente estaba conectada a la red. Con todo, no recuerdo que nadie se quejara. La falta de información, la desinformación o la mala información no eran tema. Desde entonces, el acceso a Internet ha crecido exponencialmente: para 2015, el 43% de la población mundial estaba conectada —3.2 mil millones de usuarios—. En 2025, se estima que el 68% de la población mundial tiene acceso a Internet, lo que equivale a 5.560 millones de personas. 

    Es innegable, pues, que hoy día muchísimas más personas que antes pueden estar informadas. Nunca antes a lo largo de toda la historia de la humanidad tanta gente estuvo en contacto con tanta gente, claro, no en términos absolutos, pero tampoco en términos proporcionales. Nunca habíamos estado tan comunicados. ¿Con qué resultado? Medite usted un momento en lo siguiente: en el año 2000 ni la desinformación ni mucho menos las fake news eran preocupaciones globales. Vale recordar que el término fake news comenzó a popularizarse a nivel mundial en 2016, especialmente durante la campaña electoral para la presidencia de Estados Unidos: irónicamente, la palabra se popularizó cuando Donald Trump utilizó este término para referirse a noticias que consideraba negativas o falsas sobre su persona y sus acciones. Resulta pues que uno de los mayores generadores de noticias falsas fue quien popularizó el vocablo. Y agregue usted esto otro: ¿sabe usted cuál es el principal riesgo a corto plazo al que se enfrenta el mundo en 2025, según el Foro Económico Mundial? Pues según leo en su The Global Risks Report 2025, publicado a principios de año, no es ni el cambio climático ni la guerra arancelaria ni la guerra a bombazos y misiles ni una nueva pandemia… El principal riesgo al que hoy por hoy nos enfrentamos globalmente según los casi mil expertos consultados por el Foro es ni más ni menos que la misinformation, es decir, la información falsa o incorrecta difundida sin intención de engañar, y la disinformation, o sea la información falsa difundida a propósito, con la intención de manipular o engañar. La conclusión me parece evidente: es imposible tomarle el pelo a alguien con el cual no haya manera de comunicarse. Hace años, quizá más de veinticinco, había una campaña de publicidad de Teléfonos de México cuyo slogan era Hablando se entiende la gente, y es cierto, tan cierto como que hablando se engaña a la gente…

  • Democratizar el ahorro

    Democratizar el ahorro

    El dinero es mejor que la pobreza,
    incluso cuando sólo sea por razones financieras.

    Woody Allen

    Hace unos días se dieron a conocer los resultados de la más reciente Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF). Entre tantos dimes y diretes y jaloneos, lamentablemente el tema pasó casi desapercibido. Digo que es una pena porque esta encuesta es un ejercicio estadístico que revela cambios significativos en el acceso y uso de servicios financieros en México, cambios que, en general, deberían ser motivo de satisfacción. Veamos por qué.

    La ENIF, realizada por el INEGI en colaboración con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, proporciona información clave para evaluar el estado de la inclusión financiera en el país. Expresado de manera sencilla, mide qué tan accesibles son los servicios financieros formales para la población y qué tan extendido está su uso en todo México. Dicho acceso depende no sólo de la capacidad económica de las personas (es decir, de que tengan dinero para utilizar estos servicios), sino también de la infraestructura disponible: sucursales bancarias, cajeros automáticos, corresponsales bancarios y otras herramientas que facilitan la intermediación financiera.

    En cuanto a los servicios financieros evaluados, se consideran los más relevantes en la vida cotidiana: cuentas de ahorro, tarjetas de crédito y de débito, seguros, fondos de inversión y de retiro y métodos de pago electrónicos, entre otros.

    La ENIF se ha aplicado en cinco ocasiones: 2012, 2015, 2018, 2021 y la más reciente, realizada entre el 24 de junio y el 16 de agosto de 2024. Sus resultados tienen representatividad nacional y pueden desagregarse según el tamaño de la localidad (menos de 15 mil habitantes o más de 15 mil habitantes), así como por regiones. La encuesta toma en cuenta a la población de entre 18 y 70 años, grupo en el que se concentra la mayor parte de la actividad económica y financiera del país.

    Los datos de la ENIF 2024 muestran un avance considerable en la inclusión financiera en México. Hace menos de un decenio, en 2015, sólo el 68.4% de la población tenía al menos un producto financiero contratado. Estamos hablando de una cuenta o una tarjeta de ahorro, un crédito, un seguro o una cuenta de ahorro para el retiro o afore. Bien, repito, en 2015, el 68.4% de la población tenía al menos un producto financiero contratado. Para 2024, esta proporción ha aumentado casi diez puntos porcentuales, para pasar a 76.5%, lo que implica que más personas tienen acceso a herramientas que pueden facilitar su estabilidad económica y su planificación financiera con un poco más de tranquilidad.

    Ahora, considerando únicamente un producto financiero específico, la cuenta de ahorros formal, el cambio es mucho más notorio. Hace diez años apenas el 44% de la población contaba con una cuenta de ahorro formal. Tres años después, la proporción aumentó ligeramente, a 47.1% Sin embargo, el salto que podemos observar seis años después es impresionante: aumenta más de 15 puntos porcentuales, para ubicarse en 63% 

    ¿Cómo explicar un cambio tan pronunciado? Me parece que no hay que echar a volar la imaginación para hallar la respuesta. Además, la propia ENIF provee pistas muy claras. Por ejemplo: resulta que el 24.1% de las primeras cuentas de ahorro en localidades de menos de 15 mil habitantes, es decir, prácticamente una de cada cuatro, fueron generadas por la entrega de algún apoyo gubernamental, claro, en primerísimo lugar, los programas de bienestar.

    Otro dato que me parece destacable es el siguiente: mientras que según la ENIF 2021 el 33.9% de la gente no tenía ningún tipo de ahorro, ni formal ni tampoco informal, sólo tres años después, en 2024 ese porcentaje se redujo más de seis puntos porcentuales. Hoy pues en México más gente puede ahorrar. Se dice fácil, ¿no?

  • Feliz, feliz, feliz…

    Feliz, feliz, feliz…

    La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.

    Marco Aurelio, Meditaciones.

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    ¡Albricias, albricias! Más limón en la profunda herida de la enclenque oposición mexicana, más dolor para el conservadurismo lastimero, más sal en la llaga gacha de la derecha facha. El apócrifo apocalipsis que un día sí y al otro igual se la pasan alertando nomás no llega. ¡Sufran, reaccionarios!: la gran mayoría de la gente en México está feliz, feliz, feliz…

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    Con la novedad de que, por primera vez desde que se realiza el Informe mundial sobre la felicidad, el principal estudio global sobre el bienestar, México se ubica entre los diez países del mundo en donde mejor declara vivir la gente.

    El Informe mundial sobre la felicidad da cuenta de la situación en 147 países. Se trata de una indagación anual realizada por el Centro de Investigación sobre el Bienestar de la Universidad de Oxford, en colaboración con Gallup, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU y un Consejo Editorial, entre quienes están académicos como John F. Helliwell, profesor emérito de la Universidad de British Columbia, y Jeffrey D. Sachs, director del Centro de Desarrollo Sustentable de la Universidad de Columbia. Esta clasificación global de la felicidad se basa en una pregunta del Gallup World Poll, derivada de la Escala de Esfuerzo Autoanclada de Cantril (Escalera de Cantril):

    Por favor, imagine una escalera con peldaños numerados del 0 en la parte inferior al 10 en la parte superior. El peldaño más alto representa la mejor vida posible para usted, y el más bajo representa la peor vida posible. ¿En qué peldaño de la escalera diría que se encuentra en este momento?

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    ¿En qué países del orbe la gente dice hallarse en los peldaños más altos de la escalera? En su última edición, dada a conocer esta semana, el Informe mundial sobre la felicidad ubica en primer lugar a Finlandia, con 7.736 puntos (Life evaluation). Le siguen en el ranking otros tres países nórdicos: Dinamarca (7.521), Islandia (7.515) y Suecia (7.345) —por cierto, y para el solaz de quienes encuentran todavía en el determinismo geográfico una explicación suficiente de la complejidad social, nórdico se deriva de norden, que en las lenguas escandinavas significa “el Norte”—. En quinto lugar, se sitúa otro país europeo: Países Bajos (7.306). Enseguida aparece uno de los dos países de América que se colaron en el top ten: Costa Rica (7.274). En séptimo lugar, otro escandinavo: Noruega (7.262). Después, el único país asiático entre los diez mejor posicionados: Israel (7.234) y a continuación otro europeo, el pequeñísimo Luxemburgo (7.122). Finalmente, y, por primera vez desde que se mide (2012) entre los diez primeros, México (6.979).

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    Así que en el World Happiness Report 2025, México se encuentra mejor posicionado que —o dicho más fácil: en México nos sentimos más felices que en…— Suiza (lugar 13), Canadá (18), Alemania (22), Estados Unidos (24), Francia (33), Brasil (36), España (38), Argentina (42) y Chile (45), por no mencionar a Japón (55), Colombia (61) y Venezuela (82).

    En el extremo opuesto de la tabla, tristemente, los países en donde las personas se reportaron menos felices fueron Zimbabue (lugar 143, con 3.396 puntos), Malawi (144, 3.260), Líbano (145, 3.188), Sierra Leona (146, 2.998) y Afganistán (147, 1.364).

    El país más poblado del planeta, India, se encuentra en el lugar 118 (4.389). En cuanto al segundo más habitado, China, se halla en una mejor posición, pero en a media tabla: lugar 68 (5.921).

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    En los diez países más felices del mundo según el Informe mundial sobre la felicidad 2025 vivimos apenas 193.5 millones de personas…, que podrán parecer muchas, pero en realidad representan solamente el 2.4% del total de la población mundial: ni siquiera tres de cada cien personas. En promedio, en cada uno de esos diez países habitan 19.35 millones de seres humanos. Más drástico: en los nueve países más felices, es decir, descontando a México, el promedio de habitantes es de sólo 6.8 millones de habitantes, menos gente que la que radica en el estado de Veracruz.

    En conjunto, la población total de los cinco países en los que viven los hombres y mujeres que se autorreportan más felices en todo el mundo —Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia y Países Bajos— asciende a poco menos de 41 millones, esto es, el 0.5% de la Humanidad.

    Por supuesto, nuestro país es el más poblado, con mucho, del top ten. Si usted suma la población de los nueve países más felices del orbe, y luego multiplica por dos esa cifra llegará apenas al 93% de la población total de México. El primer país que aparece en la ranking de los más felices con más habitantes que el nuestro es Estados Unidos, y se halla como vimos en un distante lugar 24.

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    Quizá convenga apuntar algunos datos más para justipreciar que México se ubique por primera vez en el top ten del World Happiness Report 2025: considerando los casi 25 años que lleva realizándose la investigación, en esta ocasión tuvimos el aumento más importante, pasando del sitio 25 en la edición anterior al 10. De hecho, a lo largo de toda la serie histórica, en promedio hemos ocupado la posición 24. También es importante recordar tiempos difíciles: el peor lugar lo reportamos en plena pandemia, en 2021, cuando caímos hasta el sitio 46. Y de entonces para acá, una pendiente en franco ascenso… Sean felices. 

  • Europa bárbara

    Europa bárbara

    Guerroso entrometido

    ¡ADVERTENCIA!: el nivel de patetismo de la siguiente imagen podría revolverle el estómago a cualquier persona decente:

    Fecal posteó en X un fragmento de la perorata que acaba de espetar en la Plaza del Sol de Madrid, España, ante un puñado de españoles fachosos durante un acto que se anunció como “de solidaridad con Ucrania” y en realidad fue un acto en favor del armamentismo y la guerra, una sociopatía que bien conoce Europa. El michoacano que tanta violencia desató en México ahora fue a gritonear que “¡El mundo global en que vivimos… tiene una sola frontera, una sola frontera de defensa del mundo entero, la defensa de la libertad, de la justicia se llama Ucrania!”

    Al parecer en “el mundo global en que vivimos” no está México, porque el señor se cuida mucho de apersonarse por acá. ¿Se lo imaginan tirándose ese mismo rollo en el Zócalo? En fin: quede claro quiénes están a favor de la locura de rearmar hasta los dientes a Europa occidental. Quede claro quiénes impulsan la dunda narrativa de que Rusia es una amenaza para Europa occidental. ¿Dunda? Pues sí, es necia, carente de razón. Y si no, a los hechos… ¿Quiénes han sido y son una amenaza para quiénes? ¿Qué países han comenzado las guerras más sangrientas de la historia de la humanidad? ¡Memoria, memoria!

    Europa invasora

    Cualquiera puede constatarlo. A lo largo de la historia, varias potencias europeas han intentado invadir Rusia, con resultados desastrosos en la mayoría de los casos. Va una lista de las principales invasiones:

    1. Invasión de los Caballeros Teutónicos (1242)

    • Agresor: Orden Teutónica y la Orden Livona.
    • Objetivo: Expansión territorial y cristianización forzada de Rusia.
    • Resultado: Derrota en la Batalla del Lago Peipus contra Alejandro Nevski.

    2. Invasión de la Confederación Polaco-Lituana (1605-1618)

    • Agresor: Mancomunidad Polaco-Lituana.
    • Objetivo: Aprovechar el “Periodo Tumultuoso” ruso e imponer un monarca polaco.
    • Resultado: Expulsión de las tropas polacas en 1612 tras la revuelta liderada por Kuzmá Minin y Dmitri Pozharski.

    3. Invasión de Carlos XII de Suecia (1708-1709)

    • Agresor: Reino de Suecia.
    • Objetivo: Derrotar a Pedro el Grande y consolidar el dominio sueco en el Báltico.
    • Resultado: Derrota sueca en la Batalla de Poltava (1709), marcando el declive del Imperio Sueco.

    4. Invasión napoleónica (1812)

    • Agresores: Francia y un montón de aliados: Confederación del Rin, Gran Ducado de Varsovia, Reino de Italia, Reino de Nápoles, Reino de Prusia, Suecia, Dinamarca y Noruega.
    • Objetivo: supuestamente, el objetivo principal de Napoleón al invadir Rusia fue someter al Imperio Ruso para obligarlo a cumplir con el bloqueo continental contra Gran Bretaña y consolidar su hegemonía en Europa.
    • Resultado: Desastre logístico, retirada en el invierno ruso y derrota final de Napoleón en 1814.

    5. Guerra de Crimea (1853-1856)

    • Agresores: Reino Unido, Francia, Imperio Otomano y Cerdeña.
    • Objetivo: Detener el control ruso de las rutas comerciales en los Balcanes.
    • Resultado: Derrota rusa, pero sin invasión en su territorio.

    6. Intervención extranjera en la Guerra Civil Rusa (1918-1922)

    • Agresores: Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Japón y otros.
    • Objetivo: Apoyar al Ejército Blanco para quitar el poder a los bolcheviques.
    • Resultado: Retirada de las fuerzas extranjeras; consolidación del poder soviético.

    7. Invasión alemana en la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

    • Agresores: Imperio Alemán y Austria-Hungría.
    • Objetivo: Desestabilizar a Rusia y sacarla de la guerra.
    • Resultado: Alemania pierde la guerra.

    8. Operación Barbarroja en la II Guerra Mundial (1941)

    • Agresores: Alemania nazi y aliados del Eje.
    • Objetivo: Coquistar la Unión Soviética y apoderarse de sus recursos.
    • Resultado: Derrota alemana tras las batallas de Moscú, Stalingrado y Kursk; inicio del colapso del Tercer Reich.

    ¿Rusia invasora?

    Rusia, como Estado (Imperio Ruso, Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, Confederación Rusa), no ha invadido Europa occidental en ninguna ocasión. Sus conflictos históricos con potencias europeas (por ejemplo, con Francia en el siglo XIX, y con Alemania en el siglo XX) fueron en territorio centroeuropeo o del este. La idea de una “invasión rusa a Europa occidental” corresponde más a narrativas geopolíticas de tensión (v.g.: Guerra Fría) que a hechos consumados.

    Bases militares

    ¿Quién es una amenaza para quién? 

    Actualmente, Rusia no tiene bases militares en Europa occidental. Ninguna, cero. Tras la disolución de la URSS en 1991, las tropas rusas se retiraron de los países de Europa Central y Oriental. Por ejemplo, la retirada completa de las fuerzas rusas de Alemania se completó en agosto de 1994.

    En cambio, se estima que Estados Unidos posee al menos 275 bases militares y emplazamientos en territorio europeo. Por ejemplo, en Alemania, tiene emplazados cerca de 40 mil soldados, además de la Base de Entrenamiento de Grafenwöhr, centro clave para el entrenamiento de las fuerzas de la OTAN, ubicada en Baviera. En Italia, hay más de 12 mil soldados estadounidenses y en Reino Unido cerca de diez mil.

    Además, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) mantiene una presencia militar significativa en Europa oriental, especialmente en países que se unieron a la alianza después de la Guerra Fría. Aunque la OTAN no divulga públicamente el número exacto de sus bases militares en esta región, se sabe que existen varias instalaciones clave en países como Polonia, Rumanía y los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania). Por ejemplo, en Rumanía se encuentra la base aérea Mihail Kogălniceanu, que alberga unos cinco mil efectivos.

    Guerra espuria

    Así que no es difícil llegar a una conclusión: la campaña belicista que está impulsando ferozmente Europa occidental, sobre todo Francia y la Unión Europea, tiene tanto sentido como la guerra contra el narcotráfico que declaró el señor Fecal.