Etiqueta: Che Guevara

  • La “Banca del Che y Fidel” fue retirada sin autorización; está reconocida como patrimonio de la CDMX

    La “Banca del Che y Fidel” fue retirada sin autorización; está reconocida como patrimonio de la CDMX

    La escultura conocida como “La Banca del Che y Fidel”, ubicada en la colonia Tabacalera, fue retirada sin autorización por la Alcaldía Cuauhtémoc, informaron autoridades capitalinas.

    El conjunto escultórico, oficialmente llamado Monumento Encuentro, fue creado en 2017 por el artista Óscar Ponzanelli y conmemora el primer encuentro entre Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro en la Ciudad de México, en julio de 1955. La obra, fundida en bronce, fue instalada con la aprobación del Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos (COMAEP) y es considerada patrimonio cultural de la ciudad.

    La Secretaría de Planeación, Ordenamiento Territorial y Coordinación Metropolitana, que preside el COMAEP, informó que no recibió ninguna solicitud para su remoción, como establece la normativa vigente. Por ello, dará seguimiento puntual al caso y advirtió que cualquier intervención en obras de este tipo requiere autorización formal del comité.

    El COMAEP está integrado por dependencias como el INAH, el INBAL, la Autoridad del Centro Histórico y organizaciones de la sociedad civil, y es el único órgano facultado para aprobar modificaciones en monumentos y obras artísticas instaladas en espacios públicos de la capital.

  • Siempre el Che

    Siempre el Che

    Ernesto “Che” Guevara es uno de los muertos incómodos para los oligarcas de América y del mundo entero que le siguen temiendo aun cuando el comandante ya trascendió el plano terrenal. El rostro retratado por Alberto Korda del joven guerrillero eterno, es el icono por excelencia de la utopía, -aquella estrella en el cielo que hace caminar a todo ser rebelde contra cualquier tipo de injusticia-.

    La mirada del “Che” Guevara buscando el horizonte simboliza la idea de un mundo mejor, la esperanza de los explotados y los desposeídos por transformar la realidad adversa; por ello la médula de los inconformes tiene en el heroico Comandante de origen argentino un santo laico, y las posibilidades de la revolución desde abajo -que en el caso del pueblo cubano se llevaron a buen puerto-, son un poderoso mensaje a las nuevas generaciones, mensaje que las elites de todas las latitudes quisieran enterrar.

    No es casualidad que en la víspera del aniversario luctuoso de Ernesto Guevara de la Serna este 9 de octubre, el alcalde Jorge Morán de la localidad de Chalchuapa, El Salvador, ordenó retirar un monumento de Ernesto “Che” Guevara, ubicado en las cercanías del sitio arqueológico El Tazumal, en la región donde había sido construido por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) durante su gestión. El alcalde que cometió este atentado contra la memoria histórica, es integrante de la fuerza política del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Con actos reprobables como tirar un monumento y negar la sabiduría popular, desde las viejas elites de poder y los alfiles de la defensa del status quo, se reavivan las acusaciones de “violento” y “comunista” contra el Dr. Guevara, sin advertir el contexto y los verdaderos alcances de quienes no tuvieron otro camino más que recurrir a la revolución para terminar con el dolor, el despojo y el sometimiento cruel de pueblos devastados por el capitalismo voraz.

    El mejor periodista del siglo XX, Ryszard Kapuściński en una respuesta memorable sobre la validez o no de la opción por lucha armada en América Latina, pone en contexto la actitud que inspiró el ejemplo de este médico que devino en guerrero eterno, para generaciones sucesivas de jóvenes revolucionarios: 

    Este principio de honestidad moral es un rasgo característico de la izquierda latinoamericana. También es causa de sus frecuentes derrotas en la política y en la lucha. Pero hay que intentar entender su situación. Todo joven latinoamericano crece rodeado de un mundo corrupto. Es el mundo de una política hecha por y para el dinero, de la demagogia desenfrenada, del asesinato y el terror policial, de una plutocracia implacable y derrochadora, de una burguesía ávida de todo, de explotadores cínicos, de arribistas vacuos y depravados, de muchachas empujadas a cambiar fácilmente de hombre. El joven revolucionario rechaza ese mundo, desea destruirlo, y antes de que sea capaz de hacerlo, quiere contraponerle un mundo diferente, puro y honrado, quiere contraponerle a sí mismo.”

    Este 9 de octubre se cumplen 56 años de la emboscada al Che en las orillas del río Ñancahuazú, su detención en la quebrada del Yuro y su ejecución en un salón de escuela de La Higuera, de dónde postrado data su última fotografía. Ernesto Guevara cayó en su última campaña mientras intentaba organizar un nuevo foco insurreccional para la liberación de los campesinos, los indígenas y los pobres de Bolivia; desde entonces se sabe que el día que mataron al Che siempre lloverá, y una estela de infinita tristeza cruza las calles y patios de América Latina como recuerdo de esa mala hora para la gente humilde y trabajadora desde la Tierra del Fuego hasta el río Bravo.

    Pero si su muerte fue un duro golpe auspiciado por la CIA estadounidense y operado por el régimen dictatorial de general Rene Barrientos, su legado permanece en las lecciones que él mismo encarnó sobre el Hombre Nuevo -que prefirió seguir luchando en el Congo y en Bolivia antes que derretirse en las mieles del poder temporal y de los cargos públicos-, pues el “Che” Guevara hizo de su propia existencia una fuente de la que abrevan todos aquellos que sueñan y luchan por mundos mejores, dónde más allá de logros individuales, subiste el ideal de la utopía colectiva que es la justicia para los humillados y condenados de la tierra por el afán de lucro y poder. Siempre el Che.

  • El Che Guevara y el fútbol

    El Che Guevara y el fútbol

    Ernesto Guevara fue un revolucionario internacional. Guerrillero, médico, político, escritor, militante y viajero nacido en Argentina el 14 de junio de 1928, asesinado el 9 de octubre en Bolivia; pero con pasaporte de ciudadano infinito de América Latina.

    Ha dicho Paco Taibo, autor de una de sus biografías monumentales: “el mítico guerrillero tenía prisa por vivir. Siempre estuvo probándose a sí mismo, llevándose al límite, pero no porque buscara la muerte, sino porque quería ver hasta dónde podía llegar”. A pesar de tener asma, el Che buscó también ejercitar el deporte y mantener siempre la condición física que fuera coherente con su vitalidad rebelde.

    El abuelo rojo de los movimientos de izquierda también se probó en el fútbol. 

    En su triunfal paso por Colombia la leyenda del Real Madrid Alfredo Di Stéfano mejor conocido como La Saeta Rubia conoció a un joven llamado todavía simplemente Ernesto Guevara. El futbolista y el joven aventurero -que recorría en aquellos años en una motoneta el cono sur- compartieron unos mates y La Saeta lo invitó a la cancha para verlo en su club “el Millonarios” tras lograr una gran empatía. 

    Después de debutar en River Plate, Di Stéfano jugó entre 1949 y 1953 con el Club de Fútbol Millonarios de Bogotá, Colombia. A la postre tanto Guevara como Di Stéfano nacieron en Argentina, pero se convirtieron en leyendas universales; pero en ese 1952 los contagió el amor a la pelota de futbol. 

    A mediados del siglo XX el futbol ya era una religión en Colombia, en sus diversos ecosistemas siempre había una canchita. No se diga en la natal Argentina del Che, que además de su moto traía ese bagaje en sus charlas cotidianas. 

    Cuando Guevara viajaba por Chile, Perú y Ecuador, posteriormente tomo una desviación no planeada en balsa para cruzar el Amazonas y completar más de once mil kilómetros para llegar a la ciudad de Leticia, en la punta extrema de Colombia. Tenía veinticuatro años y era estudiante de Medicina; recorría los países hermanos con el objetivo de conocer empíricamente las culturas y formas de vida, en momentos de tranquilidad se daba oportunidad de jugar futbol, en la posición de portero que era la más factible debido a su asma.

    Aquel periplo lo realizó Ernesto Guevara con Alberto Granado, quien era un jugador habilidoso y ofensivo. Por venir de la tierra pampera, aunado a su habilidad real para el juego, y su jerga futbolera, ambos lograron recibir dinero para subsistir gracias al fútbol; en Leticia el equipo patrocinado por una fábrica les pagó un poco de dinero por participar en su oncena. Sobre estas historias contó el Che en su diario del viaje. 

    Ya en Bogotá, una de sus prioridades fue conocer a algunos de sus famosos compatriotas futbolistas, hombres que tenían historias que contar sobre la rebelión contra el sistema. Como buenos hinchas del futbol y soñadores de la vida, el Che y Granados se esmeraron en encontrarlos.

    “El 8 de julio, gracias a un contacto y después a otro, se reunieron con Alfredo di Stéfano, que tenía veinticinco años, en el restaurante Embajadores. Le contaron algunas de sus aventuras, y él les contó las suyas. Y, como eran jóvenes compatriotas argentinos lejos de casa, se permitieron cierta nostalgia. ‘Conversamos sobre fútbol, medicina y, como tópico final, de las sierras de Córdoba’, escribió Granado. Di Stéfano tenía un regalo para aliviar la añoranza de sus visitantes, un poco de mate argentino con el que reconfortarse antes de la siguiente etapa de su viaje. También les dio entradas para el partido del Millonarios del día siguiente en el histórico Campín”.

    (Hawkey, 2017).

    Alfredo Di Stéfano se convirtió años después en uno de los máximos jugadores del Real Madrid, sino es que su más grande leyenda del siglo XX; consiguió ganar 8 Campeonatos de Liga de España, 5 Copas de Europa consecutivas, y dos Balones de Oro. Paradójicamente La Saeta padeció un secuestro el 26 de agosto de 1963 por un grupo guerrillero denominado Fuerza de Liberación Nacional de Venezuela (FLNV) en Caracas, Venezuela, pero se dice que fue tratado bien, degustó su menú preferido y charló sobre el Che Guevara con sus captores.

    El Che aún pervive en la historia universal de los disidentes, y también en el fútbol argentino. En Córdoba, Argentina, existe el Club Social, Atlético y Deportivo Ernesto Che Guevara; una entidad deportiva que dignifica la memoria del guerrillero; el homenaje consiste en llevar su nombre y en “promover la integración, para fomentar la solidaridad entre los chicos desde la alegría de jugar al fútbol”, según han dicho sus directivos, pues este club futbolero y guevarista “entra en los barrios donde no cualquiera camina para ayudar a los más jóvenes a escapar de las drogas y el alcohol”.

    *Para mi hija Janis

  • Aprendimos a quererte

    Aprendimos a quererte

    El hombre nuevo que nunca pensó en llevarse nada para sí, y hasta el final luchó por la generosa premisa: “para todos todo”, Ernesto Che Guevara, el revolucionario eterno, el irredento personaje de pensamiento y acción; su vida y obra sigue siendo faro de inspiración para las causas de la justicia y la igualdad. El 9 de octubre se cumplen 55 años de la muerte del Che, quien después de ser capturado en las montañas bolivianas fue ejecutado en la escuelita de La Higuera por el sargento Mario Terán, representante de un vergonzoso ejército boliviano subordinado a la CIA. 

    Hasta su última hora, el Che actuó en función de su sueño de liberar de la explotación -del hombre por el hombre- a los pueblos del mundo; un preciado anhelo que lo llevó en su juventud a un periplo por la América Latina profunda, al compromiso con la medicina y la ética, a ser protagonista de la revolución cubana, y a concebir la teoría del foco guerrillero, misma que llevó a la práctica en el Congo y Bolivia. El foco significaba emprender un levantamiento insurreccional sin esperar a que “existieran todas las condiciones para la revolución”, apostando a que la voluntad heroica de un grupo de guerrilleros permeara entre los sectores oprimidos, principalmente los campesinos, para conseguir con rapidez extender la llama de la revolución, contar con una base social comprometida y derrocar a los regímenes injustos, fueran imperios o malos gobiernos.

    Se han escrito ríos de tinta sobre el Che Guevara -biografías, novelas, ensayos y otras historias-, pero quizá el periodo de su vida menos conocido es su participación en el Congo africano, esos siete meses donde el célebre guerrillero parecía no estar en ninguna parte y se convirtió en leyenda. 

    Al triunfo de la revolución cubana en 1959, el Che ya era un icono de la revolución mundial, y sus pasos posteriores lo consagraron como un personaje marcado por la congruencia heroica. “No quiero terminar mi vida como ministro de industrias”. Con esta frase el Che declaró su intención de seguir su vida de guerrillero. Esta declaración fue más que simples palabras, supone toda una concepción de militancia y vida, pues Guevara prefirió la senda de los sacrificios personales -en aras de honrar con hechos sus convicciones-, a quedarse atrapado en la inercia burocrática, que, si bien en aquellos primeros años de la revolución cubana no suponía comodidades y confort, si era insuficiente para quien lo movía el verdadero humanismo de extender por todo el mundo la llama de la justicia.

    El Che como hombre de praxis no habría de quedarse detrás de un escritorio, despilfarrando horas de vida que podría dedicar a la acción directa. No le satisfacían como un fin en sí mismo las medallas, condecoraciones, cargos y el merecido reconocimiento de haber contribuido a derrocar al dictador Fulgencio Bautista, y con ello lograr la liberación de Cuba, para Guevara siempre había otros caminos. 

    Los procesos de liberación de las naciones en África -tras siglos de colonización, dominación e incluso esclavitud bajo el yugo de los países europeos-, comenzaron en la segunda mitad del siglo XX. En 1957 Ghana es el primer país africano en independizarse, para 1965 casi todos los países del continente habían logrado su emancipación. 

    Patrice Lumumba fue electo primer ministro en el Congo en 1960 en unas históricas elecciones libres, pero el gobierno belga no se quedó cruzado de brazos y comenzó una estrategia de desestabilización para mantener el control colonial de la riqueza minera del país, lo que llevó al derrocamiento de Lumumba y su fusilamiento en contubernio con la CIA. Bajo ese contexto, y después de anunciar a Fidel Castro sus intenciones de hacer plausible la vía del internacionalismo revolucionario, Ernesto Guevara se aprestó en abril de 1965 a viajar a África, para unirse a los Simbas (grupo guerrillero congolés surgido luego del asesinato de Patrice Lumumba). En el Congo, el Che dirigió una columna cubana que llegó a tener más de cien hombres. 

    Hasta nuestros días irradia una significativa y recomendable fuente para hurgar en aquellas jornadas de muerte, adversidades y esperanza que el Che protagonizó junto con decenas de revolucionarios cubanos: Pasaje de la guerra revolucionaria: Congo

    Sabemos, que la historia también se hace de derrotas.  “La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva”, diría José Saramago. Diversas teorías e interpretaciones se han escrito sobre la estancia del Che en el Congo, quizá desde el anacronismo y la incomprensión; para la mentalidad individualista era un despropósito que el Che prefirió exponer su vida en la lucha justa de un país ajeno, a ejercer tareas de dirección en el gobierno que había notablemente ayudado a ganar; para nosotros estos actos son material imprescindible para el fuego de las utopías. 

    En su advertencia preliminar en Pasaje de la guerra revolucionaria… Guevara escribió: “Esta es la historia de un fracaso. Desciende al detalle anecdótico, como corresponde a episodios de la guerra, pero está matizada de observaciones y de espíritu crítico ya que estimo que, si alguna importancia pudiera tener el relato, es la de permitir extraer experiencias que sirvan para otros movimientos revolucionarios. La victoria es una gran fuente de experiencias positivas, pero también lo es la derrota, máxime considerando las circunstancias extraordinarias que rodean el episodio: los actuantes e informantes son extranjeros que fueron a arriesgar sus vidas en un territorio desconocido, de otra lengua y al cual los unían solamente los lazos del internacionalismo proletario, inaugurando un método no practicado en las guerras de liberación modernas”.

    La perspectiva de el Che sobre el Congo enfrentó diversas problemáticas culturales, territoriales, de idiosincrasia, de estrategia, de táctica, etc., así el 20 de noviembre de 1965, después de siete meses en el Congo, el Che cruza el lago Tanganica para regresar a Tanzania. Sin liderazgo, sin poder superar el enfrentamiento cultural entre congoleños y cubanos, sin soldados preparados política e ideológicamente, la única opción es la retirada.

    En sus apuntes el Che reconoce: “Más correctamente, esta es la historia de una descomposición. Cuando arribamos a territorio congolés, la Revolución estaba en un período de receso; sucedieron luego episodios que entrañarían su regresión definitiva, por lo menos en este momento y en aquel escenario del inmenso campo de lucha que es el Congo. Lo más interesante aquí no es la historia de la descomposición de la Revolución congolesa, cuyas causas y características son demasiado profundas para abarcarlas todas desde mi punto de observación, sino el proceso de descomposición de nuestra moral combativa, ya que la experiencia inaugurada por nosotros no debe desperdiciarse, y la iniciativa del Ejército Proletario Internacional no debe morir frente al primer fracaso”.

    Años más tarde, en el Prólogo de Aleida Guevara March hija del Che, a la nueva edición de Pasajes de la guerra revolucionaria… ya desde un balance que permite la lejanía de los años de los hechos, se observa que la obra del Che Guevara no fue un fracaso, sino una experiencia de la que abrevaron en el propio Congo, y que resurge como un hito en las luchas genuinas por la liberación de los pueblos africanos, y de todos los pueblos hermanos del mundo: 

    “Al cumplirse el primer aniversario del triunfo de la Revolución del Congo, participé en las celebraciones, tuve la posibilidad de conversar con algunos de los compañeros que combatieron junto a él y aproveché la oportunidad para comentarles la publicación de este libro; me preocupaban sus opiniones, pues el Che es crítico, directo, y pretendía que este documento permitiera analizar los errores cometidos para no volver a incurrir en ellos; hace señalamientos específicos a varios dirigentes entre los que destaca el líder congoleño Laurent Kabila, quien hoy es el dirigente máximo de su pueblo. El contacto con estos hombres me permitió comprobar que recuerdan con respeto y cariño al Che Guevara; la mayoría de ellos eran muy jóvenes en esa época, pero según sus propias palabras no pueden olvidar la imagen de sencillez y modestia que les transmitió el Che al brindarles respeto y ponerse bajo su mando, por lo que están conscientes que las recomendaciones hechas por él siempre serán útiles para la gran tarea que tienen por delante, la de unificar el país y lograr que por primera vez en muchos años sea el pueblo congolés el que disfrute de sus propias riquezas. Los hombres no mueren cuando son capaces de guiar con su vida y su ejemplo a muchos otros, y estos logran continuar la obra.”

    Al final de la experiencia en el Congo, Fidel Castro logra después de varias cartas e intentos que Guevara regrese a Cuba. En junio de 1966, en carta inédita, le escribe:

    “Sé que cumples los treinta y ocho el día 14. ¿Piensas acaso que a esa edad un hombre empieza a ser viejo? Espero no te produzcan fastidio y preocupación estas líneas. Sé que si las analizas serenamente me darás la razón con la honestidad que te caracteriza. Pero, aunque tomes otra decisión absolutamente distinta, no me sentiré por eso defraudado. Te las escribo con entrañable afecto y la más profunda y sincera admiración a tu lúcida y noble inteligencia, tu intachable conducta y tu inquebrantable carácter de revolucionario íntegro, y el hecho de que puedas ver las cosas de otra forma no variará un ápice esos sentimientos ni entibiará lo más mínimo nuestra cooperación”. 

    Ese mismo año el Che regresa a Cuba y prepara la revolución en Bolivia. Aprendió y siguió luchando sin descanso hasta encontrarse con la muerte y convertirse en idea perdurable: Aprendimos a quererte/ Desde la histórica altura/ Donde el sol de tu bravura/ Le puso un cerco a la muerte.