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  • De Fifí

    De Fifí

    Asonancias

    Sabedlo, soberanos y vasallos,
    próceres y mendigos:
    nadie tendrá derecho a lo superfluo
    mientras alguien carezca de lo estricto.

    Lo que llamamos caridad y ahora
    es sólo un móvil íntimo,
    será en un porvenir lejano o próximo
    el resultado del deber escrito.

    Y la Equidad se sentará en el trono
    de que huya el Egoísmo,
    y a la ley del embudo, que hoy impera,
    sucederá la ley del equilibrio.

    S. Díaz Mirón

    De fifí era el adjetivo que mi abuelita usaba para describir a quien iba ataviado con ropas elegantes o de fiesta. Decía que a las bodas había que ir “vestido de fifí”, que era como un disfraz.

    El Camino a la boda fue largo y cómodo, tranquilo y bueno. En el camino al bello espacio en que ocurrió el evento, el dolor de México en la carretera se presentó en harapos, miseria y soledad ante la indolencia de todos.

    Llegando a la capilla para atestiguar la hermosa unión de dos almas jóvenes enamoradas y buenas, el contraste me produjo un sobrecogimiento angustiante. Sentí que no pertenecía y me pregunté cuál sería el sentimiento de Cristo y de María respecto del entorno; por un lado, la miseria y por el otro la opulencia; los primeros cristianos lo compartían todo y todo les era común, formaban comunidades fundadas en el amor en el sentido crístico más auténtico y profundo.

    Las sociedades actuales se fundan partiendo del mismo principio, son erigidas desde pequeñas comunidades que generan su propia cultura cambiante, su propio lenguaje y códigos de conducta que alimentan y se mezclan con sus comunidades vecinas y se alimentan unas a otras y van formando pueblos, ciudades, países y entidades generales propias, las que absorben y procuran respetar sus identidades e integran esos bagajes a los propios. Así formamos identidades nacionales.

    Sirva lo anterior de preámbulo para lo que sigue.

    Sintiéndome un poco ajeno durante la boda, pero observándolo todo y notando la presencia de algunos funcionarios del más alto rango de la SCJN, pude entender la existencia de la brutal división que se ha ido adivinando, pero de la que no estoy del todo cierto pero que es casi evidente, entre aquellos que se convirtieron en los máximos juzgadores de todo en México; los hay justos, honrados y honestos, claros y rectos, los vi en la boda, pero siguen llenos de lo superfluo mientras muchos carecen de lo estricto; la opulencia persiste igual que la miseria. ¿Puede considerarse corrupción tolerada?

    Por otro lado, en el Poder Judicial están los otros, los que bloquean cada cambio que moleste a sus patrones y a los dueños del dinero, o retrasan y admiten toda clase de reclamos y se olvidan por completo del interés nacional. Todo lo deforman y le quitan el honor y la justicia a su toga, convirtiéndola en un vil trapo sucio, usado para limpiar la cocina de los más corruptos seres de la verdadera alta sociedad, a la que sirven como cortesanos medioevales, sin escrúpulos y llenos de la soberbia criminal que nadie castiga en la actualidad. ¿Y cómo si son ellos los juzgadores? ¿Será posible que haya otro plano de la existencia en el que si reciban su merecido? Eso creo.

    Esos juzgadores representan lo más frío y malévolo del tiempo actual, sus patrones son quienes más temen a la educación de la Nueva Escuela Mexicana y pretenden proscribir los mejores libros de texto gratuito de que yo tenga memoria. Apunto al margen, que yo estudié con los primeros y aproveché como docente a varias generaciones de ellos.

    Que la niñez mexicana de todas las clases sociales se forme con la  conciencia de pertenecer a una comunidad, interesándose y proponiendo soluciones desde su comunidad educativa, propiciado todo desde una perspectiva transdisciplinaria que propone el programa y el plan, igualándolo a los sistemas educativos más avanzados del mundo, adaptándose a cada escuela y su entorno sin menoscabar ninguna de las áreas del conocimiento e integrando, con la planta docente, el lenguaje coloquial y cotidiano desmitificando a la “academia”, convirtiendo a todas las formas comunes de comunicación oral y escrita en parte integral de la auténtica realidad de cada persona, reivindicando la validez de la lengua y adueñándose de ella para usarla como herramienta preciosa para compartir el conocimiento que se va generando en el aula, en la escuela y en la comunidad educativa transformándolo todo en un ente evolutivo, articulado y vivo que dará vida nueva a la democracia y a la República; tal ocurrirá con las ciencias y con las matemáticas, que de paso, recibirán el beneficio de ser usadas en cuestiones y problemas reales y cotidianos de la comunidad en la que se desarrolla la escuela y a eso le temen los conservadores porque rompe con la reproducción de las relaciones de producción en la escuela. Ellos quieren matar a la esperanza sin darse cuenta de que se ha vuelto inmortal en los corazones y las almas unidas del Pueblo.

    Creo que no hay mejor manera de abordar el tema de la sexualidad que conociendo al cuerpo humano de forma natural, con un enfoque de estudio científico y pedagógicamente adecuado y no de confrontación o de morbidez enferma, retrógrada y que propicia la desinformación o la deformación de estos temas a través de la televisión, el cine o las pláticas entre pares igualmente desinformados y con adolescentes o adultos con malas intenciones. La sexualidad tratada como algo tan natural como la respiración, la digestión, la imaginación, el pensamiento, etc., podría incluso, incidir de manera definitiva para neutralizar las deformaciones que produce la cultura patriarcal machista que todavía priva en nuestra sociedad. Es encontrar en las diferencias biológicas entre los sexos, la igualdad en los derechos y las amplias posibilidades de crecimiento personal y colectivo.

    Quizás el modelo democrático que queremos para todo el espacio público en México, empezando por la elección de todos los juzgadores hasta la vida misma de cada comunidad educativa sea todavía una utopía, pero esta la vamos a alcanzar a toda costa y no habrá ningún fifí adueñado de los medios de comunicación que pueda detenernos, en cambio, tendrá que pagar lo que nos debe. Mucho depende de los trabajadores de esas empresas, el sindicalismo tiene que resurgir.

    Nota al calce

    Por fin, los trabajadores de la Compañía Mexicana de Aviación reciben un poquito de justicia, falta Gastón Azcárraga. Comparto la gran alegría de ver el modelo del avión de Mexicana de Aviación en la mañanera después de la buena noticia, con quienes conviví por más de 20 años en aquella empresa ¡Por fin! La primera siempre será la primera. Los amigos que se quedaron sin empleo producto de la corrupción de los neoporfiristas, recibirán algo de lo perdido. Ojalá que también reciban chamba. Mexicana fue mi segundo hogar y mi trinchera por más de 20 años, así que quiero decir, ¡Gracias Andrés Manuel! 

    Sigue haciendo falta que sea posible integrar las semanas cotizadas en el ISSSTE al IMSS y la aplicación de la ley del 73 a quienes cotizaron al principio de su vida laboral con esa ley en el ISSSTE, pero después tuvieron que cambiar de régimen para quedar bajo el régimen de la ley del 97 cotizando en el IMSS y así recuperar sus fondos de AFORE al jubilarse y obtener una pensión más digna que con la ley del 97. Después de todo, han trabajado durante mucho tiempo y es lo justo. La reforma de pensiones debe llegar mucho más a fondo y convertirse en la garantía de una vida digna en la tercera edad. Una esperanza viva.

  • A mí no me asustan los fifís

    A mí no me asustan los fifís

    No se puede vencer al que no sabe rendirse.

    Babe Ruth

    Hace un par de noches, volviendo de una cena con amigos, estuve reflexionando por qué a mí no me provocaba casi nada la congregación opositora del pasado 28 de febrero, en el zócalo. Estas son mis conclusiones.

    Para empezar, diré que no me ocuparé de la cantidad de personas que participaron, si afirman que llenaron el zócalo, lo doy por bueno. Si son o no acarreados, tampoco es tema de esta columna. El que comprende la diferencia entre esta congregación y la marcha que encabezó AMLO en noviembre, sabe que es un asunto sin mucha importancia.

    Considero que, tras las elecciones del 2018, el apoyo al presidente López Obrador ha ido subiendo y, a partir del 2019, no ha dejado de oscilar entre el 70/30 y el 65/35; con la congregación, no se ha movido ni un ápice esa estadística. Si bien mis amigos, siempre más sensatos que yo, opinaron que las encuestas son sólo “la radiografía del momento”, sostengo que el historial de las encuestas no ha variado, es decir, la radiografía de muchos momentos a lo largo de 4 años sigue siendo la misma, a pesar de los complicados tiempos que le ha tocado enfrentar al gobierno de la 4T:  la explosión en Tlahuelilpan, el Culiacanazo, el artero asesinato de los LeBarón, la pandemia, el consiguiente confinamiento por el COVID-19, la caída del empleo, el cierre de empresas, el precario sistema de salud; la crisis mundial —económica y alimentaria—provocada por la Guerra en Ucrania, el permanente amago de EEUU y el ataque consuetudinario de la prensa empresarial.

    AMLO nos ha demostrado que, a pesar de las complejidades, hace el mejor esfuerzo por solucionar los problemas y casi siempre lo consigue; cuando no, informa los errores con honestidad y asume la responsabilidad. 

    Coincido en que no debemos confiarnos a pesar de las encuestas; el mejor ejemplo es el resultado de las elecciones del 2021 en la CDMX, donde se alzaron con la victoria algunos personajes impresentables.  Sin embargo, creo que posteriormente han surgido escenarios electorales más adversos e incluso peligrosos —Tamaulipas en 2022—, en donde Morena supo trabajar en equipo y con una sola causa, alcanzando el triunfo en una jornada electoral indiscutible y sin incidentes mayores. Por supuesto, no se puede obviar el “Fuego amigo”, pero a diferencia de aquella jornada, al 24 Ricardo Monreal va a llegar con un peso enorme a sus espaldas: su desprestigio, la “malquerencia” entre la militancia y el desgaste propio de las precampañas.

    Creo que Morena ha aprendido de sus errores y ha demostrado que sabe disciplinarse y apostar por el bien mayor. 

    Otro aspecto que apuntala mi aplomo es la mentira en la que está sustentada la participación furibunda de quienes, en busca de una identidad menos deshonrosa, se visten de rosado. Es mentira que sólo sean ciudadanos preocupados, son empresarios descastados. No son apartidistas. Es mentira que carecen de filiación política o intereses económicos. No son reales casi ninguno de los argumentos que les molestan y, por consiguiente, sus arengas. Es casi total su desconocimiento sobre “El Plan B”. Tal vez lo único real sea el miedo que esconden detrás de su indignación y los lentes de diseñador.

    Desde mi lugar, veo que la arrogancia, el clasismo y la defensa de sus privilegios está envuelta en muchos pretextos —capas y capas de argumentos—, que esgrimen en lugar de sus verdaderos motivos, que saben casi inconfesables, al menos, en una plaza pública o de frente a un periodista inquisitivo.

    Por añadidura, el fantasma de Genaro García Luna cubre de sombra los rostros más visibles de la oposición azul. El cinismo panista, la irresponsabilidad de la que hacen gala al intentar desmarcarse del infame narco-funcionario que albergaron en sus administraciones, no les ayuda de cara al electorado, porque en el México del 2023, pocos aprobamos tal deshonestidad. 

    Y para quienes no tienen problemas en aceptar tales argumentos, ahí tienen de reserva a Lily Téllez, Xóchitl Gálvez, Ricardo Anaya y Kenia Rabadán —los más visibles—, quienes a través de sus arrebatos públicos involuntariamente trabajan a favor de la 4T, por contraste, por antagonismo. Por rechazo.

    En cuanto a los Príistas, están inmersos en sus propios escollos, pero son males del mismo cuño: predomina el oprobio y la deshonestidad.  Sin embargo, los remedios de la oposición son similares, apenas rozan la superficie y sus intenciones son dogmáticas.

    Sin autocrítica, sin reflexión, sin honestidad y sin propuestas, la oposición está condenada a repetir los mismos errores que ya los tienen al borde del precipicio. Y aunque ninguno de los argumentos escritos sustituye la participación ciudadana y hacer lo que a cada uno corresponde, la verdad es que sus marchas y reuniones no me quitan la tranquilidad. Por eso a mí no me asustan los fifís.

  • De aspiraciones y aspiracionismo 

    De aspiraciones y aspiracionismo 

    Recurrentemente, el presidente López Obrador debe precisar que, aunque muchos aspiracionistas se pongan el saco, cuando él habla de “fifís” no se refiere ellos. “Fifí” es un término de origen francés, que en el México decimonónico, revolucionario y posrevolucionario era utilizado para referir a las élites porfiristas y, desde luego, conservadoras. 

    Estas élites, como ha sido señalado muchísimas veces por el presidente, eran acaudaladas. Poseían las fortunas más grandes y esto les permitía el acceso a los privilegios culturales y sociales de la época. El “fifí”, tal como ahora lo hacen los aspiracioncitas, portaba el título con orgullo, porque lo asociaba con la vida refinada francesa que pretendía emular. Pero, más allá de centrarme en la figura del “fifí”, me interesa reflexionar sobre el aspiracionismo como un fenómeno social que ha estado presente en nuestra cultura y sociedad desde hace tiempo y que apenas hemos empezado a evidenciar. 

    Aún no existe una definición oficial de los términos aspiracionismo o aspiracionista, o no he logrado encontrarla. Se trata, según mi entender, de un concepto sociopolítico, es decir, de un concepto que denuncia políticamente un fenómeno social existente. En las redes he encontrado algún que otro intento de definición de estos términos, pero considero que ninguno de ellos ha logrado abarcar suficientemente sus diferentes dimensiones sociales y políticas. Con este pequeño texto pretendo aportar algunas ideas que puedan abonar a la construcción de una definición más completa. 

    Una de las confusiones que más frecuentemente se leen o escuchan, normalmente desde intentos simplistas por entender lo que se intenta aludir con el término, es asociar el aspiracionismo únicamente con tener aspiraciones y tratar de alcanzarlas. Cualquiera que se quede con esta definición puede, justificadamente, sentirse ofendido, dada la carga de denuncia social que se le ha dado al concepto en los últimos años. Desde luego, tener aspiraciones es normal. Quizá, todo mundo, de una u otra manera, intente mejorar como persona o mejorar sus condiciones socioeconómicas cada día. Sin embargo, aunque aspiracionismo efectivamente refiere a tener aspiraciones, este concepto denuncia el hecho de que se trata de un tipo específico de aspiraciones y al uso de medios muchas veces cuestionables para la consecución de las mismas.

    Creo que el elemento más importante para entender el concepto de aspiracionismo es que refiere a la aspiración a un tipo de vida específico. Aquella vida del que en un tiempo fue colonizador y que, aunque ahora no colonice explícitamente, aún detenta el rol hegemónico en la sociedad global, es decir, el hombre blanco rico europeo heterosexual. Cada una de estas características tiene sus implicaciones y no alcanzaré a abordarlas aquí, pero me interesa remarcar que, la idea de vida “exitosa” asociada con este individuo sirve como faro al aspiracionismo. El aspiracionismo, entonces, refiere a una aspiración, sí. Pero se trata de una aspiración a este tipo de vida específicamente. Es decir, a una vida de lujo, refinamiento, privilegio, donde se pueda estar “primero”, donde se puede estar por encima de otros, donde se pueda tener la seguridad de ser más que el otro. Y como, “el fin justifica los medios”, el aspiracionista no tiene tantos conflictos éticos con utilizar los medios que sean necesarios para alcanzar su aspiración. Aunque estos impliquen corrupción o cualquier otro tipo de artimaña que facilite el acceso a tales aspiraciones. 

    En un contexto donde los discursos por la igualdad social y la igualdad de oportunidades se colocan como prioridad para resolver los grandes problemas de nuestra sociedad, parece normal que el aspiracionista que vivía oculto tras la simulación, haya debido soltar su máscara y mostrarse como es. El aspiracionista no puede pretender la igualdad, porque el orden desigual conservador es el único que le puede dar lo que necesita: ese peldaño desde que puede posicionarse por encima de los demás, donde puede ser más que los demás. El aspiracionista es, por definición, conservador. Su aspiración no se orienta a cambiar el orden desigual de la sociedad, sino que pretende, conservando el orden ya establecido, sumarse a la fila de los que históricamente han sido beneficiados. El aspiracionista desea la vida del colonizador, del dominante, del capitalista, del “gringo”, del europeo; en suma, el aspiracionista desea la vida del blanco hegemónico, del que, según el cine, música, televisión y otros productos culturales que consume, es exitoso.