Etiqueta: Carlos M. López

  • Faltó voluntad (y quizá algo más)

    Faltó voluntad (y quizá algo más)

    Mientras que, por una parte, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, se dedicó a buscar culpables de la crisis hídrica (y otras más) por las que atraviesa el estado. Por otra parte, el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, se tomó en serio la situación.

    Y quedó claro este viernes pasado. Durante su conferencia mañanera se dio a conocer un decreto mediante el cual se faculta a la CONAGUA para que pueda gestionar las concesiones del vital líquido en Nuevo León, como una medida temporal para afrontar la crisis hídrica.

    Además, se proyectó iniciar obras para la construcción de un segundo ducto de la presa “El Cuchillo”; para continuar con los avances de la presa “Libertad”; así como la disponibilidad de pipas para llevar agua a las zonas más afectadas. Todo para garantizar el agua potable en la entidad hasta por diez años.

    Esto llama mucho la atención, ya que esta medida da a entrever que al gobernador le faltó voluntad para resolver el problema, ya que no se le notó un verdadero compromiso ante la situación. 

    Se recordará, por ejemplo, aquella conferencia de prensa en donde, palabras más, palabras menos, afirmaba que el problema del agua no era su responsabilidad, sino de la CONAGUA; él, tan solo, es el gobernador. 

    Y bien es cierto que ningún gobernador goza de las facultades para disponer del vital líquido a su antojo. Sin embargo, ya desde ese entonces se hablaba que el papel de un gobernador es velar por los intereses del ciudadano de su estado. ¡Claro que le tocaba!

    Por tanto, Samuel García, en lugar de buscar culpables y querer evitar su responsabilidad, debió empezar por señalar qué rol juega, en Nuevo León, las empresas refresqueras, cerveceras y embotelladoras, las cuales hacen uso de grandes cantidades de agua, a como lo hizo el presidente al mandarles un mensaje a que detuvieran su producción temporalmente. 

    Debió, por tanto, encontrar la manera de negociar tanto con la industria, como con otros estados, como sí se hizo desde presidencia.

    No obstante, su actitud fue completamente errónea. Denostaba su descontento, y llegó a acusar que ningún estado de la república quería ayudar a Nuevo León, para luego tener un arranque de soberbia y exclamar que no necesita a nadie. Aunque, a este punto, queda claro que el gobierno federal le está atendiendo el problema.

    Por lo mismo, en su afán de encontrar culpables, llegó incluso a señalar que era responsabilidad de los ciudadanos. Tanto se hizo notar esta situación que propuso, nuevamente, un incremento a la tarifa del consumo de agua.

    Asimismo, y dicho sea de paso, su «plan maestro» para garantizar el agua en Nuevo León hasta 2050, no fue sino un documento insólito, pues su contenido, en resumen, propone dos «soluciones» inmediatas, las cuales parecen más un chiste: primero, esperar a que llueva; segundo, acostumbrarse a vivir sin agua.

    En ese mismo sentido fue lo que asentó en su mensaje del domingo 24 de julio, en donde pidió a los ciudadanos a crear consciencia y preguntarse cómo es que están cuidando el agua. Un cambio de mentalidad con el que, incluso, bañarse dos veces al día, es algo inmoral; o bien, situaciones irreales, como bañarse en dos minutos o menos.

    En fin, entre tanto anuncio aquí y allá —pagado en redes— así como cuentos de esto y aquello, parece ser que Samuel García solo estaba esperando a que entrara al quite alguien que sí tuviera la voluntad de afrontar la crisis.

    Habrá que observar cómo se desenvuelve el gobierno federal en atención a este problema. Por lo pronto, ya lleva un punto a favor, tras mostrar una clara voluntad para atender la situación. Una acción inmediata, por ejemplo, ha sido la llegada de 114 vehículos cisternas para brindar servicio a diez municipios de la zona metropolitana del estado de Nuevo León.

     Por lo demás, al gobierno de Nuevo León parece que le faltó voluntad, y quizá algo más, para afrontar esta crisis; como otras tantas en materia de seguridad, transporte, movilidad, calidad de aire, roces con Congreso y Fiscalía General, y un largo etcétera.

  • Se acaba el agua, pero no los cuentos

    Se acaba el agua, pero no los cuentos

    Este domingo pasado, 29 de julio, el gobernador de Nuevo León, Samuel García, comunicaba, por medio de sus redes sociales, un discurso que poco o nada agrado a los neoloneses.

    ¿Por qué? Pues, resulta que en dicho vídeo hay varios señalados, entre los cuales se encuentran: los gobiernos anteriores; el cambio climático; los ciudadanos.

    Hablemos, entonces, de los gobiernos anteriores primero. En este caso, Samuel García mencionó que anteriores administraciones no han hecho nada ante la crisis del agua, pero en ningún momento se destaca qué significa ese «nada». 

    Pongámoslo así. Si por «nada» se refiere a una cuestión literal, entonces, sería importante que se explicara cómo la actual crisis, por la que atraviesa el estado de Nuevo León, nunca se había presentado como ahora.

    En caso contrario, es importante explicar a qué se refiere el gobernador exactamente, ya que, efectivamente, el estado ha atravesado distintas crisis por el vital líquido, pero, si Samuel García afirma que no se hizo «nada», surge la necesidad de preguntarse el por qué este escenario no se había presentado antes. 

    Recuérdese, por ejemplo, que el actual gobernador cerró su campaña arriba de una lancha en la presa “La Boca”. Esto quiere decir que, a Samuel García, quien tiene un «plan maestro» para garantizar el agua hasta 2050 en Nuevo León, se le secaron las presas en menos de un año. 

    Pero, paradójicamente, a los gobiernos anteriores, especialmente al de Rodríguez Calderón (“El Bronco”), sin hacer «nada», ninguno llegó a provocar una incertidumbre de tal magnitud, como la que tienen ahora sus ciudadanos al preguntarse si hoy, mañana o pasado, al abrir el grifo de sus hogares, saldrá o no el vital líquido; saber si hoy sí vendrán las pipas para abastecerse; o si habrá agua en los dispensadores para poder beber.

    A este punto, parece que ese «nada» de los gobiernos anteriores, en realidad, no tiene un significado literal, sino que, al contrario, sí tomaron medidas para atender el problema, pero que, por una u otra razón, para Samuel García no son medidas efectivas, a pesar que han tenido mejor éxito que sus medidas.

    Ahora, por otra parte, sobre el asunto del cambio climático, se puede tomar como una puntuación discursiva muy débil. 

    Samuel García indica que Nuevo León no es el único estado en el país que tiene problemas con el agua, sino que es un problema con el que deben lidiar casi la mitad del territorio nacional. Habla, también, de casos en Estados Unidos, Reino Unido, Italia o Australia, con el énfasis en que todos estos países también tienen problemas.

    Sin embargo, este punto es muy cuestionable, ya que, así como es cierto que estos y otros países, así como otras entidades federativas en el país, atraviesan por diversas dificultades con el vital líquido, no es menos cierto que otras zonas son totalmente lo contrario.

    Con otras palabras, al igual que se puede afirmar que existe una sequía a nivel mundial porque en varios países se reportan problemas con el vital líquido; también se puede afirmar que no existe tal crisis, ya que hay regiones, aquí mismo en México, cuyas lluvias se reportan como prolongadas, es decir, que llueve casi a diario.

    Por tanto, discursivamente, solo ver una cara de la moneda de lo que se ha provocado con el cambio climático, tampoco parece ser opción para explicar la situación actual. Más bien, lo que se descubre fue la falta de visión para prever el problema, es decir, aquella negativa que dio, cuando era diputado, el ahora gobernador al evitar el proyecto de Monterrey VI.

    Por último, los ciudadanos, para quienes el gobernador, incluyendo a sus familiares y conocidos, cuestionó respecto a qué acciones están haciendo y han hecho para el cuidado del agua.

    Esto sí es un buen punto. Sin embargo, está mal empleado y fuera de lugar, debido a que, actualmente, más de la mitad del estado no cuentan con el servicio de agua. Por tanto, ¿qué agua van ha cuidar si no se tiene? 

    Aquí se puede volver al primer punto, y es que, durante la administración pasada, hubo una campaña de concientización para el cuidado del agua. Por medio de redes, radio y televisión, se informaba sobre la importancia de cuidar el vital líquido y las posibles consecuencias de no hacerlo.

    Además, en su mensaje, Samuel García, habla de una total irresponsabilidad de los ciudadanos, como si ninguno se tomara en serio este asunto. De ahí que mencionara también que se han instalado reductores de presión en varios hogares, o que se implementaría un nuevo aumento al servicio (una tarifa progresiva) para evitar más conductas inapropiadas para el cuidado del agua.

    No obstante, ante este dicho, fue severamente criticado, ya que actualmente existe un problema con las facturas que emite Agua y Drenaje de Monterrey y que ha afectado a muchos usuarios, pues sus lecturas están alejadas de la realidad, llegando a facturarse, por consumo de agua, entre 25 mil pesos hasta más de 140 mil.

    En fin, existen más detalles destacables del mensaje que emitió el gobernador, pero estos tres puntos parecen suficientes para destacar cómo es que, aunque se acaba el agua, los cuentos no.

  • Lluvias no solucionarán la crisis en Nuevo León

    Lluvias no solucionarán la crisis en Nuevo León

    Generalmente, se cree que el problema del agua por el que atraviesa el estado de Nuevo León, se resolverá con intensas lluvias. Sin embargo, esto está muy lejos de ser así.

    Ciertamente, por diversos canales se escucha a la gente afirmar que sí: las lluvias son la respuesta. Incluso en eso consiste, sin entrar a detalles, el «plan maestro para garantizar el agua de Nuevo León hasta el 2050» de Samuel García.

    Misma confianza tiene el director de Agua y Drenaje de Monterrey, Juan Ignacio Barragán, quien ha declarado que “necesitamos un fenómeno de tipo depresión, tormenta tropical para poder, digamos, enfrentar estos con mayor tranquilidad”.

    Pero están en un error. Un error que data desde hace tiempo y que no se ha querido ver, o bien, se ha querido evitar, a pesar de ser muy relevante.

    Pero antes de señalar este error, hay que ser un poco más precisos también. Por lluvias, no solo se deben entender las lluvias propiamente dichas, sino que esto incluye ciclones, tormentas tropicales, huracanes, o cualquier otro fenómeno natural que produzca agua.

    Igualmente, se incluyen proyectos que el gobierno de Nuevo León pretende realizar, como el “Plan Hidráulico: Monterrey VI”, el cual consiste en traer agua del río Pánuco; sin entrar a detalles sobre su controvertida polémica, como su diseño, costo de operación, impacto ambiental, proceso de licitación, entre otros detalles jurídicos que se detallaron desde 2015. 

    Asimismo, de otro tipo de cuestiones que son recientes como, por ejemplo, la propaganda del mismo gobernador por casi todos los medios —apoyándose en una entrevista al priista Alfonso Martínez Domínguez— asegurando que desde hace mucho tiempo ya había problemas con el vital líquido; una especie de augurio, digna de un oráculo como el de Delfos.

    Sin embargo, omite información relevante; como cuando era diputado en el Congreso de Nuevo León, que votó en contra de dicho proyecto: “queremos hacer latente que vamos en contra rotunda de Monterrey VI y haremos lo que esté en nuestras manos para detener este proyecto que, insisto, le funcionó en la campaña al actual gobernador del estado de Nuevo León”.

    No obstante, hoy que es gobernador, desde febrero de este año (2022), durante el Segundo Encuentro entre Gobernadores del Noreste y la Embajada de Estados Unidos en México, pretende revivirlo, más que nadie, para afrontar la crisis; sin importar los datos citados.

    Por otra parte, que se diga que las lluvias no son solución al problema, tampoco debe confundirse en el sentido de hacer hincapié en que los ciudadanos deben crear mayor conciencia sobre lo que representa el cuidado de agua, así como fuente de vida y lo esencial que es para todo tipo de actividad.

    Esto porque no es la primera vez que los neoloneses afrontan una crisis como la actual. Ya desde hace unos años se han presentado cortes programados del servicio por parte de Agua y Drenaje de Monterrey; igualmente, por la misma razón de crisis de agua, muchos hogares de los regios cuentan con tinacos en sus domicilios desde hace años y no de hoy.

    Por tanto, cuando se señala que las lluvias no solucionarán la crisis en Nuevo León, se hace referencia a que es necesario empezar a echar un ojo en cómo se distribuye el agua en la entidad, ya que no es posible que 15 empresas acaparen el agua de los neoloneses; que sean estas las que gasten 43 veces más agua que toda la población neolonesa. Asimismo, estar atentos al saqueo, robo y tomas clandestinas de agua, tanto de empresas como de particulares: a que reine el imperio de la ley.

    Por lo mismo, mientras no se ponga atención en la distribución del agua, evitar que sigan proyectos de concesiones a grandes empresas o de privatizaciones del vital líquido, no habrá agua que caiga del suelo, subterránea por pozos o traída de ríos, lagos o cualquier otra fuente que estén en otros Estados, suficiente para atender el problema.

    Sin esa debida atención, al año siguiente se estará en la misma situación. Un cuento que se viene narrando desde inicios de este siglo.

  • Arturo Zaldívar ¿violó la constitución?

    Arturo Zaldívar ¿violó la constitución?

    Tan pronto el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presentaba una iniciativa de ley como una propuesta para combatir los niveles de violencia contra la mujer, algunas personas (opositoras a la actual administración) lanzaron gritos al aire, denunciando que se estaba violando la constitución.

    Pero ¿realmente esto es correcto? Pues bien, los argumentos que se estructuran para decir que sí, se basan en la Sección II, de la iniciativa y formación de las leyes, y que inicia con el artículo 71 constitucional. Acorde a esta disposición, no se le reconoce el derecho de iniciar leyes o decretos al poder judicial.

    Esto, como se supondrá, también alentó el debate jurídico. Tanto en si realmente compete al presidente de la SCJN presentar una iniciativa de ley, y respecto a qué pasaría si a dicha iniciativa se le presenta un medio de control constitucional en contra, como la acción de inconstitucionalidad, prevista en el artículo 105, fracción II, de la constitución ¿No sería la SCJN juez y parte en ese asunto? Pues es un asunto de competencia exclusiva.

    Pues bien, parece ser que la memoria colectiva suele ser olvidadiza. Simplemente, hace dos años, el ejecutivo federal y el presidente de la SCJN, participaban en una reforma judicial —la cual entró en vigor este año, en el mes de marzo. Aunque claro, en aquel entonces también se criticó a Zaldívar, argumentando que la independencia del poder judicial estaba en entre dicho, ya que se subordinaba al presidente y su movimiento.

    Se podrá decir, además, que una cosa es reformar el poder judicial, y otra es presentar una iniciativa para reformar la constitución, para que el Congreso de la Unión tenga la facultad de expedir leyes generales en materia de feminicidio y delitos vinculados a este (artículo 73); así como para promover una iniciativa de ley. 

    Pero si esto es así ¿dónde ha quedado el argumento de la independencia judicial? Hasta donde se sabe, Zaldívar es quien, de manera independiente, está promoviendo la reforma a la constitución y la Ley General para Prevenir, Investigar, Sancionar y Reparar el Feminicidio, como una respuesta a «la grave situación que enfrenta el país por el creciente número de feminicidios», y que se señala en el proyecto.

    Con ello, se está ante un círculo vicioso. En este caso particular, entonces, Zaldívar es independiente, pero actúa en contra de la constitución. No obstante, esto es completamente incorrecto, por distintas razones.

    Primero, Zaldívar no está violando la constitución porque no está promoviendo una iniciativa ni decreto de ley, sino un proyecto (propuesta) para una iniciativa de ley y una reforma constitucional. De ahí que haya presentado su proyecto a la comisión permanente del Congreso de la Unión, así como hacerlo llegar al ejecutivo federal. Mas no como señala la Ley del Congreso.

    Segundo, si lo que plantea Zaldívar es un proyecto para que el Congreso de la Unión, o el ejecutivo federal, lo lleve a sesión, entonces no es él, sino los otros dos poderes quienes estarían presentando la iniciativa, tal cual señala el artículo 71, y que, en ningún momento, señala que no se le permita o prohíba a los miembros del poder judicial presentar proyectos de ley a los otros dos poderes, con el fin de ser analizados y considerados como propuestas de iniciativa, para que sean ellos quienes decidan si las llevan o no a un proceso legislativo.

    Tercero, por esa misma razón, el proyecto de Zaldívar no tiene la estructura de una iniciativa de ley o decreto: carece de una exposición de motivos como tal, ni se funda ni motiva, como es usual para el trabajo legislativo, y como se hará, muy probablemente, cuando se considere por el Congreso o el ejecutivo federal.

    Podrían incluso alegarse más cuestiones, pero basta con una más. J. Bentham, por ejemplo, mencionaba que los jueces debían tener una clase de «función eventual correctiva», la cual consiste en acercarse al parlamento y advertirle cómo, algunas de sus leyes, aplicadas a un caso en concreto, provocaban cuestiones injustas. Su visión es que el parlamento no debe permitir que sus leyes, en ciertos casos concretos, admitan aplicaciones de ley que sean injustas, por lo que es necesario hacer las correcciones necesarias para evitarlo.

    Y para evitar tal cuestión, es deber de los jueces presentar iniciativas de ley o reformas para que, ante futuros casos, pues son, precisamente, los jueces quienes están en contacto con las situaciones concretas de los asuntos jurídicos; el legislador, al contrario, tiene una visión general. 

    Por lo mismo, si se analiza bien, es eso precisamente lo que está haciendo Zaldívar. Como ministro de la SCJN, y del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), ha advertido que el feminicidio «se agudiza debido a la ausencia de estándares claros y uniformes que garanticen el castigo de la violencia feminicida y ante la falta de investigaciones imparciales, serias y exhaustivas», lo cual ha generado un alto índice de impunidad.

    Además, que «la heterogeneidad de los tipos penales de feminicidio, la falta de coordinación institucional en la investigación y persecución de éstos, así como en la implementación de políticas públicas, han impedido garantizar de manera efectiva la protección a la vida y la integridad de las mujeres en México».

    Por todo, en ningún momento, el ministro presidente de la SCJN, ha violado la constitución. Afirmar lo contrario, significa tener un conocimiento jurídico muy limitado y sería bueno, empezar a tener un horizonte que permita ir más allá del viejo adagio: «Gesetz als Gesetz» (la ley es la ley).

  • Samuel García: «Donde dije digo, digo Diego»

    Samuel García: «Donde dije digo, digo Diego»

    Una manera de identificar lo que es la «vieja política» es, precisamente, «decir una cosa, y hacer otra»; lo que en nuestro idioma se conoce como la locución de «donde dije digo, digo Diego».

    Esto se ha convertido ya en un signo característico de la actual administración de Samuel García, pues su discurso no cuadra con sus actos, y así como dice una cosa, dice otra. Lejos de corregir y aceptar el error, se niega que haya habido tal, o que se interpretó mal el mensaje.

    Por ejemplo, esta semana pasada el nuevo problema en la entidad fue con los transportistas, quienes subieron sus tarifas de 12 a 15 pesos, de manera unilateral, y, por tal motivo, el gobernador los calificó de «gandallas», «canallas» y otros adjetivos.

    No obstante, su opinión hace unos meses era otra: «donde dije digo, digo Diego», pues el mes de marzo pasado, comunicaba que era rotundamente falso que iba a ver un incremento de tarifas en el transporte; principalmente en el metro. Meses después, se anuncia el aumento al servicio de metro (en junio).

    En ese sentido, también fue unilateral la decisión del gobierno respecto a que sus unidades de transporte (ruta exprés) tengan una tarifa de 15 pesos; igualmente, su decisión de subir la tarifa del metro de la ciudad, la cual va de 4.50 a 5.50, con un aumento gradual de 10 centavos por mes, hasta llegar a los 11 pesos.

    Tarifas que quizá sean lo adecuado, pero que no dejan de verse como un engaño al ciudadano, pues «donde dije digo, digo Diego»: primero se niega, y al final se ejecuta como si nunca se hubiera tocado el tema.

    Igualmente, ante los casos de inseguridad en el estado y los reclamos ciudadanos, enfatizaba que a él no le corresponde atender esa situación, pues no es el encargado de la fiscalía. Sin embargo, «donde dije digo, digo Diego», meses atrás se colgaba la medalla sobre la detención del exgobernador Jaime Rodríguez Calderón (“El Bronco”), como si él fuese el fiscal general del estado y que todo haya sido gracias a él.

    Luego, ante esta última crisis con los transportistas, pasó lo mismo, ya que amenazó a algunos choferes de rutas con «abrirles una carpeta de investigación»; detalle que, en efecto, no le corresponde. No obstante que el problema de la seguridad también es su responsabilidad, aunque afirme que no, pues «donde dije digo, digo Diego».

    Y así como estos casos, es posible extenderse sobre otros temas importantes, como el agua, impuestos nuevos, subsidios, e incluso con lo que es la revocación de mandato, la cual exigía hace unos meses, pero ahora repudia.

    En algún momento, Samuel García, ahora gobernador, tuvo una postura de crítica en estos temas, los cuales ahora avala, evita o niega. No hace falta más que recordar su campaña electoral del año pasado, y darse cuenta: «donde dije digo, digo Diego».

    Al final de cuentas, vivimos la misma «vieja política» de siempre, que, al caso, el discurso del “nuevo Nuevo León”, también es un caso de «donde dije digo, digo Diego».

  • Cobra importancia abril: Hito de revocación de mandato

    Cobra importancia abril: Hito de revocación de mandato

    Muchos recordarán que el mes de abril está marcado en la historia de México por llevarse a cabo el primer ejercicio de revocación de mandato en el país. A nivel federal, miles de ciudadanos participaron en este mecanismo de democracia participativa para decidir si el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, seguía como mandatario o perdía la confianza ciudadana.

    Otros, sin embargo, manifestaban su descontento y no acudieron a las urnas a expresar lo que suelen decir en redes, como: que la revocación de mandato era una pérdida de recursos importante para el INE; que era un capricho; que solo era para refrendar la popularidad del mandatario federal; que iba a ser un circo; e incluso que era una medida para justificar, de algún modo, una futura reelección en 2024, pues «así se hizo» en Venezuela —ya se sabe, el mismo discurso de siempre.

    Pero bien, lo realmente importante, en donde cobra importancia abril, era precisamente en crear un precedente, y, con ello, llevarlo a escena en alguno de los treinta y dos estados de la república. Jurídicamente hablando, esto se conoce como un argumento a fortiori, lo cual quiere decir que: si a nivel federal se ha sometido al ejecutivo a una revocación de mandato, «con mayor razón» es posible hacer lo mismo con un gobernador de alguna entidad federativa. Tal es el caso ahora de Nuevo León.

    Apenas la semana pasada, verbigracia, diputados del PAN, del Congreso de Nuevo León, promovían una modificación a la constitución local, en materia de revocación de mandato, con la finalidad de llevar este mecanismo de democracia directa a la actual administración de Samuel García.

    Y sí, justamente, utilizan el argumento a fortiori ya señalado; de ahí que haya sido muy importante lo que aconteció en abril, incluso a pesar de la participación moderada, o de las burlas generalizadas y soberbia de algunos señalando que, de acuerdo a estadística del INEGI, los estados que tuvieron mayor participación, son aquellos que tienen mayor índice de analfabetismo.

    Argumento que, por cierto, se utilizó para denostar a quienes se animaron a ir a las urnas. Por tanto, quienes no participaron se alzaban como personas con mayor estatus o con mayor cultura, aunque, en realidad, eso fue una mala interpretación, pues el valor cívico y la cultura política se demuestran en relación con la participación que se tiene en la vida pública del país; qué mejor que yendo a votar en una revocación de mandato. No ir a votar es, pues, carecer de cultura política.

    Fuera de eso, en Nuevo León las burlas ya no parecen calar. De hecho, muchos empiezan por comerse sus palabras y están a favor de que la revocación de mandato se vuelva una realidad en el estado, ya que la administración de Samuel García se ha caracterizado por ser un desastre en todos los sentidos: un gobierno en negación de la realidad.

    Un rechazo que se ha incrementado a partir de los problemas con el suministro de agua, y la constante actitud de no dar la cara ante las diversas problemáticas que aquejan a los neoloneses. Un gobernador que ha dado penosas declaraciones como que él solamente es el gobernador: a él no le corresponde el abasto del agua o de la luz. Además, ha pedido a los ciudadanos que no se manifiesten, es decir, que renuncien a sus derechos constitucionales.

    Y esto no solo aplica para los neoloneses; aquellos que presumían no haber ido a votar el pasado mes de abril, sino también para personajes políticos de la oposición, quienes decían haber «ganado» sin ir a votar. Hoy, por el contrario, los ciudadanos exigen evaluar a sus gobernantes, y los diputados, les interesa reconocer ese derecho.

    Por lo mismo, este pasado lunes 27 de junio, se avalaban en comisiones del Congreso de Nuevo León, los cambios al primer transitorio del decreto 84, por el cual se establecía que la revocación de mandato se prolongaría hasta 2025; así como algunas modificaciones a la Ley de Participación Ciudadana.

    Ante estos antecedentes, todo parece indicar que la revocación de mandato tendrá lugar en Nuevo León, y no será necesario esperar hasta el 2025 para hacerlo realidad y muy probablemente Samuel García pase a la historia como el primer gobernador que termine sus funciones anticipadamente por un mecanismo de democracia directa como la revocación de mandato.

    No obstante, no hay que cantar victoria tan anticipadamente: hay que leer la «letra pequeña» de estas modificaciones, ya que el Congreso del estado, en su conflicto directo con el gobernador, quizá busque un ejecutivo a modo, pues, conforme a las adecuaciones que se pretende hacer a la ley, se contempla que será el Congreso el que decida quién ocupará el puesto de gobernador por los tres años restantes.

    En fin, así como empieza a cobrar importancia abril en Nuevo León, por el hito de la revocación de mandato, y el hecho que pueda llegar a ser una realidad no tan lejana, incentivaría aún más a que sea posible llevarlo a cabo en otros estados y, por ende, que empezara, en el país, una transición al siguiente nivel de la democracia y la participación ciudadana.

  • Revocación del mandato en Nuevo León: ¿Interés legítimo o un circo?

    Revocación del mandato en Nuevo León: ¿Interés legítimo o un circo?

    Al inicio de esta semana, desde el H. Congreso del Estado de Nuevo León, se está planeando legislar para que el ejercicio de revocación del mandato sea aplicable al actual mandatario estatal: Samuel García.

    A finales del año pasado, sin embargo, se había legislado para «blindar» a la actual administración, mediante la ya no tan «inusual técnica legislativa», es decir, con el uso de artículos transitorios —algo así como la «letra chica» de una reforma.

    Dichos cambios se debían al ya atrasado acuerdo llegado tras la aprobación y publicación de la Ley de Participación Ciudadana para el Estado de Nuevo León, la cual data de 2016. Con las inclusiones aprobadas en la constitución estatal, se contemplaba que este ejercicio de democracia directa fuera vigente hasta 2025, el cual, en realidad, no sería sino hasta 2030 que se pudiera llevar a cabo, esto debido a las cuestiones requisitorias para hacerlo posible, entre esas razones se encuentra la espera de tres años después de haber iniciado el mandato constitucional.

    Hoy las cosas parecen pintar totalmente diferente. Lejos de un interés legítimo por las quejas ciudadanas, los diputados parecen haber tenido un desacuerdo político con el gobernador, el cual había iniciado con buenos términos.

    Un conflicto político que, al parecer, se debe a los recientes desacuerdos políticos entre el Congreso y gobierno del estado, entre los que se encuentra el «chapulineo» de alcaldes y diputados al partido del gobernador, la independencia de la UIFE y el SAT estatal. Que haya un descontento generalizado de los ciudadanos por los problemas con el agua, la inseguridad, nuevos impuestos, aumentos a servicios, desatención a la calidad del aire, entre otros factores, parece ser la excusa perfecta para implementar la revocación del mandato en esta administración.

    Ante este panorama, es necesario plantearse si realmente existe un interés legítimo en hacer realidad el ejercicio de la revocación del mandato en Nuevo León o si no se trata de un mero desacuerdo político que correspondería a las razones ya esbozadas.

    Asimismo, habría que sumar otros factores que no solo corresponden a los diputados sino a los mismos ciudadanos de Nuevo León. Por ejemplo, el pasado abril 10 de 2022, cuando se realizó la revocación de mandato a nivel federal, la participación ciudadana fue escasa en la entidad. Algunos «regios» incluso consideraban que tal figura era un mero capricho del mandatario federal: un circo en el cual no estaban dispuestos a participar, lo cual se reflejó con los resultados de la jornada.

    Por lo mismo, he ahí la necesidad de plantearse la cuestión: en el caso actual de Nuevo León, la revocación del mandato ¿no sería un circo? ¿Un capricho que obedecería a que el Congreso del estado ya no congenia con el gobernador?

    Si lo fuera, entonces, gran parte los neoloneses tendrían que «comerse sus palabras» de cuando la revocación del mandato se realizó a nivel federal.

    Sea como fuere, al igual que aconteció hace unos meses, no importa si la revocación del mandato obedece a un interés legítimo, o bien, a un capricho naciente del Congreso, lo verdaderamente importante es contar con esta figura de democracia directa y de participación ciudadana.

    Porque, y, por último, como dice aquel dicho: la revocación de mandato no es para hoy, «era para ayer». Cabe recordar que a pesar de tener Nuevo León una Ley de Participación Ciudadana, esta solo es letra muerta. Realizar este ejercicio de democracia directa, implicaría un gran avance: el “nuevo Nuevo León” necesita de la revocación del mandato.

  • Tensión Electoral

    Tensión Electoral

    Como se sabrá, este próximo fin de semana se definen seis gobernaturas en el país. Algo muy significativo no solo para los partidos políticos, sino para los ciudadanos, pues estos comicios prometen ser un preámbulo (o reflejo) de lo que acontecerá en las presidenciales de 2024.

    Por una parte, los partidos de la actual oposición ansían volver al poder; el país se está tiñendo de guinda a nivel local, por lo que, al parecer, están dispuestos a todo, con tal de volver, incluso si esto significa traicionar valores y mezclarse con opuestos, como son las alianzas “Va por México”, entre PRI, PAN y PRD. Perder más presencia, ya no es opción.

    Por la otra parte, está un movimiento que pretende seguir con una agenda que aspira a la transformación del país y cuyo principal cuestionamiento es qué pasará después de concluir el mandato del actual ejecutivo federal: Andrés Manuel López Obrador. Puebla y Veracruz, por ejemplo, no se han caracterizado por obtener mejores resultados que otras administraciones; por lo que puede decirse que la transformación, en estos estados, va lenta.

    Por tanto, este tipo de detalles empiezan a llamar la atención para cuestionarse respecto al porvenir. Por lo mismo, existe la necesidad de empezar a observar otro tipo de cuestiones que, por lo general, no están tan de cerca del radar ciudadano. 

    Por ejemplo, hace ya poco más de un mes en que se promovió una iniciativa de reforma constitucional en materia electoral. Sin embargo, su análisis a fondo ha pasado desapercibido; temas tan importantes como: financiamiento de partidos políticos, reducción de legisladores a nivel local y federal, elección de consejeros electorales y magistrados del Tribunal Electoral, o el voto electrónico.

    Simplemente, y sin entrar tanto a detalles, tómese de ejemplo lo que antes era el Instituto Federal Electoral (IFE), su cambio a Instituto Nacional Electoral (INE) y lo que se propone ahora, un Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC). 

    Todo esto resulta importante porque es ahí donde radica la verdadera «tensión electoral». Desde hace tiempo, nuestro país cuenta con un sistema electoral mixto, en el que conviven tanto el método de mayoría simple y de proporcionalidad. No obstante, la institucionalización de este sistema, no se ha logrado propiamente.

    Hoy por hoy, se sabe que la política es conflicto. Se espera que los partidos políticos compitan entre sí. Pero entre esas diferencias deben existir acuerdos que permitan la institucionalización, y qué mejor que una institucionalización del sistema electoral.

    En otras partes del mundo, los partidos políticos también tienen sus diferencias. Esto no es exclusivo de México. Pero, lo que hace a este país estar un paso atrás es, precisamente, no haber institucionalizado su sistema electoral.

    Por tanto, la institucionalización del sistema electoral mexicano debe ser una prioridad y dejar de ser una «tensión electoral», donde el partido hegemónico pretende imponer mecanismos que le beneficien; mientras que los pequeños y los que luchan por sobrevivir, apuestan por esquemas que les permitan obtener una representación.

    Habría, pues, que ponerse de acuerdo en cómo institucionalizar el sistema electoral mexicano; adaptarlo a la realidad que se vive en el país. Más allá de centrar el debate en quién o quiénes serán los vencedores, es importante establecer reglas firmes para determinar a esos ganadores.

  • Para un mejor sistema judicial: no más políticos con toga

    Para un mejor sistema judicial: no más políticos con toga

    España, octubre 8 de 2008: se convoca a una movilización judicial a nivel nacional con el objetivo de reclamar su independencia frente al poder ejecutivo, así como rechazar que la responsabilidad en la impartición y el estado de la justicia recaiga en su totalidad, únicamente, en los jueces del gremio.

    Como se podrá deducir, este movimiento no tenía precedentes. Por vez primera, la movilización alcanzaba todas las jurisdicciones y niveles de la carrera judicial.

    Su reclamo, principalmente, era que no existieran más “políticos con toga”; lo cual se consideraba como el origen o causa de la mala reputación al poder judicial y su desconfianza en la institución como organismo de impartición de justicia.

    Pero, a todo esto, ¿qué es un “político con toga”? 

    Para empezar, esto ha de tratarse como un fenómeno, no como un adjetivo a un personaje. Por ejemplo, del caso español, había dos tipos de jueces: aquellos que tenían una carrera judicial, y aquellos que no la tenían. Estos últimos habían llegado a tener dicho título, no por cumplir con un proceso de formación (que es la carrera judicial) sino por una especie de compensación por su carrera política.

    Con respecto a México, desde hace años que se vive el mismo fenómeno. Por mucho tiempo el cargo de juez ha sido ocupado por “políticos con toga”, llegando incluso a los cargos de ministro. Por ejemplo, el exministro Eduardo Medina Mora, cuya experiencia en la impartición de justicia era cero, su carrera era netamente política.

    Por tanto, al incrementarse los jueces sin carrera judicial en España, había provocado que el poder judicial se hiciera de una mala reputación en la percepción de los ciudadanos, lo que equivale a decir que la impartición de justicia era cada vez peor, pues esta función quedaba en manos de jueces, sí, pero sin formación para una correcta impartición de justicia

    De ahí que los integrantes del movimiento ‘8 de octubre’ rechazaran que toda la responsabilidad cayera en ellos y se distanciaran de los jueces sin carrera judicial, es decir, el “político con toga”, los cuales eran designados por mecanismos políticos

    Y bueno, ¿qué tiene que ver esto con México?

    Pues bien, recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador envió a la cámara de diputados un proyecto de reforma constitucional en materia electoral, la cual, entre otros ejes importantes, se propone fortalecer al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) mediante un nuevo mecanismo de selección de los magistrados electorales: un esquema en el que se involucran los poderes de la unión.

    Sin embargo, es posible que, con esta medida que se pretende, se pueda presentar un escenario como lo sucedido en España, pues se propone en su art. 99, fracc. X, inciso a), que los magistrados que integren el TEPJF serán postulados, 10 personas por cada uno de los tres poderes de la unión, es decir, 30 en total: 10 por el ejecutivo federal, 5 por la cámara de diputados, 5 por la cámara de senadores, y los 10 restantes por el pleno de la SCJN.

    No obstante, el problema no radica en dicho esquema, sino en preguntarse si es posible fortalecer el TEPJF manteniendo los mismos requerimientos para ser ministro de la SCJN. A esto, habría que sumar que, en México, no existe propiamente una carrera judicial, sino un sistema escalafonario.

    Actualmente como se sabrá, el poder judicial no goza de buena reputación, y esto en gran medida por la misma razón. De acuerdo al art. 95 constitucional, cualquier persona puede ser ministro de la Suprema Corte; aunque en su fracc. III se encuentra el único requerimiento estricto para llegar a ser ministro, el cual es tener un título de licenciado en derecho con una antigüedad mínima de diez años; por ende, se obvia cualquier elemento cualitativo referente a la formación para una correcta impartición de justicia

    Por años, el proceso de selección de jueces únicamente ha hecho hincapié a una serie de requerimientos que no detallan ningún criterio cualitativo. Por tanto, ante la exigencia del art. 99, fracc. X, inciso d), del proyecto de la reforma constitucional en materia electoral que dice: “las personas magistradas electorales deberán satisfacer los requisitos que establezcan esta Constitución, no podrán ser menores a los que se exigen para ser integrante de la Suprema Corte”.

    Lo que se nos está indicando, en realidad, es que parece ser lo mismo tener un título profesional de licenciado en derecho con antigüedad de diez años, que tener experiencia jurídica (en impartición de justicia) por mínimo de diez años, lo cual es incorrecto.

    Debido a todo, habría que ahondar más al respecto, pero la idea general es la misma: para que el sistema judicial mejore en todos sus niveles, es necesario priorizar que su designación sea a partir de un proceso que evalúe su formación en la impartición de justicia (apostar por una verdadera carrera judicial) mas no por un medio político electoral (como se propone en la reforma).

    Es por esto que, si lo que se pretende es fortalecer al TEPJF (tener un mejor sistema de justicia), entonces, es imprescindible no consentir más “políticos con toga”.

  • Sin dinero, no hay justicia

    Sin dinero, no hay justicia

    No es un secreto que, el pasado mes de diciembre, el H. Congreso del Estado de Nuevo León, realizó un recorte al presupuesto destinado a la Fiscalía General de Justicia del Estado y al Poder Judicial. Un paquete fiscal calificado por el gobernador, como el «mejor de toda la historia de Nuevo León».

    Tras solicitar un aumento del 24%, debido a la inflación, así como para implementar un nuevo modelo de investigación y contratar más personal, la fiscalía, de los $4,507,000,000 m.n. solicitados para este año, terminó por obtener $3,597,000,000 m.n., es decir, un 25.3% menos; una cifra incluso menor comparada con la administración pasada en su último año.

    Esta decisión para cierto sector de la sociedad neolonesa, es el motivo principal de la ineficiente procuración de justicia que afronta Nuevo León en los últimos meses, cuyos resultados de investigación no ha obtenido resultados óptimos, pues no ha habido ningún detenido a pesar de presentarse múltiples irregularidades en distintos procesos, donde se han realizado diligencias a destiempo, autopsias incompletas, filtrado información, y teorizado antipopularmente, al revictimizar a quienes ya no pueden defenderse.

    Esto da a entender, igualmente, que la poca eficiencia de la actividad de la fiscalía, puede tratarse de una estrategia para recuperar o incrementar su presupuesto para el año siguiente. Algo que no es descartable, ya que realizar un análisis político en México, suele ser una vía que proyecta cierta desconfianza de los actos políticos; plantearse que no existen las casualidades; y que las intenciones, detrás de la expresión, son otras.

    Por tanto, no es que la Fiscalía General de Nuevo León carezca de voluntad, sino de presupuesto. Tan simple como eso. Sin embargo, si tal es la estrategia de la Fiscalía, no le estaría saliendo del todo bien, pues algunos diputados locales están exigiendo mejores resultados, con miras de destituir a su fiscal general.

    En ese mismo sentido parece ir el mensaje del gobernador, cuando, en un vídeo compartido por medio de redes sociales, pide a la Fiscalía que se deje de «términos legaloides, para no dar la cara y decir a la verdad».

    Pero si el pésimo actuar de la fiscalía se debe a una cuestión de presupuesto, parece que la solución es obvia: destinarle mayores recursos, mas no destituir al fiscal general, como parece orquestarse. Pues cambiar de fiscal no arregla el problema de la falta de presupuesto; lo cual sería la principal causa de la poca eficiencia en los últimos meses.

    Por todo, de lo que no se dan cuenta aquellos que afirman que la poca eficiencia de la fiscalía se debe a una cuestión presupuestaria es que, con ello, solo se alimenta y confirma una de las tesis frecuentes que se observan en la procuración e impartición de justicia: «Sin dinero, no hay justicia».