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  • LA MANIPULACIÓN Y EL CHANTAJE

    LA MANIPULACIÓN Y EL CHANTAJE

    Estos dos conceptos se encuentran íntimamente relacionados, puesto que la manipulación es el objetivo del chantaje, es decir, que este se lleva a cabo para conseguir un fin especifico y al doblar la voluntad de alguien y someterla a los deseos de otro mediante una amenaza, se manipula a una persona en contra de su voluntad.

    Chantajes hay muchos y muy variados, pero el mecanismo es el mismo:

    Haz aquello o no lo hagas, so pena de un castigo sobre ti mismo, tu imagen o, en el peor de los casos, tus seres queridos, que son vistos como debilidades por el chantajista manipulador.

    El chantajista primeramente se coloca en la posición de poder que le da poseer algo que la víctima no, como puede ser la suficiente locura o crueldad para rebajar aquello que para una persona es intocable e invaluable a la mera categoría de una mercancía que se puede negociar e intercambiar por beneficios propios.

    Al chantajista sólo le importan sus fines, que siempre son egoístas, aún cuando los disfrace de consignas o una supuesta justicia en aras de resarcimiento por afrentas del pasado.

    Para el chantajista sólo importa conseguir su objetivo, que a menudo es, sobre todas las cosas, destruir al chantajeado, reducirlo a su esclavo, un títere cuyos hilos sólo pueda jalar él o ella, para sentir el poder que proviene de contemplar la voluntad de otro que, probablemente le agravió, en contra de sí mismo o sus más preciados intereses y así consumar una venganza sobre él que sea más dulce que la muerte o su desaparición, es decir, conservarle la vida, pero sólo para observarle cumplir los deseos propios como una extensión de él mismo, para proyectarse y extenderse en el otro y así suplantar su actuar sin tener siquiera qué tocarle un pelo, y quizá tampoco a quien se ve amenazado, puesto que la mera noción del daño que se describe en el chantaje, es a menudo suficiente para motivar al chantajeado a actuar en contra de su voluntad y a favor del chantajista.

    El chantaje es una expresión de violencia extremadamente destructiva, pues denigra la condición humana de todos los involucrados de la siguiente manera:

    El chantajista requiere una dosis enorme de indiferencia y rencor para llegar a deshumanizar no sólo a su víctima, sino a aquellos a quienes amenaza y a menudo lo logra convenciéndose a sí mismo de la pertinencia o justicia de sus acciones, ya sea en la persecución de una venganza o algún fin mezquino, que necesita ser encubierto detrás de una distorsión de la realidad que logre hacer tolerable el enorme daño expansivo que supone esta acción, pues las consecuencias a menudo se extienden más allá de la víctima, sobre todo cuando se le amenaza a través del daño a su familia, hijos, pareja o su propia imagen, en cualquiera de estos casos, la amenaza es hacia el exterior, lo cuál la obliga a actuar en secreto a veces dañándose a sí mismo en el camino o a otras personas.

    El chantajista debe lograr denigrar primero a su víctima al punto de dejar de sentir cualquier compasión por ella o su futuro, puesto que el chantaje debe ser creíble y para tal propósito, se debe acompañar de amenazas plausibles que parezcan realistas y por lo mismo, aterradoras para la víctima, que activa el mecanismo de supervivencia personal y en el peor de los casos, el instinto protector hacia su núcleo socio afectivo, por lo que el perpetrador debe hacerse de un fin más allá de cualquier filtro moral, para poder transformar todo aquello que rodee a su víctima, en medios para conseguir un fin, aún cuando se trate de personas inocentes y vulnerables, como los niños, por ejemplo, a quienes debe observar también como simples instrumentos para conseguir los propósitos que se haya fijado.

    La víctima es denigrada al tratársele como un títere y amenazársele con acciones que traspasan los límites de la cordura, además de que muchas veces, para lograr acreditarse, el chantajista cumple algunas de sus amenazas sin llegar a las últimas, pues estas dejarían a la víctima sin nada qué perder, de manera que siempre se cuida de mantener viva en ella, la zozobra que implica el que su caso puede ir complicándose cada vez más, mientras el chantajista avanza traspasando uno a uno los límites de la moral. La sensación de tranquilidad se pierde y se reemplaza con una noción constante de alerta que pone a la víctima en una situación de estrés exacerbado; una vez perdida esta sensación de seguridad, será muy difícil recuperarla, puesto que la víctima ha permitido que su paz sea robada y se ha violentado el respeto a su voluntad, lo cuál la dejará con fuertes cicatrices en su autoestima y le hará muy difícil recuperarse.

    Finalmente, las víctimas indirectas del chantaje, como pueden ser familiares, colegas, amigos, pareja o hijos, quienes reciben una dosis de violencia al ser rebajados a una condición de recipientes de las amenazas cumplidas del chantajista, son expuestos a información verídica o falsa, que destruya o dañe severamente la reputación de la víctima, hechos de la vida privada que distorsionen su imagen muchas veces, siendo expuestos a la revelación de secretos sobre la víctima, que dañarán su estado emocional, pues frecuentemente poseen un vínculo afectivo con esta y la revelación de hechos privados da la sensación de traición y destruye la confianza.

    El chantaje es tan pernicioso que puede orillar a otros a efectuarlo, pues suele llevarse a cabo a niveles delictivos o simplemente afectivos o familiares, sin que varíe en lo más mínimo su procedimiento, sino sólo los elementos externos de los que se vale, sin embargo, el daño es muy similar, pues lentamente destruye a quienes son víctimas de él, enrareciendo el ambiente y convirtiendo el entorno familiar en un lugar hostil, lo cuál es extremadamente peligroso, pues un espacio que debería considerarse seguro, es transformado en aquél en el que nadie puede sentirse a salvo, ni su privacidad, pues el chantajista siempre estará listo para tomar aquello que dañe a otro y utilizarlo en su contra.

    El chantaje destruye la confianza y la esperanza, pues abre la puerta a pensamientos deprimentes respecto a los semejantes, quienes pueden en cualquier momento hacerte daño si saben cosas sobre ti.

    La violencia que resulta del chantaje aísla a las personas, provocando que se vuelvan introvertidas y desconfiadas, las incapacita para entablar relaciones sanas basadas en la confianza y también distorsiona sus valores, pues al ser niños y convivir con un chantajista, es muy probable que eventualmente recurran a esta conducta como método para defenderse de algo que consideren amenazante o injusto, es decir, se habrá inculcado en ellos que la injusticia y la violencia, son maneras adecuadas de protegerse.

    Las personas que han sido expuestas a manipulaciones por chantaje desde su niñez, frecuentemente desconocen otra manera de conseguir cualquier cosa, su lenguaje está lleno de amenazas y, aunque no intenten cumplirlas, su mente está acostumbrada a funcionar de esa manera: si no existe el temor a una pena corporal o emocional, no hay motivación para hacer nada.

    Existen múltiples factores que pueden promover la manipulación por chantaje, siendo los entornos más propicios, aquellos en los que las creencias religiosas de tipo conductista (premio – castigo), forman parte activa de la enseñanza de valores, moldeando cada aspecto de la vida de acuerdo a modelos fijos e inflexibles de conducta, que son constantemente medidos de acuerdo a consecuencias y castigos corporales disfrazados de espirituales, que a su vez dañan a niveles más profundos que los físicos a quienes son sometidos a ellos.

    A menudo la noción de una deidad que basa su “gobierno” en amenazas y promesas de acuerdo al proceder y el nivel de obediencia de sus siervos, se encuentra equipada con mitos antiguos que describen el cumplimiento de esas amenazas, proveyéndole credibilidad suficiente para ser considerado capaz, lo cuál no sólo pone a girar el sistema de creencias de tales congregaciones al rededor del chantaje y la manipulación, sino que valida estas conductas y las eleva al nivel máximo de la superioridad moral, habilitando a las figuras de autoridad de tales estructuras a emular los mismos esquemas de control y convivencia.

    Al ser vistos como “actos divinos”, los episodios de chantaje y manipulación son ubicados en el espacio de aquello no sólo permisible, sino deseable, puesto que el fin último de los miembros de estas congregaciones es asimilarse a su deidad y seguir su ejemplo.

    Es fundamental señalar que estos patrones de conducta son generalmente disfrazados y ocultados entre todos los ritos y ceremonias, esforzándose por todos los medios de evitar ser explícitos en su implementación, no así en su ejecución, que por regla general, convierte estos espacios en autoritarios, verticales y promotores de la obediencia ciega, lo cuál los hace inseguros y muy propicios para el abuso en todas sus variantes.

    Sin temor a redundar, una vez más debemos reconocer la mano del neoliberalismo y la sociedad de consumo voraz como causante de fenómenos tan perjudiciales para el estado emocional y mental de la sociedad como el chantaje y la manipulación, resultante del proyecto de vida dominante en la actualidad, que asume los deseos y anhelos personales como único fin de la existencia y todo lo que rodea al individuo, como medios para lograr sus fines, sin importar absolutamente nada más, trasladando la amoralidad del capital a relaciones interpersonales que son despojadas de toda compasión y humanidad, lo cuál constituye el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de estos vicios y conductas anti sociales que lo mismo pueden manifestarse en la privacidad del hogar, como llegar a convertirse en forma de vida y obtención de beneficios económicos a cualquier nivel. 

    La manera de neutralizar y combatir el chantaje es fomentar la asertividad en la comunicación de la personas, una actitud activa ante los desafíos y retos que amenacen el bienestar personal y la promoción del valor y la esperanza basados en la capacidad humana para edificar el mundo que se desea, así como para aceptar los aspectos irremediables de la vida.

    También, a nivel social y educativo, alentar una convivencia horizontal entre las personas, promoviendo la empatía y la compasión evitando el juicio mutuo, de manera que las acciones se sometan constantemente al filtro de los efectos que pueden ocasionar en los demás, es decir, el desarrollo del sentido común. Una sociedad que se preocupa constantemente por el bienestar común, alentará la noción de empatía y solidaridad, que agrega acción a las simples limitaciones morales que presenta la mayoría de las creencias religiosas occidentales o incluso las actuales tendencias de puritanismo mediático y censura, es decir, una constante actividad en bien de los demás, que agregue servicio desinteresado y exalte las recompensas del trabajo colectivo ayudará a los integrantes de ese núcleo a valorar el bien que puede hacerse hacia los demás y el inmenso poder que poseen para transformar las vidas propias y de sus semejantes, que en un estricto sentido, es exactamente el mismo que se tiene para dañarlos.

    Los valores humanos como la virtud, la moral y la ética constantemente perseguidos pero no como un fin, sino como un medio para alcanzar el fin superior de la edificación de un ser humano pleno y feliz que, posteriormente construya sociedades semejantes, ayudarán a desterrar las ideas funcionalistas que son capaces de instrumentalizar cualquier cosa o persona para el alcance de fines egoístas de todo tipo, sin considerar ningún costo o efecto en el bienestar propio, el de los demás o el entorno.

    DA CAPO

    Actualmente el espíritu social se encuentra bombardeado por conceptos y dinámicas auto complacientes, que tienen como fin último el empoderar al individuo a través de la noción del deseo como un derecho y así promover la nula capacidad de aterrizar sobre las realidades de la vida, por más desagradables que estas sean.

  • Firme dilema

    Firme dilema

    Donde quiera se lee a feministas combatir entre ellas sobre dos posturas opuestas: aceptar o disentir sobre un tema que radicaliza a unas y modera a otras, el tema (que no me corresponde abordar ahora) etiqueta incluso las razones de un bando como “discurso de odio”, lo que activa inmediatamente la batería de sensores en redes en contra de aquellas que se atrevan a disentir sobre una postura que pelea sobre derechos identitarios que las otras no están dispuestas a aceptar.

    Al etiquetar como “discurso de odio” alguna postura en un debate público, lo que se está haciendo es exiliarlo de la conversación, silenciarlo tajantemente por considerar que una postura opuesta a alguna conducta o estilo de vida atenta contra los derechos humanos y corre el riesgo de propagarse como fundamento para enfoques más radicalizados, que incluso puedan llegar a extremos violentos o hasta genocidas.

    En sí misma esta lógica se antoja un tanto violenta, ya que arrebata la voz a un interlocutor basada en prejuicios que intentan prevenir resultados funestos, actuando justo como ellos temen que se actúe sobre ellos, lo cuál constituye un dilema extremadamente intrincado, pues nos coloca frente al acertijo de elegir qué discursos son indignos de coexistir y cuáles deben prevalecer en una sociedad libre y democrática, desapareciéndolos de un golpe junto con sus portadores, aunque siempre evitando llegar a ser explícitos en su afán exterminador.

    Es decir, se trata de desaparecer discursos radicales “anti derechos”, sopesando cuál derecho es más importante y provocando automáticamente otro tipo de debates sobre cuáles derechos son fundamentales, más importantes o prioritarios para cualquiera.

    Por supuesto que, como es de esperarse, cada una de las partes en un debate político, cree poseer la razón, el argumento maestro que terminará con cualquier duda y habrá de triunfar sobre las supuestas sinrazones de su contraparte, ignorando que el motor de ambos es preservar su punto de vista frente al otro, que puede estar basado en temores, experiencias negativas o positivas, sensación de amenaza a su estilo de vida, creencias religiosas, posturas políticas y muchos más sesgos que serían extremadamente convincentes si nos halláramos frente a uno sólo de los debatientes.

    Ante esta disyuntiva, permítaseme ilustrar un choque de estas posturas que, de tan evidente, se antoja caricaturezco, pero dista mucho de serlo si lo filtramos a través de la problemática violencia machista que caracteriza y aflige a nuestra sociedad: El afán de visibilizar el clasismo, privilegiando expresiones culturales que las élites consideran “de abajo” (ya esto parte de un prejuicio clasista y condescendiente), aunque estas hagan apología y enaltezcan incluso la violencia machista hacia las mujeres.

    No necesito refrescar en esta columna de opinión las espeluznantes cifras de feminicidios e impunidad que ensombrecen cualquier esfuerzo de cualquier gobierno local o federal por mejorar la percepción de seguridad en la sociedad, basta con dar un ligero seguimiento a casos recientes que evidentemente han sido manipulados para tratar de encubrir a delincuentes o torpemente manejados para tratar de proteger a políticos, y esto sólo en aquellos que por alguna extraña razón logran hacerse públicos y representan historias atractivas para medios de comunicación, dejando una desazón innegable en el espíritu social, que nos lleva continuamente a preguntarnos ¿qué hacer fuera de verificar rostros de conductores de plataformas, instruir a las hijas sobre cuidados extremos en fiestas y reuniones o incluso tratar de dar tips de supervivencia y defensa personal en situaciones en las que irremediablemente ya es su vida la que está en juego?

    Pregunta que se antoja retórica y sin embargo, si la convertimos en negativa, tiene mejores posibilidades de ser contestada al pensar en qué NO hacer.

    Recientemente un payaso conocido como “Platanito”, alguno de esos personajes que han ido caducando rápidamente, pues son parte de un pasado reciente que se desvaneció en el momento en que nos reconocimos como una mayoría oprimida con voz propia, y decidimos dejar de reír ante bromas de mal gusto a costa de la desgracia social del desafortunado, hizo mofa en su grotesco acto de uno de los casos de feminicidio encubierto más reciente y reavivó el debate sobre qué es tolerable y qué no en una sociedad convulsa por problemas que se han ranciado a través del tiempo sin encontrar solución.

    Otro conocido “comediante” o mejor dicho anecdotero masivo, de esos que llaman “standuperos”, salió en defensa de tan deslucido personaje, esgrimiendo como argumento que la labor del cómico era retratar la sociedad y no poner solución a los problemas, haciendo gala de la evidente ignorancia y falta de bases profesionales para llevar a cabo su labor, puesto que el artista en su naturaleza posee un espíritu inconforme y ha de retratar incluso las caras más desagradables de la sociedad que atestigua su acto, pero no para disculparlas, ni para mofarse y mucho menos para desactivarlas mediante una suerte de exorcismo, sino para producir en el público una repugnancia vestida de reflexión sobre sus propias miserias, es decir: crear conciencia social, lo cuál evidentemente, no ha sido jamás la intención del citado payaso sin que esto signifique que su deficiente desempeño artístico justifique su -evidente- discurso de odio.

    Ante este fenómeno social de efervescencia discursiva no debemos eludir las incongruencias que se nos presentan disfrazadas de “reivindicación del pueblo”, puesto que nos arriesgamos a rodear todo aquello que tiene qué ver con la pobreza y la sencillez con una especie de santidad que le quita sus evidentes vicios y condiciones propiciatorias para muchos de los peores males de la sociedad (que no son privativos de las clases bajas, debo señalar, sino coexistentes en todos los estratos bajo diferentes contextos y rostros), privilegiando expresiones culturales que, aunque presentes y evidentes, no necesitan mayores plataformas pues cuentan con grandes estructuras económicas y mediáticas tanto lícitas como ambiguas, así como la simpatía de las masas populares que las abrazan como expresiones locales de realidades que son vistas como “normales” en los contextos en que se desarrollan, pero que no forman parte del imaginario de una patria justa para todos, pacífica y propicia para el desarrollo de todos sus habitantes, así como el alcance de los ideales más altos de convivencia social.

    Así, se intenta reconstruir el tejido social y dignificar a los oprimidos enalteciendo las expresiones culturales que han nacido justamente de aquello que lo ha destruido, con el único objeto de enseñarles a amar, fomentar y conformarse con un estilo de vida que protege y perpetúa aquellas estructuras sociales y culturales que garantizan la supervivencia del status quo, aún cuando esté basado en la esclavización y la cosificación de aquellos, los más vulnerables, para el funcionamiento de las dinámicas de poder generalizadas.

    DA CAPO

    “Y, de paso, hasta el perro voy a envenenarte
    Y no te imaginas qué alacrán te echaste
    En tu perra vida, vas a hallar la calma
    Hasta que te mueras o hasta que me mates”

    Versa el fragmento de una famosa canción de una banda popular que vio una de sus cúspides artísticas en el escenario de la Plaza de la Constitución, el zócalo más importante de la República Mexicana, financiados por un gobierno de izquierda, en donde fueron vitoreados mientras proferían insultos misóginos a la audiencia entre canción y canción.

    Apenas hace un día (al momento de escribir estas líneas), esta misma agrupación fue abucheada durante su aparición en el espectáculo de medio tiempo de la NFL y sin embargo, creo que aún no por las razones correctas.

  • Yo Doy Empleo

    Yo Doy Empleo

    Habiendo visitado recientemente una de las zonas más exclusivas de la ciudad, me percataba de la diferencia abismal entre la calidad de vida de esos lugares y la de cualquier otra zona urbana o rural: aceras extremadamente cuidadas, calles amplias con camellones, edificios con porteros y dispositivos de seguridad para cuidar de ese segmento de la población, que vive aterrorizado de que haya alguien que quiera quitarle lo que “nadie les regaló” , como frecuentemente les encanta repetir.

    Es curioso, en un momento de mi vida también caí en la ilusión de verme a mí mismo “alcanzar esas alturas” y tenerlo como el éxito supremo de mi existencia: moverme en autos costosísimos, entre gente perfumada y bien arreglada, admirar todo lo simétrico, lo limpio y lo ordenado que según yo, aparentaba ser ese “mundo”, aspiraba pues, a “superarme” con el simple hecho de ser admitido en un círculo social que en realidad tenía siglos de existir y contaba con sus propios mecanismos de conservación y acceso, alejados de los simples “plebeyos” que no tuviéramos apellidos extranjeros o compuestos, características raciales aceptables para su estándar o marcas exclusivas de ropa y accesorios cubriendo nuestros mal proporcionados cuerpos, que pudieran acreditar la pertinencia de ser invitados a cenas y banquetes de aquella sociedad, aunque fuera bajo la etiqueta perpetua y despectiva de “nacos con dinero” o los tan célebres “nuevos ricos”.

    Mientras avanzaba en un taxi de plataforma hacia la salida de ese mundo ajeno para la inmensa mayoría de los mexicanos, me preguntaba qué es lo que a tantos de sus habitantes les enfurece de los tiempos actuales y la situación política y social de nuestro país y entre otras cosas, pude reconocer que jamás se les había profanado, señalado, vilipendiado, caricaturizado, molestado y denunciado culturalmente como hasta ahora: vivían plácidamente sin ser cuestionados por nadie.

    La policía sabía que eran inmunes al peso de la ley, puesto que con un par de llamadas, eran capaces de contactar al “primo de un amigo”, que los sacaría de cualquier embrollo vial o legal en el que se hubieran metido y podrían salir ilesos no sin antes mentar madres y desempeñar el conocido número de proferir insultos clasistas y racistas a los morenos y pobres policías que hubieran osado detenerlos (aún con justificaciones suficientes).

    Los medios de comunicación siempre estaban a favor de quienes “retrataran” bien a cuadro e insistían impunemente en presentar a gente pobre, desaliñada, precarizada y desnutrida como “jefes de plaza”, “operadores” o grandes detenciones del crimen, cuando todos sabíamos que a los verdaderos jefes, aquellos que gozaban de islas privadas, fortunas reguardadas en paraísos fiscales e inversiones privadas y públicas, jamás los tocarían con el pétalo de una sospecha, puesto que para aquella sociedad, el título “empresario” era sinónimo de “persona de bien”, sin importar ningún detalle, es decir, sin atreverse a molestarlos siquiera con una duda razonable sobre el origen o crecimiento de sus fortunas.

    Vivían en silencio, alejados de toda presión común, preocupados por el permiso de explotación de recursos que estaban a punto de recibir del amigo funcionario, moche mediante, del uso de suelo y autorización para construir un nuevo mega desarrollo inmobiliario en esta convulsa ciudad, soborno a peritos y funcionarios locales mediante también, o del siguiente contrato multimillonario para vender bienes o servicios al gobierno a precios ridículamente inflados, para alcanzar a pagar a todas aquellas almas caritativas que estuvieran involucradas en la liberación y firma de documentos, agilización de trámites y cualquier otro chanchullo destinado a seguir saqueando las arcas y los recursos de un país que no era ya capaz de soportar más explotación irracional y egoísta.

    El presente régimen, con sus constantes alusiones a arquetipos sociales y batallas mediáticas, ha sabido sacar de sus madrigueras a estos, otrora anónimos paladines de la explotación de la riqueza nacional (que se veía reflejada en las fotos de las secciones de Sociales que nadie más que ellos o sus familiares leían) y ahora damnificados de la 4T, como me gusta llamarlos, para llevarlos a comportarse como si un tsunami los hubiera devastado hace cuatro años y vivieran en una permanente condición de víctimas, twiteando maldiciones, profecías nefastas infundadas o simples y ridículos bulos desde los mismos lofts de Polanco y Santa Fe que nadie les ha expropiado, acaso desbarritando dentro de los mismos restaurantes impagables de Lomas de Chapultepec lo empobrecidos y apretados que los tiene este régimen, que ha osado forzarlos a activarse para validar su existencia, es decir, quienes se sabían indispensables y daban por sentado su seguridad transgeneracional, han sido forzados a ponerse a trabajar para justificar su posición en la sociedad y no sólo eso: han sido empujados a confesar explícita o implícitamente, que en muchos casos, no merecen ni deberían ser lo que son, ni estar donde están.

    Ahora que ellos son los únicos que claman “polarización”, como si representaran a una cantidad respetable de mexicanos y votos, nos cansamos de escuchar sus eternas y escandalosas rabietas en redes y medios (que ellos mismos poseen o sostienen), con las que buscan dotar de sustancia y valores a estructuras sociales que sólo eran funcionales en esa burbuja que les otorgaba una condición humana superior por razones tan endebles y deshonestas como un fenotipo específico, linaje o herencia, alegando que sus inmensas fortunas (en su mayoría de dudosa procedencia) son las que han sostenido y puesto pan en la mesa de las cuantiosas masas de empleados que dicen alimentar, con un tufo insoportable de paternalismo y condescendencia.

    Al absurdo “call me fifí” se han sumado otras consignas que buscan ser un tanto más respetables o serias, sin lograr aún convencer a todos aquellos “rotos”, “zarrapastrosos”, “huevones”, “mantenidos” y otros respetuosos motes que nos han enjaretado, de que debemos agradecerles por existir, cuando cada mexicano perteneciente a la clase trabajadora (al menos un nada despreciable 80 % de la población total) sabe que gana mucho menos de lo que merece o necesita, que está obligado a soportar abusos laborales, condiciones precarias, humillaciones, discriminación por causas múltiples, acoso y muchas otras vejaciones por parte de aquellos que vociferan con lágrimas en los ojos y la frente en alto: YO DOY EMPLEO.

    DA CAPO

    La quasi patética seguridad con la que un sector minoritario y estridente de la población afirma que desbordarán las calles el próximo domingo en una (según ellos) multitudinaria marcha “por la democracia”, que es realmente una grosera y desesperada defensa de lo que queda de una casta dorada de alimañas aferradas al presupuesto gubernamental para conservar privilegios obscenos desde posiciones laborales, lo que a su vez refleja una aberrante discrepancia entre la relevancia y  sueldos de muchos funcionarios, nos hace toparnos con la realidad de que esta clase privilegiada de derecha, posee una mitomanía incurable, así como incurable es su auto percepción de ser necesarios, útiles, merecedores, superiores y sobre todo: GENEROSOS.

  • La Ambición Vulgar

    La Ambición Vulgar

    A cuatro años (en números redondos) de iniciada y a dos de terminar su primer periodo de gobierno, la auto nombrada 4T ha dado pasos firmes orientados hacia el cumplimiento de los objetivos que se planteó el proyecto alternativo de nación, representado por el actual presidente de la república: AMLO.

    Pero han sido eso: pasos en la dirección que trazó un diseño de país que representaba un concepto totalmente nuevo en cuanto a las estructuras sociales y políticas que conformaban este maltrecho cúmulo de pueblos, etnias, rancherías, barrios, colonias, zonas residenciales, algunas ciudades que no acaban de nacer y ya están colapsando y una sola ciudad que se convulsiona a la vista de todos, pero sigue recibiendo, alimentando y sustentando (sólo-dios-sabe-cómo) al grueso de la población que busca algo de movilidad social y algunas opciones de desarrollo intelectual y artístico, que se llama México.

    Una sola entrevista a Claudia Ruíz Massieu a manos del punzante y directo Julio Hernández “Astillero”, deja ver el espectáculo lamentable que presenciaremos en el siguiente período electoral, que se antoja algo turbulento y eso sí, nada aburrido:

    Presuntos candidatos, o aspirantes a serlo, con hilos de marioneta tan marcados y evidentes, que serán incapaces de responder cuestionamientos puntuales que puedan poner en entredicho a sus titiriteros, a quienes todos conocemos. Por otro lado, discursos vacíos que de tan redundantes y demagógicos, provocarán cada vez más náuseas en el electorado actual, que ha aprendido a identificar toda esa jerga política que se vale de eufemismos, sinónimos interminables, palabras rimbombantes gastadas, que no tienen mayor significado y propuestas tan vagas, que siguen utilizando el nombre de México, como si de un objeto o mejor aún, un ser individual y ajeno se tratara: “esto es por México”, “con la mira puesta en México”, “mi único interés es México” y así al infinito, dando la impresión de que ese “México” es un menor de edad abandonado a su suerte, un ser desvalido que requiere de salvadores o héroes que se compadezcan de él y tomen su turno para ahora sí, de una vez por todas “resolver todos  los retos a corto, mediano y largo plazo, que nos presentan las realidades del mundo actual”, parafraseando a cualquier político convencional, entrevistado en cualquier programa, por cualquier comentarista proveniente de esa antigua realidad que colapsó demasiado rápido para dar tiempo a esas sub especies sociales, de mutar o siquiera reflexionar en un plan de supervivencia, ante el cataclismo que las expulsó de la palestra y los círculos privilegiados de opinión que constituían la tan llevada y traída “comentocracia” en su momento.

    Retomando el planteamiento inicial acerca de los pasos (y nada más que eso) que se han dado en dirección a una transformación del status quo, parece imposible que la tan vapuleada oposición, no haya notado que en seis años era imposible bajar el precio de los combustibles, transformar el sistema de salud en uno de primer mundo, terminar con la galopante violencia producto de un espiral originado en años previos o lograr un crecimiento exponencial de la economía, aunque sí ha sido posible construir una refinería y adquirir otra en el extranjero, rehabilitar las existentes y ponerlas a producir de acuerdo a su capacidad, rehabilitar y construir hospitales que en otro tiempo, sólo sirvieron para tomarse fotos, cobrar impuestos a enormes contribuyentes antes privilegiados, que han servido para financiar sin deuda la inmensa mayoría de la operación del gobierno, o crear una Guardia Nacional que tenga presencia en los territorios más violentos, inhibiendo lentamente los crímenes de alto impacto, sin olvidar el enfoque en el respeto a los DDHH en sus labores policíacas. Todo esto sin mencionar la enorme maquinaria de apoyos sociales a quienes menos tienen y la creación de instituciones como el Banco del Bienestar, que vino a arrebatarle a los partidos y operadores políticos, aquél botín que indiscriminadamente saqueaban para fines electorales o de enriquecimiento ilícito.

    Donde quiera se pueden leer listas de los “pendientes” que dejará este sexenio, centradas en los supuestos o presuntos actos de corrupción cometidos por personajes cercanos o familiares del presidente, pifias como el operativo fallido para capturar a Ovidio Guzmán, o fake news tan burdas como achacarle al mismo AMLO haber sido padrino de los hijos de aquél caído líder nacional del PRI, pero en ninguna se lee un verdadero análisis de algunas cosas que al ciudadano común nos afectan y que serían extremadamente atractivas de oír en boca de cualquier candidato o aspirante a serlo y que, a manera de conmiseración con la oposición, yo, un ciudadano cualquiera, pongo en sus manos (pues se nota que son incapaces de verlo), por ejemplo: ¿Qué se va a hacer con el estrés hídrico al que avanzan muchas regiones del país? ¿Cómo se va a lograr abatir la corrupción en los niveles medios y bajos del gobierno, que es en donde nos toca padecerla a quienes aún somos testigos o víctimas de funcionarios corruptos, sindicalistas, líderes de ambulantes, monopolios ilegales, cobros desproporcionados de comisiones y tarifas en casi todos los servicios?¿Cómo y cuándo se va a presentar un plan a mediano y largo plazo, auditable en pesos y centavos para habilitar policías municipales y estatales y así poder prescindir de la GN en un punto específico? ¿Cuándo vamos a empezar a ver las caras y nombres de esa horda inmensa de funcionarios corruptos procesados y condenados a perder no sólo su respetabilidad, sino la vida de privilegios de la que gozan a costa de nuestra desgracia y carencias?¿Cuándo vamos a endurecer las sanciones locales y/o federales hacia los depredadores de bosques, selvas y ejidos en pro de un desarrollo inmobiliario desordenado y voraz, que amenaza la supervivencia de ecosistemas y pueblos enteros a lo largo y ancho del territorio? Por mencionar sólo unos cuantos asuntos irresolutos hasta ahora.

    ¡Claro que hay pendientes! pero a quienes hoy dicen estar interesados en gobernarnos hacia el futuro parecen escapárseles y sólo encuentro algunas posibles respuestas a esta interrogante:

    Son y han sido tan privilegiados que no son capaces de ver el país real en el que están parados y las necesidades reales y prácticas de quienes poseen los votos o bien, aquellos rubros en los que hace falta trabajo, son precisamente aquellos en los que ellos (o sus amos) jamás habrían puesto el reflector, por ir en contra de sus intereses mezquinos y los negocios que los financian.

    DA CAPO

    Mientras no se escuchen palabras que lleguen hasta el fondo del corazón de la sociedad, que ha despertado ante el proceder de un presidente que es la viva imagen de un gobernante de y para el pueblo, el único desfile que veremos no será el de aspirantes a una candidatura para servir a la gente, sino sólo el de una pandilla de AMBICIOSOS VULGARES intentando engañar con trucos desgastados e inservibles a un pueblo que los había rebasado política e intelectualmente hace décadas, y sólo necesitó que su voz se hiciera escuchar una vez, para abandonarlos al eco de sus miserables y huecas mentiras.

  • La Música Que Existe

    La Música Que Existe

    Desde hace unos años, justamente en el tiempo aciago en el que un presidente color naranja creyó buena idea “resguardar” en instalaciones rodeadas por malla ciclónica, sin tener siquiera colchones para descansar y si acaso, cubriendo con cobijas térmicas a los hijos de las familias indocumentadas que eran separadas, puesto que los padres retornaban deportados a sus países de origen y los pequeños, al ser nacidos en los Estados Unidos de América permanecían, comencé a ver imágenes que me partían el corazón: niños llorando por sus padres, dormidos sobre el piso de cemento, cenando botanas y encerrados literalmente en algo que a todas luces parecían jaulas.

    Recuerdo haber llorado en mi estudio de rabia e impotencia, sin saber qué hacer, hasta que el pensamiento se aclaró y sentí que en el ambiente o en el aire (jamás lo sabré) había un mensaje que necesitaba ser dicho: palabras que revoloteaban desordenadas en espera de ser organizadas en oraciones o acaso, en consignas y el curso de acción se aclaró: era momento de tomar la guitarra y dejar que la música adquiriera forma.

    Así, tal como un conjuro, había una entidad pujando por tomar un cuerpo y salir a la superficie, una nueva presencia reclamaba su lugar en este mundo y yo había sido elegido como un medio, junto con mi instrumento en las manos, para darle forma: la música, las palabras y las ideas comenzaron a maridarse y a la letra que salía del corazón, desgarrándome el alma, le siguieron acordes y melodías que dibujaron espirales y ornamentos en el aire, la magia invisible, la danza del ritmo y la melodía fueron diseñando el rostro, extremidades y características únicas de la nueva presencia, hasta que vio su fin, o de menos el principio de su existencia.

    “Te tomó la mano una mañana
    para llevarte a nuevos horizontes
    Sólo quería enseñarte qué es la libertad..”

    Era la manera de esbozar la silueta de un padre que sólo desea lo mejor para sus hijos y está dispuesto a dejar hasta la vida para conseguirlo.

    “..Tres comidas buenas cada día
    un futuro lleno de ilusiones
    por primera vez no había fatalidad..”

    Era el breve tiempo en que una familia inmigrante sin papeles en regla, pudo disfrutar de las mieles de aquella forma de vida holgada, sustentada en la miseria de los países que expulsan migrantes al por mayor a causa de las condiciones de pobreza y escasas opciones de futuro para sus habitantes originarios, sin ser molestados por los saqueadores que duermen cómodamente sabiendo que sus economías se desarrollan a costa del sudor, el trabajo y los recursos de los países que jamás pueden aspirar a igualarlos, so pena de ser señalados como “dictaduras” y recetados con una buena dosis de “democracia” a bordo de aviones y buques y tanques de guerra.

    “…Pero una noche cruel 
    las lágrimas rodaron por la piel..”

    El momento de escuchar y sentir lo impensable.

    “…Verás que en una de estas noches
    tu manita tierna dormirá en la mía
    Y de esta pesadilla en soledad
    mi amor te habrá de rescatar..”

    Fue la plegaria que sentí atorarse en mi garganta al imaginarme un poder tiránico obstaculizando mirar a mis pequeños dormir, escuchar su respiración, saber que están bien y sin embargo, sin importar el tamaño del desafío, de la terrible impotencia que significaría ser impedido para ver crecer a un pequeño inocente, que no tendría ninguna culpa por haber nacido en circunstancias desafortunadas, obtener fuerza y dejar que la vida se abra paso con su mejor arma: la esperanza.

    Da Capo

    “Abriremos la puerta una vez más
    Y la luz que se cuela por la reja nos dirá
    que no hay jaula que pueda
    encerrar la voluntad..”

  • El mundo es lo que hacemos de él

    El mundo es lo que hacemos de él

    De la mano y el genio de Robert Zemeckis llegó en 1997 la película Contacto, basada en un libro del conocido y entrañable divulgador científico Carl Sagan, quien dedicó su vida al estudio de los fenómenos celestes y otros enigmas que siempre han fascinado a la humanidad.

    La historia que narra el filme, parece un dilema entre la ciencia y la fe, que pone a debate la incapacidad de comprender fenómenos místicos con el ojo científico y al mismo tiempo, el fundamentalismo religioso que cataloga como amenaza cualquier cuestionamiento que se dirija a esclarecer con bases empíricas, aquello que parece inexplicable.

    La postura “científica”, personificada en la película por la Dra. Ellie Arroway (Jodie Foster), afirma poder representar a la humanidad en caso de requerirse un embajador para hacer contacto con una civilización alienígena, ya que el mensaje recibido por ondas de comunicación provenientes del espacio exterior, que es interpretado como una invitación a visitarlos, también contiene los planos e instrucciones de lo que parece ser un medio de transporte para tal fin, y se ha recibido y decodificado en el “lenguaje de la ciencia”, al mismo tiempo que diversos sectores conservadores comienzan un debate de tintes morales y religiosos respecto a las implicaciones que tal suceso pueda tener en la manera como la humanidad comprende su existencia.

    Se establece un comité de selección y se integra una lista de candidatos que tendrán que pasar por sesiones públicas de preguntas agudas, dirigidas a desentrañar su personalidad y medir su idoneidad para representar a la raza humana en tal odisea.

    Finalmente los candidatos se reducen a dos, la Dra. Arroway y su ex jefe, El Dr. David Drumlin (Tom Skerritt), quien es un científico que ha decidido dirigir su carrera hacia la burocracia y la política, lo que lo ha colocado en puestos directivos sobre Arroway, que sufre constantes bloqueos e incluso cancelaciones a proyectos científicos de su parte, los cuáles finalmente consigue fondear mediante un excéntrico empresario multimillonario y derivado de esto, logra recibir y decodificar la señal extraterrestre.

    La doctora Arroway posee una personalidad idealista y tenaz, lo cual la hace transparente y poco habilidosa para lidiar con las intrigas y maniobras de Drumlin, quien consigue ser escogido al expresarle al comité y la sociedad, exactamente lo que quieren oír,  aprovechando que el manifiesto escepticismo de Arroway la ha debilitado respecto a la opinión pública que clama que un ateo no puede representar a la humanidad, que es “creyente en un 95 % al menos”.

    Finalmente el día del lanzamiento de prueba, Arroway se encuentra en las instalaciones de la NASA y conversa con Drumlin, quien cínicamente le confiesa que él mismo sabe que la candidata idónea era ella, por su integridad, su enorme pasión por la ciencia y su idealismo, incluso expresa que desearía que ella viviera en un mundo que premiara esas cualidades, pero este mundo no es así, a lo que Arroway responde contundentemente: “Siempre he pensado que el mundo es lo que hacemos de él.”

    Lo que sucede a continuación es una metáfora extremadamente poética, que coloca a cada personaje como responsable de sus propias decisiones y lo ubica exactamente donde tiene que estar:

    Mientras se realizan las pruebas finales, en uno de los monitores de la torre de control, Arroway reconoce a uno de los supuestos técnicos del personal de apoyo que rodean a Drumlin: es un activista religioso radical que la ha encarado durante las manifestaciones en contra de la construcción de la máquina y nada bueno puede hacer en el lanzamiento, ella da la alerta y observamos por las cámaras como al derribar al sujeto, éste revela un chaleco de explosivos que acto seguido hace estallar, destruyendo por completo la máquina y aniquilando a los ahí presentes, incluyendo a Drumlin, ante los ojos de todo el mundo.

    De esta manera, Drumlin ha quedado encerrado en el mundo que él mismo se construyó y que creyó, siempre funcionaría para su beneficio y Arroway, ha sido salvada por su aparente torpeza para lidiar con las sucias artimañas políticas de quienes creen que el mundo es como es y nada se puede hacer para cambiarlo.

    Finalmente, Arroway es informada de la existencia de una segunda máquina que ha sido construida en secreto y que será tripulada indiscutiblemente por ella.

    Te dejo de tarea ver esta excelente película para descubrir el final.

    DA CAPO

    Ante los recientes sucesos en el entorno social y político, seguramente nos preguntamos cómo es posible que existan seres humanos capaces de tomar decisiones que aniquilen, incineren y  desmembren nuestras esperanzas y peor aún, una vez descubiertos, en vez de asumir su participación, se rodeen de abogados y artimañas políticas para eludir su responsabilidad; ante esto, parece que la polarización más evidente y necesaria de nuestro país consiste en separar a aquellos que piensan que el mundo es como es y nada se puede hacer para cambiarlo de aquellos que saben que al contrario: ESTE MUNDO ES LO QUE HACEMOS DE ÉL.

  • Purgar la Pandemia

    Purgar la Pandemia

    Las madres y abuelas de antaño tenían diversos secretos y remedios para los problemas estomacales, como el conocido “empacho”: desde cataplasmas directo al vientre del paciente, tés variados para aliviar el dolor o incluso las temibles “purgas”, consistentes en consumir un alimento específico o en el peor de los casos, un compuesto generalmente repulsivo,  como el aceite de ricino, para provocar la evacuación inmediata de aquello que estuviera ocasionando el malestar estomacal mediante un efecto laxante.

    Seguramente parecerá algo radical y hasta un poco descabellado para muchos jóvenes que antaño se recurriera a tales prácticas de medicina casera y sin embargo, el concepto de “purgar” es no menos que adecuado cuando hablamos de un dolor o un malestar social que ha perdurado a consecuencia de un fenómeno tan multidimensional y transversal como la reciente pandemia ocasionada por el Sars Cov 2 o como se le bautizó una vez sintomático en un ser humano: Covid-19, pues tal fenómeno nos mantuvo como especie en un estado de estrés y ansiedad cotidiano por alrededor de dos años.

    Muchísimas historias comenzaron a tejerse dentro de las paredes de los hogares desde el inicio del confinamiento recomendado por el gobierno, que inicialmente se programó para durar treinta días y por el cuál, personas y familias vieron trastocadas sus rutinas y planes, es decir, el presente se distorsionó y produjo una incertidumbre absoluta en el futuro, la esperanza en el porvenir, como sociedad en su conjunto, se vio por primera vez en mucho tiempo, verdaderamente amenazada.

    Al exterior y al interior de hogares se vivieron condiciones de tensión desmedida, en donde lo mismo cónyuges que padres e hijos, tuvieron que reconocerse y esforzarse por aceptar que, una cosa era llevar a cabo una rutina de trabajo, estudios, fiestas, reuniones y otras actividades y otra muy distinta, resguardarse a merced de hábitos, gestos, espacios invadidos e incluso la extraña necesidad forzada de compartir la vida o mejor dicho, convivir realmente por primera vez.

    Muchos matrimonios vieron su fin, otras relaciones se afianzaron y algunas nacieron, sin embargo, hubo grandes revelaciones y descubrimientos que, aunque no siempre agradables, constituyeron algunos de los tesoros más valiosos que nos pudiera dejar una experiencia de tal calibre y me refiero al irremediable encuentro con nuestro propio reflejo y contrastes, tanto en nuestro proceder privado, como en sociedad.

    Aún recuerdo con enorme gratitud el paquete con comida preparada, recibida de parte de mis vecinos, quienes a manera de apoyo, compraron en exceso a un cocinero proveedor de catering para producciones cinematográficas en crisis (tiempo antes de que le alcanzara a él mismo la muerte por covid), lo mismo que observar atónito como un buen amigo insultaba al despachador de gasolina porque no lo hacía más rápidamente, sin importar que éste, fuera discapacitado.

    Así, cotidianamente fueron descubriéndose en el proceder cotidiano de todos, los ángulos luminosos y aquellos más oscuros.

    Como sociedad, esta pandemia nos dejó severos compromisos de restauración, puesto que, en momentos de crisis extremas, algunos piensan en el prójimo y otros muchos, no dudan en abalanzarse sobre los más vulnerables para tratar de sobrevivir, aunque sea psicológicamente, dejando severos daños a los elementos que conservan y alientan la cohesión social, como el sentido de comunidad, la solidaridad o la empatía.

    Esta pandemia reciente reveló graves enfermedades y malestares sociales que es necesario purgar, como el racismo y el clasismo, que en muchos de nosotros vivía sólo en el ámbito de lo privado, haciendo su aparición en las sobremesas y los chistoretes de mal gusto de familiares comediantes (siempre hay alguno en cada familia) y que, a fuerza de lidiar con la muerte, con el hambre y con la discapacidad (que a todos nos tocó directamente o pasó rozando extremadamente cerca), dejaron de ser graciosos.

    Tales dolores y malestares han brotado como aquellos síntomas que ya no pueden ser ignorados y tampoco requieren ser tratados con amabilidad, mucho menos serenidad, sino más bien, con la más definitiva y agresiva PURGA.

    Qué mejor “aceite de ricino” que el arte, el cuál cuando algo es demasiado peligroso para decirlo, lo canta, lo pinta, lo farsifica y que para tales efectos purgatorios en nuestro tejido social, se enfoca en colocar la luz en la cara que a menudo luchamos por ocultar de nuestros semejantes.

    De manera que, me tomo el atrevimiento de  prescribirles un montaje escénico, literario y musical que ha sido especialmente mezclado y aderezado para producir una suerte de efecto laxante en nuestras mentes y corazones, mediante la dosis exacta de estímulos visuales, intelectuales  y auditivos que permitan revisitar algo del dolor de la reciente pandemia, pero sobre todo, de las ocultas culpas que guardan nuestros más rancios vicios sociales y que, no obstante su antigüedad, pueden comenzar a ser tratados y purgados con el pronóstico de una completa recuperación.

    DA CAPO

    El Ticúz, Cuentos, Canciones y Versos para purgar la Pandemia, es una puesta en escena que combina Actuación, lectura, música e imágenes, dirigida y protagonizada por el primer actor Silverio Palacios y se presenta todos los sábados de septiembre en el Foro 37, Londres 37, Colonia Juárez, CDMX, a las 19:30 horas.

  • Us and them… Ustedes y Nosotros

    Us and them… Ustedes y Nosotros

    De la legendaria banda británica, Pink Floyd, se desprende esta no menos icónica pieza de su álbum The Dark Side of the Moon: Us and Them, que define en su primer verso y estribillo uno de los fenómenos sociales más interesantes y utilizados por los políticos desde los albores de esta suerte de “ciencia” (la política), que se ha definido también desde palacio como un “arte” o hasta un “noble oficio”, pero claro, matizando que es sólo cuando se pone al servicio de los demás, que el poder se convierte en virtud.

    Recientemente ha llamado mi atención el surgimiento de hashtags y acrónimos que intentan agrupar a los seguidores de cualquier corriente que apoye a tal o cuál personaje, sobre todo aquellos aspirantes a obtener la preferencia de quien vote para abanderarlos como sucesores de AMLO en la presidencia de la república.

    La feroz batalla no se ha hecho esperar y vemos surgir apodos que hipócritamente tratan sólo de describir a quien simpatiza con cualquiera de los “suspirantes”, desde “monrealistas”, hasta “marcelistas”, muchos perfiles twiteros de dudosa identidad y procedencia intentan empujar artificialmente una suerte de segregación que logre aclarar la de por sí borrosa visión de aquellos que no tienen otro contrincante en frente, que ellos mismos.

    Los nuevos tiempos han traído un fenómeno nunca antes visto: políticos teniendo que luchar con las armas de su desempeño y obligados a vencer la sombra de sus desaciertos. No vamos ha hablar de líneas del metro terminadas con prisa y catastróficamente derrumbadas, ni de directoras de ese sistema de transporte protegidas a mansalva, tampoco de traiciones de ambiciosos vulgares que se fotografían junto a quienes gozan del más amplio repudio de la sociedad para mandar señales que de tan ambiguas, acaban por aclarar la diminuta capacidad intelectual o la desesperación de quien actúa de tal manera, sino de los personajes que a cuestas cargan cuestionamientos que los vuelven tan sólo humanos y peor aún: tan sólo políticos.

    Tales funcionarios cuentan con claroscuros, con fortalezas y debilidades, con trayectorias accidentadas y manchadas por cualquier cantidad de errores o pifias y sin embargo, son lo mejor que puede ofrecer el sistema, después de la altísima vara que deja el actual presidente, quien a pesar de ser un hombre con los mismos errores que cualquiera, goza de una capacidad de empuje y una integridad que lo mantiene en niveles de aprobación inauditos para un mandatario que haya pasado por una crisis sanitaria como la reciente pandemia y la consecuente crisis económica en la cuál él y su gabinete han sabido mantener al país a flote, con salud financiera envidiable hasta por potencias económicas otrora idolatradas por tecnócratas e intelectuales orgánicos.

    La vieja estrategia “divide y reinarás” (o “vencerás” como el argot popular la ha deformado), consistente en dividir un gran problema en fracciones pequeñas, para despojarlo de su magnitud y poder ocuparse parte por parte de atacarlo, parece ser la única manera que conocen los actuales políticos para hacerse con el poder, sin importar los daños que ocasione el que tal método sea aplicado a un movimiento social que basa su supervivencia y éxito, no en la división, sino en el fortalecimiento de la verdadera sociedad y su restauración como soberana en una verdadera democracia.

    Los razonamientos e ideologías detrás de hashtags o apodos que identifican a instigadores de la división, los cuáles irónicamente, atraen a quienes buscan incluirse dentro de un grupo compacto y fuerte que comparta sus ideales, no parecen la mejor idea cuando la disputa aún no es interna, sino en contra de una bestia gigantesca hecha de poderes financieros, sindicatos charros, medios de comunicación controlados por el dinero, órganos que de tan autónomos, actúan al margen incluso de nuestra propia constitución y que, aunque agónica, aún es capaz de tirar coletazos que desestabilizan y cobran víctimas a todos los niveles y en todas las formas.

    La manera de hacer política en una transformación tan ambiciosa como nos planteó este, su apenas primer ciclo de gobierno, debe también ser completamente nueva, pues las viejas formas sólo terminarán arrojando los mismos pestilentes, putrefactos, mórbidos, tóxicos, decadentes, agónicos, asquerosos y repugnantes resultados de antaño.

    DA CAPO

    Us and them
    NOSOTROS Y ELLOS

    And after all we are only ordinary men
    FINALMENTE SÓLO SOMOS HOMBRES (Y MUJERES) ORDINARIOS

    Me and you
    TÚ Y YO

    God only knows it´s not what we would choose to do
    DIOS ES EL ÚNICO QUE SABE QUE ESTO NO ES LO QUE HUBIÉRAMOS ELEGIDO HACER

  • ¿Pobres de derecha?

    ¿Pobres de derecha?

    En la vieja colonia se escucha maquinaria pesada que destruye una esquina conformada por un predio de roca volcánica que aún no había sido utilizado; esta es una colonia fundada en las viejas cuevas de lava petrificada del volcán Xitle, lo que la vuelve especialmente segura en terremotos y también costosa para edificar.

    Sabemos que de esos ruidos mecánicos constantes de maquinaria saldrá muy pronto un nuevo edificio de departamentos, pues es tradición que muchas personas hayan convertido una superficie de 200 o 300 metros cuadrados en cinco o seis departamentos a la renta, aprovechando como se ha mencionado, la fuerte cimentación.

    Pero no es ahora cuestión de los colonos esta nueva construcción, sino de una inmobiliaria más que ha mirado al otro lado del periférico los exorbitantes precios que alcanzan los bienes raíces, ya sea en venta o alquiler, casa habitación o de uso comercial y se frota las manos volteando hacia este barrio popular, en donde la tierra vale la mitad y puede alcanzar una plusvalía inmensa.

    ¿Cómo puede darse esta escalada de precios a la vivienda?, la respuesta es fácil: Gentrificando, es decir, invadiendo las zonas populares con centros comerciales y edificios de departamentos carísimos, que motiven a los arrendadores a elevar los costos de vivienda por la llegada de oficinistas, ejecutivos y extranjeros a habitar construcciones que valen infinitamente más de lo que cuestan por la especulación inmobiliaria: un negocio redondo.

    No es mi intención analizar los tejes manejes de los llamados “cárteles inmobiliarios” en esta convulsa y agonizante ciudad, sino la responsabilidad de los mismos colonos en este proceso precarizante y discriminatorio de gentrificación: Los privilegiados se apropian de zonas comprando tierra o viejas construcciones heredadas, a los hijos o nietos que, heredando propiedades, no valoran el esfuerzo ni el sacrificio que supuso para sus antepasados, la obtención de un patrimonio; lo que en un tiempo fue la tierra prometida para unos, para los que llegan se transforma en el infierno del que se busca salir a toda costa.

    Los privilegiados nuevos se han convertido en despreciadores del pasado, tan sólo buscadores de un mejor futuro alejado de una casa propia en un barrio popular y materializado en un departamento de 100 m2 en BeGrand dónde sea.

    Yo mismo que vivo en uno de estos barrios, sólo espero la noticia del aumento irracional del alquiler en mi departamento, o el anuncio de desalojo cuando mi casera, mujer ya entrada en años, falte y los hijos, como puede ser el caso, accedan a alguna oferta agresiva que los despoje de su herencia para transformarla en algún otro complejo de departamentos pseudo clasemedieros.

    Dentro de mis pensamientos más prohibidos y políticamente incorrectos se asoma la pregunta ¿y de verdad sería tan malo esto?, pues a juzgar por mi habitual paisaje de negocios de auto partes de dudosa procedencia, una esquina llena de narcomenudistas y una vulcanizadora familiar que no tiene empacho en apilar todos los neumáticos inservibles, junto con la basura que genera la casa justo en el paso de un carril de la calle, además de haber “privatizado” la banqueta ,mientras colocan su lona para ingerir sus sagrados alimentos, cosa que obliga a los peatones a siempre caminar en medio de la calle, me hace seriamente preguntar si no somos nosotros mismos quienes no sólo hemos provocado la caída en los costos de la tierra de zonas populares, sino también, el derrumbe de los barrios y colonias a manos de sus mismos habitantes, que creyeron que sus estilo de vida desordenado, insalubre y arbitrario les alcanzaría para seguir ensuciando y destruyendo el paisaje urbano por siempre.

    Da Capo:

    Los pobres de derecha no sólo son aquellos que, siendo asalariados, buscan justificar los discursos liberales que responsabilizan a los pobres de su pobreza, sino también aquellos que, sin serlo realmente, no atinan a amar su propia tierra a fin de defenderla, entregándola desde su estilo de vida, al mejor postor.

  • Dejar que alguien conduzca

    Dejar que alguien conduzca

    Cuando niño, mi vida estaba constantemente rodeada de soundtrack. En aquel vocho naranja en el que nos llevaban y traían a la escuela, siempre se escuchaba la radio, “perdona si te hago llorar, perdona si te hago sufrir, pero no está en mis manos”, sonaba en Amor 106 Sólo Música Romántica, “Esto fue, Murmullo  Inoportuno, con George Michael” anunciaba el locutor, seguido del membrete ¡Radio Éxitos!, y después, al llegar a casa, prendíamos la tv y si teníamos suerte de llegar minutos antes de la 1 pm, podíamos disfrutar la apertura de la barra infantil en canal 5 con videos musicales de moda como We Are The World o el célebre cortometraje de Paul McCartney We All Stand Together, sobre unas simpáticas ranas cantantes en un pantano. 

    Esos recuerdos no serían lo mismo sin el olor a tortillas recién compradas en el chiquihuite, el aroma a arroz y comida caliente en toda la casa y la mesa puesta por mi abuela, que se quedaba a vivir con nosotros por largas temporadas y tenía el don de hacernos sentir totalmente cubiertos y cuidados, debido a que en la década de los ochenta, el gremio de los maestros fue de los más afectados por la infame crisis económica provocada por el nacimiento abominable del neoliberalismo mexicano a manos de Miguel De la Madrid y, se veía reflejado en el hecho de que mis padres tenían que trabajar jornadas extenuantes entre dobles turnos, clases particulares o actividades complementarias que les ayudaran a salir adelante con la manutención de cuatro pequeños que sólo escuchábamos a diario cómo había subido el pollo, la carne, el pan, y prácticamente todo.

    Ya entrada la noche y después de que me escabullía para ver junto a mi papá El Justiciero, por canal 4, o El Astuto, que eran de esas series de horario “de adultos” y siempre me gustaron, me preparaba para dormir y al apagar todas las luces, algo permanecía: una grabadora Majestic que era nuestro único aparato de audio en casa y que se quedaba prendida a un volumen casi imperceptible sonando en Radio Universal – Tu Gran Compañera.

    Ese sonido mínimo de música incesante por las noches, además de cubrir los miedos nocturnos infantiles, los ruidos parásitos que se quedan grabados en las paredes Y provocaban que escucháramos lavar trastes o correr agua con sólo pegar la oreja a los muros o las peleas de los gatos en el techo, me dio siempre la seguridad de que había un tótem al que acudir y debajo del cual descansar para enganchar la mente a los sonidos de Olivia Newton John, Barry Manillow o Stylistics y tenía la propiedad casi mágica de relajar mi mente y cuerpo para dormir plácidamente y sin malos sueños.

    Hace un poco más de dos semanas, después de haber resistido y haberme escabullido todo lo que pude, mi cuerpo sucumbió ante la nueva combinación genética del Sars Cov-2, en su variante Omicron, el cuál regresó en una quinta ola resuelto a infectar a todos aquellos que aún no hubieran probado sus mieles, propinándome escalofríos, fiebre y dolor de cuerpo. ¡Dios santo, qué dolor de cuerpo!, acompañado de una fatiga insoportable que me forzó literalmente a vivir recostado dos semanas en mi cama o mi sillón, pero también trajo de vuelta un sentimiento muy interesante y preciado para mí: justo en una de las primeras noches, en las que yo tenía miedo de recostarme para volver a dar vueltas incesantes sin poder dormir y lidiar con las palpitaciones y el estrés de no poder respirar apropiadamente, recordé una página de internet que se menciona mucho por locutores de radio abierta, iHeart Radio, por impulso la busqué y encontré un catálogo de estaciones que hasta donde sabía, dejaron de existir hace años, sin embargo, mi sorpresa y satisfacción fue enorme al encontrar Azul 89, inmediatamente di click escéptico y ahí estaba, intacta, con la misma elegante voz de Jorge Lapuente entre canciones, leyendo relatos, haikus o pensamientos. 

    Una cascada de recuerdos inundó el ambiente y todo mi cuerpo recibió un baño de nostalgia y sentimientos casi olvidados, siendo uno de los más preciados, aquél de sentirse protegido por dejar sonar la radio a un mínimo volumen durante toda la noche y, mágicamente, dormir como bebé.

    Durante esos días en los que experimenté un sentimiento real de invalidez y tuve que recurrir a ayuda para pasar de un día a otro, reconocí cuál era esa sensación que estaba tan empolvada, pero que, al asumirla y abrazarla, me reconfortaba tanto: el permiso que nos damos de que sea alguien más quien conduzca, ceder el control de todo a alguien más, ponernos en manos de quien no somos nosotros.

    En una época en que los objetos están siendo sustituidos por no-cosas, en la que nuestros pulgares eligen y consiguen instantáneamente todo aquello que nuestra mente demanda y en la que la tecnología nos vigila a un punto en que nos hace sentir encarcelados dentro de un mundo virtual que solo ilusoriamente controlamos, somos forzados a dar vueltas en círculos debido a los motores de búsqueda y algoritmos que, lejos de predecir nuestras preferencias, sólo atinan a redundar ofreciendo contenidos que someten a nuestra mente a cámaras de eco y en ocasiones vuelven hartante, hasta vomitivo el paseo por redes sociales, ceder el control a alguien más se vuelve una experiencia liberadora.

    Te invito, amable lector, a darte la vuelta por la radio, en cualquier plataforma que encuentres y dejarla sonar, a correr nuevamente a observar quién canta esa tonada favorita que por años has tenido en la cabeza, pero no habías podido encontrar, te invito , de vez en cuando, a echarte en tu sillón y dejar sonar de pies a cabeza un álbum empolvado de tu colección, encontrarás en ello, paradójicamente, libertad.

    Da Capo:

    Una vez que estudié música y ahora que me he adentrado en la musicoterapia, supe que aquella “magia” que tenía la escucha constante y nocturna, era en realidad neurotransmisores que se liberan en nuestro cerebro, “hormonas de la felicidad”, como se les ha llamado, y que tienen la particularidad de afectar positivamente nuestro sistema nervioso parasimpático, que controla entre otras cosas, reflejos como  la respiración, el latido cardiaco o la digestión, que dicho sea de paso, son los órganos que llevan la peor parte cuando somos atacados por el estrés cotidiano y los que se benefician sobremanera de la escucha activa de música que nos brinde paz, tranquilidad y buenos recuerdos.