Etiqueta: Carlos Castillo

  • Los frijoles en el arroz

    Los frijoles en el arroz

    En México, la lucha contra la corrupción y la impunidad fue una de las principales banderas de la Cuarta Transformación. El arribo de un gobierno con un discurso centrado en la honestidad, la transparencia y la regeneración de la vida pública trajo consigo una esperanza real de cambio estructural. Sin embargo, conforme avanza el tiempo, siguen emergiendo casos que revelan que no todos han adoptado esa visión. No se trata de atacar a los actuales gobernantes ni de minimizar los avances alcanzados, sino de reconocer que, incluso en el entorno más comprometido con el cambio, siempre puede surgir “un frijol en el arroz”.

    Este fenómeno no es exclusivo de México. En El Salvador, el presidente Nayib Bukele ha impulsado una transformación política y social sin precedentes, principalmente con su política de mano dura contra las pandillas a través del polémico régimen de excepción, que ha llevado a la detención de más de 80,000 personas vinculadas al crimen organizado. Su gobierno ha logrado reducir drásticamente los índices de homicidio hasta posicionar al país como uno de los más seguros de América Latina y ha ganado una legitimidad popular impresionante. No obstante, en medio de esos logros, también han emergido casos de corrupción dentro de su administración, incluyendo señalamientos de contratos irregulares, nepotismo y falta de transparencia en adquisiciones públicas durante la pandemia. Esto demuestra que, incluso con un liderazgo firme y disruptivo, los sistemas gubernamentales siguen siendo vulnerables a la corrupción si no se refuerzan los mecanismos de control.

    En nuestro México, la realidad es similar: la presidenta Claudia Sheinbaum, los gobernadores o alcaldes no pueden tener control absoluto sobre cada acción de sus colaboradores. Ni siquiera con cuerpos de inteligencia, vigilancia institucional o redes de control interno se puede garantizar que la tentación no toque a alguien. La corrupción es una enfermedad de largo plazo, arraigada en una cultura de impunidad que lleva décadas alimentándose en las sombras de las instituciones.

    Hoy, la presidenta Sheinbaum representa la continuación de ese proyecto transformador. Rodeada de figuras clave como Omar García Harfuch en Seguridad, y con un gabinete que, hasta el momento, ha mantenido una línea institucional limpia, parece haber voluntad política para avanzar en el combate a las prácticas deshonestas. Sin embargo, la voluntad por sí sola no basta.
    Lo que México necesita no es una guerra contra la corrupción con fines mediáticos, sino un fortalecimiento real de las instituciones encargadas de prevenir, investigar y sancionar los delitos administrativos y financieros. La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), por ejemplo, debe asumir un rol más activo, riguroso y técnico para detectar movimientos sospechosos especialmente entre servidores públicos y hacerlo con imparcialidad y contundencia.

    Asimismo, es urgente dotar de autonomía plena a los órganos de fiscalización, blindarlos de presiones políticas y mejorar sus capacidades técnicas. La ciudadanía también debe asumir un papel más vigilante, exigiendo cuentas y denunciando irregularidades.

    La transformación verdadera no solo se logra desde la presidencia o los altos mandos. Se construye día a día en cada dependencia, en cada oficina pública, y sobre todo, en la convicción de que servir al pueblo es un honor, no una oportunidad para enriquecerse.

    Que no nos sorprendan los “frijoles en el arroz”, pero que tampoco nos resignemos a su presencia. La vigilancia, la ética y la institucionalidad son los ingredientes que pueden devolverle el sabor justo a la vida pública en México.

    Y por cierto… qué rico es el arroz con frijol, uno de mis platillos favoritos. Ojalá así de nutritiva fuera también la política.

  • Adán Augusto: El Hombre Fuerte de la 4T

    Adán Augusto: El Hombre Fuerte de la 4T

    En la política mexicana actual, pocos personajes cargan con el peso simbólico y estratégico que ostenta Adán Augusto López Hernández. Para muchos, es el verdadero “conciliatore” del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), un operador político de primer nivel que ha tejido acuerdos, negociaciones y alianzas clave para consolidar el proyecto de la Cuarta Transformación.

    Compararlo con Manlio Fabio Beltrones no es desmedido. Ambos han sido hábiles interlocutores del poder, piezas fundamentales para que gobiernos logren avanzar reformas trascendentales. En el caso de Adán Augusto, su talento como negociador y su cercanía con el presidente López Obrador lo posicionaron como una figura clave en la Secretaría de Gobernación, donde supo mantener la gobernabilidad y el equilibrio político durante momentos de alta tensión social y legislativa.

    El voto que logró para cerrar la reforma judicial no solo fue histórico, sino también estratégico. Fue un acto político que, aunque cuestionado por algunos sectores, quedará registrado como uno de los momentos en que la 4T demostró su capacidad de maniobra institucional. Ese “voto mágico”, como ya se le comienza a conocer en los pasillos legislativos, será recordado por su impacto en la transformación del Poder Judicial y su influencia en el reordenamiento del sistema legal en México.

    Hoy, Adán Augusto se enfrenta a una nueva etapa: el Senado. Ya no como operador desde la Secretaría de Gobernación, sino como actor en la arena legislativa, donde los reflectores son más directos y los ataques de la oposición más evidentes. Su figura genera respeto, pero también temor en sectores que buscan debilitarlo para abrir espacios de poder que fueron cerrados durante su paso por el gabinete.

    El riesgo político no es menor. Existen rumores y acusaciones que buscan vincularlo indirectamente con actos de encubrimiento durante la gestión de su exsecretario de Seguridad Pública. Aunque aún no se han presentado cargos formales, se prevé que sectores opositores intenten manchar su imagen con fines electorales.

    Sin embargo, Adán Augusto no está solo. Su influencia sigue vigente entre las filas jóvenes del movimiento, donde ha cultivado aliados como el senador Miguel Ángel Yunes Márquez, quien, a pesar de su apellido panista, ha mostrado una sintonía interesante con algunos postulados de la 4T, además de otras figuras emergentes con hambre de poder y lealtad comprobada.

    En los próximos meses, veremos si Adán Augusto puede mantener su papel como el hombre fuerte de Morena o si los embates de la oposición logran fracturar esa imagen de operador infalible. Lo cierto es que su estilo tabasqueño, su voz pausada y su olfato político lo mantienen, por ahora, en el centro del tablero.

    El país necesita negociadores, no incendiarios. Y aunque algunos intentan hacerlo a un lado, otros saben que sin él, las reformas que vienen podrían no tener quién las lleve hasta la meta.

  • El Momento de la Justicia: Por qué César Gutiérrez Priego debe presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación

    El Momento de la Justicia: Por qué César Gutiérrez Priego debe presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación

    En la historia contemporánea de México, pocas decisiones han sido tan trascendentales para el destino de nuestra democracia como la elección del nuevo ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Sin embargo, gran parte de la ciudadanía aún no ha dimensionado la profundidad de este proceso. Nos encontramos ante una oportunidad histórica: consolidar un Poder Judicial fuerte, eficaz y honesto. Hoy, más que nunca, el país exige justicia con rostro humano y autonomía verdadera.

    César Gutiérrez Priego: una vida al servicio del derecho

    El nombre que resuena con fuerza en este proceso es el de César Mario Gutiérrez Priego, un jurista de reconocida trayectoria en el derecho penal, militar y constitucional. Abogado con más de 25 años de experiencia, ha dedicado gran parte de su vida a la defensa de los derechos humanos y al fortalecimiento de la legalidad dentro y fuera de las instituciones. Su activismo por los derechos de los militares procesados injustamente, y la creación de la Fundación Gutiérrez Rebollo, demuestran su compromiso con los sectores más olvidados por la justicia tradicional.

    Gutiérrez Priego no es un improvisado. Desde su infancia estuvo inmerso en el análisis político y legal de México. Como él mismo ha dicho, “el amor por la justicia me nació escuchando las conversaciones de mi padre con los grandes actores de la política nacional”. Este contexto formativo se traduce en una visión profunda del país, del poder y del papel que la Suprema Corte debe jugar en esta nueva etapa de transformación.

    Liderazgo que respalda la ciudadanía

    Los datos son contundentes. Diversas encuestas realizadas en las últimas semanas por Mitofsky, El Financiero, Enkoll, 24 Horas, El Universal y otras casas de análisis político posicionan a Gutiérrez Priego consistentemente como uno de los favoritos del electorado. En el último corte de Mitofsky para El Economista, obtuvo un 19.0% de preferencia entre los candidatos hombres, solo 0.3 puntos debajo del primer lugar.

    En la encuesta de 24 Horas (Metametrics), Gutiérrez Priego encabezó la lista con 11.2% de intención de voto, superando a contendientes como Hugo Aguilar Ortiz (5.7%) y Aristides Guerrero (9.7%). En otros ejercicios de medición como el de El Universal, también figura empatado en primer lugar con 5% de preferencia bruta, en un contexto donde ningún otro candidato rebasa los 6 puntos porcentuales.

    Estos datos reflejan algo más que cifras: expresan el deseo ciudadano de ver una Corte renovada, comprometida con el pueblo y no subordinada a intereses partidistas ni económicos.

    Justicia con sentido social

    Lo que distingue a César Gutiérrez Priego no es solo su trayectoria legal, sino su sensibilidad social. A diferencia de otros perfiles tradicionales y alejados del pueblo, él ha hecho campaña en colonias como Iztapalapa, llevando un mensaje directo y claro: “La justicia se tiene que democratizar”. Ha propuesto reformas estructurales, como sancionar de manera ejemplar a jueces corruptos y garantizar que los procesos judiciales sean accesibles y entendibles para todos.

    Su lema “Hasta que la justicia se convierta en ley” no es una frase vacía, sino un llamado urgente a transformar la justicia en una herramienta real de equidad social.

    México tiene la oportunidad de elegir

    Nuestro país está ante una encrucijada: continuar con un sistema judicial opaco y elitista o apostar por una nueva visión, liderada por perfiles como el de Gutiérrez Priego. Es momento de que la sociedad participe activamente, exija transparencia en la elección y reconozca que, en democracia, el poder emana del pueblo… incluso en el Poder Judicial.

    La Suprema Corte no debe ser más un órgano distante y técnico, sino el verdadero contrapeso de poder que vele por nuestras libertades y derechos. Hoy México tiene la oportunidad de escoger. Hoy México tiene el derecho de ser escuchado. Y hoy, México debe atreverse a ser quien siempre quiso ser.