Categoría: Lucía Deblock

  • Las falacias de Piña

    Las falacias de Piña

    Cuando la ministra Norma Piña decidió no ponerse de pie ante la llegada del presidente de México, en uno de los actos solemnes más importantes como la ceremonia de conmemoración por la Constitución de 1917, ya daba avisos de lo controversial que sería su gestión ante la SCJN.

    Aunque las opiniones estuvieron divididas entre quienes tienen micrófonos y algunos lo calificaron como una ostentosa falta al protocolo, otros añadían el irrespeto ante la figura presidencial, pero entre los ciudadanos comunes y corrientes ese gesto casi rústico de verla encorvada mientras aplaudía con displicencia, y su mohín de hastió dibujado por un viejo y ordinario rojo carmín, fue considerado una ofensa, porque hay algo fundamental en toda crítica y ataque que se hace a AMLO: cuando lo intentan humillar a él, nos humillan a nosotros, a quienes votamos por él, a quienes lo apoyamos, a quienes seguimos de cerca los avatares de la política, a quienes respaldamos el programa de la 4T y participamos activamente para mejorar a nuestro país.

    A partir de entonces, los mexicanos pusimos el ojo crítico sobre los quehaceres de la corte, donde todos esos señoritingos han hecho a su antojo la impartición de justicia.Uno tras otro, ejemplos sobran, los criminales empezaron a desfilar de sus celdas a la calle tranquilamente, conscientes que un buen abogado “con conectes” y dinero les garantiza un pase libre, sea cual sea su delito, sea cual fuere su situación legal.

    Y bajo el mandato de Piña, todo pinta a que esa tónica va a seguir siendo explotada, al fin, han tenido tiempo de sobra para decantar las excusas, las desestimaciones y los fracasos de la verdadera justicia, eso sí, con pleno derecho.Han pasado muchos años llenos de frustración y los mexicanos hemos aprendido que una de las máximas del neoliberalismo ha sido legalizar lo ilegal, para allanarse el camino, el propio y el de sus colegas.

    Prueba de ello es que en México, hasta la llegada de Obrador, la corrupción era considerada un delito menor. Por eso es tan difícil procesar casos como Odebrecht, Oro Negro y otros de altísimo perfil, con capacidad de indignar a una piedra.

    Aun así, los jueces siguen sin despeinarse. Los “presuntos” delincuentes son liberados los fines de semana, a altas horas de la noche, alegando alguna inconsistencia en la averiguación previa. Ese cuento, ya nos los sabemos. Y con Piña, todo seguirá igual o un poco peor, ya vimos cómo amenaza a senadores, en un momento pide, por lo bajo, en lo oscurito, el apoyo de la Guardia Nacional para resguardar el recinto de los ciudadanos inconformes que se solicitan su remoción y al siguiente, vota en contra del traslado de la misma GN al Ejército.

    Norma Piña se ha opuesto al menos en 15 proyectos de AMLO, no lo olvidamos.

    En días pasados se reunió con personas juzgadoras en Coahuila y con absoluto desparpajo y una caradura de campeonato se atrevió a asegurar que el Poder Judicial Federal (PJF) imparte justicia con ética, excelencia y unidad.

    Los mexicanos tenemos otros datos. Eso no se ve así a ras de calle. Por el contrario, una de las instituciones con los índices de confianza más bajos es la corte. Y desde el numerito de soberbia en Querétaro, más.

    Que alguien le avise a la presidenta del Consejo de la Judicatura Federal (CJF) y Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que nadie se fía de ella y que la estamos vigilando.

  • La casa del jabonero

    La casa del jabonero

    Pues todo ha salido según lo presupuestado, digamos que fue un fin de semana de elecciones sin sorpresas. Morena arrasa en el Estado de México y el PRI conserva Coahuila. Los ciudadanos salieron a cumplir con su deber ciudadano y, en términos generales, su deseo es que aquellos que fueron elegidos, cumplan.

    Los desinformadores hicieron lo suyo, los medios corporativos también desinformaron.

    La discusión sobre los resultados del voto electrónico está en la línea de salida y con toda seguridad, estaremos atentos a esta modalidad que, por un lado, le da la oportunidad de votar a los mexicanos radicados en el extranjero y, por otro, levanta un muro de desconfianza entre los ciudadanos forjados en sofisticados fraudes electorales.

    Al mismo tiempo, el cronómetro de varios personajes políticos ha sido liberado. AMLO, en la cuenta regresiva hacia el final de su presidencia. Ebrard, Sheinbaum y Adán Augusto echaron a andar el propio rumbo a una competida contienda interna con destino final en la elección presidencial del 2024. Noroña, encontrará acomodo en un puesto de elección popular que le de esa línea curricular que le falta a su vasta experiencia política: la administración.

    Personajes como Monreal y algunos más de la oposición, buscarán un nicho para guarecerse donde la aplanadora de Morena les provoque los menores daños posibles. Porque en la oposición, entre los viejos políticos este movimiento defensivo de mantener un bajo perfil tiene arraigo: miran desde un lugar seguro los acontecimientos políticos, escuchan tras los muros hasta dilucidar —y un poco especular— rumbo a dónde va la crecida política, entonces crean una estrategia y se apersonan, mostrándose como un solucionador.

    El problema con estos personajes es que no han sabido leer el radical cambio que se ha venido gestando en México. Me atrevo a especular un poco: la mayoría apostará por la división al seno de Morena, a los errores de quienes ostentan algún cargo público y sí, al uso propicio de la desinformación. La construcción, las propuestas, los proyectos sociales no forman parte de su inventario político.

    Porque la escena política en México es, otra vez, como la casa del jabonero: un terreno jabonoso que nos obliga a analizar la derrota en Coahuila, porque debemos reconocer que la gran diferencia de votos con la que ganó Manolo Jiménez (PRI-PAN-PRD), se debió, en gran medida, a las pugnas entre Morena y sus partidos “aliados”. A pesar de la burda estrategia de esos partidos satélite, Morena resbaló y perdió su capacidad de operar eficientemente. Pareciera que la experiencia de NL —donde se eligió al candidato equivocado—, la indisciplina mostrada por los grupos del partido en la contienda interna, el trabajo de campo deficiente y el tóxico protagonismo de algunos, no dejó ningún aprendizaje.

    Morena debería poner más atención a los mensajes que ya ha recibido de su electorado: los apoyamos, pero no vamos a votar por personajes impresentables. Como ejemplo, basta mirar a quiénes derrotaron en las urnas Sandra Cuevas y Samuel García o el escándalo en que se vio envuelta la ministra Yasmín Esquivel.

    López Obrador, mientras tanto, tendrá suficiente tiempo para concluir sus grandes proyectos y trazar el camino que dejará a su sucesor. Desde su tribuna mañanera seguirá subiendo el tono hasta que se entienda que las cosas han cambiado profunda y radicalmente y que no hay vuelta atrás: Morena está con el pueblo. Preparará el terreno para lo que se avecina: una profunda reforma al Poder Judicial —tan urgente como necesaria—, a los Órganos autónomos —como el INE, el INAI y CRE, entre otros— y si todo sale bien, la defenestrada Reforma Electoral tendrá otra oportunidad.

    Contrario a las adjetivaciones que recibimos de los “expertos en política”, somos los mexicanos quienes decidiremos el país que queremos y deberemos hacer una reflexión fina y cuidadosa, ya que, para conseguir esas reformas de gran calado, se requiere la mayoría absoluta en ambas cámaras y eso significa darle un gran poder a un solo partido. Es una gran responsabilidad. Por eso, a partir de este lunes, México se convertirá en una arena política similar a la casa del jabonero, donde el que no cae, resbala.

    Para darle la mayoría a Morena en las cámaras, sus dirigentes requieren hacer un concienzudo análisis de los personajes —ético, político, de trayectoria y probidad— que pretenden postular o de lo contrario, el proyecto 2024 puede nacer desvencijado, cojo o chipotudo, básicamente porque los mexicanos no estamos dispuestos a votar por personajes impresentables. Y ya se los demostramos. Prepárense para ver caídas y resbalones.

  • Mentir o cómo administrar la derrota

    Mentir o cómo administrar la derrota

    Para los mexicanos se va haciendo costumbre que cada reunión entre amigos o familiares, los temas políticos son parte indispensable de nuestras conversaciones. No siempre estamos de acuerdo, incluso podemos pensar diametralmente opuesto, pero hemos aprendido a escucharnos, al menos entre cercanos.

    Por el contrario, he notado que la época en que en cada simpatizante de AMLO había un ánimo de persuasión sobre el interlocutor, fuese quien fuese, ha llegado a su fin. Al menos, es mi percepción. Tras cuatro años de gobierno de la 4T, ya sabemos de qué va.

    Todos hemos tenido oportunidad de afinar nuestras opiniones, a favor y en contra, tenemos ejemplos de sobra y en cada obra de nuestro presidente y su gabinete, encontramos argumentos para consolidar nuestro criterio. De tal forma que cada vez esta más decantada nuestra intención de voto para el 24.

    Por eso me asombra tanto el cinismo de ciertos comentaristas de derecha, cuando en contra del sentido común y del buen juicio —respaldado en encuestas, hechos incontrovertibles y macroeconomía—, se atreven a asegurar que la oposición tiene probabilidades de ganar algo importante en el 2024.Por ahí han transmitido en vivo ciertas mesas de análisis, donde resulta muy interesante escuchar dónde y en qué se sustentan esas destinadas tesis.

    Algunos sostienen que Obrador ganó el 18 con ayuda silente del Pri, lo que no explica cómo es que Morena ha ganado la gubernatura en 21 estados, arrebatados limpiamente en las urnas a todos los partidos; otros opinan que la mayoría votó contra el Pri o el Pan —los más representativos—, pero que ahora viendo el “desastre de país que tenemos” volverá al camino del bien y en el 24 votará por la derecha. Por contraste, otros están convencidos que los votantes de la izquierda somos unos brutos que no sabemos interpretar ni analizar con profundidad la información que a todas luces indica —según ellos— que México está de cabeza.

    Por otro lado, mientras las encuestas reportan que los mexicanos cada vez conocemos mejor el desempeño, las pifias, las derrotas y las obras del gobierno, esta élite denigra nuestra aprobación y la traduce como la “vulgar popularidad de un animal político manipulador y oportunista”. Y mientras algunos de ellos —pocos, a decir verdad— se dan cuenta de lo que verdaderamente va a pasar en el 24, se sienten impotentes ante la avalancha de descalificaciones que como sapos espetan sus colegas.

    Dicho de otro modo, su capacidad de análisis es tan maleable que en la misma mesa de opinión los votantes, el pueblo —esa masa oscura y vívida que no comprenden— puede ser palurda o sabia, pero en ambos casos, sea cual sea la buena, va a “sacar a patadas” a Morena. Pero el más sorprendente fue ese comentarista —propenso a mentir y a escribir cartas públicas— que sostuvo estar seguro que el Pri ganaría el Estado de México y que su evidente enojo se debía a que “una delincuente, ratera como Delfina Gómez” pudiera ser candidata; su aquiescente interlocutor era ni más ni menos que Javier Lozano.

    Todo eso sucede mientras “sorpresivamente” Alito se destapa como presidenciable y las pugnas internas apremian la agonía del partido. Mientras los aspirantes del PAN se están despedazando entre ellos, dejando al descubierto la suciedad en la que se mueven; tratando de que el electorado olvide los escándalos de corrupción del Cártel Inmobiliario, entre otros.

    Mientras Delfina arrasa en sus mítines de campaña por todo el EdoMex y la pobre de Ale del Moral sufre del mismo abandono que Josefina Vázquez Mota en su momento, porque la misoginia política se da todos lados. Mientras en PVEM y el PT se deciden si apoyar a Morena en Coahuila o quedar malparados y con secuelas para sus alianzas a nivel nacional. Mientras el viejo y mañoso Dante Delgado pide el voto por los candidatos de Morena para las elecciones del próximo domingo.

    Más que mesa de análisis parece un ensayo sobre la administración de la derrota; en el mejor de los casos, es más parecido a un ruego, a un deseo.

  • Plan Cóndor 2.0: la pertinencia del recuerdo

    Plan Cóndor 2.0: la pertinencia del recuerdo

    Es imposible hablar del riesgo de México sin considerar el panorama regional e internacional; es cierto que México tiene sus propias y particulares aristas, pero con el triunfo de AMLO, se sumó a la ola de gobiernos progresistas de América Latina en búsqueda de justicia social y crecimiento económico. Mismos que han sido objetivo primordial del Plan Cóndor 2.0, operado por una ofensiva neoliberal y mediática de gran envergadura.

    Fraguado por la CIA en los años 70, El Plan Cóndor —intrínsecamente ligado a la Doctrina del Shock—, logró desarticular mediante la violencia a gobiernos progresistas, dirigentes de izquierda, partidos políticos de corte social y a sus voces más representativas, dando lugar a crueles dictaduras y a las historias más tristes y oscuras de nuestra América.  

    Casi sin notarlo, AL está convertida en campo fértil para los golpes de Estado. De los cinco ocurridos en el siglo XXI, tres han sido contra gobiernos de izquierda: Venezuela en 2002, contra Chávez; en Honduras en 2009 contra Manuel Zelaya y en 2012 contra Fernando Lugo en Paraguay. Y el denominador común ha sido el papel de las oligarquías mediáticas —Grupo Prisa en España; Grupo Clarín en Argentina; Televisa en México y CNN en EEUU—, que han probado su capacidad de articulación de manera ágil, ubicua.

    Los “Golpes de terciopelo” (golpes judiciales) han sido urdidos en diversas formas, como el impeachment contra Dilma Rousseff en 2016 y, más tarde, el impedimento a la postulación de Lula Da Silva, mediante un juicio y posterior encarcelamiento, basado en argumentos de dudosa legalidad, dando lugar a la ascensión del ultraderechista Bolsonaro. Algo parecido sucedió en Argentina con el desgaste mediático del kircherismo, provocando la victoria del empresario Macri. Incluso en Bolivia —país que ostenta las mejores tasas en reducción de la pobreza y el mayor crecimiento económico en AL, cuyos datos macroeconómicos son capaces de hacer palidecer a cualquier neoliberal—, enfrentó una derecha incisiva que consiguió impedir la reelección de Evo Morales en octubre de 2019 y su posterior deposición.

    El Plan Cóndor 2.0 también es un guión diseñado en Washington. Así lo define el filósofo Fernando Buen Abad, “El eje del Plan Cóndor 2.0 es mantener cautivos del mercado a los más de 500 millones de latinoamericanos, y la parte comunicacional se suma al modo tradicional de controlar la resistencia. Hay una lucha territorial al mismo tiempo que hay una lucha semántica. Y la punta de lanza de lo que denomino el Plan Cóndor Comunicacional son los medios, porque ahora las fuerzas de represión comunicacional tienen una capacidad de virulencia y coordinación muy rápida.”

    Por supuesto, existe un patrón y quién mejor lo ha esquematizado es Pedro Rioseco: todo empieza por la perfecta sincronía de una sucesión de conflictos artificialmente agravados por los medios, que son potenciados por las voces individuales de periodistas que, en una estrategia piraña, atacan desde todos los frentes, muchas veces utilizando, incluso, el mismo campo semántico de ideas, con la intención de obligar al gobierno a concentrarse en apagar estas emergencias o brotes de “ingobernabilidad” y alejarlos de la implementación de las políticas de cambio por las que fueron elegidos. 

    Luego, se hace presente la descalificación moral, dirigida principalmente a los dirigentes y a sus más cercanos colaboradores políticos, mediante vínculos a actos de corrupción, inmoralidad o ineptitud para gobernar. La “fabricación” de mártires derivados de las protestas sociales resulta un elemento indispensable en esta guerra; se ha comprobado que, en casos como el de Venezuela, la derecha actuó contra sus propios seguidores con la intención de inculpar del crimen a las fuerzas policiales o defensores del gobierno.

    Otro rasgo de la estrategia es trastocar la tranquilidad ciudadana y sembrar el terror mediante grupos organizados: guarimbas en Venezuela, maras en El Salvador, pandillas en Nicaragua, o ataques del narco en México. Simultáneamente, pero no menos importante, es el respaldo público de organismos internacionales y del gobierno de EEUU para boicotear los intentos de integración regional y amenazar con sanciones económicas que lastiman principalmente a la población.

    Para casi todos los mexicanos la sensación de familiaridad ante estas estrategias de desestabilización, es inevitable: tuvimos un presidente cuyo perfil fue confeccionado por una televisora, el intento de deposición de AMLO siendo jefe de gobierno de la CDMX, fraudes electorales, fuimos víctimas de una fallida guerra promovida desde el Estado que dejó más de 250 mil muertos y casi 35 mil desaparecidos. Los costos que hemos pagado han sido muy altos y si aún no somos expertos, siempre podemos volver a revisar la historia reciente de AL y recordar que en esta batalla caben todos los días, todos los muertos.  

    La pertinencia de recordar por lo que hemos pasado, desempolvar y dar brío a todo aquello que ha conformado nuestra sapiencia ciudadana se vuelve un acto prioritario frente a una de las batallas sociales más cruentas en la historia del México moderno: la elección presidencial del 2024.

    La oposición apostará su resto; nosotros, el futuro. Esta batalla necesita de todos. El banderazo será la culminación de las elecciones en EdoMéx y Coahuila. La guerra será sucia, sin duda.

  • El mundo apocalíptico de la derecha

    El mundo apocalíptico de la derecha

    Desde el inicio del sexenio, la oposición se ha encargado de viviseccionar todos y cada una de los movimientos del presidente López Obrador y, en menor medida, de los funcionarios de primera línea. Algunos, como López Gatell, padecieron de primera mano los embates de la estructura derechista para desprestigiar su autoridad y vilipendiar su persona.

    Ha sido una fórmula que han ejecutado con tesón, sin duda. Algunas veces, con mayor éxito que otras, pero en término generales, así como los funcionarios sufren un desgaste natural, las estrategias de la derecha también han ido deteriorando drásticamente.  

    Eso de oponerse a todo y por todo, argumentando razones cuasi apocalípticas, donde todo está a punto de desmoronarse debido a las malas gestiones del gobierno, ya no se los compra casi nadie. Desde “El peligro para México, los mexicanos hemos aprendido mucho sobre manipulación.

    Es verdad que todavía hay gente que los sintoniza y atiende sus informaciones, los sigue en RRSS y se suma a las campañas de forma voluntaria. Sostengo que es voluntario porque a estas alturas todos estamos conscientes del poder de un reenvío y un “me gusta”. Y está bien, ese sector de la población realmente cree en lo que le están diciendo esas voces o es lo que quieren escuchar. 

    Cuando esos mismos dicen que el clima de polaridad que está sufriendo el país es insostenible, se refieren más a una percepción que a una realidad. Puede significar que sus receptores habituales no comparten su visión, dudan de la información que poseen o su percepción o experiencia es completamente distinta. Lo mismo pasa con sus campañas de desinformación, algunas son tan elementales y absurdas —la torre chueca del AIFA, el artificial escándalo de la casa en Houston, por ejemplo— que no solamente no son verosímiles, sino que generan rechazo, porque en su burda confección se subestima al receptor. Y por regla general, a nadie le gusta que lo traten como estúpido.

    Conozco mucha gente que con la llegada de la 4T ha visto mermados sus ingresos, ya sea porque dejaron de ganar concursos millonarios de manera casi milagrosa o porque ya no les otorgan “becas” que les permitían andar con la nariz respingada durante muchos años; también hay quienes se vieron honestamente afectados por el cambio de políticas y reglamentos, o por los nuevos lineamientos anticorrupción.  Digamos que, en términos llanos, es fácil comprender el origen de su antagonismo. Hay otros que además del dinero, se han visto cubiertos por la deshonra y el descrédito, debido a que han quedado al descubierto las costuras de sus apostolados, pregonados con petulancia aprendida en alguna universidad extranjera.

    La prensa, hay mucho qué decir sobre la prensa y su ética, pero será tema de otra columna. Sin embargo, es parte fundamental del entramado de desinformación y golpeteo con el que las élites pretenden descarrilar a la 4T, aunque ha cobrado varias víctimas entre sus filas, son varios los encumbrados “periodistas” que han perdido la credibilidad y la confianza de la audiencia. Porque pareciera que después de los montajes de Loret, todos aprendieron la lección, no obstante, el odio que les provoca la pérdida de prerrogativas les ha pasado factura.

    La clase política está en fase de sobrevivencia. Sus alianzas antinaturales, la mística traicionada, las manchas de los diversos escándalos de corrupción, la falta de liderazgo y, sobre todo, la falta de propuestas, los tiene al borde la extinción. Por eso sus argumentos son sentencias abstractas, llenas de retórica sobre la destrucción.

    No, no hay clima de polarización. Alrededor del 70 por ciento de los mexicanos estamos de acuerdo con las políticas de la 4T que encabeza López Obrador. Y es muy probable que la próxima presidencia sea para Morena, al igual que la mayoría en las cámaras. El resto, la oposición, ese otro 30 por ciento, es muy ruidosa.

    La explicación podría ser muy sencilla: la mayoría de los mexicanos —ese 70 por ciento que apoya a la 4T—ha renunciado a ser parte de las diatribas groseras, falsas y apocalípticas que esgrime la oposición. Ya no quiere convencer a nadie, perdió el interés en mostrarles las bondades de nada. Esa mayoría ya es consciente de su fuerza y de sus capacidades y ya no le interesa dialogar con quien no muestra apertura ni disposición, porque no han comprendido que las circunstancias han cambiado, que México es otros y los mexicanos, también.

    Es por eso que recurren a la abstracción: “están arrasando con todo”, “Destruyen lo que nos llevó siglos construir”, “El INE no se toca”. Pero muchos mexicanos ya son conscientes que ese efectismo tremendista describe únicamente la destrucción de su mundo de prebendas y privilegios y no al México de todos. 

    Es por eso que su visión es apocalíptica.

  • Fentanilo y zombis, una historia gringa de corrupción

    Fentanilo y zombis, una historia gringa de corrupción

    La primera vez que escuché que EEUU certificaba entre buenos y malos a los países que hacían o no lo suficiente en el combate contra las drogas, yo era una adolescente apolítica y rebelde, con un copete ochentero que hoy podría ruborizarme. En ese entonces no era tan sencillo recabar información para contrastarla y sacar conclusiones propias, sin embargo, me las ingenié gracias a varias bibliotecas y aún entonces me pareció un enorme acto de hipocresía que el mayor consumidor de drogas del mundo calificara entre buenos y malos a quienes abastecían a sus propios yonquis. 

    Pero esa era la lógica que regía el mundo por entonces y los países hacían todo lo conducente para conseguir la “certificación” o, de lo contrario, corrían el riesgo de ser atacados por la potencia belicista más iracunda del planeta.

    Esa era la política antidrogas que imponía el mayor consumidor de estupefacientes. Y todos bailaban a ese son, aunque les ponían nombres bombásticos como “Plan Colombia” o “Iniciativa Mérida”, lo suficientemente abstractos como para encubrir que las agencias norteamericanas empezarían a operar sin control en los “territorios descertificados”, impondrían condiciones y control en las fuerzas públicas del orden, dictarían las prioridades de los operativos y señalarían los objetivos cuyo destino intermedio sería la extradición y, el final, alguna cárcel de máxima seguridad en uno de los largos desiertos gringos; todo esto encubierto bajo el manto ejecutivo de palabras como “cooperación”, “ayuda”, “capacitación” y el olor de muchos millones de billetes verdes que invariablemente terminaron por convencer a los congresos respectivos, que aceptaron tales intromisiones.

    Pero vamos por partes, mientras el “Plan Colombia” se ejecutaba con violencia extranjera, causando miles de muertes y el resquebrajamiento de la sociedad colombiana, en Miami los “Cocaine Cowboys” inundaban de drogas todo Norteamérica y sus propios capos eran entrevistados para la televisión nacional en calidad de deportistas de alto rendimiento. Simultáneamente, como consecuencia de la infame operación Irak-Contra —otro emblemático caso de corrupción norteamericano—, en California empieza a correr como agua de arroyo el crack. Desde Miami se proveía a los yuppies y de California a las clases trabajadoras. 

    Sin embargo, por ese mismo espacio de tiempo, con un perfil más bajo, el laboratorio Purdue Pharma sobornaba y extorsionaba a todo aquel que atentaba contra su lucrativo negocio de venta de un fármaco de la familia de los opioides, que podríamos describir básicamente como píldoras de heroína sintética, llamado Oxy Contin.

    El Oxy Contin se vendía masivamente como un medicamento seguro y eficaz contra el dolor; mediante agresivas campañas mediáticas aseguraban que sólo el 1% de los pacientes desarrollaba adicción, debido a la revolucionaria “liberación prolongada” que Purdue Pharma había patentado. Entonces, a través de una agencia de publicidad perteneciente al mismo grupo empresarial, sin muchos problemas, debido a que son muy creativos, fundaron la epidemia del dolor. 

    A la fecha han sido comprobados los sobornos y/o actos coercitivos realizados contra miembros del Senado, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), la DEA (Administración para el Control de Drogas) médicos y un sinfín de funcionarios intermedios que descubrieron la epidemia en gestación y trataron de impedirla. Para quienes no pudieron ser sobornados ni presionados, fueron defenestrados públicamente, hasta que finalmente perdieron su trabajo, la credibilidad o ambos. 

    El trato con las diferentes fiscalías estatales que intentaron llevarlos a juicio fue aún más sencillo, pues mediante agresivas estrategias legales les presionaban para llegar a acuerdos que se reducían a pagar ridículas multas, por cargos lo más nimio posibles, que por supuesto no empañaran sus buenos nombres inscritos en placas doradas que daban nombre a edificios en famosas universidades o salones en museos de prestigio internacional. 

    De esta manera Purdue Pharma creó, cultivó y atendió una creciente demanda a los opiáceos de liberación prolongada, por todo Estados Unidos.

    Y cuando los “Cowboys” de Miami fueron eliminados y esa red desmantelada, empezaron a aparecer como hongos “centros contra el dolor”, que eran atendidos por médicos que ya habían perdido el miedo a recetar opiáceos y habían ganado amor por el dinero fácil. Así, al Oxi Contin se le conocía como “La heroína rural” y todos felices, porque todo aquello era legal, ya que se obtenía mediante receta emitida por un especialista de la salud. Y si alguien tenía dudas, faltaba mirar los anuncios publicitarios protagonizados por “El alcalde del Pueblo”, el famoso Rudy Giuliani, en su calidad de director de Relaciones Públicas del laboratorio, quien, sin empacho, decía algo más o menos así: si quieres tener una vida de calidad, consume Oxy. Nada podía haber de ilegal o inmoral si lo decía Rudy, ¿o no?

    Para cuando la insaciable demanda de narcóticos adictivos se salió de control, los consumidores habían migrado a una opción más económica: la heroína callejera, debido a que, en el mercado negro, una pastilla de Oxy de 80mg no se conseguía por menos de 40 dólares. 

    A la par, las muertes por sobredosis conmocionaban a la sociedad norteamericana, que no atinaba a explicarse qué estaba sucediendo en los bien podados jardines del mejor país del mundo. Porque escapaba a su entendimiento que las instituciones y los funcionarios que debían protegerlos, habían sido corrompidos por el poder del capitalismo salvaje, que a todos parecía agradarles tanto y que, incluso, defendían con fervor.

    Cuando en México arrancaba con pomposa severidad la “Iniciativa Mérida”, Purdue Pharma había amasado una fortuna de más de 9 mil millones de dólares, había pagado multas por aproximadamente 700 millones sólo por la venta de Oxy Contin. También se extinguió el plazo de la patente de la heroína sintética de liberación prolongada, por lo que el mercado se inundó de más nombres y presentaciones de la misma droga o de algunas variaciones diseñadas en algún otro laboratorio, que ya tenían un camino previamente legalizado. Piece of cake, bro.

    Pero para el momento en que en México se asesinaban a 48 civiles diariamente y se violentaban flagrantemente los derechos humanos, también se marcaba con sangre el fin de la primera etapa de la “Iniciativa Mérida”, en EEUU, reventaba la burbuja inmobiliaria que provocó la crisis bursátil que afectó a todo el planeta y dejó sin posibilidades de pagar sus hipotecas al 37% de los norteamericanos. En esa coyuntura, otro laboratorio, llamado Insys, sacó a la venta una chupa pop de fentanilo. No, no es broma. Y sí, por supuesto era un fármaco destinado a gestionar el dolor en pacientes de cáncer en etapa terminal, pero sus directivos conocían de primera mano la “exitosa” historia del pionero Purdue, así que tomaron el manual y lo ejecutaron a la perfección, añadiendo algunos datos por demás pintorescos, como la adición de una estríper a un cargo directivo de ventas regionales, bajo el entendimiento que dicha señorita, durante su carrera de bailarina había desarrollado dotes casi sobrenaturales para descifrar a los clientes, por lo tanto poseía la mejor psicología aplicada en el terreno de la vendimia, lo cual demostró ampliamente al encumbrar a su equipo de vendedoras de chupa pops mortales a los primeros lugares de ventas.

    Así, otra voraz empresa capitalistas anduvo por el inescrupuloso camino fundado por Purdue, usó la misma estrategia y entendió que todo en Norteamérica estaba a la venta y que no existía la ética si de hacer dinero se trata. Insys también amasó una enorme fortuna y tampoco sintió ni un poco de vergüenza. Aunque su fiesta duró un poco menos, por supuesto, porque las autoridades también eran más experimentadas y las imágenes de sobredosis a lo largo y ancho del país, eran capaces de impresionar a cualquiera.  

    Y luego, aparecen los videos de zombis en Kesington, Filadelfia.  Y luego, Purdue Pharma se declara en bancarrota y culpable de vender opiáceos con engaños. Y luego, vemos a gente sin hogar, viviendo hacinados en sus autos o en las banquetas, en casas de campaña. Y luego, un senador republicano intenta culpar a México de la epidemia del fentanilo en Estados Unidos, justo después de que el gobierno del presidente López Obrador pusiera fin a la fallida “Iniciativa Mérida”.

    Parece chiste, pero es anécdota y de terror.

    A pesar del tiempo transcurrido, del altísimo costo que hemos tenido que pagar todos, particularmente colombianos y mexicanos, las circunstancias son otras y nos han cambiado como seres, como sociedad. Y a diferencia de hace 40 años, ya no estamos dispuestos a tolerar ese enorme acto de hipocresía y el cinismo gringo que apunta con el dedo a otros, para no hacerse cargo de sus asuntos. También nos adiestraron para desconfiar de los políticos artificiosos. Esto es serio y casi todos sabemos que mienten y manipulan. Basta ya de golpes de efecto, de verdades a medias, de daños colaterales, de muerte.

    Háganse cargo de sus asuntos, gringos.

  • Razones exorbitantes

    Razones exorbitantes

    Esta semana, la conferencia matutina vuelve a ser tema central de la discusión pública en México, desde que un grupito de opositores, pero con muchos micrófonos a la mano, declaran que “ante la degradación” del discurso público que estamos padeciendo, una solución es acabar con las mañeras del presidente, porque desde ese “púlpito” “se atizan los agravios preexistentes y se crean enemigos a conveniencia”. 

    Esta fue parte un diálogo sostenido entre una periodista y una analista política, en un foro público donde dejaron salir un largo lamento y, entre frase y frase —“se crean enemigos existenciales”, “no se puede hablar con los seducidos” y etc—, tal vez no han sido conscientes que, desde la elección de las palabras con las que formularon sus argumentos, dejaron al descubierto su soberbia, el sesgo y el desprecio que sienten por todos aquellos con quienes ya no pueden interactuar, debido a las diferencias ideológicas que “se promueven desde La mañanera”. Dicho en palabras simples: ya no pueden dialogar con quienes piensan diferente.

    Desde su perspectiva, ese México que las acostumbró a que todos callaban mientras ellas formulaban tesis, sentencias, juicios y opiniones —porque eso es un “especialista”, por supuesto— está desapareciendo y su público, antes sumiso y obsequioso, ahora pone en duda sus teorías.

    Radicalización, crispación, polarización es como algunos tratan de describir el tono de la discusión pública. Es curioso que, con excepción de Ricardo Monreal, quienes recurren a estos términos son mayormente los opositores. Son ellos los que quieren reconciliar el clima político a través de conversaciones civilizadas con los “seducidos”, antes denominados perros, borregos, adoctrinados y un largo etc.

    Para ello, también involucran el tono de la discusión en redes sociales, donde, en efecto, el tono es altamente tóxico. Sin embargo, la fenomenología de las redes es un asunto que conviene analizarlo por separado, pues arropa otros factores que no afectan exclusivamente a la política, pero como argumento para apuntalar su desamparo discursivo, les resulta válido.

    México ha experimentado un cambio profundo, en el que la sociedad se involucra, opina, se informa y participa. Llegar a este punto de ebullición social empezó por quitarnos el esparadrapo de encima, pagar caro la indiferencia política y creer a ciegas en lo que decían los expertos y especialistas. Y sí, también hemos tenido que reprimir el asco al conocer todo lo que hizo la clase política —en la que encajan a la perfección la prensa y la opinocracia pagada—en lo oscurito.

    Ser opositor requiere mucho más aplomo y gracia que el demostrado en ese foro. Ser demócrata requiere mucha más tolerancia. Ser opinador profesional requiere mucha más congruencia. Ser figura pública requiere de una piel más gruesa. Buscar la reconciliación empieza por la autocrítica, la humildad y el respeto, de otro modo, sólo son estrategias políticas fallidas o los lamentos gemebundos de los perdedores.

  • Derecha, hipocresía y cinismo

    Derecha, hipocresía y cinismo

    Esta semana ver, escuchar y leer noticias fue un acto tortuoso. Particularmente tras la reunión en el zócalo, la oposición en México hizo gala de una hipocresía y un cinismo que, un día sí y otro también, me puso de muy mal humor. 

    Comprendo perfectamente que ante las derrotas electorales que han sufrido y las que se perciben en su futuro próximo, sus estrategias son desesperadas y consistan en mentir, inventar, denunciar y reírse en la cara de la sociedad. A pesar de comprenderlo, cada vez me molesta más. 

    A ellos les dan lo mismo las demandas del pueblo. Cuando la mayoría de los mexicanos votamos por acabar con la burocracia dorada, los servidores públicos del INE anteponen sus excesos, sus caprichos. Para ello recurren a argumentos leguleyos y retuercen la ley cada vez que quieren, manipulando las circunstancias. Pero cuando se trata de callar a sus oponentes, llevan a cabo una ampulosa aplicación de los reglamentos. Lo que deriva en “acuerdos” tan ridículos como prohibir los Amlitos y Delfinitas de peluche. 

    Cuando los periodistas que antes fueron líderes de opinión se dicen “perseguidos” por el presidente, lo que en realidad quieren decir es que no están de acuerdo en que nadie los contradiga ni ponga en duda sus dichos. Acostumbrados a imponer su agenda y a editorializar el chayote, primero los dominó el desconcierto y luego, la exasperación, hasta convertirse en una ira descomunal. De tal modo que, poseídos por su cólera, sin quererlo, han revelado que creen que el derecho de libre expresión, de libre prensa y de réplica son únicamente para ser usados y explotados por ellos. Para ese grupo antagonista, ni tú ni yo, menos AMLO somos merecedores de esos derechos. 

    Por eso reaccionan con tal virulencia cuando los confrontan, no soportan el disenso y peor aún, el descrédito. Porque la falta de credibilidad para un periodista es similar al estado comatoso. Ahí están Loret de Mola y de Mauleón, sin disculparse por sus mentiras, sin aceptar sus errores, hoy en día nadie confía en su información. 

    A nadie le conviene más que a los opositores y a su prensa que apostar por la desmemoria, por la despolitización social, porque es en ese ambiente cuando ellos son libres de hacer y decir sin consecuencias, para imponer la narrativa e inocular la agenda que los tuvo durante muchos, muchos años colmados de privilegios.

    Cuando acusan a AMLO de incitar a sus seguidores mediante “discurso de odio en la mañanera”, lo que derivó en la quema de una efigie de cartón, el escándalo alcanza proporciones mayúsculas. Pero cuando ellos lo han hecho, callan o sonríen. Cuando ellos declaran que quisieran quemar vivos a los amlovers a la más pura usanza del medievo, o cuando incitan al magnicidio lo traducen en que tienen derecho a expresarse.

    Por supuesto, me resulta muy molesto, porque de manera implícita asumen que la mayoría de los mexicanos no tenemos criterio, por lo que reaccionamos como zombis ante las declaraciones del presidente, como si fuéramos unos palurdos incapaces de comprender y, por consiguiente, de indignarnos por el actuar de los jueces que desbloquean los multimillonarios recursos de ex funcionarios enjuiciados y encarcelados por actos de corrupción; tampoco gozamos de derecho de libre expresión, porque eso atenta contra sus delicadas y sensibles pieles.

    Cuando hacen este tipo de escándalos mediáticos lo que en verdad están tratando de acallar es el enorme poder de convocatoria de López Obrador, el apoyo popular que lo respalda. También quieren hacernos sentir que vivimos en un clima de polarización inadmisible, cuyo último fin es desincentivar cualquier acto de protesta. 

    Tampoco quieren que se note que esa reunión multitudinaria en el zócalo fue completamente pacífica —además de la piñata de Norma Piña, donde, por cierto, no se lastimó a nadie—, es decir, no se rompió ni un cristal. Y Norma Piña es una funcionaria del Estado, por lo tanto, está sujeta al escrutinio público, y ni modo, a los mexicanos nos gustan las piñatas.

    No intento pasar por alto que tal vez, sólo tal vez, ese acto puede contener cierto dejo de violencia política de género y que vivimos en un país donde los feminicidios han sido un mal mayor, sin embargo, matizo porque considero que, si la Suprema Corte estuviera presidida por un hombre, el reclamo hubiese sido el mismo. La efigie no representa a un funcionario, sino al Poder Judicial que nos ha fallado consistentemente a los mexicanos.

    Me parece muy reveladora la postura que ha asumido Denise Dresser. Ha repetido con vehemencia que la ministra ya no podrá salir a la calle, ir al supermercado sin ser confrontada por la gente. Tal vez lo dice con conocimiento de causa, por aquella vez cuando trató de utilizar una manifestación ciudadana para impulsar su agenda personal y fue confrontada en una plaza pública; quizá cada vez que ella sale a un lugar público los ciudadanos que antes la escuchaban justificar causas indefendibles, le reclamen su cinismo y su hipocresía. No deja de repetir que el presidente la ha nombrado 87 veces en la conferencia matutina —motivo por el cual ha demandado al Estado—, sin considerar las mentiras, imprecisiones y el sesgo con los que frecuentemente sazona sus opiniones sobre el gobierno y sus funcionarios.

    Como ella, yo también aspiro a vivir en un país libre, donde la gente no sea señalada por sus opiniones políticas, para eso, debemos empezar a respetar los derechos de los otros, aceptar el disenso y dejar de sobajar y sermonear a quienes opinan diferente.

    Estoy cansada del doble rasero de la prensa y de ciertos personajes políticos. Su postura de abierto cinismo ofende mi inteligencia y, como la semana pasada, rebasa mi capacidad de tolerancia. Una cosa es que atenten contra mis más elementales derechos, pero otra muy distinta es que asuman que no tengo razón para molestarme.

  • Perseguir unicornios, mientras AMLO y México prosperan

    Perseguir unicornios, mientras AMLO y México prosperan

    Con seguridad hoy encontraremos abundantes crónicas y reflexiones sobre la convocatoria de López Obrador a celebrar la Expropiación petrolera. Desde un zócalo congestionado por el júbilo y la solidaridad, dio un discurso que empezó como recordatorio de las gestas de nuestra historia más reciente, pero poco a poco la retórica fue volviéndose más contundente. “Nada de zigzaguear ni medias tintas”, “México no es un protectorado de EEUU”. “Habrá continuidad”. “Los oligarcas no regresarán al poder…”

    Hace una semana hablábamos del tono ríspido y rasposo (https://www.losreporteros.mx/operacion-rispido-y-rasposo/) que ha ido tomando el discurso de AMLO y, también, esbozamos algunas posibilidades de qué lo provoca. El sábado lo confirmamos: nuestro presidente llama enfáticamente a los mexicanos a defender la continuidad de la 4ª Transformación.

    Otro tema de forma, pero que conecta de inmediato con el fondo, es la actitud de la gente que acudió al Zócalo. Estaban felices de participar en ese momento histórico, se notaba su alegría por demostrar su apoyo a AMLO. No tenían que fingir, no hubo doble discurso para ocultar sus verdaderas motivaciones, no iban disfrazados de un color que los desmarcara de la deshonra que tiñe sus intereses. Desde la selva veracruzana no vi dobleces ni desinformación, por el contrario, todos lucían con orgullo su esencia, su origen, su verdad.

    Y es que lo mexicanos tenemos muchos motivos para sonreír, para el optimismo; como pocas veces, México tiene ante sí un panorama alentador, lleno de prosperidad y oportunidades.

    Mientras nuestra semana discurre con serenidad, el despertar en Europa fue convulso y se ve amenazado por la crisis bancaria; revueltas sociales, disminución de los derechos ciudadanos, violencia policiaca, indiferencia política, terrorismo, crisis migratoria y una posibilidad real de que la Guerra en Ucrania la arrastre al campo de batalla. Sin más, en estos momentos los alemanes se encuentran en un doloroso proceso de pérdida de la inocencia, al descubrir un escuadrón de periodistas al servicio del gobierno, que ha mentido descaradamente y les ha maquillado la información que les hizo creer que estaban por encima de todos. 

    Alboroto y desasosiego ha provocado la migración de los grandes capitales asiáticos, que huyen de la crisis de la otrora reputada banca suiza, ahora tambaleante, gracias a un grave problema de regulación y a un rescate apresurado; aunado a las excéntricas medidas tomadas por las autoridades financieras de la UE. Y en EEUU, a un panorama similar pero no igual, se superpone la sombra de un escándalo mayúsculo, ya que están por publicarse los informes de actividades financieras sospechosas en los que ha incurrido la familia Biden. 

    Mientras el primer ministro de Israel llama a sus ciudadanos “los arquitectos del terror”, en Ucrania —por si hiciera falta—, le cortan un dedo a quien irrumpe en una iglesia ortodoxa.  En México, tranquilamente, leemos larguísimas columnas de opinión donde se regatea el aforo en el zócalo.

    Últimamente, entre los grandes fondos de inversión, una voz recurrente señala que el lugar para invertir de forma segura, a mediano y largo plazo, es México. Incluso se escucha en televisión abierta a los detractores repetir: “Parece mentira que López Obrador lo esté haciendo tan bien…” Y esto se debe a los excelentes datos macroeconómicos que respaldan a nuestro país, conseguidos gracias a la disciplina y al impecable manejo de la economía de la 4T.

    La llegada de Tesla a nuestro país confirma esto último y se estima que generará cerca de 35 mil empleos. Sin embargo, los megaproyectos de AMLO generarán mucho más que eso, sólo la construcción del Tren Maya ha generado cerca de 80 mil empleos, la refinería Dos Bocas 34 mil y el corredor Interoceánico muy pronto reportará más de 550 mil empleos directos.

    En México se construyen algunas de las obras de infraestructura más grandes del mundo —Tren Maya, Refinería de Dos Bocas, AIFA, Corredor Interoceánico, entre otras—; se rescataron a las empresas paraestatales más importantes —CFE y Pemex—, a fin de conseguir la autosuficiencia energética, pero que tiene repercusiones transversales; por ejemplo, en México hay más proveedores de internet que en algunos países de Europa, el precio de los energéticos está bajo control, 80 millones de mexicanos tenemos acceso a Internet, lo que nos sitúa en el 8º lugar mundial, con el 72% de la población. Por otro lado, México ocupa el 7º lugar en el ranking mundial de productores de vehículo. Está en marcha el ambicioso plan de Salud gratuita para 126 millones de mexicanos, que ha tomado como modelo a los países nórdicos —entre los 5 países que conforman la región, apenas tienen 27.5 millones de habitantes. Y la lista puede seguir y seguir, o podríamos citar la crisis generada por la Covid-19 o los efectos de la Guerra.

    Cabe mencionar que todo eso se ha hecho sin contratar deuda. Así, simple y llano: cero pesos. 

    Somos muchos los que vemos en estas multimillonarias inversiones del Estado, que se traducen en empleos, seguridad y bienestar para los mexicanos, en una trasposición inmediata y cuantitativa de todo lo que nos han robado los regímenes neoliberales, que sólo consiguieron enriquecimientos inexplicables de unos cuantos y encumbrar a pocos, muy muy pocos, al podio de los más ricos del mundo.

    De hecho, que ciertos personajes persigan unicornios, es decir, que tengan tiempo, oportunidad y coraje de salir a medios a decir galimatías tan histriónicos como que “AMLO se expropia la Expropiación”, o que “El tren Maya va a cambiar el azul del mar Caribe”, sin sufrir ninguna represalia —además del desprestigio y la burla, por supuesto—, o que se atrevan con mentiras desproporcionadas que más tardan en confeccionar que en ser desmentidas, se debe en gran medida a esa firme gobernabilidad que, de la mano de AMLO, está cimentando a México. 

    Porque perseguir unicornios es una ocupación tan atrabiliaria como inútil; por ruidosa que sea, la contundencia de la realidad la nulifica. Y no cambiará el rumbo que la mayoría ha elegido para nuestro país, porque los mexicanos somos conscientes que todavía hay mucho por mejorar.

  • Operación ríspido y rasposo

    Operación ríspido y rasposo

    Acepta varias lecturas que el presidente López Obrador manifieste tajantemente que, a la luz de todo lo que se ha venido revelando tras las investigaciones de varias instituciones mexicanas y del juicio contra García Luna en Nueva York, ha cambiado de opinión y ahora se atreve a asegurar que, bajo las administraciones del PAN, México se convirtió en un narco estado. Que lo declare desde los intestinos del búnker —la obra emblemática del calderonato—, es cargar de significado su discurso, porque los que saben sostienen que, en política, la forma es fondo.

    Otro ejemplo: el viernes pasado sostuvo en la Mañanera que no iba a permitir que los medios empresariales —como Proceso y Animal Político que intentaban posicionar un tema— dictaran la agenda. Lo dijo así, ríspido y rasposo.

    El discurso de AMLO se ha venido endureciendo desde unas semanas atrás. Esto puede obedecer a varias razones y, tal vez, tenga un target específico. Es posible que le esté hablando a quienes infructuosamente han intentado empantanar en laberintos judiciales las obras emblemáticas de su gobierno, mediante el lawfare; los mismos a quienes ya no les funciona el constante golpeteo mediático, con el que pretendían enturbiar la administración de nuestro presidente, pero más importante aún, que han visto frustradas sus intenciones de abollar la catadura moral de López Obrador. Porque no hay nada más desquiciante para los gringos que un hombre de izquierdas honesto e irreprochable.

    Estoy segura que muchos hemos notado que el discurso que llega del norte también se ha endurecido. Si bien AMLO ha dicho que estas estrategias tienen tintes electorales, creo que los norteamericanos tienen muchos motivos adicionales para estar disgustados, porque ante el gobierno de la 4T no han encontrado fácil imponer sus condiciones, como antes, con los gobiernos neoliberales que eran complacientes, sumisos y llegaban a la mesa de negociación rendidos de antemano. 

    Hay varios asuntos que han descolocado a los gringos. Nuestra negativa a comprar maíz transgénico para consumo humano. La demanda contra los fabricantes de armas, quienes pertrechan a las organizaciones criminales con armamento de última generación. El señalamiento mordaz sobre la conveniente decisión de la corte en NY, que instó a las partes a no abordar las sumas millonarias que Genaro García Luna está blanqueando en Florida. Y así, cada vez que nos negamos a aceptar tratos comerciales injustos o desfavorables, nos amenazan con llevarnos a tribunales internacionales o paneles de controversias, y cuando llegamos a esas instancias, México ya ha ganado varias partidas en el sector automotor. 

    Pero tampoco les gusta cuando les decimos que no, cuando quieren intervenir en México con una versión maquillada de alguno de sus fallidos Planes, en su nueva lucha frontal contra el fentanilo, pero lo quieren implementar sin hacerse cargo de sus propios traficantes, de su propia corrupción, del alto consumo de drogas en su territorio, que los tiene en el primer lugar del ranking de fallecimientos por consumo de drogas, según datos de la UNODC.

    Es a estos personajes a quienes AMLO les habla golpeado, a ellos y a sus operadores mexicanos —ejemplo, esos que intentaron reventar la conferencia matutina del viernes—, por supuesto.

    Es un hecho indiscutible que López Obrador es quien marca la agenda pública desde 2017, lo que lo ha convertido en el hombre más influyente de México, por lo tanto, sus dichos causan ciertos efectos y provocan inercias insospechadas, tanto en los medios y la oposición, como en la sociedad. También en EEUU. 

    El caso contrario lo vimos muy recientemente, cuando Calderón pretendió instruirnos —mediante comunicado emitido desde España, tras la declaratoria de culpabilidad de García Luna— a que no caigamos en distracciones, como el trivial juicio contra su mano derecha, porque eso no sirve para nada ni es fundamental.  Como era de esperarse, sin estatura moral, ni una recua de mulas…

    La estrategia es bastante simple; en las conferencias matutinas AMLO ha hecho habitual la réplica a lo difundido por ciertos medios de comunicación nacionales y extranjeros, también se apoya en el Quién es quién en las mentiras, donde se objeta la infodemia que corre por los canales más inesperados de nuestra hiperconectada red de información.

    Como consecuencia, hace unas semanas tuvimos oportunidad de comprobar cómo el poder de los medios empresariales se ha visto notablemente disminuido. Me refiero al cerco informativo que los principales medios levantaron alrededor del juicio de Genaro García Luna; sin embargo, a través de la conferencia mañanera, nuevos medios no alineados y de los canales informativos del Estado, la cobertura fue puntual y abundante. Y, con ayuda de la caja de resonancia que son las redes sociales, el gobierno de AMLO consiguió romper el bloqueo informativo. 

    Antes de la llegada de AMLO a la presidencia y de que se lograran conjuntar dichos factores, el poder de los medios era inconmensurable y, probablemente, hubiera sido imposible tal hazaña.

    Mientras tanto, los políticos de Acción Nacional no pueden quitarse de encima las sombras del otrora poderoso Genaro García Luna, narco funcionario encumbrado a las más altas esferas del poder y convertido en multimillonario durante sus administraciones. Tampoco son capaces de sacudirse la suciedad que les han dejado los escándalos de abuso y corrupción en los que incurrieron muchos de sus correligionarios. Antes, con acudir a algún periodista de la nómina y esbozar una explicación más o menos creíble, resolvían el asunto, pero los tiempos han cambiado; sin duda, eso ya no les alcanza.

    Es tan oprobioso el resultado de sus delitos y fechorías, que gran parte de sus recursos —tiempo y dinero— es empleado en tratar de desmarcarse, de esquivar las consecuencias legales y el descrédito social. Los priístas padecen del mismo mal. Son sólo algunos de los motivos que los han llevado al límite y que los tienen arrinconados. También son algunas respuestas al por qué todo se ha ido radicalizando: los discursos van subiendo de tono hasta rayar en lo pendenciero, los movimientos son más erráticos y las declaraciones son cínicas y desquiciadas. Y del norte llegan amenazas intervencionistas. Aunque lo citado aquí no es más que una muestra de un fenómeno mayor y multifactorial, sirve para demostrar que en la oposición han perdido la capacidad de controlar los daños y a nuestro principal socio comercial cada vez se le dificulta imponernos condiciones leoninas.

    Hay otra lectura: creo que esa gradual pero evidente severidad en el discurso del presidente tiene como destinatario a la sociedad —su activo más valioso—, específicamente, el electorado del 2024. Siendo un poco quisquillosa, me aventuro a especular que el nuevo y rasposo tono de AMLO lleva implícito ciertos códigos, dirigidos a quienes no marchan con AMLO y tampoco se disfrazan de rosado, es decir, para aquellos que todavía no han definido su voto. Porque las campañas electorales del 24 se adivinan como arena colisea, donde hasta los detalles más nimios tienen una importancia irrenunciable. La 4T se juega la continuidad de su proyecto de nación y la oposición, la vida.  

    La 4T buscará la mayoría absoluta en ambas cámaras, para consolidar su proyecto político e implementar las Reformas Constitucionales frenadas por la oposición en este sexenio. Serán importantes a nivel regional otros proyectos que AMLO hará públicos antes de irse y los virreinales órganos autónomos estarán en el ojo del huracán; tal vez, incluso, alcance lugar preponderante la tan necesaria Reforma Judicial, porque los mexicanos tenemos hambre de justicia y una ambición insana por acabar con la impunidad. En términos electorales, no hay nada más jugoso que los deseos insatisfechos de una sociedad. Pero para capitalizarlo, Morena necesita de un candidato fuerte, bien apuntalado por el apoyo popular, a quien los poderes fácticos no hagan trastabillar, al menos no con la facilidad que lo ha conseguido en el Brasil de Dilma, en la Bolivia de Evo o en el Perú de Pedro.

    Los opositores se juegan la vida. Lo saben. Y aunque creen que no lo notamos, con énfasis de sobreviviente, espantan las moscas que huelen su descomposición.