Categoría: Emmanuel Soriano Flores

  • Hacernos respetar: amenaza nuclear

    Hacernos respetar: amenaza nuclear

    En su conocido libro “el arte de negociar” Trump enfatiza que al débil se le aplasta y con el fuerte se negocia. Este mantra lo ha aplicado en su vida empresarial y política, y los ingenuos siguen insistiendo en la diplomacia o, en muchos casos vergonzosos, en arrodillarse.

    El resultado será el mismo: humillación. Desde un Trudeau que terminó defenestrado, hasta un Milei que solo le falta tener correa para ser la perfecta mascota, muchos personajes de la política siguen empecinados en agradar al mesías naranja, pero no funcionará porque Trump solo respeta a los fuertes.

    En el caso de México, hemos contado, afortunadamente, con liderazgos fuertes e inteligentes. Andrés Manuel López Obrador supo plantar cara y mostrar dignidad discursivamente hablando, aunque luego tuvo que poner mano dura a los migrantes centroamericanos además de renegociar un tratado menos conveniente que el TLCAN; y Claudia Sheinbaum es tan inteligente como moderada, siempre hablando de soberanía y dignidad, aunque falta ver las decisiones incómodas que deberá tomar para satisfacer a Trump. Todo bien, pero, ¿cómo podríamos hacernos respetar en un mundo utópico, entendiendo que, en el real, seguiremos siendo la piñata favorita de Trump a menos que algo inusual pase? Por inusual, entendamos algo como un atendado, un ataque o un descubrimiento importante que cambie el rumbo del mundo.

    El llamado eje del mal (China, Irán, Corea del norte y Rusia, principalmente) tienen algo en común con los principales aliados europeos de Estados Unidos: tienen bombas nucleares, y en el caso de Rusia, misiles hipersónicos. Y no podría ser de otra manera, porque, para que el bully del colegio respete a sus compañeros de clase, estos necesitan mostrar que son capaces de plantarle cara de una manera creíble, y en el caso de países funciona exactamente igual.

    ¿México debería enriquecer uranio y tener un programa nuclear que amenace la supremacía de Washington? Evidentemente no. Estados Unidos nos aplastaría en el momento en que México representara una amenaza para su seguridad (real, no como los migrantes), pero sí es cierto que es la única forma en que Estados Unidos, y en específico, Trump, respeta a otros.

    ¿Por qué países como Francia, Reino Unido e Israel tiene bombas nucleares? Porque, además de ser aliados subordinados incondicionales al imperio estadounidense -dígase la OTAN-, hay una distancia geográfica importante que impide cualquier sorpresa en caso de rebelión, y también porque esos arreglos nucleares se dieron en otro momento del tiempo cuando, se supone, había menos gobernanza global. Reino Unido y Francia tienen más desarrollo y autonomía, en contraste con Israel, que es, directamente, una base militar estadounidense en el Medio Oriente para controlar sus intereses.

    ¿Podrían otros países, lejos de la zona de seguridad de Estados Unidos, hacerse respetar mediante el enriquecimiento de uranio y la generación de ojivas nucleares capaces de generar destrucción masiva con misiles a larga distancia? Sí, totalmente, pero deberán esperar a que se consolide un sistema financiero alternativo al SWIFT lo suficientemente fuerte que les permita aguantar las sanciones de Washington y sus aliados, o lo que es lo mismo, abandonar el dólar como moneda de intercambio, que es el gran objetivo de los BRICS. Cuando se logre esto, entonces, y solamente entonces, los países negociarán entre iguales y se respetarán mutuamente, como debe ser, con dignidad y mirando de frente buscando el beneficio de los pueblos, no como se hace actualmente desde el trono imperial de Estados Unidos.

  • El objetivo es balcanizar a México

    El objetivo es balcanizar a México

    Después de las declaraciones incendiarias de Trump respecto a Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá y el Golfo de México; el mundo se prepara para su segundo mandato, que contrario a lo que muchos creen, representa el mismo proyecto político imperialista de Estados Unidos a pesar de lo grotesco y poco diplomático de su discurso: pro-Israel, pro guerra, pro OTAN, pro sanciones a Cuba, Venezuela, Irán, etc; neoliberal, anti inmigrante y anti unión; pero hacia el futuro, hay otros planes expansionistas y balcanizadores que afectan a México.

    Divide y vencerás es la máxima de la estrategia militar en el arte de la guerra de Tzun Tzu, y el imperio anglosajón lo ha usado históricamente para impedir, mediante golpes de estado y desestabilización política, que Latinoamérica se una en una sola para ser una región competitiva, que se logre una unión africana (proyecto que lideraba Gadafi y por el cual fue asesinado), que Oriente Medio siempre esté en conflicto teniendo como protagonista a su base de guerra y portaaviones llamado Israel, que China tenga soberanía sobre Taiwán (por lo cual se vislumbra ya la siguiente guerra proxy), y, probablemente, su mayor éxito es haber ganado la guerra fría contra la ex URSS, que implicó, entre otras cosas, la disolución y balcanización de la misma.

    En un contexto más nacional, a México ya lo han ultrajado antes, cuando se apoderaron de más de la mitad de nuestro territorio nacional en el que están grandes reservas de oro, minerales y, si juntáramos la cantidad de petróleo del viejo Cantarell, el Golfo de México y los territorios usurpados a los que Sheinbaum le llamó la América Mexicana aludiendo a un mapa del siglo XVI, estaríamos hablando de la reserva petrolífera más grande del mundo, por encima de Venezuela, Rusia y Arabia Saudita. Pero los planes que tienen para México no acaban con el Golfo de México. Estados Unidos se plantea, no abiertamente pero sí en su proyecto expansionista, balcanizarnos para controlar y ampliar su zona de seguridad, y ya hay tontos útiles (y financiados) que se prestan para ello.

    Similar al protectorado que mantiene pobre y miserable a Puerto Rico, Estados Unidos pretende administrar los pedazos de un posible México fracturado, y lo haría para beneficio exclusivo de su clase trabajadora al norte de río Bravo, jamás para el sur.

    Por un lado, quiere control total de las reservas de Petróleo del Golfo de México, que, por cierto, se comparten con Cuba. Hacia el norte, le interesa controlar las reservas de Litio y las grandes manufactureras que hay en esa zona plenamente industrial, y al mismo tiempo, les interesaría que sirvieran de muro de contención para la migración, algo así como una primera barrera que diluya y desmotive a las caravanas provenientes del sur. Estados Unidos estaría encantado de que los recursos acuíferos del sur mexicano sirvan de reserva para tiempos de escasez en su territorio, y lo mismo aplicaría para Centroamérica, que al fin y al cabo representan otro cúmulo de recursos naturales a explotar con mano de obra semi esclavizada incluida para, finalmente, hacerse de facto con el Canal de Panamá.

    Dada la poca validez y credibilidad de las instituciones internacionales y sin un sistema de gobernanza global que ponga algún límite a las grandes potencias, Estados Unidos, si quisiera (y quiere), podría invadir México de la misma manera descarada y violenta que Israel lo hace con Palestina en la franja de Gaza (o un apartheid de facto en Cisjordania), y nadie en el mundo haría nada por nosotros, solo habría un realineamiento de fuerzas, como históricamente ha habido. Todos voltearían hacia otro lado y el imperio, en nombre de la seguridad, el narcotráfico, la democracia o la chorrada que se les ocurra, justificaría tal atrocidad. Al día siguiente, todos los medios hegemónicos, de forma alineada y en coro, estarían blanqueando y validando los actos de quienes los financian y amedrentan al mismo tiempo.

    Vende patrias como el cómico involuntario Gilberto Lozano (sin ninguna relevancia política, afortunadamente) y panistas excitados con la idea de una invasión suave (o incluso con una violación grave a nuestra soberanía nacional) fomentan esta idea, que ojalá no prospere porque, por más unión que haya en México, cuando Estados Unidos lo decida, pasaremos a mejor historia como mexicanos.

  • Estados Unidos: el imperio moribundo

    Estados Unidos: el imperio moribundo

    Ningún imperio ha sobrevivido a lo largo de la historia, porque, después de todo, no hay mal que dure 100 años. En la era antigua, desde las grandes civilizaciones mesoamericanas, pasando por las grandes dinastías asiáticas, los califatos árabes y hasta el imperio romano, todos cayeron, dejando un caos inicial que fue el principio de un nuevo orden aprovechado por nuevas potencias.

    Estados Unidos no es la excepción, y para beneplácito de muchos, caerá. En tiempos modernos, el imperio español dominó los mares en el siglo XIV, luego lo hizo Portugal, con quien se dividió el mundo; pero a la caída de ambos, vinieron los holandeses, y una vez que terminó su dominio, dieron paso al segundo imperio más sangriento y violento de la historia: el inglés. Cuando Estados Unidos y sus aliados ganaron la segunda guerra mundial, impusieron su nuevo orden, que vino a reafirmarse en la guerra fría con la Unión Soviética; pero ahí no acaba la historia, afortunadamente.

    No está claro si habrá un claro vencedor antagónico al dólar, al capitalismo salvaje y al protestantismo blanco anglosajón que hoy domina el mundo; o si, por el contrario, habrá un mundo multipolar post capitalista, cuyos equilibrios se repartan en diferentes latitudes geográficas; pero, lo que es un hecho, es que ya hay señales de que el mundo unipolar no lo será más.

    Decadencia en valores y fracaso de su propio modelo económico, incapaces de derrotar a los rusos, sobrepasados por los chinos, provocando guerras en Medio Oriente, perdiendo influencia en África y sometiendo a Europa, los estadounidenses muestran signos de decadencia como imperio, pero hay un problema con ello: cuando caiga, lo hará con toda la violencia posible, y es que Estados Unidos y sus gobernantes serían capaces de cargarse a civilizaciones completas si eso los acerca a una victoria global pírrica.

    La historia muestra que, en su decadencia, un imperio es capaz de lo que sea, y Estados Unidos todavía tiene mucho poder, armas y control sobre el sistema económico y financiero con el que castigan e invaden países sin miramiento alguno. El problema es que tienen cada vez menos credibilidad y obediencia perenne de otros gobiernos, incluso los aliados, y lo saben.

    Antes, eran menos obvios y trataban de tener cierta congruencia a partir de una falsa superioridad moral rubricada en sus instituciones y propagada en sus poderosos medios. Ahora, son descarados e incongruentes, y hasta el ciudadano de a pie más desinformado se da cuenta que cometen grandes atrocidades no en nombre de la democracia o un supuesto orden, sino para mantener el poder sobre los demás.

    Un imperio depredador tan violento como el estadounidense se mantiene apoyado en guerras y sometimiento, nunca con grandeza cultural o valores, a diferencia de otros imperios como el griego, que cayó ante el romano, pero el primero perduró en el tiempo por sus grandes pensadores y aportaciones a la humanidad.

    En un futuro, a Estados Unidos se le recordará más como la versión con esteroides del imperio británico, que como los que dieron gloria civilizatoria a partir de su modelo. Se sabrá que mataron a diestra y siniestra y provocaron el sufrimiento de millones solo por imponer su mundo basado en reglas, y que no permitían la disidencia, porque se sabían temerosos de un despertar moral y cultural que los superara.

    A los mortales de hoy no nos alcanzará la vida para ver el desplome del peor imperio de la historia, pero nuestros descendientes, en algún punto, lo harán, y será épico.

  • El “héroe” llamado Luigi Mangione y los riesgos de la privatización de la salud

    El “héroe” llamado Luigi Mangione y los riesgos de la privatización de la salud

    Los grandes empresarios tienen como misión principal enriquecerse a toda costa, no importa cuánto ni cómo se quiera romantizar con discursos vacíos y superfluos lo contrario, y para lograrlo, ponen en el cargo de director general a las personas más eficaces para ello, que, en el caso de la salud, significa evitar mediante todos los medios que los usuarios de pólizas de seguro que las adquieren, la usen.

    Así como a las empresas tabacaleras no les es importa en lo absoluto el cáncer de pulmón y otros daños a la salud que sus productos generan en millones de sus clientes, a las aseguradoras de salud no les importa, sobre todo, la salud de los pacientes. En cambio, el común denominador en ellas es que buscan ganar más dinero.

    El caso de Luigi Mangione, ciudadano norteamericano que asesinó a un director de una empresa aseguradora, es paradigmático. El hecho en sí es condenable e injustificable, pero ha provocado gran revuelo a nivel social, sobre todo porque en redes sociales y medios no corporativos ha sido elevada su imagen a nivel de héroe, lo que claramente es una muestra de inconformidad con el estado actual de las cosas, sobre todo en la sociedad estadounidense.

    Para contextualizar la situación en ese país, es importante decir que, según datos del gobierno, mueren unas 60 mil personas al enfermarse de gravedad por no acudir a servicios de salud debido a los altos costos. En la misma línea, 35 millones de personas (un 10% de la población) carecen de seguro médico porque no tienen para pagarlo, pero lo más doloroso a nivel social y de salud pública, es que 100 mil personas mueren por sobredosis de droga, principalmente jóvenes blancos de las grandes ciudades.

    Sin duda, esto puede considerarse como una herencia del neoliberalismo depredador que ve en todo una mercancía y posibilidad de hacer negocio. El capitalismo tecno-financiero hoy en boga beneficia cada vez menos a las grandes mayorías y empuja a la gente a la desesperación, como el caso de Mangione, que sufría dolores crónicos de espalda y enfrentó argucias legales que le impidieron recibir la atención que necesitaba, generando resentimiento mal enfocado.

    Por eso, a los que solo hablan de recortes y desregulación hay que enfrentarlos con valentía. En España, Ayuso, la presidenta del gobierno de la comunidad de Madrid, ha beneficiado a hospitales privados en detrimento de la salud pública; en Argentina, un loco con motosierra se vanagloria de recortar como nunca el presupuesto, afectando a sectores vulnerables; y en Estados Unidos, el recién ungido presidente, Donald Trump, amenaza con ser el más despiadado de todos los neoliberales.

    En el caso de México, no podemos permitir que este discurso contamine el pensamiento humanista y popular que ha implantado la 4T, cuyo propósito es ofrecer salud y medicamentos a todos. Queda mucho por mejorar, queda claro, pero jamás el camino debe ser la privatización.


    ¡Viva la salud pública, gratuita y de calidad!

  • Crimen en México y en Medio Oriente: semejanzas y diferencias

    Crimen en México y en Medio Oriente: semejanzas y diferencias

    El cártel de Sinaloa extiende sus tentáculos en el mundo, llegando hasta España. Fue noticia que el pasado 17 de noviembre se detuvo a 14 miembros de esta organización, acusados del secuestro y asesinato de una víctima en Cataluña.

    A esta organización se le conoce en todo el mundo y se ha hecho apología de sus integrantes, especialmente de Joaquín Guzmán Loera. Gracias a series tipo Netflix y canciones de artistas famosos, su popularidad aumenta, así como, aparentemente, sus negocios y beneficios.

    Parece ser que no ha habido una organización criminal tan fuerte e internacional como esta, excepto el Estado Islámico, en medio Oriente.

    ¿Cómo es posible que una organización de estas características, lejos de debilitarse, parece crecer día con día a pesar de que, en teoría, la persiguen autoridades de México, Estados Unidos y otras partes del mundo?

    Igual que el Estado Islámico, el cartel de Sinaloa parece siempre salirse con la suya. Aparentemente, desafían a los gobiernos y aterrorizan a la población. Tienen una estructura jerárquica tipo empresarial y mucho poder de fuego. Para el ejército mexicano, el cártel de Sinaloa no es rival en términos de presupuesto, tamaño y armamento; no son comparables y definitivamente no vale la pena intentar hacer el mismo ejercicio con el ejército más poderoso del mundo. La diferencia es tan grande como un elefante aplastando a una hormiga, pero, aun así, el cártel de Sinaloa es imbatible a través de los años en ambos lados de la frontera.

    Supuestamente se les persigue no solo en México, sino también en Estados Unidos, el país que tiene los mejores satélites y radares del mundo, aquel que ha descubierto otras galaxias, que ha puesto un pie en la luna, que sabe lo que hace cada humano cada minuto del día y con drones capaces de destruir milimétricamente blancos tan fuertes como un tanque o tan grandes como una empresa, ese país que presume de control y vigilancia internacional de cada punto del planeta, no ha logrado desarticular ni debilitar a esta organización criminal.

    En la sospecha puede encontrarse la respuesta más absurda o más obvia: el cártel de Sinaloa puede ser colaborador y aliado del gobierno estadounidense, al igual que el Estado Islámico. Ambos, supuestos enemigos de Occidente, del progreso, de la democracia, de la paz y del bien común; realmente se comportan (y de hecho son) como brazos armados para cumplir los objetivos de Washington.

    El Estado Islámico ha cometido actos terroristas en todos los países europeos y del medio oriente que intentaron rebelarse o no siguieron los mandatos de Washington en algún momento, pero nunca ha intentado nada con Israel o con los mismos Estados Unidos; el cártel de Sinaloa es capaz de desestabilizar a México con una masacre para poner en cintura al gobierno y pedirle que endurezca sus políticas migratorias, pero sus productos se venden perfectamente en Estados Unidos, desde Wall Street hasta el barrio más pobre de Filadelfia; el Estado Islámico es el pretexto perfecto para hacer todas las invasiones militares que se le den la gana a Estados Unidos: Irak, Libia, Afganistán, por mencionar las más recientes; y el Cártel de Sinaloa puede ser el pretexto perfecto para que Trump cumpla su promesa de campaña: declarar organizaciones terroristas a los cárteles para intervenir México en detrimento de nuestra soberanía.

    Fox les tenía miedo y no intentó absolutamente nada, Calderón fue el tonto que intentó aliarse con ellos para disminuir el resto de cárteles en México, y López Obrador intuía sobre la alianza Cártel de Sinaloa-Estados Unidos, o al menos no le parecía una locura improbable, por ello su apuesta fue a no enfrentarlos y atender las causas para tener gobernabilidad.

  • México ante Trump

    México ante Trump

    Ante la llegada de Trump a la presidencia, se plantea un dilema geopolítico para México. El ya presidente estadounidense no cree en grandes acuerdos comerciales como el NAFTA, pero sabe que solo no puede ganar la batalla contra China y necesita a México y Canadá, al menos de escudos. China, como civilización, avanza; Estados Unidos, como imperio depredador, está en decadencia.

    Ante tal escenario, México tiene pocas o ninguna opción geopolítica como segunda alternativa o escapatoria antes las eventuales agresiones y locuras de Trump. La retórica clasista y racista serán lo de menos ante la potencial crisis migratoria, presión económica e intervención militar que potencialmente puede sufrir México por el nuevo y recargado discurso Trumpista.

    De todas las amenazas, ¿cuál es más preocupante y por qué?

    En sentido económico, del nuevo gobierno estadounidense se espera un proteccionismo a ultranza, y como discurso económico ante el mundo eso puede sonar bien para sus votantes, pero en el caso de México es casi imposible que haga alguna locura, ¿por qué? Porque la mexicana y la estadounidense son dos economías que están tan imbricadas y tienen flujos de comercio tan altos, que intentar revertir esto sería potencialmente mortal para ambas economías. Puede intentar reducir el déficit y modificar la balanza comercial, pero México también jugaría sus fichas ante tal escenario, y la más importante de ellas sería intentar exportar y diversificar más hacia otros países, y China estaría feliz de que nos arrojáramos a sus brazos.

    La parte migratoria puede ser bastante más delicada desde dos puntos de vista. El primero, la parte humana porque México se va a ver obligado a endurecer sus políticas migratorias en el sur, lo cual es sufrimiento y deshumanización garantizada para personas que huyen de la violencia y la pobreza de sus países de origen; y el segundo, porque puede haber deportaciones masivas de mexicanos en Estados Unidos de las formas más indignas y humillantes. En cualquier caso, el drama humanitario está garantizado. Estados Unidos bucará obligar a México a convertirse en tercer país seguro y las ciudades de la frontera podrían ser potencialmente caóticas, pero también lugares de paso a lo largo del país se verán llenos de migrantes que necesitan todo y tienen nada.

    La parte más dramática viene en el tema de la seguridad, sin dudas. Estados Unidos buscará socavar la soberanía de México con el pretexto del narcotráfico convertido en terrorismo, y con ello, que las agencias extranjeras se apropien de territorio mexicano sin nada que poder hacer al respecto. De esta manera, ellos podrían controlar mejor los flujos migratorios, administrar mejor la droga que consumen de los cárteles y presionar al gobierno mexicano para lo que sea. Durante el gobierno de López Obrador, se recuperó la soberanía y la dignidad que México había perdido en gobiernos neoliberales y entreguistas, y Estados Unidos lo sabe, por eso no quiere correr riesgos y necesita apropiarse otra vez de “su patio trasero”.

    Los panistas, empezando desde la apátrida Lilly Téllez y hasta el entreguista Marco Cortés, se frotan las manos ante una intervención estadounidense en territorio mexicano porque es la única forma de des legitimar a un gobierno que tiene una aprobación mayor al 70%. En su locura e incongruencia, condenan la “militarización” del país, pero piden a gritos una invasión disfrazada de colaboración.

  • Repensar el concepto de democracia a partir de China

    Repensar el concepto de democracia a partir de China

    Desde Occidente, se nos ha vendido la idea de democracia o dictadura como únicas formas de gobierno posibles, y la realidad es que los países “democráticos” son solamente los socios que se subordinan a los mandatos de la casa blanca en Washington: G7, G20 y básicamente todos aquellos países subdesarrollados que le permiten a otros expoliar sus recursos, poner a títeres en su gobierno y, si se necesita, instalar bases militares.

    La consigna es clara: si eres aliado democrático, tienes derecho a no ser invadido y saqueado del todo, y, sobre todo, tienes el beneficio de comerciar con Estados Unidos, acceso al dólar como moneda de reserva e intercambio, a poder adquirir sus grandes avances tecnológicos, a poder consumir toda su cultura del entretenimiento, a préstamos de organismos internacionales y a un trato “digno”. Nunca serás un igual, pero al menos no te caerán las bombas en nombre de la democracia.

    La cuestión es que, sin bien para Washington funciona así, electoralmente a nivel local ya no es tan rentable la idea de democracia, ello porque las personas se han dado cuenta, más allá de discursos políticos vacíos, que lo que importa es un proyecto de gobierno que beneficie a la clase trabajadora en sentido amplio más que al capital (marxismo puro y duro, pero no estirar tanto la liga como en su momento lo hizo Chávez en Venezuela o Castro en Cuba), limpiar y fortalecer al Estado interventor y emprendedor, e intentar crear un estado de bienestar a la antigua usanza europea. Todos ellos fueron los ejes rectores del proyecto alternativo de nación que planteó el presidente López Obrador y que sigue al pie de la letra Claudia Sheinbaum.

    Los comentócratas mexicanos conservadores están al borde de la histeria porque hablan de autoritarismo y crisis constitucional en el proceso de la reforma judicial, y eso, en sus cabezas, es un gran argumento político-electoral para debilitar a la 4T, pero la verdad es que no es así porque la mayoría de mexicanos sabe y entiende, a partir de la gran politización que adquirió en el sexenio pasado, que realmente hay otros factores diferenciadores.

    China y su partido comunista, desde la lejanía, está ayudando a romper el paradigma de la supuesta democracia y libertad en Occidente, en donde suele haber gobiernos cortoplacistas que les interesa más la siguiente votación, echarse culpas y manchar al otro partido, mantener una supuesta superioridad moral que al final es pura hipocresía, bloquear a toda costa el proyecto de gobierno del otro aunque signifique bienestar y avance, blanquear a sus aliados, quedar bien ante el imperio y conservar el poder más que el real beneficio de la clase trabajadora.

    Son debilidades evidentes de los supuestos sistemas democráticos, en cambio, en el país oriental, no hay nada que votar y la única función del presidente es vigilar que se cumplan los objetivos estratégicos del país. No es el paraíso y existen muchas desventajas en los sistemas autoritarios, evidentemente, pero conseguir que 800 millones de personas salgan de la pobreza y que un país rural pase a ser la segunda potencia mundial parecen logros incontestables ante la decadencia de países otrora ejemplos, como los europeos. Y ojo, no se trata de promover el autoritarismo porque a todos nos queda claro que un sistema de gobierno como el chino sería inviable en un país con la posición geográfica, la cultura y la historia de México. Se trata, solamente, de cuestionarnos si la democracia liberal, capitalista, burguesa, rentista y explotadora bajo el paradigma de dominio estadounidense es la mejor opción para gobernar un país como México, y también si los argumentos electorales en este sentido son tan fuertes como para cambiar el voto.

    El mundo ya cambió, y si bien todavía se necesita “la aprobación” de Washington para no ser bombardeados, la democracia y el papel del Estado han evolucionado radicalmente.

  • El problema de la violencia en México es, en gran parte, culpa de Estados Unidos

    El problema de la violencia en México es, en gran parte, culpa de Estados Unidos

    Mientras Estados Unidos no deje de ser el principal mercado de droga y armas en el mundo, México está condenado a sufrir tasas de violencia y homicidios comparable a países en guerra. No es deslindarse de la responsabilidad, es aceptar que vivimos en un mundo globalizado donde el imperio gringo dicta todo de manera directa o indirecta, desafortunadamente.

    La única solución real para México es que el mercado de la droga y armas ilegales lo absorba Canadá o el mismo Estados Unidos, que se maten entre ellos y sufran la violencia que han sufrido países latinoamericanos, principalmente Colombia y México; pero la anglósfera no permitiría ese nivel de violencia entre blancos, ricos y protestantes porque es mejor que los muertos los ponga el tercer mundo entre su pobreza e irrelevancia.

    Además, parte de la economía de México y Estados Unidos ya dependen del dinero de la droga. Es un cáncer metastático que se esparce poco a poco en todo el cuerpo, y que, si se quiere extirpar el tejido dañado, eso mataría al paciente porque ya hizo simbiosis con las otras células, condenándolo a la muerte. Claro, solo han decidido que se deben atacar y amputar el brazo y pierna que están al sur del Río Bravo, aunque lo otro eventualmente también morirá.

    Las hipótesis que dicen que algunos cárteles incluso colaboran con Estados Unidos cobran sentido porque, ¿de qué otra manera se explican los niveles de violencia y la gran estigmatización que sufre México, pero la impoluta y hasta heroica imagen de los hipócritas estadounidenses ante el problema de la droga “mexicana”? No sería la primera vez que Estados Unidos se alía con su supuesto enemigo internacional. Ahora mismo se sospecha que Isis es el brazo armado y terrorista que Tel Aviv y Washington tienen para controlar e intimidar países. Muestra de ello es que nunca han cometido atentados en estos países y que, recientemente, Isis pidió a Hamás la liberación de los rehenes del 7 de octubre de 2023. Y la última “gran obra” de Isis fue en Rusia, quien sostiene una guerra proxy con Estados Unidos en territorio ucraniano. De hecho, una alianza con los cárteles que aparentemente intentan atacar es la manera perfecta de desestabilizar países latinoamericanos como históricamente lo han hecho de una manera discreta y disimulada: matar políticos incómodos, generar gran violencia en momentos precisos y mantener la industria bélica a flote.

    Y es que Estados Unidos es el vecino cínico y matón que hace lo que quiere porque no ha habido (todavía) quien lo ponga en su lugar. Nadie le exige cuentas y todos se subordinan por los temores de siempre. Su cultura de la muerte y violencia nos salpica porque, por más que se trate de desarmar a un grupo delictivo en México, siempre tendrá fácil acceso a más y mejores armas, ello sin mencionar los miles de millones de dólares que se llevan a ese país en droga: cien mil personas mueren al año por consumo de fentanilo además de otros segmentos de la población que son altamente adictos y va desde grandes banqueros en Wall Street hasta el trabajador de a pie. La decadencia a nivel de valores y sentido de vida que vive la población estadounidense es el caldo de cultivo perfecto para crear un mercado insaciable.

    ¿México es responsable de sí mismo? Sí y hay que hacer las cosas bien en todos los ámbitos posibles y deseables, pero mientras exista Estados Unidos tal y como lo conocemos, la violencia no cesará en nuestro país.

  • Gaza es un campo de prueba

    Gaza es un campo de prueba

    Las imágenes y videos de Gaza y su exterminio son insoportables. Nunca antes se había grabado un genocidio en vivo. No es contra Hamás, es contra la población civil en Palestina y esto es un hecho innegable condenado por personalidades de todos los ámbitos, por todos los organismos de Derechos Humanos y Estados serios con un mínimo de decencia y congruencia, y ahí, por supuesto, no entran ni Estados Unidos ni la Unión Europea.

    ¿Cómo es posible que el mundo testifique el horror y nadie haga nada al respecto más allá de palabras de condena?

    Israel está probando al mundo y su reacción, está testando qué tan fácil es cometer crímenes de guerra y, todavía, hacerse pasar por víctima. Lo respalda todo el aparato mediático y armamentístico de Estados Unidos. La gente menos politizada e intoxicada por los medios conservadores sigue creyendo que Israel lucha contra el mal de Hamás, y más recientemente, contra Hezbollá, en el Líbano. Pero no acaba ahí porque Israel atacó a las tropas de la ONU recientemente, y, por cierto, en dichas tropas había soldados de países que le proveen armas al ejército sionista, como España.

    Si cualquier país enemigo de Estados Unidos hubiera hecho el 10% de lo que ha hecho Israel, ya lo habrían destruido y saqueado en nombre de la democracia y la justicia. No se atreven con Rusia porque tiene armas nucleares y misiles hipersónicos capaces de superar cualquier defensa antimisiles.

    En los últimos días, uno de los voceros de Kamala Harrys declaró en la CNN: “La expansión de Israel y sus representantes es una necesidad absoluta para Estados Unidos”. Este desliz freudiano se podría considerar un escándalo si lo hubiera dicho el gobierno de China, pero en Occidente pasa inadvertido porque todos están sometidos y subsumidos al imperio gringo.

    El presidente francés, Emmanuel Macrón, intentó dar un golpe sobre la mesa y pidió dejar de suministrar armas a Israel. Acto seguido, la sede de una compañía gasera en Francia fue bombardeada en Beirut por el ejército israelí. Y si el jefe de Estado de un país tan importante como Francia se retracta en sus declaraciones por el temor a sufrir más represalias de mayor calado en su territorio o hacia empresas francesas, entonces, ¿qué le queda el resto, además de someterse al poder de Washington?

    El medio oriente es el tablero de ajedrez de la geopolítica actual donde la expansión de Israel y la consolidación del eje anglo-israelí garantizaría la subsistencia de un mundo unipolar donde el dólar y el eje Occidental sigan dictando las reglas del juego mundial. Palestina, Libia e Irán son los siguientes objetivos a conquistar para dominar los energéticos, tener predominancia en esa zona y seguir controlando a los BRICS, y en particular limitar el poder de Rusia y China.

    Los horrores de la guerra que sufren los inocentes, pobres y débiles pasan a segundo término cuando está en juego el poder. La humanidad está más desarrollada económica y tecnológicamente hablando, pero más insensible y reprimida que nunca, aunque nos quieran vender el discurso de la libertad y la justicia.

  • ¿Qué tan felices son los mexicanos?

    ¿Qué tan felices son los mexicanos?

    Según el reporte de Grandes Poderes 2024 de Ray Dalio, multimillonario gestor de fondos de cobertura y filántropo estadounidense, México es uno de los países más felices del mundo, específicamente ocupa el tercer lugar de una lista de 24 países geopolíticamente relevantes.

    El reporte también provee información sobre fortaleza interna del país, salud y otras variables importantes para los inversionistas más allá de las cifras estrictamente macroeconómicas y de mercado.

    El resultado ha llamado la atención porque, si bien hay mucha literatura con relación al tema de la felicidad, no hay un consenso único (incluso filosóficamente hablando) de qué significa realmente ser feliz. En los rankings y mediciones tradicionales, la felicidad cualitativa tiene una interpretación subjetiva y se relaciona con aspectos como niveles de satisfacción personal, relaciones sociales, entorno familiar y visión de la vida, entre otros; mientras que la felicidad cuantitativa está ligada a métricas objetivas de bienestar como salud, acceso a servicios y poder adquisitivo, sin embargo, en la metodología de Ray Dalio llaman la atención dos variables que quizás expliquen el resultado -y sentir actual de muchos mexicanos- de este ranking: esperanza en el porvenir y satisfacción con los liderazgos políticos actuales, lo cual, evidentemente, tiene que ver con AMLO y la 4T.

    La sensación que deja AMLO después de su sexenio es que realmente ha ocurrido un cambio para bien, que la gente hoy vive mejor que antes, que ha triunfado el pueblo y que el futuro de México es esperanzador con la continuidad de Claudia Sheinbaum.

    En un modelo capitalista donde el dinero condiciona casi todo, la mayoría de mexicanos aumentaron sus ingresos por los programas sociales, las políticas laborales implementadas, el aumento de remesas, el cobro efectivo de impuestos y la austeridad republicana que se refleja en más recursos para el pueblo; pero no solo es cuestión de dinero, sino de empoderamiento donde las personas realmente sienten que su voz y voto realmente cuentan.

    Y es que AMLO no solo fue un gobernante efectivo a nivel de políticas públicas, sino que, como líder, encarna y representa al dirigente popular más importante de la historia de México.

    Es cierto que hay muchos retos y problemas que enfrentar, pero, hoy por hoy, parte de la felicidad que los mexicanos tienen en su día a día se relaciona con la lucha que AMLO emprendió y de la cual fuimos testigos a través de diferentes medios. El tik tok que ve la señora mientras compra el mandado, la publicación de Facebook que ve el señor mientras se dirige a su trabajo, el post de X que ve el estudiante en su escuela, el programa de radio que escucha la familia mientras cena o la mismísima mañanera que millones siguieron en vivo en horas de la mañana.

    Sí, AMLO y su gobierno generaron esperanza y felicidad en millones de mexicanos, y eso se refleja en un ranking donde países como Suiza, Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, España y otros del llamado mundo desarrollado puntuaron menos para sorpresa de muchos, pero un ultra neoliberal como Ray Dalio no pretende satisfacer egos chairos, sino generar información útil para los inversionistas.