Categoría: Humberto de la Garza

  • Lo que Felipe Calderón representa para los Mexicanos

    Lo que Felipe Calderón representa para los Mexicanos

    ¿Qué representa el expresidente de México Felipe Calderón para los mexicanos?

    El expresidente de México Felipe Calderón, vigente aún en el escenario político y social de México, en su negativa de aceptar el rotundo fracaso no solo al frente de un país como México, sino también, el enorme fracaso como impulsor de una de las peores estrategias de combate en contra de los grupos criminales que han asolado a México, y que con su involucramiento y el de sus más allegados subordinados, crearon un clima de ingobernabilidad y terror a todo el país del que aún no se ha logrado salir. 

    Cientos de miles de muertos, desaparecidos, desplazados y empobrecidos son las secuelas de las acciones y “daños colaterales”, producto de la ambición y avaricia de un ser psicópata que, a pocos meses de haber tomado el poder, ya estaba considerado como uno de los más indignantes y despiadados genocidas en la historia moderna de Latinoamérica. 

    Creador de toda una estructura criminal, no pudo saciar su sed de sangre intentando acabar con los integrantes de los grupos criminales antagónicos al cártel al cual se alió; poco le importó arrasar con gente del pueblo, ancianos, jóvenes, mujeres y hombres de todas las edades y estratos sociales. Su despiadada ambición le llevó a avalar acciones de su propia esposa que llevaron a la infame muerte de 94 bebés inocentes. Toda una familia criminal. 

    Hoy en día, Felipe Calderón y su esposa quieren a toda costa representar una férrea alianza de oposición contra el gobierno actual, todo con la complicidad de grupos religiosos y empresariales, y con el aplauso salamero y cómplice de quiénes en su momento se autonombraron “periodistas, comunicadores, columnistas intelectuales y líderes de opinión”, pero que son aquellos que durante años recibieron enormes cantidades de dinero por su silencio, por su involucramiento en actividades delincuenciales, sirviendo en flagrante complicidad como prestanombres, mensajeros y lavadores de dinero. 

    Felipe Calderón representa la hipocresía, el cinismo y la megalomanía clásica del psicópata. Representa la cobardía del traidor. Imagen viva de la maldad y total falta de empatía hacia el pobre, hacia el humilde, hacia el obrero y el campesino, el estudiante y ama de casa. 

    Representa la osadía oscura del ambicioso, del ser que se siente omnipotente y omnipresente. 

    Desquiciado, pero a la vez con la capacidad suficiente para engañar al ignorante, para manipular al falto de identidad, al desubicado social. Así como compra conciencias y voluntades, también recurre a la amenaza y al miedo. 

    Embustero y manipulador, poseedor de una fortuna malhabida. Mensajero de la muerte que, aunque ha recurrido a todas las artimañas escritas en los manuales de los genocidas, no podrá recuperar el poder ni tampoco comprarlo para su pareja y cómplice de andanzas, una mujer que aún no se define si es la mandante o sólo su acompañante. 

    Decenas de seguidores, algunos aplaudidores, unos que otros aduladores y aquellos que, en evidente complicidad, le impulsan y financian, no podrán evitar que, tarde que temprano, la justicia le alcance. 

    Felipe Calderón y secuaces representan lo peor que México ha sufrido en las últimas décadas.

  • El gran negocio del Neoliberalismo: La producción de delincuentes

    El gran negocio del Neoliberalismo: La producción de delincuentes

    Ahora resulta que la oposición, ese grupo de la derecha y el conservadurismo, en su intento por descalificar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, presentan como su principal preocupación los índices delincuenciales que día a día y desde hace años, tienen en constante flagelo a la sociedad mexicana; pero, situación muy extraña para quienes de sobra conocemos sus oscuras intenciones y la mezquindad de sus acciones. 

    Y lo más extraño es que no muestran o no exponen, de la mano de “su preocupación” un proyecto alternativo, una propuesta eficiente o un método con la suficiente eficacia para combatir este flagelo, tampoco muestran y mucho menos proyectan la misma preocupación sobre los factores o las causas de ¿porque tenemos niveles tan altos (según ellos) de delincuencia? 

    Acaso podremos pensar o tomar en consideración, sólo por mera casualidad que la mayoría de quienes están en las cárceles provengan de los sectores más pobres, más humildes y marginados de la sociedad. 

    ¿Se habrán preguntado si existe alguna relación entre pobreza y delincuencia?

    Comprobado está que una sociedad que condena a más de la mitad de la población a vivir en condiciones de pobreza, en un país que ha llegado al indignante límite de tener la peor distribución del ingreso, no puede esperar una situación distinta. 

    ¿Pero por qué, y más importante aún, cómo es que se producen y se llegan a alcanzar tales niveles de concentración de la riqueza? Cómo es que el 20 % más rico es dueño de más de la mitad de la riqueza de nuestro país y el 30% más pobre llegó a vivir en las peores condiciones de miseria.  

    Durante los últimos cinco sexenios, y podremos pensar que un tanto más atrás, el priismo ( anclado a la fallida “Alternancia” Panista) con su sistema de políticas públicas es la que marcó el paso y llevaba la voz cantante en  la implementación de todas las supuestas “campañas contra la delincuencia”, nada más falso que esas supuestas campañas, porque quienes implementaron ese sistema de gobierno y esas prácticas de la derecha son los principales responsables de los niveles de pobreza que existen en México.  

    De sobra conocemos y está demostrado que un enorme grupo de empresarios, me resisto a pensar o creer que todos, han sido y son los principales delincuentes de este país y de ello, un enorme sector de la población de México, no tiene ninguna duda, porque la gran mayoría se ha enriquecido y ha acumulado enormes fortunas pagando salarios miserables a los trabajadores; en otras palabras, apropiándose (robando) del esfuerzo y del trabajo de sus empleados. 

    De igual manera, no podemos olvidar y se tiene que tener presente a todos aquellos “empresarios” que se vieron favorecidos por el influyentismo, los compadrazgos, el amiguismo y el favoritismo con políticos, funcionarios públicos y hasta componendas con el presidente en turno,  ocasionando con ello que se quedaran con varias de las empresas que eran propiedad del Estado y a base de precios irrisorios fue lo que pagaron por ellas, y eso,  fue clara y descaradamente otro robo contra todos los mexicanos y como se ha probado, bajo la protección de una corriente política depredadora, misma que ha impuesto al frente del gobierno al que ha sido reconocido como el ladrón más grande que ha tenido este país: Carlos Salinas de Gortari. El Padre de la Desigualdad, El Fabricante de Pobres.

    Fieles a esas prácticas y a esa ideología, la derecha y el conservadurismo no buscan ni tienen la intención de solucionar este problema, por lo contrario, su intención claramente apunta a otra cosa y es recuperar este “problema” que ellos mismos fueron creando, porque para ellos durante años, fue convertido en un negocio lucrativo más. 

    Fueron ellos quienes privatizaron los Centros Penitenciarios, no solo en la construcción de nuevas prisiones; se les otorgó también su administración, la alimentación y hasta sus sistemas de vigilancia y seguridad interna.

  • La arrogancia del periodismo

    La arrogancia del periodismo

    “La arrogancia periodística está llegando a unos límites insoportables”.

    “Nadie quedó bien en el episodio de Azucena Uresti, Carmen Aristegui, Loret de Mola, López Doriga y demás fauna que se autodenominan periodistas. Ellos y ellas, deberían sentirse avergonzados de llamarse periodistas”.

    “Debería de proponerse que, en las salas de redacción de todos los medios de México, pongan en la pared, con letras de un metro, un letrero que diga: ‘La verdad por encima de todo’. Si no hay verdad, se pierde el respeto por el entrevistado, por el ciudadano, por el otro periodista”.

    “Ha habido una desmejora, no solo de la radio.  De todos los medios de comunicación, probablemente el más afectado ha sido la radio”.

    El auge de las redes sociales y el uso que se le da a las mismas, es una de las razones por las que se puede explicar la crisis de credibilidad por las que atraviesa el oficio del periodista. 

    “Eso (la credibilidad) se ha visto afectada en los últimos años por razón de las redes sociales. Ese formidable y maravilloso progreso electrónico, que debió haber sido la ayuda monumental de los medios, se convirtió en un problema con la mentira, la manipulación, la tergiversación. Esto ha sido generado, y vamos a ser sinceros, por los propios medios de comunicación”.

    “Cuando las redes sociales empezaron a tener auge, los medios, no desde el punto de vista periodístico, sino desde el punto de vista empresarial, creyeron que las noticias se encontraban en las redes y no necesitaban tantos periodistas. Y entonces comenzó su despido.  En los medios, sobre todo en los impresos, se ha producido una salida casi masiva de ellos, porque las empresas supusieron que podían encontrar las noticias directamente en el computador”. 

    “Los comunicadores se alejaron de las reglas básicas del periodismo como lo son el respeto, la sensatez y, sobre todo, la correcta conducta frente a las audiencias”. Por ello hay que calificar como “bochornoso” el incidente entre Azucena Uresti y el caso Debanhi.

    “Ambos cometieron errores. Una persona que es periodista y está haciendo entrevista, no tiene derecho a salirse de sus casillas. El entrevistador verá si él se sale de sus casillas. Ser entrevistador conlleva, entre otras características, tener humildad para aguantar cualquier despropósito que le haga el entrevistado”.

    Nadie quedó bien y mucho menos Azucena, el medio y el periodismo en general. 

    Esta situación sirve para, una vez más, convencerse de que “se tiene que rectificar el rumbo que lleva el periodismo mexicano. La arrogancia periodística está llegando a unos límites insoportables. Hoy los periodistas suponen mentalmente: ‘Yo tengo la razón en todo. Si ese entrevistado me contradice, tengo que revirarle’. No es revirarle. Si el entrevistado miente, díselo. Pero no le digas cretino, no le digas animal, imbécil. No es necesario”.

    “En las facultades de comunicación falta la enseñanza de más principios periodísticos, éticos y de comportamiento. No solo enseñar redacción, no solo enseñar cómo se pregunta, no solo enseñar cómo buscar las noticias. Hay que comenzar a enseñar principios. Imparcialidad, objetividad, independencia, el sentido de la veracidad. Hay que recuperar eso en las salas de redacción y en los salones de clases”.

    La soberbia de algunos periodistas  ha hecho que se altere la razón de los medios de comunicación. “Los hechos diarios del periodismo en México demuestran que la prensa ya no está actuando como contrapoder en el sentido clásico de la expresión. Sino como el primer poder. La prensa ya no es el contrapoder, ahora es el reemplazo de los poderes, y eso creen los periodistas”. 

    Los medios han presumido, en una demostración de poder, de haber tomado posición en favor de una candidatura, al punto de permitirnos ver reconocidos periodistas migrando a la opinión, a partidarios políticos sin dejarlo de presente a su audiencia. Un cubrimiento lleno de adjetivos, escalando un clima de ausencia de imparcialidad y objetividad, ha permitido que “la arrogancia periodística llegue a unos límites insoportables. 

    Y es que en México apenas inició el proceso de  campañas, pero la premura de quienes a menos de un año de los comicios llevaron sus cábalas al horario estelar, permiten asomar un estilo de periodismo con identidades a los medios americanos en cuanto al marcado proselitismo político. Observemos como ejemplo, el evidente contraste entre el tratamiento que da la prensa a un temperamento tan convulsionado y cambiante como el de los miembros de los partidos de la alianza opositora, para quien no sobra todo tipo de reportajes, extensos cubrimientos, dejando al descubierto su preferencia; frente al cubrimiento que hace de un carácter más ponderado y sereno en la figura del presidente de la República, quien evita confrontarla. 

    No podemos dejar de analizar en este punto, que esta respuesta de la prensa se manifiesta en un momento donde su status quo ha sido amenazado por la proliferación de las campañas políticas en las redes sociales, minando su influencia y presionando a la baja los costos de la pauta. El crecimiento de las conexiones de la ciudadanía a la red, de la mano de la expansión de la red móvil, aviva las contiendas y vuelve a las redes mecanismos de respuesta presurosa, emocional a la dinámica de la coyuntura y el debate político, presionando a los medios tradicionales a una competencia por mantener una posición en la opinión, lo que no puede suceder a costa de la imparcialidad, la objetividad y el análisis riguroso, horizonte de los medios informativos. 

    No hay peor novelista que aquel que piense que ha escrito la novela total, la novela perfecta, la novela que le cambiará el rostro a la literatura de su época. Semejante arrogancia sólo se merece el salario del desprecio. Son precisamente las imperfecciones de la novela las que la autentifican, y hasta en ocasiones la enriquecen. Ese tipo de arrogancia también puede afectar a los periodistas. Sobre todo aquellos que se sienten tocados por el dedo de Dios, los que pregonan que su verdad tiene más valor que la del resto del gremio. Entonces dejan de ser periodistas y se erigen en censores dogmáticos, en caudillos de la verdad; toman el báculo como profetas del Sinaí para dirigirse al mar Rojo y conseguir que las aguas se separen para que su pueblo avance hacia la verdad, con eso de que “la verdad os hará libres”.

    Claro, mientras eso sucede se vuelven un verdadero fastidio, son puntillosos, imperfectos perfeccionistas que esperan que los demás hagan las cosas bien, o al menos que el resto haga las cosas un poco como las hacen ellos. Se enfrascan en batallas áridas que no llevan a nada, en discusiones sofistas que sólo buscan el aplauso a su razón. ¡A huevo quieren tener la razón!, porque si no se las dan, qué caso tiene ser periodista.

  • “Las puertas del infierno las abrió Felipe Calderón”

    “Las puertas del infierno las abrió Felipe Calderón”

    La coalición PRI-PAN-PRD ha mostrado a los mexicanos la degradación a la que se llegó en este país como fruto de la violencia, la corrupción, el odio, la ambición, el poder, la injusticia. Es un descenso a los infiernos de las pasiones más viles que llevaron a millones de mexicanos a la muerte, la tortura, al sufrimiento, la zozobra, el desarraigo, el ultraje, la violación, la pérdida de libertad; en fin, al desconocimiento de la dignidad humana.

    Son miles de páginas, cientos de testimonios, decenas de reportajes donde se relata el terror y el horror vivido durante el calderonato, donde las víctimas fueron convertidas en monedas de cambio, mientras se les ultrajaba y vejaba de forma pavorosa.

    Retención ilegal de personas por parte de la PFP,  toma de rehenes y otras privaciones graves de la libertad por parte del ejército, nos han mostrado que fueron delitos atroces, crímenes de guerra y de lesa humanidad, agravados por homicidios, tortura, desaparición y violencia sexual, que bien podría juzgar la Corte Penal Internacional; pero que nunca fueron investigados a nivel nacional, por lo contrario, todo fue ocultado, incluso por los medios de información. De los más de 5,000 secuestros que en su momento se documentaron durante el sexenio de Felipe Calderón, 2860 serían víctimas de desaparición forzada estando en cautiverio, y 1627 asesinados por sus captores, cifras que no concuerdan, ya que solo en el periodo comprendido entre diciembre de 2006 y enero de 2012, murieron alrededor de 121,000 personas mediante ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales y agresiones a la autoridad. 

    Cierto ex capitán de la zona militar de Sinaloa (me reservo el nombre por su seguridad) comentó en su momento, al confesar los horrores de la violencia de la que fue partícipe: “El daño que hicimos en esta guerra es demasiado grande”. Existieron muchas víctimas directas que fueron trasladadas a uno de los campos de detención y hay que reconocer  que ellos estaban cerca de los marranos, les llegaba el olor constante y que no tenían agua suficiente y los marranos sí. Tenían sed, eran vilmente humillados. 

    Se multiplicaron los relatos sobre tocamientos y gestos obscenos, golpes con las culatas de las armas, burlas e insultos, cobros millonarios por rehenes que terminaban matando, jornadas de caminata encadenados y sin alimento o, incluso asesinato de quienes no podían seguir el paso de estos traslados. A todo esto, se sumaban las amenazas de muerte y los simulacros de fusilamiento como castigo, intimidación y humillación…. (un) secuestrado narró que en una oportunidad le pusieron a cavar un hueco con una pala, como si fuera una tumba, mientras le decían que lo iban a matar: “sentía que en cualquier momento que fuera a terminar de cavar, ellos dispararían”, comentó el ex militar.

    El abuso sexual por parte de militares y policías federales fue también una práctica abominable, una “detenida” narró como “Jonás” de la PFP, “la amenazó con armas, la violentó sexualmente y la privó de su libertad para violarla en repetidas ocasiones, diciéndole que, si no se iba con él, tomaría represalias contra su familia”. 

    A finales de la segunda mitad del sexenio de Calderón, se implementó la política para desarrollar criterios para el pago de recompensas por la captura o abatimiento en combate de cabecillas de las organizaciones armadas al margen de la ley, material de guerra, intendencia o comunicaciones e información que sirvieran de fundamento para la continuación de labores de inteligencia y el posterior planeamiento de operaciones.

    El ex capitán describe en qué consistía ese “falso positivo”: “La víctima de un falso positivo fue cualquier NN cuyo cadáver sirviera para inflar las estadísticas de las Fuerzas Armadas y para recibir una prima (dinero), un ascenso o unos días de licencia. Es un crimen que por eso no se puede comparar ni tratar de la misma manera que las desapariciones forzadas, las torturas, las masacres, los sicarios, los secuestros, las violaciones, las ordeñas de ductos de combustible o los incendios. Una inmundicia no justifica jamás otra inmundicia, pero los falsos positivos fueron el gran aporte del gobierno de México a la historia de la inmundicia en una guerra infame. O por lo menos yo no sé de otro país donde tantos hubieran sido asesinados para poder decir que estaban muertos.

    Durante ese período y con la finalidad de “justificar el ataque frontal y decisivo en contra del crimen organizado” se evidenció en diversas modalidades con la intención de mostrar a la sociedad y al gobierno de EU que la efectividad de la estrategia implementada por el gobierno de México era la adecuada y con ello se tendría mayor financiamiento y apoyo para combatir a las diversas células delictivas.

    Las víctimas escogidas y, muchas veces engañadas con oportunidades laborales, fueron generalmente jóvenes humildes, indocumentados, menores de edad, miembros de una comunidad indígena, estaban en situaciones de precariedad (habitantes de calles, vendedores ambulantes, recicladores), tenían alguna discapacidad, era desmovilizado de algún grupo armado o una persona LGBT. Una vez asesinados, los disfrazaban de camuflado de algún grupo armado, casi siempre con las siglas del Cártel de Sinaloa, Cártel de Juárez, Cártel del Golfo, Zetas y CJNG. 

    Al extrañar la no presencia de sus hijos, de sus familiares, de manera especial las madres que comenzaban a indagar y preguntar por la desaparición de sus seres queridos y posteriormente cuando se les identificaba, se les indicaba que “eran presuntos sicarios o miembros de cierto cártel y que habían caído en combate, y se les “invitaba” a rechazar y denunciar o mantenerse callados. 

    Hubo incluso muchas madres que se dirigieron hasta donde muchos jóvenes fueron trasladados, lugares denominados  “sitio de operaciones” , hasta donde los llevaron con engaños y después fueron asesinados vilmente. Hay relatos donde se señala que el responsable de dichos lugares, descalificaba totalmente a estas madres y además señalaba que sus hijos asesinados, tendrían “propósitos delincuenciales… no iban a tomar café”, de esa manera se pretendió justificar lo injustificable. Relatos que prueban que la guerra en contra del narcotráfico  fue una política criminal. Son evidencia contundente de que esos asesinatos fueron sistemáticos y generalizados, bajo el ala criminal de un gobierno que vendía ideas falsas de seguridad a cambio de beneficios para quienes entregaran resultados macabros. 

    Durante los años en las que las Fiscalías de cada estado conocieron estos y miles de casos más, aplicaron la estrategia de establecer la línea de abajo para escalar y llegar a los niveles altos; sin embargo este método llevó a que el ente investigador se constituyera en un mecanismo de impunidad, toda vez que la persecución penal se quedó en la base de los soldados y los agentes de las diversas corporaciones policiacas (municipales, estatales y federales) que recibieron las órdenes, y así no determinar la responsabilidad de los comandantes que daban las órdenes criminales. Todas estas conductas y prácticas, derivaron en la creación de diversos grupos delincuenciales que hoy en día están presentes en los diversos estados de la república, debido a la expulsión, deserción y persecución de muchos de quiénes participaron en tales hechos, sin mencionar aquellos que por decisión propia, ya sea por temor a las amenazas o por el pago por sus servicios, tomaron la decisión de incorporarse a las filas del crimen organizado.

    Todavía, hoy en día, los mexicanos esperamos que las máximas autoridades de justicia logren llegar a los máximos responsables de estos atroces asesinatos. Desde las organizaciones de Derechos Humanos, organizaciones civiles, ciudadanos y colectivos de madres y padres que, desde hace años están en busca de sus hijos, en busca de justicia, en busca de respuestas , y asimismo, de conocer quién dio la orden, refriéndonos expresamente a todos esos casos de asesinato de civiles indemnes e inocentes, para hacerlos pasar como narcos, pandilleros o sicarios muertos en combate, por parte de la Fuerza Pública..

    ¿Quién dio la orden? ¿Quiénes participaron? ¿Por qué los medios nunca hicieron cobertura especial de ello? ¿Quiénes son cómplices?” Muchas y diversas preguntas que mantienen abiertas profundas heridas en la sociedad mexicana. 

    ¿Cuándo se cerrarán las puertas del infierno y los demonios regresarán a sus calderos hirviertes?

  • Polarizados desde el pasado

    Polarizados desde el pasado

    Los mexicanos de hoy en día están viviendo un despertar a una realidad oculta, disfrazada y maquillada que durante años generó una enorme brecha entre unos y otros.

    Debemos ser insistentes en generar un cambio drástico y fortalecido por cada uno de nosotros mismos y de igual forma hacer notar a las nuevas generaciones que el México de antes debe de transformarse, que el del siglo XX ya no es ni debe de ser el México manejado desde la creencia de una base feudal,  que aunque ello no debe ser impedimento para encontrar varias similitudes para nada sorprendentes en los últimos tiempos, y más entre una gran parte de la sociedad que se siente pertenecer a una clase especial, a una élite social diferente a todos los demás y más aún a esa marcada diferenciación entre quienes se creen y/o aspiran pertenecer a la clase media mirando con desprecio, con repudio y con un gran dejo de clasismo y racismo al grueso de los mexicanos y más aún a quienes aún representan y pertenecen al sector de la población del criollismo de antaño.

    Ha sido mucha la demagogia cultural y política que se ha querido recrear en buena medida en torno a la figura del personaje político, del artista o el deportista, del periodista o el literato que se vale de la”cultura popular”, de la ignorancia del pueblo, de las tradiciones indígenas e incluso de las tragedias, en busca de la popularidad, de la fama, aunque en la realidad, sienten desprecio y repulsión por aquellos que los han encumbrado, que los han enriquecido: nada más falso, porque todos eso falsos ídolos, todos esos miembros de la “sociedad de élite”, solo han servido como puente para la dominación disfrazada como “identidad de todos”, de origen supuestamente popular y “festiva”, pero en realidad aristocrática y paradójicamente masificada.

    El ídolo de opinión, el intelectual o el literato, la diva de telenovela, el cómico o el deportista de éxito, el político representante de la sociedad, no deben ser ni son una figura de autoridad sino de honor, de ejemplo, de proyección y representación de valores morales, éticos y cívicos, de educación y respeto, de solidaridad y empatía. Por desgracia, con vergüenza y con tristeza, vemos que todo eso es en realidad otra cosa: machismo, bravuconada, desplante, honor adulterado, suplantación de lo caballeresco, prepotencia, improvisación, clasismo, racismo y desde luego que no hay en todo ello nada de cívico mucho menos de moral.

    Una de las características importantes del miembro de esa”clase social elitista” es el desprecio por un bien supremo, la vida, de la que si hubiera una mínima ética —ni se diga virtudes cívicas— no debiera disponerse así de las necesidades más básicas de la sociedad, dizque porque porque los más pobres, los más humildes, los de abajo, “no valen nada”.El “clase mediero”, “la dama de sociedad”, “el empresario de éxito”, “la diva de telenovela”, “el artista y el deportista popular”, “el legislador o el político”,  “el líder de opinión “, dan rienda suelta a la petulancia, la fanfarronería, el desprecio, la burla, la ingratitud, la liviandad, la frivolidad.

    La destructividad que no encuentra límite moral, intelectual, cultural y es “hipertrofia desorbitada con carencia total de objetividad”. A partir de cierto momento, para algunos, México y figurar en los medios, salir de la nada y de la nada crecer con bonanza social, financiera y material se volvieron “supuestos equivalentes”, mismos que por cierto, se acrecentaron justo cuando dieron inicio los tan dañinos ajustes estructurales y la inequitativa austeridad durante el sexenio de Miguel de la Madrid, que lo único que provocaron fue la desfiguración de la herencia popular, convirtiéndola dolorosamente en marginal.

    Una gran sensación de desencanto de fuerte magnitud se hizo presente desde los 70s en cierto sector de la clase media, lo que convirtió la “crisis de la moral social” en una frenética búsqueda a partir del sexenio de Miguel de la Madrid,  que fue en busca de “lealtades personales o de grupo, de confianza en las amistades, en las ‘relaciones’, en el afán de acomodarse”, pero sin ideales ni principios, y mucho menos con algún tipo de desinterés.Es en este mismo sentido que puede decirse que esa crisis no fue frenada por las instituciones del sistema político, al fin y al cabo endebles.

    “El afán de ostentación, el carácter derrochador, la fanfarronería, según Fernando Benítez, eran casi siempre rasgos privativos del español avecindado en las Indias (…)”. La vida de la mayoría de los mexicanos se iba en deudas, fiestas para amigos, compra de vistosas galas para las mujeres o hasta “desplantes de millonario” en las grandes ciudades. La fiesta se convirtió en “el ambiente natural del criollo”, en un festín interminable apoyado en la espalda de “millares de esclavos desconocidos”. Se imponía el tono de un Martín Cortés, la “grosera descortesía”; es curiosamente la desvergüenza a la que se refiere Escalante y que es también la del narcotraficante.La falta de razón moral se convertía, no sin cinismo, en una “filosofía de vida”, una supuesta “ética distinta de las que rigen en otras latitudes”, según Tarabana, personaje de Guzmán. “Lo que ocurre —dice aquél— es que la protección a la vida y a los bienes la imparten aquí los más violentos, los más inmorales, y eso convierte en una especie de instinto de conservación la inclinación de casi todos a aliarse con la inmoralidad y la violencia”.

    Ante la impunidad, el inseguro ha querido, ha intentado protegerse y no ha de importarle si para ello había que ‘ violar una ley o archivar un precepto moral.Con tal de “naturalizarse” y asimilarse a la élite, parte de la clase media está actuando a la usanza de los antiguos criollos: ostentando la fiesta (¿o su deseo de participación en el festín?), hasta el paroxismo en ciertos momentos del salinato, derrochando para “relacionarse” y haciendo del desplante una “identidad nacional”.La búsqueda de una identidad análoga a las élites sociales, ha llevado a muchos a la “americanización” de sus conductas e incluso agringando el pensamiento y el sentimiento de pertenecía, otros incluso, han ido en búsqueda desesperada de la europearización de sus raíces.

    Como sociedad, como parte integral de una nación, quienes se han esforzado por la desintegración social, de la precarización cultural, de la polarización social han sido quienes con desplantes de superioridad se muestran o se intentan mostrar “privilegiados” y merecedores de un trato especial y único. Cientos de jóvenes que por desgracia viven inmersos bajo la presión que les supone la imperiosa necesidad de gustarle a todo el mundo, de ser aceptados siempre y en todo lugar, de ser el agrado de quiénes lo rodean, buscando siempre ser el centro de atención. Jóvenes que viven bajo la enfermedad de la autoadulación, poseedores de una profunda herida narcisista, que les lleva a querer mostrar sólo su mejor cara y evitar cualquier conflicto.

    Seres humanos que a toda costa en lo profundo de su “yo privado” están propensos a probar un fuerte sentimiento de vergüenza que les hace sentir inadecuados en sí mismos o les atrapa la emoción de la culpa, al creer que no saben hacer las cosas. Este duro escrutinio autocrítico se activa cuando se sienten expuestos a la mirada del otro y les lleva a desaparecer detrás de una máscara de perfección. Los patitos feos suelen decir a menudo “no me importa” “no quiero líos” “no quiero que me vean como realmente soy” para justificar que detrás de las apariencias están renunciando a ser ellos mismos.

    A todas luces y en todos lados les gusta pavonearse, lo que los identifica como enfermos de vanidad. Se sienten urgidos de la admiración del prójimo, y para lograrlo despliegan todo su potencial ante los demás, como lo hace el pavo real con su deslumbrante cola. Son vanidosos porque tienen la autoestima baja pero no lo saben o no lo asimilan. Algunos de ellos, por desgracia, se ven en la necesidad de acudir a terapia por presentar agudos crisis de ansiedad o ataques de pánico debido a la presión a la que se someten a sí mismos para cubrir sus propios estándares o porque las críticas les dejan devastados dada su vulnerabilidad narcisista.Su enfermedad es la soberbia.

    Necesitan sentirse superiores a los demás y a ser posible el número uno del corral. No por un espíritu sano de competitividad, sino porque creen que los demás no le llegan ni a la suela de los zapatos. También pueden aparentar para manipular, vestirse de víctimas necesitadas para obtener algún beneficio (en el fondo consideran que los demás son unos bobalicones). Su postura narcisista les hace vulnerables porque necesitan compararse constantemente para sentir que ganan.

    Daño inmenso el causado a los jóvenes por un sistema económico, político y social implantando desde décadas pasadas y que ocasionaron una erosión en la sociedad de tal magnitud que ha causado la división de la sociedad, incluso entre familias, llevando de la mano, dentro de esa polarización, el clasismo, el racismo, la xenofobia y el odio hacia el humilde, el pobre, el de abajo.Nos falta mucho para ser y tener una sociedad unida y con la suficiente empatía con los desprotegidos. 

    “Las piruletas se derriten. Los globos se desinflan. El hombre espera” (Martin Levine).