Categoría: Luis Piña

  • Gentrificar es borrar historia: la CDMX entre dos modelos el de Alessandra y Brugada

    Gentrificar es borrar historia: la CDMX entre dos modelos el de Alessandra y Brugada

    En la Ciudad de México, la gentrificación avanza como una forma silenciosa, pero profundamente violenta. No solo se trata de un fenómeno económico que eleva los precios de las rentas y desplaza a los habitantes originarios; también es un proceso político y cultural que reconfigura los barrios para adaptarlos al consumo, al turismo y al mercado inmobiliario. Detrás de fachadas restauradas y cafeterías de autor, se esconde una estrategia sistemática para vaciar de sentido, historia y arraigo a comunidades enteras. La ciudad se vuelve una mercancía, y sus habitantes, un estorbo para los intereses del capital.

    En este contexto, el Bando 1 presentado por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, representa una postura valiente y necesaria. No es común que una administración capitalina reconozca de forma frontal los efectos nocivos de la gentrificación y proponga un paquete integral de medidas para frenarla. Desde el control de rentas y la regulación de Airbnb, hasta la creación de una defensoría inquilinaria y el impulso a la vivienda asequible, el Bando 1 busca defender el derecho al arraigo y a la ciudad para quienes la han sostenido por generaciones. Es, en muchos sentidos, una declaración de principios: la ciudad no debe ser gobernada solo para quienes pueden pagarla.

    Sin embargo, esta visión contrasta de forma aguda con las políticas y acciones de alcaldías gobernadas por la derecha, particularmente por el PAN y el PRI. Mientras el Gobierno central plantea medidas para frenar el despojo, en otras demarcaciones se ejecutan acciones que lo refuerzan. El caso más reciente y simbólicamente revelador, es el retiro arbitrario de las esculturas del Che Guevara y Fidel Castro en la colonia Tabacalera, ordenado por la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega. El argumento legalista sobre la supuesta “falta de permisos” no es más que una pantalla. En realidad, se trató de un acto ideológico: borrar todo rastro de una memoria incómoda para quienes celebran el modelo neoliberal.

    La eliminación de esas esculturas no es un hecho menor. Se trata de una expresión del desplazamiento cultural que acompaña a la gentrificación: cuando se reconfigura el espacio urbano no solo se modifica su uso, también se reescribe su historia. Las estatuas del Che y Fidel no eran un capricho estético, sino una referencia al vínculo histórico entre México y los movimientos de liberación en América Latina. Quitarlas es reescribir el espacio público desde una narrativa conservadora que busca eliminar todo símbolo que incomode al mercado o al statu quo.

    En paralelo, el cártel inmobiliario sigue operando con impunidad. Agrupaciones de desarrolladores, políticos y funcionarios han convertido el suelo urbano en un botín. A través de fraudes, uso ilegal de suelo, corrupción notarial y despojos sistemáticos, se alimenta una maquinaria que expulsa a inquilinos, destruye patrimonio y construye una ciudad para unos pocos. Lo peor es que estas redes no son marginales: forman parte estructural del modelo urbano impulsado por los gobiernos de derecha, que ven en la ciudad no un espacio de derechos, sino una plataforma de negocios.

    La gentrificación no es un accidente. Es una política de Estado cuando los gobiernos locales priorizan el turismo sobre el arraigo, el lucro sobre la comunidad, el blanqueamiento cultural sobre la diversidad. Es una estrategia de clase para vaciar la ciudad de pobres, de disidentes, de historia. Y el retiro de una escultura puede parecer anecdótico, pero es profundamente revelador: lo que molesta no es el bronce, sino lo que representa. Porque para la derecha, construir ciudad significa borrar a quienes la habitan y recordar solo lo que sirve al negocio.

    Por eso el debate no es solo sobre rentas o edificios: es sobre el derecho a existir en la ciudad, con memoria, con identidad y con justicia. En esa disputa, el Bando 1 es un primer paso, pero no bastará sin voluntad política, sin participación vecinal y sin frenar de raíz las alianzas entre políticos y desarrolladores. Hoy más que nunca, defender la ciudad es resistir al despojo económico… y también al desplazamiento simbólico y cultural que impone la derecha.

  • Sin rechazar al visitante hay que proteger al habitante

    Sin rechazar al visitante hay que proteger al habitante

    Esta semana destacó la manifestación que cientos de jóvenes realizaron en una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México: Roma, Condesa, Polanco. Su principal demanda fue combatir la gentrificación, una situación compleja y peligrosa, pero también difícil de atender.

    Si bien, en su mayoría, este problema es provocado por el asentamiento de extranjeros en estas zonas, quienes aprovechan principalmente las facilidades del home office, no son ellos los únicos responsables.

    La gentrificación comienza cuando personas con alto poder adquisitivo rentan o compran propiedades en determinada zona. Esto provoca la llegada de nuevos comercios, el aumento en el valor de los servicios y el encarecimiento de las rentas. Esta situación genera que quienes vivían ahí ya no puedan pagar las rentas o, si eran propietarios, no tengan recursos para cubrir los servicios. Así, miles de familias que habían crecido en esos barrios se ven obligadas a abandonarlos.

    Con el éxodo de los habitantes nativos, las costumbres desaparecen, el arraigo se pierde y comienza una crisis de vivienda, porque, a su vez, los desplazados buscan refugio en zonas más accesibles, replicando el fenómeno.

    Pero ese no es el único problema. También la pérdida de derechos para las y los jóvenes durante los gobiernos prianistas ha generado este descontento. La nula posibilidad de acceder a una vivienda propia, de obtener trabajos permanentes, de aspirar a una jubilación digna, sumado a los bajos salarios, ha dejado a generaciones enteras al margen de una vida estable.

    Si bien el presidente Andrés Manuel López Obrador implementó acciones para contrarrestar esto y las políticas de la Cuarta Transformación han reducido en parte la desigualdad social, aún falta mucho por hacer.

    La propuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum y de la jefa de Gobierno Clara Brugada sobre el acceso a la vivienda es de las más sólidas que existen actualmente. En la Ciudad de México, Brugada ha entregado viviendas en zonas céntricas gracias a que el INVI ya puede comprar terrenos y construir; sin embargo, para revertir décadas de desigualdad podría tomar hasta 20 años.

    Es urgente establecer límites a las plataformas digitales que rentan propiedades en moneda extranjera, implementar topes a las rentas y, principalmente, regular el estatus migratorio de las personas que viven en estas zonas sin tener en regla su situación legal.

    Se entiende que migrar es un derecho; no obstante, cuando la migración es desmedida y sin control, se convierte en un problema para quienes ya vivían ahí.

    La ciudad no puede seguir funcionando como un escaparate para el turismo de privilegio mientras expulsa a quienes la construyeron con su trabajo cotidiano. No se trata de rechazar al visitante, sino de proteger al habitante.

    La gentrificación no solo encarece el suelo: encarece la vida. Mata la memoria de los barrios y la sustituye por cafés de especialidad y departamentos de lujo en renta por noche. Destruye la idea de comunidad para dejar solo la fachada de una postal.

    Tal vez lo que urge no es solo una nueva política de vivienda, sino una nueva ética de ciudad. Una donde vivir no sea un lujo, sino un derecho. Una ciudad donde no importe de dónde vienes, sino que a nadie más tengas que desplazar para poder llegar.

  • El filo del abismo: la amenaza real de una guerra nuclear global

    El filo del abismo: la amenaza real de una guerra nuclear global

    Por décadas, el mundo ha cargado con el recuerdo de las dos guerras mundiales y la amenaza latente de una guerra nuclear. Se creyó que esa experiencia bastaría para mantener la paz. Sin embargo, la crisis actual entre Irán, Israel y Estados Unidos pone a la humanidad al borde de un abismo que podría superar en destrucción cualquier conflicto anterior.

    La noche del sábado 21 de junio de 2025, Estados Unidos, bajo órdenes directas del presidente Donald Trump, lanzó un ataque con bombarderos B-2 y misiles Tomahawk contra tres instalaciones nucleares iraníes: Fordow, Natanz e Isfahán. Este acto, lejos de ser un ataque quirúrgico contra objetivos militares, fue una agresión directa a instalaciones civiles nucleares y una violación clara del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), cuyo objetivo es impedir la expansión de armas nucleares y preservar la paz global.

    Este ataque rompe la estabilidad conseguida tras años de acuerdos como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), del que Estados Unidos se retiró en 2018, pero que mantenía controles fundamentales. Al bombardear estas instalaciones, Washington ha desafiado no solo a Irán, sino a todo el sistema internacional que busca contener la proliferación nuclear.

    La respuesta de Irán fue inmediata y contundente: lanzó misiles contra Israel y amenazó con cerrar el estrecho de Ormuz, una vía marítima estratégica por donde pasa cerca del 20% del petróleo mundial. Esta amenaza, sumada al bloqueo desde hace años del estrecho de Bab el Mandeb por fuerzas hutíes respaldadas por Irán, ya había tensionado las rutas comerciales vitales para la economía global.

    En Moscú, autoridades iraníes se reunieron con funcionarios rusos, buscando respaldo político y militar. Rusia, como potencia nuclear y actor estratégico global, condenó los ataques estadounidenses y advirtió sobre una escalada peligrosa, mientras se especula que podría incrementar su cooperación nuclear con Teherán. La alianza entre estas potencias nuclearmente armadas puede ser el preludio de un conflicto mucho más amplio.

    En el escenario global, la condena fue casi unánime: China, Rusia, Turquía, India, Sudáfrica, Brasil y la mayoría de países islámicos calificaron el ataque de ilegal y peligroso. La Unión Europea pidió desescalada, y sólo unos pocos, como Reino Unido y Argentina, expresaron apoyo condicionado a Estados Unidos.

    En Washington, el mensaje presidencial evidenció tensión y nerviosismo. Donald Trump, aunque intentó proyectar confianza, se mostró contenido. A su lado, Marco Rubio —exsenador y actual secretario de Estado— mostró gestos que denotaban preocupación y miedo, conscientes de que la línea roja ya fue cruzada y que no hay ruta clara para retroceder.

    El mundo hoy enfrenta un riesgo real: que Irán abandone el TNP, expulse a inspectores internacionales y acelere su programa nuclear clandestino. Que el estrecho de Ormuz quede cerrado y provoque una crisis energética global. Que la escalada de acciones y represalias desencadene un enfrentamiento directo entre potencias nucleares.

    Esto no es una guerra más en Medio Oriente. Es la posibilidad de un conflicto global con armamento capaz de destruir la civilización humana. La historia ha mostrado que las armas nucleares no son un juego; su uso o amenaza pueden desencadenar consecuencias irreversibles.

    Por ello, la comunidad internacional debe actuar con urgencia para restaurar la diplomacia y los mecanismos multilaterales. La guerra preventiva y la lógica del poder militar no pueden prevalecer. Si el mundo no detiene esta escalada, no estaremos ante una catástrofe regional, sino ante el precipicio de la extinción.

    La humanidad hoy está más cerca que nunca de esa línea de no retorno. Y esta vez, no podrá decir que no lo vio venir.

  • El secreto de las fuerzas armadas de E.U., 1 de cada 5 son latinos o hispanos

    El secreto de las fuerzas armadas de E.U., 1 de cada 5 son latinos o hispanos

    Mucho se ha hablado del desfile militar que el presidente Donald Trump ordenó como parte de la conmemoración de los 250 años de las fuerzas armadas norteamericanas o, como otras personas lo han señalado, para festejar su cumpleaños. Pues, al mero estilo de dictadores como Porfirio Díaz, Trump aprovechó una fecha patriótica para hacerse un pachangón.

    Todas y todos sabemos del racismo y la embestida voraz que el Ejecutivo norteamericano está implementando en contra de los migrantes latinos, lo que ha provocado una desestabilización muy importante en distintas ciudades como California. Pero hay un tema que poco se ha mencionado al respecto: la evidente falta de apropiación del ejército norteamericano y de experiencia ante dicho acto.

    Los desfiles militares sirven para mostrar el poderío, la organización y la preparación del ejército. A través de la marcha coordinada, el uso de uniformes, armamento y vehículos, se exhiben disciplina, cohesión y capacidad de respuesta. Además, refuerzan el orgullo nacional y el sentido de pertenencia. Se preparan como forma de rendir homenaje a la patria y a quienes la defienden.

    Pero este desfile militar solo expuso que el gobierno norteamericano no tiene preparación, ni una marcha coordinada, ni siquiera uniformes a su medida.

    Tal vez esto también tenga que ver con las políticas de Trump en contra de los latinos, porque no hay que olvidar lo cercanos que están Estados Unidos y América Latina, no solo por geografía, sino por su gente.

    Fuentes del Departamento de Defensa, en su informe demográfico de 2022, refieren que el 18.4 % de las personas activas de las fuerzas armadas norteamericanas se identifican como hispanos o latinos, mientras que en el Ejército el porcentaje es de aproximadamente 20.4 % para el personal activo, considerando tanto oficiales como alistados. En la Marina, el 16.6 % se identifica como hispano o latino.

    Pero en su informe de 2023, el número aumentó en la Marina hasta 27.7 % de fuerza activa hispana o latina. Es decir, uno de cada cinco miembros en servicio activo de Estados Unidos se identifica como hispano o latino.

    A eso le sumamos que la música que ambientó el desfile era del género Heavy Metal, música creada en Inglaterra. La mayoría de artistas que sonaron eran británicos, como Black Sabbath, AC/DC y Deep Purple. Paradójicamente, un desfile que pretendía exaltar el orgullo estadounidense terminó pareciendo un tributo a la corona británica.

    ¿Qué sentido de identidad puede tener una fuerza armada que desprecia sus raíces latinas, olvida sus propios símbolos culturales y celebra su día más importante con música extranjera? Quizá la respuesta está en lo que Trump quiere borrar: que gran parte del músculo que mueve a Estados Unidos habla español, tiene raíces en Oaxaca, en Michoacán, en El Salvador o en Puerto Rico.

    La migración no es un delito. Es una respuesta a las crisis que el propio sistema ha generado. Criminalizar al migrante mientras se celebra la libertad es la contradicción más grande de un imperio en decadencia. Y tal vez por eso, ni con todo su poderío, lograron hacer un desfile que uniera a su nación. Porque no se puede marchar en bloque cuando se excluye a quien camina contigo.

  • Trump revive el odio: redadas migratorias y represión en EE.UU.

    Trump revive el odio: redadas migratorias y represión en EE.UU.

    La noche del jueves, las calles de Los Ángeles, Nueva York, Chicago y otras ciudades de Estados Unidos volvieron a ser escenario de una vieja pesadilla: redadas masivas de ICE contra trabajadores y familias migrantes. En algunos estados, los operativos se desplegaron incluso en zonas escolares, tribunales y mercados. La intención era clara: generar miedo, forzar el silencio y criminalizar la necesidad humana más básica: la de buscar una vida mejor.

    En total, más de 40 personas fueron detenidas en California y otras 80 a nivel nacional, según organizaciones de defensa de derechos civiles. Lo que alarmó no fue solo la cifra, sino la brutalidad. Vehículos blindados, elementos armados, intimidación y persecución a plena luz del día. Las redadas, lejos de garantizar seguridad, desataron pánico entre niños, trabajadores y comunidades enteras. Y como era de esperarse, las protestas no se hicieron esperar.

    Desde Texas hasta Massachusetts, miles de personas salieron a las calles a defender el derecho de existir sin miedo. Fueron ciudadanos, no criminales, quienes alzaron la voz contra una política migratoria retrógrada. Y, como en los peores tiempos, la respuesta fue represión: gases lacrimógenos, detenciones arbitrarias y uso excesivo de la fuerza. La narrativa del “orden” se impuso sobre los derechos humanos.

    La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no tardó en pronunciarse. Lo hizo con claridad: “Con la integración de una nueva Corte, vamos a erradicar las redes de corrupción que por años estuvieron coludidas con quienes atacan a nuestros migrantes. México no se quedará callado ante la represión de nuestros paisanos”. Sus palabras, lejos de ser diplomáticas, fueron firmes. Y eso es lo que se necesita frente a un gobierno como el de Trump, que insiste en construir muros físicos y simbólicos.

    El discurso antiinmigrante de Trump, aunque disfrazado de seguridad nacional, es profundamente racista. Se alimenta del miedo al otro, al diferente, al que no nació “en el lugar correcto”. En su visión, el migrante latino es una amenaza, no un ser humano. Pero la realidad desmiente ese discurso: los migrantes son quienes limpian oficinas, cosechan alimentos, cuidan ancianos, construyen edificios y generan riqueza en un país que no siempre los reconoce.

    Decir que “migrar es un delito” es no entender las causas profundas del desplazamiento. Nadie abandona su hogar por gusto. Las razones son múltiples: pobreza, violencia, crisis climática, persecución política. Lo que para unos es un acto de supervivencia, para otros se convierte en motivo de castigo. Esa es la gran contradicción moral del discurso antiinmigrante: criminaliza al vulnerable en lugar de cuestionar las estructuras que lo obligan a migrar.

    Lo que ocurrió ayer en Estados Unidos no debe ser normalizado. No es “parte de la política migratoria”, no es “un tema interno”. Es una violación a los derechos humanos y una afrenta a los valores de libertad y justicia que dicen defender. Por eso es importante que desde México y desde América Latina sigamos levantando la voz. Porque nuestros migrantes no son cifras ni enemigos. Son madres, padres, estudiantes, soñadores. Son parte de nuestras comunidades, aquí y allá.

    Hoy, más que nunca, se vuelve urgente recordar que la migración no es el problema. El verdadero problema es la indiferencia, la hipocresía y el uso político del dolor humano. En vez de redadas, hace falta cooperación. En vez de miedo, se necesita dignidad. Y mientras haya un migrante perseguido, no habrá justicia completa ni aquí ni en ninguna parte del mundo.

  • México: una partida donde nadie quiere empatar

    México: una partida donde nadie quiere empatar

    Esta semana fue un parteaguas para la política nacional. Sin duda, los dos temas que concentraron la agenda pública fueron aquellos que, sin exagerar, marcarán un antes y un después en nuestro país. Algo así como si comenzara una nueva y compleja partida de ajedrez.

    El ajedrez no es solo un juego de estrategia, es un lenguaje silencioso donde cada pieza tiene un rol específico, una jerarquía y un propósito. El rey, aunque central, es lento y vulnerable; la reina, poderosa y versátil, mueve los hilos con fuerza. Los alfiles y caballos son impredecibles, mientras que las torres representan estructuras firmes. Pero son los peones, los más subestimados, quienes abren la partida y muchas veces la definen. En política, como en el ajedrez, las jugadas apresuradas, los movimientos impulsivos y el desprecio por las reglas terminan por volcar el tablero. Esta semana, México pareció sumido en una partida rota.

    Todo comenzó con el trágico y condenable asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, los colaboradores más cercanos e importantes de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada.

    Quienes planearon el atentado lo hicieron de una manera tan minuciosa que no solo eligieron a una secretaria particular y a un coordinador de ascensores. Escogieron a la familia política de la mandataria capitalina, y me atrevo a decir que a la mitad del cerebro del gobierno de la Ciudad de México.

    Mucho me he sentado a reflexionar sobre el tema. Evidentemente, como en cualquier episodio de esta magnitud, las especulaciones abundan. En mi reflexión, pensé que tanto Xime como Pepe fueron observados desde mucho antes de que siquiera se decidiera que serían ellos las víctimas. Como reportero de la fuente capitalina, tengo miles de videos de los distintos eventos públicos en los que estuvieron presentes, entre la gente, siempre discretos.

    Ya más tranquilo, entendí que quienes decidieron atentar contra ellos no fueron simples observadores de asambleas o actos públicos. Ellos tenían un perfil bajo: acercaban el agua, entregaban las tarjetas informativas, hacían el trabajo que a simple vista parece rutinario y simple, que si en algún momento faltaran habría quien lo supliera. Pero su lugar en el ajedrez político era vital.

    Quien eligió que fueran ellos quienes pagaran con su vida el costo del mejoramiento de la ciudad, fue alguien que conocía a fondo los engranajes del poder capitalino. Alguien que sabía que para llegar a Clara Brugada, primero había que pasar por Xime y por Pepe.

    Por ello, con profundo respeto, me atrevo a decir que en el tablero político su muerte equivale a la caída de un alfil. Después del rey y la reina, son de las piezas más importantes. No siempre visibles, pero imprescindibles para proteger a quien lidera. Su ausencia deja vulnerable el flanco más delicado del poder.

    Del otro lado del tablero se encuentra la CNTE. Una organización con larga trayectoria en la lucha social, formadora de conciencia y base de lo que llevó al movimiento de la Cuarta Transformación al poder. Porque Morena no es solo un partido: es un movimiento.

    Durante años, la CNTE ha sido reconocida por su habilidad política, su fuerza en las calles y su legitimidad como voz del magisterio. Sin embargo, esta semana actuaron más como caballos desbocados que como estrategas. Perdieron la oportunidad de sentarse con la presidenta Claudia Sheinbaum por tomar una decisión impulsiva: agredir a periodistas cuando ya tenían una reunión pactada.

    A pesar de que, por primera vez en la historia moderna del país, un gobierno les ha abierto la puerta al diálogo y ha puesto propuestas concretas sobre la mesa, la CNTE eligió la imposición antes que la negociación. Como en una partida de ajedrez en la que un jugador sacrifica piezas sin calcular las consecuencias, sus movimientos recientes parecen estar guiados por el enojo más que por la razón.

    El problema de actuar sin estrategia en un tablero político es que se corre el riesgo de convertirse en un peón que se mueve sin dirección, o peor, en un caballo que salta por impulso pero termina acorralado. Porque en política, como en el ajedrez, no gana quien grita más fuerte, sino quien piensa con más calma.

    Y al final, tal vez lo que realmente deberíamos preguntarnos es: ¿quién mueve las piezas que nadie ve? ¿Quién diseña los ataques que parecen espontáneos? ¿Y cuántas partidas se están jugando, mientras nosotros solo alcanzamos a ver un fragmento del tablero? Esto sin sumar a la estrategia al nuevo embajador norteamericano que se caracteriza por ser integrante de Fuerzas Especiales y de la CIA.

  • Democracia, pero tantita, lo que quiere Salinas Pliego, Panistas y Priistas

    Democracia, pero tantita, lo que quiere Salinas Pliego, Panistas y Priistas

    Según la base de la democracia está en la soberanía popular; es decir, del principio de que el poder político emana del pueblo, tal como lo establece nuestra propia Constitución.

    A partir de este principio se construyen varios pilares fundamentales: las elecciones libres y periódicas, para que el pueblo elija a sus representantes; el Estado de derecho, donde las leyes se aplican por igual a todas y todos, incluyendo a los gobernantes; la separación de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para evitar concentraciones de poder; el reconocimiento de derechos y libertades fundamentales como la libertad de expresión, asociación, prensa, religión, entre otros; la participación ciudadana, que no se limita al voto, sino que incluye el derecho a organizarse, protestar y vigilar al poder; y, por último, el pluralismo político, que garantiza el respeto a la diversidad de opiniones e ideologías.

    Dicho esto, uno puede observar cómo la democracia mexicana se encuentra en un proceso de consolidación. Esto explica por qué quienes durante décadas ostentaron el poder, y hoy se autodenominan demócratas, se resisten a los cambios que apuntan precisamente a profundizar la participación popular.

    Un claro ejemplo es la próxima elección para la renovación del Poder Judicial. Por primera vez en la historia moderna de nuestro país, se contempla que juezas, jueces, magistradas, magistrados y ministras o ministros de la Suprema Corte sean electos mediante el voto ciudadano. A pesar de ello, quienes dicen defender la democracia impulsan que esta elección no se lleve a cabo, negándose así a que el pueblo participe en la definición de uno de los poderes más opacos del Estado.

    No sorprende que Ricardo Salinas Pliego, el mayor deudor del fisco en México, sea uno de los principales opositores a esta medida. Pero más allá de sus intereses económicos, es preocupante que figuras políticas del viejo régimen, como algunos panistas y priistas, retomen y amplifiquen su discurso, en defensa de un poder judicial que históricamente ha servido más a los intereses del poder económico que a la justicia del pueblo.

    Es importante recordar que el Poder Judicial no es infalible, y que su composición actual no garantiza ni imparcialidad ni equidad. Los casos de corrupción, los fallos que favorecen a grandes empresas o criminales de cuello blanco, y el distanciamiento con la ciudadanía, justifican plenamente la exigencia de una transformación de fondo.

    Negarse a que el pueblo vote por quienes impartirán justicia no es una defensa de la democracia, sino una reacción temerosa ante su verdadero avance. Lo que está en juego no es solo la reforma de una institución, sino el modelo de país que queremos: uno donde el poder se concentre en élites blindadas o uno donde el pueblo tenga voz también en los asuntos más trascendentes.

    La democracia no se agota en lo electoral, pero tampoco puede fortalecerse si el voto se convierte en privilegio para unos cuantos temas y se le niega al pueblo cuando realmente importa. Quienes se oponen a la elección del Poder Judicial quizás no temen al caos, sino al orden nuevo que pueda surgir del mandato popular. ¿Y si el verdadero miedo es que por primera vez, la justicia también se elija en las urnas?

  • Hasta siempre José Mujica

    Hasta siempre José Mujica

    La historia de América Latina está tejida por figuras que, más allá del poder, encarnaron ideales profundos. José “Pepe” Mujica fue una de ellas. Su legado no solo vive en Uruguay, sino en cada rincón del continente donde aún se cree en la justicia social, la democracia participativa y la dignidad por encima del consumo. Hoy, a sus 89 años, el expresidente uruguayo ha partido, pero su palabra queda resonando como una brújula ética para las izquierdas del mundo.

    Mujica no fue un político tradicional. Fue guerrillero, preso político, agricultor y finalmente presidente. Su paso por el poder no fue para acumular privilegios, sino para desmantelarlos. Gobernó desde la humildad, rechazó lujos, vivió en su chacra y donó la mayor parte de su salario. Pero su austeridad no fue pose: fue coherencia. Ese ejemplo ha sido un faro para líderes como Andrés Manuel López Obrador, con quien compartió no solo una visión de país desde abajo, sino también una mística de transformación sin rencores.

    Ideológicamente, Mujica revitalizó a la izquierda latinoamericana desde la ética de la solidaridad y el sentido común. Defendió la soberanía frente al capital financiero y abogó por una integración regional sin hegemonismos. Pero su mayor lucha fue cultural: combatir el egoísmo y la indiferencia en un mundo dominado por el mercado. Como él decía, “no venimos al mundo solo a competir, sino a convivir”.

    En Uruguay, dejó un país más justo y libre. Legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, no desde el capricho, sino desde la lógica de ampliar derechos y reducir daños. Bajo su gobierno, el país mejoró sus indicadores sociales y mantuvo su estabilidad democrática. No gobernó para el aplauso, sino para la posteridad.

    Mujica también le habló a los jóvenes con una claridad brutal pero esperanzadora. Los invitó a cuestionarlo todo, a no vender su vida por cosas, a rebelarse sin odio. Su discurso ante la ONU en 2013 sigue siendo una joya de humanidad y lucidez, un llamado urgente a frenar el consumismo y construir otra forma de habitar el planeta. Una visión profundamente afín a las juventudes que hoy, desde el feminismo, el ambientalismo y la lucha por la equidad, exigen una nueva izquierda.

    Hoy América Latina pierde a uno de sus mejores. Pero su ejemplo permanece. Como AMLO y ahora la Presidenta, Claudia Sheinbaum, Mujica demostró que se puede gobernar desde el amor al pueblo, sin traicionar los principios. Que la honestidad en política no es ingenuidad, sino fuerza. Que la humildad no es debilidad, sino coraje.

    José Mujica no buscó dejar monumentos ni estatuas. Pero dejó algo más profundo: una semilla. La de una izquierda con alma, con ética, con rumbo. La de un continente que aún sueña con justicia. Y esa semilla, mientras haya memoria y lucha, seguirá germinando.

    Porque los grandes no mueren. Se siembran.

  • Luz, Cámara y… a recuperar la soberanía nacional del Cine Mexicano

    Luz, Cámara y… a recuperar la soberanía nacional del Cine Mexicano

    A finales de la semana pasada, desde la Mañanera del Pueblo, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una importante inversión para renovar las instalaciones de los Estudios Churubusco, una noticia que dejó atónitos al sector cultural y a los cinéfilos del país.

    Si bien muchos podrían preguntarse: ¿Qué relevancia puede tener esto?, hay que recordar que el declive del cine mexicano comenzó en los años noventa, específicamente con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

    En el TLCAN, los servicios audiovisuales se abordaron principalmente en los capítulos relacionados con el comercio de servicios y la inversión. México acordó otorgar un trato no menos favorable a los proveedores de servicios de los otros países miembros, lo que implicó que no podía imponer restricciones que favorecieran a su industria cinematográfica nacional sobre las extranjeras.

    Esta decisión fue una estocada importante para la producción cinematográfica mexicana, principalmente porque, para entonces, Hollywood ya dominaba la industria a nivel mundial. En cambio, Canadá sí protegió su identidad cultural mediante reservas expresas.

    Los Estudios Churubusco son uno de los pilares más importantes e históricos del cine mexicano y latinoamericano. En este lugar se han rodado clásicos como Los olvidados, de Luis Buñuel; La perla, de Emilio Fernández; y Tizoc, de Ismael Rodríguez, la cual catapultó la carrera de Pedro Infante y María Félix.

    Incluso se han grabado películas importantes del cine contemporáneo, como Amores perros, de Alejandro González Iñárritu; El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro; así como Y tu mamá también y Roma, de Alfonso Cuarón.

    La inversión que la presidenta anunció el 9 de mayo es un paso estratégico de alto impacto en términos culturales, económicos y simbólicos para nuestro país. Permitirá reducir los costos de producción del cine mexicano, atraerá proyectos que de otro modo se realizarían en el extranjero, ofrecerá espacios equipados para nuevas producciones nacionales y ayudará a recuperar la soberanía sobre nuestras narrativas.

    Otro punto relevante es la generación de empleos y la reactivación de la economía local, pues la industria cinematográfica emplea a miles de técnicos, creativos, actores y proveedores. Invertir en los Churubusco significa reactivar cadenas de valor locales: vestuario, escenografía, transporte, catering, entre muchas otras.

    En resumen, la rehabilitación de los Churubusco es mucho más que restaurar edificios: es una apuesta por la identidad, la memoria, la soberanía cultural y el futuro del cine mexicano. Puede convertirse en una plataforma para que México cuente sus propias historias, con autonomía y calidad técnica.

    Porque mientras otros firmaron para silenciar al cine mexicano y olvidar su valor cultural, hoy el Estado vuelve a apostar por darle voz. Y en tiempos donde sobran pantallas pero faltan historias propias, esa voz no solo debe escucharse… debe retumbar.

  • Dracarys al transporte público de la Ciudad de México

    Dracarys al transporte público de la Ciudad de México

    En Game of Thrones, los Targaryen se presentan como una estirpe de sangre ardiente, capaz de conquistar reinos… o reducirlos a cenizas. En House of the Dragon, esa misma dinastía demuestra que su verdadero legado no es la gloria, sino la destrucción. Algo parecido podría estar a punto de ocurrir en la Ciudad de México, si se confirma lo que muchos ya dan por hecho: que Adrián Rubalcava, apodado “el Dragón” en Cuajimalpa, tomará las riendas del Metro capitalino.

    Y como buen Targaryen tropical, Rubalcava no llega a gobernar: llega a incendiar. Porque el Metro, ya de por sí en crisis, podría convertirse en el próximo reino arrasado por ambiciones personales, pactos oscuros y una historia plagada de escándalos.

    Apenas vamos saliendo del tema de los pinchazos, cuando se filtró una supuesta carta de renuncia que confirma lo que desde hace meses se rumora en los pasillos del poder: que el actual director del Metro, Guillermo Calderón, dejará el cargo para dar paso al exalcalde de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava.

    La posible llegada de un personaje como Rubalcava no solo despierta sospechas, sino que prende las alarmas. Más aún considerando los persistentes señalamientos sobre la opacidad en la administración de este sistema de transporte.

    Adrián Rubalcava, “el Dragón”, como se le conoce en Cuajimalpa, logró llegar a esa alcaldía con el respaldo del PRI. Sin embargo, al no ser elegido como candidato a la Jefatura de Gobierno y tras la designación de Santiago Taboada, abandonó al tricolor y se sumó a Morena.

    En lo que muchos ven como un escándalo político disfrazado de favor, se estima que la jefa de Gobierno, Clara Brugada, lo designará como nuevo director del Metro este 5 de mayo. Y eso, con justa razón, preocupa a la ciudadanía.

    Rubalcava no llega con las manos limpias. En 2023 fue acusado de enviar a grupos a agredir a simpatizantes de Taboada, según denuncias de miembros del PRI. Aunque el hecho no ha sido confirmado oficialmente, el contexto político lo vuelve verosímil.

    Uno de los episodios más graves durante su gestión como alcalde fue la presunta irregularidad en adquisiciones públicas. En 2019, contrató a la empresa “Energétika Sustentable y Ecológica S.A. de C.V.” por más de 6.8 millones de pesos para adquirir equipos de seguridad. La Auditoría Superior de la Ciudad de México advirtió que esta empresa ya había incumplido contratos previos y, pese a ello, recibió el pago completo sin entregar lo acordado.

    Con proyectos millonarios en puerta para el mejoramiento del Metro, resulta preocupante que quien dirija esta institución esté involucrado en ese tipo de antecedentes.

    Pero no es todo. Entre 2021 y 2023, Rubalcava omitió información en sus declaraciones patrimoniales, como su participación en la empresa Katamon Industrial y Comercial. También existen inconsistencias en la compra de un inmueble, tanto en el valor como en la fecha de adquisición. Según la Ley de Responsabilidades Administrativas de la Ciudad de México, estas omisiones podrían constituir faltas graves.

    En otro escándalo, personal de limpia de Cuajimalpa lo acusó de haber tolerado, o permitido, una red de cobros ilegales por la recolección de basura. Se estima que se recaudaron más de 500 mil pesos bajo este esquema.

    Con estos antecedentes, resulta difícil comprender por qué alguien como Rubalcava estaría en consideración para dirigir uno de los sistemas de transporte más estratégicos del país. Y sin embargo, todo indica que así será.

    Porque en esta ciudad, los escándalos no inhabilitan: se premian. El Metro, que debería estar conducido por manos técnicas, parece que pasará a manos de ambiciones políticas. Y eso nos obliga a preguntarnos: ¿de verdad estamos condenados a movernos entre la opacidad y la impunidad?