La exigencia de Alejandro Moreno alinea al PRI con EUA en su postura contra Maduro, mientras el partido lidia con su propio pasado autoritario.
Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del PRI, ha solicitado que México se convierta en el mejor aliado de Estados Unidos en América Latina. Insiste en fortalecer la postura contra lo que describe como dictaduras, especialmente la de Nicolás Maduro en Venezuela. Este llamado, en medio de un clima político tenso, desconcierta cuando se considera la historia reciente del PRI.
Durante décadas, el PRI ha estado en el centro de numerosas acusaciones de autoritarismo. Su legado incluye testimonios de fraude electoral, represión política y violaciones a los derechos humanos. El partido, que gobernó de manera casi ininterrumpida por 71 años, ha estado marcado por prácticas que contradicen los principios democráticos que ahora promueve.
Moreno denuncia al régimen venezolano por su falta de respeto a la democracia. Asegura que no se puede ser cómplice de un gobierno que roba elecciones. Esta crítica suena hipócrita cuando se recuerda cómo el PRI ha gestionado su poder en el pasado. Las exigencias de una postura firme se contradicen con la inacción histórica de su propio partido frente a sus propios abusos de poder.
El dirigente del PRI llama a no mantener una postura neutral frente a regímenes autoritarios. Sin embargo, es vital recordar que el partido ha promovido su propia versión de autoritarismo por años. Los mismos fundamentos que hoy descalifica en otros países son los que han sustentado su poder en México.
Moreno enfatiza que callar ante las dictaduras es traicionar los principios de democracia y derechos humanos. Sin embargo, la historia del PRI está llena de silencios cómplices ante situaciones similares. Su llamado a la comunidad internacional carece de credibilidad cuando su propio partido ha sido parte del problema.
A pesar de las sombras del pasado, el PRI intenta posicionarse como defensor de la democracia, pidiendo acciones concretas para restablecer el orden en Venezuela. Pero la falta de especificidad en estos “medios necesarios” deja dudas sobre la sinceridad de su propuesta. El partido aún no ha explicado cómo, tras décadas de un gobierno que aterró a sus opositores, planea abogar por otros.
La declaración final de Moreno, pidiendo a México ser un aliado firme de Estados Unidos, es una invitación a reevaluar la relación del país con su historia. Abandonar la ambigüedad requiere más que solo palabras. Ante la lucha por la democracia en la región, el líder del PRI necesita confrontar su legado y actuar con coherencia. El llamado a la libertad en Venezuela, si no se apoya con acciones y un cambio interno genuino, podría ser solo un eco de viejas ambiciones.


















