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    Televisa y el PRI, crónica de la amnesia interesada

    Por Ricardo Sevilla

    El documental “PRI: Crónica del fin”, se propone engañar al público distraído.

    Esta serie pretende erigirse como un ejercicio de crítica al partido hegemónico de México, pero presenta una serie de supresiones que rayan en la manipulación histórica.

    La principal omisión es tratar de evadir, a toda costa, el papel central de Televisa en la consolidación y el mantenimiento del poder del PRI.

    Por alguna razón, la serie dirigida por Denise Maerker, intenta borrar de un plumazo el millonario affaire que, durante sexenios, hubo entre el partido político y el medio de comunicación corporativo.

    Pero su intento se estrella contra la pared. Y eso se debe a que el público atento y conocedor de la historia, sabe que lejos de ser un testigo al margen de los acontecimientos, Televisa, en sus diferentes etapas, fue un actor fundamental y uno de los principales beneficiarios de la estructura de poder priista.

    Hay recordar que la relación entre Televisa y el PRI se remonta a los orígenes de la televisión en México y, desde el principio, estuvo basada en una defensa encarnizada –y meticulosamente pactada– de los intereses mutuos.

    Televisa y el PRI no solo tuvieron una relación fortuita, sino un auténtico maridaje. De hecho, esta alianza simbiótica fue denominada por algunos analistas como la “Fórmula Mexicana”.

    Este vínculo fue precisamente la base del monopolio político y mediático que moldeó a México durante décadas. Y esta omisión selectiva –incluso tramposa– es justo lo que invalida cualquier intento de la televisora de presentarse como una crítica imparcial de la caída del PRI.

    La serie, al omitir o minimizar la responsabilidad de Televisa en el sostenimiento del régimen priista, cumple la innoble función de intentar blanquearle la cara a la mayor compañía productora de contenido audiovisual en Hispanoamérica.

    El documental, en esta crítica hacia afuera, no le dedica un solo minuto a la autocrítica y prescinde de hechos sumamente relevantes. Uno de ellos, por ejemplo, que Televisa nació del seno del Estado cuando el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines pidió un porcentaje de acciones para el hijo del expresidente Miguel Alemán Valdés, Miguel Alemán Velasco.

    El episodio –sobre el cual no hay un solo atisbo en la serie producida por Televisa– suprime el hecho de que el hijo de Miguel Alemán Valdés, Miguel Alemán Velasco, ocupó simultáneamente los cargos de vicepresidente de noticias de Telesistema Mexicano (precursor de Televisa), responsable de imagen televisiva de la Presidencia y un cargo en la Secretaría de Prensa y Propaganda del PRI.

    Pero a la serie de Denise Maerker quizá le pareció inocua esa triangulación que, desde otra perspectiva, exhibe la complicidad gobierno-televisión privada que, desde el comienzo, animó la relación entre el PRI y Televisa.

    La tristemente célebre frase que alguna vez le espetó Emilio Azcárraga Milmo, el “Tigre”, a la revista Proceso de ser un “soldado del PRI y del Presidente”, resume la subordinación de la línea editorial y noticiosa a los intereses del partido en el poder.

    Pero sobre eso no quiso hablar este documental a modo.

    Tampoco le pareció importante contarle a las nuevas generaciones que el noticiero nocturno de Televisa, en sus distintas épocas, solía fungir como la verdadera oficina de prensa del gobierno-PRI.

    La serie que fue presentada con bombo y platillo no relata la época en que Televisa se dedicaba a la censura activa y a cerrar sus espacios noticiosos a las víctimas, promoviendo y difundiendo la versión oficial, minimizando la represión y protegiendo al régimen priista de la crítica pública.

    Hoy, Televisa intenta lavarse las manos con el agua sucia del PRI, que ya está padeciendo sus últimos estertores. Y, con un gesto que no carece de sadismo, la empresa decide capitalizar su archivo para vender “el fin” del PRI como una serie destinada a obtener enormes ganancias.

    Pero le digo más: esta serie, al enfocarse en la “caída” del PRI sin abordar la corresponsabilidad de Televisa, convierte su puesta en escena en un acto de “capitalismo puro”.

    La televisora, animada siempre por el lucro y el deseo de salir avante en todo momento, utiliza ahora la historia que ayudó a construir y la documentación que guardó para lucrar con la crisis del PRI, buscando transformarse de pilar del viejo régimen a cronista imparcial del nuevo. ¡Hágame usted el favor!

    Esta estrategia, evidentemente, busca ganar la credibilidad perdida, especialmente ante el nuevo auditorio joven que, desde hace tiempo, frunce el ceño ante todo lo que emane de Televisa y sus filiales.

    Cuando tenía yo 14 años de edad, en 1988, recuerdo haber visto en Televisa el enorme aparato propagandístico que desplegó la televisora para promover el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol).

    La carga publicitaria incluyó spots televisivos, eventos masivos y hasta una canción oficial llamada “Solidaridad”, interpretada por estrellas de la farándula como Vicente Fernández, Angélica María, Garibaldi, Timbiriche, Tatiana y Mijares.

    Pero es que esta historia solo hablaba del PRI, dicen su embelesados admiradores de esta serie. Y uno se parte de risa ante la gracejada.

    ¡Por favor!

    La hegemonía del PRI durante 71 años (1929-2000) no se explica únicamente por su estructura interna, sino por un complejo sistema de pactos con sectores invisibles y empresariales que le proporcionaron legitimidad y control social, y donde Televisa fue el socio mediático más importante.

    Habrá quien se engañe y quiera ver esta serie como un documental invaluable. Pero no les es.

    La cobertura noticiosa y la programación de entretenimiento (telenovelas, programas masivos) se utilizaban para distraer, despolitizar y alinear a la población con los valores y la imagen del gobierno en turno, evitando la difusión de información que pusiera en crisis el sistema.

    De modo que esta supuesta “ruptura”, disfrazada de documental, no representan realmente una desvinculación ética de fondo, sino una adaptación pragmática a un nuevo escenario político donde el PRI ya no es el hegemón.

    Sin embargo, el objetivo sigue siendo el mismo: ser el filtro y administrador de la función de poder informativo, independientemente de quién esté en el gobierno.

    La televisora busca garantizar que su posición dominante en la esfera mediática (su monopolio) se mantenga, negociando con el nuevo poder en turno y utilizando la credibilidad de figuras como Denise Maerker para legitimar su transición.

    La caída del PRI es la excusa perfecta para que Televisa intente lavarse la cara y blanquear sus contenidos. Y seamos claros y enfáticos en algo: el uso de la historia para lucrar con la caída del socio es capitalismo puro, no periodismo.