Una llamada a la movilización por seguridad y justicia resultó en una escasa participación. Los jóvenes enfrentan el reto de convertir su indignación digital en acción en las calles.
Este sábado, un grupo de jóvenes de la Generación Z se reunió en el Centro Histórico de la Ciudad de México. La intención era clara: protestar contra la violencia e inseguridad que aquejan al país. La “Marcha de la Generación Z” se había convocado a través de plataformas como TikTok, Discord y X, buscando visibilizar el descontento social.
Los organizadores del evento hicieron un llamado a alzar la voz por un país más seguro y justo. Se distanciaron de una segunda marcha programada para el 15 de noviembre, advirtiendo que esta última estaba influenciada por políticos y exlegisladores. Prometieron que su evento sería pacífico y ciudadano, pero los resultados distaron mucho de lo esperado.
A medida que el contingente avanzaba desde el Ángel de la Independencia hacia el Palacio Nacional, el entusiasmo digital se desvaneció en las calles. Las consignas resonaban con fuerza, pero la cantidad de asistentes era decepcionante. Muchos esperaban ver miles de personas unidas, pero las estimaciones de asistencia fueron muy bajas, con cifras que rondaban entre 300 y 900 participantes.
Por el camino, los jóvenes expresaron su frustración con gritos como “Morena decía que todo cambiaría, mentira, mentira”, mientras mostraban banderas inspiradas en el anime “One Piece”. Las pancartas llevaban mensajes diversos, desde apoyos a Palestina hasta demandas laborales, como la reducción de la jornada laboral a 40 horas. También se recordó al exalcalde de Uruapan, Carlos Manzo, como símbolo de la crisis de seguridad actual.
Aun así, la marcha enfrentó confusiones internas. Iván Rejón, un líder de la generación Z, denunció que otros grupos intentaban usar a los jóvenes para fines políticos. Esto creó un ambiente de desorganización que afectó la participación. Las autoridades desplegaron 200 elementos de seguridad para asegurar que la marcha transcurriera sin incidentes, mientras un grupo reducido de asistentes pintaba mobiliario urbano.
Al finalizar el evento, las cifras de participación resaltaron un hecho claro: el activismo digital no siempre se traduce en acción tangible. La transición de la indignación en redes sociales a una movilización efectiva es un gran reto para la juventud. Aunque hay un claro deseo de justicia y cambio, la falta de estructura y liderazgo limitó el impacto de esta marcha.
A medida que los jóvenes reconozcan sus desafíos, el camino hacia una acción colectiva más efectiva se vuelve más urgente. La experiencia de este sábado dejó una lección importante: los mensajes de protesta deben ir acompañados de organización y unidad para hacer eco en las calles y lograr las transformaciones que anhelan.

