Etiqueta: Carlos Bortoni

  • Pedir perdón y suplicar clemencia

    Pedir perdón y suplicar clemencia

    Anuncia Trump en las más creíble y verosímil de sus peroratas histriónicas, que una de sus primeras órdenes ejecutivas consistirá en imponer un arancel del 25% a los productos de México hasta que se detenga el tráfico de fentanilo y la migración ilegal hacia los Estados Unidos. Y la respuesta del gobierno mexicano, lejos de arrodillarse, pedir perdón y suplicar clemencia, es responderle a Trump, a través de una carta que “No es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos”, pero que de ser esa la decisión del próximo presidente de nuestro vecino del norte, “a un arancel vendrá otro en respuesta”. De más está señalar que a la derecha nacional, a sus esbirros comentócratas y a la aspiracionista clase aspiracionista, esto la ha sacudido en lo más profundo de su superficial profundidad. Pareciera, y esto es más preocupante que la carta misma que redactó Claudia como respuesta a Trump, que nuestra presidenta no sabe —como si lo sabe y defiende nuestra opositora oposición— que ser presidente de México no es otra cosa que estar al frente de la Secretaría del Patio Trasero de los Estados Unidos de América.

    Por si fuera poco, la presidenta Sheinbaum no sólo le recetó una sopa de su propio chocolate al amo y señor de nuestros destinos, al único que da y quita y que con el diablo se desquita, al presidente de presidentes, no, también pretendió decirle lo que debe hacer. Me explico, no sólo no se postró y postró al país enteró ante su alteza serenísima, sino que le corrigió la plana y le habló de tu a tu indicándole que si “un porcentaje de lo que Estados Unidos destina a la guerra se dedica a la construcción de la paz y el desarrollo, se estará atendiendo de fondo la movilidad de las personas”, y que la epidemia de fentanilo en los Estados Unidos “es un problema de consumo y de la salud pública de su país”. ¿Pueden imaginarlo? Lejos de responder con esa amable amabilidad arrastrada propia del servilismo que nace convencido de que todo lo que se arrastra tiende a subir, le plantó de frente que el tema de la drogadicción en Estados Unidos no es un tema que competa exclusivamente a México y que lo mejor sería cooperar para resolverlo, y que debería invertir menos en el rentable negocio de la guerra.

    Pero Claudia no paró ahí, no sólo no se puso a temblar con el mensaje de Trump, no solo no se arrodillo ante él, no sólo no le dijo, no se preocupe o sacrosanto representante supremo del decadente imperialismo yankee, nosotros nos encargamos de todo aquello que usted ordene, no, no y más no, también le dijo que si no sabe no opine ¡Por vida de Dios! Tuvo el atrevimiento de evidenciar que Su Señoría Donald Trump miente o desconoce sobre el tema y le dejó saber que “de acuerdo con las cifras de la Patrulla Fronteriza y Aduanas de su país (CBP), los encuentros en la frontera entre México y los Estados Unidos se ha reducido en 75% de diciembre de 2023 a noviembre de 2024” y que “las Fuerzas Armadas Mexicanas y las Fiscalías han incautado toneladas de diferentes tipos de drogas, 10 mil 340 armas y detenido a 15 mil 640 personas por violencia relacionada con el tráfico de drogas.” Pero no sólo eso, también le dejó saber que “Se encuentra en proceso de aprobación en el Poder Legislativo de mi país una reforma constitucional para declarar delito grave sin derecho a fianza la producción, distribución y comercialización del fentanilo y otras drogas sintéticas”, lo que sólo puede leerse como un, revise sus fuentes y de este lado estamos haciendo lo que nos toca. ¿Quién se ha creído Claudia Sheinbaum? ¿La presidenta de un país libre y soberano? ¿La mandataria de un Estado que está trabajando en sus problemas? ¿La representante de un pueblo que no está conforme con ser el patio trasero del imperio? ¡El horror!

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    Para rematarla, en el colmo del cinismo, la desvergüenza y la absoluta falta de gratitud, Claudia le regresó el mensaje al presidente de los Estados Unidos, diciéndole que él “debe estar al tanto también del tráfico ilegal de armas que llega a mi país desde los Estados Unidos, el 70% de las armas ilegales incautadas a delincuentes en México provienen de su país”, cosa que terminó de ofender a los muy sensibles aspirantes a conservadores en conservas, pertenecientes a las poco ilustradas clases aspiracionistas y privilegiadas de nuestro país, quienes inmediatamente espetaron a la presidenta —a pesar de aplaudir el reclamo trumpista de acabar con el tráfico de drogas y contener la migración que afecta a los Estados Unidos— que cómo se le ocurría demandarle al gobierno, del siempre bienintencionado Estados Unidos, ante el cual debemos estar sojuzgados, que resuelva algo que sucede en nuestro territorio y deberíamos resolver nosotros para controlar el trafico de armas ilegales, que resulta ridículo, que al hacerlo demuestra la debilidad del estado Mexicano que, como ya lo dije, entienden como la Secretaría del Patio Trasero de los Estados Unidos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • ¡Trumpistas antitrump unidos!

    ¡Trumpistas antitrump unidos!

    Fieles a la tradicional tradición de preocuparnos por aquello que debemos preocuparnos y levantar polvo por el mero goce de levantar polvo, analistas, políticos y pedestres ciudadanos de a pie de derechas, izquierdas y centros (sí, centros), se manifiesta consternados por el triunfo de Donald Trump para un segundo mandato presidencial de los Estados Unidos de América. Lo que se vaticina vaticinadoramente es el acabose más que el continuose del empezose (Mafalda dixit). En pocas palabras, una nueva era que inaugure el final de los tiempos, “un escenario lleno de pólvora” (Leopoldo Gómez dixit), que “se nos puede volver radioactivo” (Arturo Sarukhán dixit) y “con la bilis este sobre la mesa […] que viene a vengarse en muchos sentidos” (Lorenzo Córdova dixit), es decir; el mal de todos los malignos males. Sumado a ello, la siempre elegante y bien peinada doctora Dresser nos advierte que se trata de “un peligro para México y colocará al gobierno de Claudia Sheinbaum en una postura de enorme vulnerabilidad porque el Trump que regresa es un Trump recargado”. Los años venideros serán negros de una negra negritud o no serán, cosa que resulta paradójica porque por donde se lo mire, si es que alguien puede mirar envuelto en tanta oscuridad, será el final.

    Y es que, como lo hemos dicho con insistente insistencia en este espacio, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y no es lo mismo que la radioactividad trumpista sostenga que va a terminar de construir el muro entre Estados Unidos y México para contener la migración ilegal, al mismo tiempo que expulsará de forma masiva a todos los migrantes cuya situación no se encuentre legalizada, a que la derecha mexicana sostenga que la migración, principalmente haitiana y centroamericana, en nuestro país es un problema que debe detenerse y evitarse; del mismo modo que no es lo mismo que Trump, con la bilis sobre la mesa prometa que acabará con los cárteles de la droga en México utilizando fuerzas especiales dentro del Departamento de Defensa para dañar a los líderes de las organizaciones, a que la opositora oposición mexicana implore porque Trump acabe con los cárteles de la droga en México utilizando fuerzas especiales dentro del Departamento de Defensa para dañar a los líderes de las organizaciones y de paso acabe con la política mexicana de abrazos y no balazos; así como no es igual la trumpista propuesta de poner a los padres a cargo y darles la última palabra en cuanto a los temas, filias y fobias que se deben trabajar en la escuela pública, proponiendo recortar el financiamiento de las escuelas que enseñan teoría crítica de la raza e ideología de género, que el derechista rechazo a la “ideologización” de los contenidos educativos de la Nueva Escuela Mexicana y los libros de texto.

    En la misma línea de las diferencia de lo que resulta evidente que no es igual, es absurdo pensar que la reducción de impuestos, propuesta por el vengativo Donald Trump, que beneficia principalmente a quienes tienen grandes ingresos, es igual de todo igualdad a la constante perorata opositora que se opone a cualquier aumento de impuestos en México a la riqueza y las grandes herencias; o que es igual la promesa trumpista de terminar con la guerra en Ucrania, que la sensible demanda de la siempre bienintencionada derecha mexicana de terminar con la guerra en Ucrania.

    Por otro lado, la preocupante preocupación frente a la maligna maldad trumpista, también encuentra trumpistas antitrump en el extremo opuesto del espectro político mexicano, y la izquierda nacional se encuentra tan consternada como la derecha nacional no nacionalista. Y es que resulta indignante que Trump pretenda proteger el mercado estadounidense aplicando aranceles en contra de toda lógica globalizadora y neoliberal, porque el rechazo a los principales principios del neoliberalismo no es el rechazo a los principales principios del neoliberalismo si se rechaza al norte del Río Bravo que si se rechaza al sur del mismo, el proteccionismo y los incentivos al mercado interno trumpista nada tiene que ver con el proteccionismo y los incentivos al mercado interno de la cuatrote; del mismo modo que es atroz que el trumpismo pretenda aumentar la producción energética estadounidense para garantizar energía accesible a toda su población, y en nada es igual a la búsqueda de la soberanía energética que promueve el gobierno morenista en México. Y eso por no entrar a detalle de lo terrible que resulta esa promesa de obtener atención médica de calidad para el pueblo estadounidense, quienes tienen uno de los peores y más caros sistemas de salud en el mundo, nada tiene ello que ver con la promesa y los esfuerzos que se están realizando en México, que está muy lejos de tener uno de los mejores sistemas de salud del mundo, para obtener atención médica de calidad para el pueblo mexicano. Para concluir, un segundo término trumpista que tanto preocupa a la izquierdista izquierda mexicana, propone no firmar una prohibición federal del aborto, combatir la censura en línea y no contribuir a los esfuerzos imperialistas de la OTAN y su cláusula de defensa colectiva, todo ello en franca y abierta oposición no opuesta a lo que representa la agenda de la izquierda mexicana.

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    Nunca podremos estar suficientemente preocupados frente a lo propuesto por Trump para su segundo mandato, sobre todo, si tomamos en cuenta que el radioactivo próximo presidente de nuestro vecino del norte, en su primer mandato, no cumplió con el 53% de sus promesas, no cumplió con construir un muro en la frontera entre México y Estados Unidos y tampoco hizo que México pagara por el muro, lo poco que se ha construido del mismo se ha pagado gracias a los contribuyentes estadounidenses, tampoco cumplió la amenaza de imponer aranceles a México de hasta 25%, no rompió con la OTAN, no abrió un proceso judicial en contra de Hillary Clinton, y no derogó ni remplazó la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio, entre otras muchas promesas que no cumplió. Razones de peso para que nos preocupemos preocupantemente frente a la narrativa trumpista, la cual, entre otras cosas, devela la hipócrita hipocresía liberal que mientras sostiene públicamente estar preocupada por lo que es políticamente correcto decir públicamente que se está preocupado, se ocupa en privado de aquello que resulta rentable y provechoso ocuparse en privado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • El indigno diálogo que no dialoga

    El indigno diálogo que no dialoga

    Dejando claro que el diálogo es un valor fundamental de la democracia, Jorge Romero, flamante e inflamable nuevo presidente electo del PAN, extendió la mano a lo que llama “el gobierno” —aunque sólo se refiere al Poder Ejecutivo— y ofreció dialogar con él, pero fue claro y enfático: “Una sola vez vamos a ofrecerle diálogo a este gobierno”. Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y no es lo mismo estar dispuesto a dialogar que estar siempre dispuesto a dialogar. De tal suerte que el presidente del PAN más insignificante de los últimos veinte años, al mismo tiempo que dice una cosa, dice otra. Para su suerte, la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien Romero llama “el gobierno” lo mandó a la siguiente ventanilla, a Gobernación, para que ahí lo atendieran, desaprovechando la muy desaprovechable oportunidad histórica de dialogar con la principal y pauperizada, disminuida, ninguneada, vapuleada, ignorada y despreciada, fuerza opositora de toda oposición a aquello que amenace con amenazar los intereses de la clase privilegiada para la cual trabajan.

    Habrá que reconocer que se necesita tesón para aferrarse a un error del modo en el que el PANismo, su dirigencia, sus representantes y su militancia se aferran. No es poca cosa declarar que no buscarán, a toda costa, el diálogo con la presidenta más votada de los últimos años, a la que eligieron en las urnas más de treinta y cinco millones de mexicanos, superando (prácticamente) por veinte millones de votos a la candidata, de cuyo nombre no puedo acordarme, que representaba al PRIANato y lo que todavía quedaba del muy escaso PRD. Que el PANismo le ponga un ultimátum a lo que su nuevo presidente llama “el gobierno” (ignorando que el gobierno no sólo está formado por el Poder Ejecutivo), y se niegue a buscar dialogar con él en aras de garantizar que los intereses, preocupaciones y necesidades de sus feligreses tengan voz y representación, es de una dignidad propia de maniqueo protagonista femenino de las peores telenovelas del peor Televisa.

    A estas alturas es más que claro que el principal problema que los cuatreros cuatroteros enfrentan para sacar adelante sus iniciativas, y proyecto de gobierno, son ellos mismos. Hay más necesidad de discutir y dialogar al interior de Morena que entre Morena y cualquier otra fuerza política, la más fuerte de la débil oposición que tiene el partido en el poder, resulta mucho más débil que la fuerza que tienen los distintos grupos al interior del poder. Los ochenta y tres senadores morenistas, de ciento veintiocho senadores, y los trescientos sesenta cuatro diputados morenistas de quinientos diputados, más quienes han cambiado de filias y fobias, son suficientes para sacar adelante lo que sea que se pongan de acuerdo para sacar adelante. El impacto de los veintidós senadores del PAN y sus setenta y dos diputados es tan insignificante que no hay forma de reparar en ello.

    La estrategia del PANismo romerista es clara, de 2018 a la fecha el PAN ha pasado de ser una fuerza opositora a una fuerza insignificante —no solo en las cámaras, también en las gobernaturas de las distintas entidades federativas, donde de gobernar once, casi triplicando a Morena, ha pasado a gobernar cuatro estados, mientras Morena gobierna veintitrés de ellos— que busca ratificar su insignificancia a como de lugar. Pareciera que les molesta que el PRD se extinguiera antes que ellos. Perder siete gubernaturas parece poca cosa cuando se pueden perder todas las gubernaturas. Dialogar con la principal fuerza política del país y, en consecuencia, con los millones de mexicanos a los que dicha fuerza política representa es indigno y debe despreciarse con todo el desprecio, clasismo y despotismo que se tenga a la mano.

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    Resulta preferible morir por inanición que sobrevivir alimentado por una chusma que solo sirve para servir a los intereses de la clase dominante. Si la masa se ha rebelado a los benefactores que les dieron patria y miseria, si la masa no sabe agradecer la bota que le pisa el cuello y lamerla al mismo tiempo, si la masa piensa que la masa misma es suficiente para ser masa, que no necesita la mirada despectiva de una clase dominante que los sobaje y humille para recordarles que son lo que son porque no pueden ser lo que no son, entonces no merecen ni una sola oportunidad de dialogar con esos representantes de lo peor que tiene la humanidad, con esos prohombres y mujeres que saben que los demás están equivocados porque no se alinean a sus intereses. La masa no sabe lo que pierde al perder la oportunidad de dialogar con un PANismo con el que no le interesa dialogar.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Larga vida el nepotismo!

    ¡Larga vida el nepotismo!

    Desechó la Suprema Corte el desechable desecho que buscaba invalidar parcialmente la reforma judicial. En pocas y reaccionarias palabras, se jugó el futuro del país y se perdió, el “juicio final” llegó a su fin en unas cuantas horas y no pasó nada, ni el Ejecutivo tuvo que ignorar el proyecto de González Alcántara Carrancá (ese que ni siquiera se discutió), ni el Legislativo tuvo que archivar la resolución, y aparentemente, “las consecuencias de cambiar, de la noche a la mañana toda la forma en que se van a elegir a jueces y magistrados”, como decía el magistrado autor del mentado proyecto, no ha repercutido en el vida diaria de los mexicanos de a pie que no saben que desconocen aquello que los conservas afirman que los mexicanos de a pie no saben que desconocen. Sin embargo, debemos asumir que , así lo dicta lo que queda del PRIAN, el vox populi de la comentocrácia al servicio de la iniciativa privada y el mismo Juan Luis González Alcántara Carrancá, Norma Piña y cia., el Estado de Derecho ha desaparecido gracias al siempre culpable actuar de las ministras Lenia Batres, Jasmín Esquivel Mossa y Loretta Ortiz Ahlf que, junto con Alberto Pérez Dayán votaron en contra de la humilde propuesta de propuestas que buscaba salvar nuestra democracia, nuestras libertades, el país y el nepotismo al interior del Poder Judicial.

    El fondo de la propuesta del ministro González Alcántara Carrancá, que llegó a la Suprema Corte de Justicia de la nación propuesto, en una terna, por Andrés Manuel López Obrador, era preservar la independiente independencia del Poder Judicial que no debe rendirle cuentas a nadie más que a sí mismo y los intereses de sus miembros. Si alguien sabe lo que significa tener que rendir cuentas y estar maniatado a voluntades ajenas a la inviolable lectura del espíritu constitucional, es él. Él, que creyó en el proyecto cuatrero de los cuatroteros y pronto se dio cuenta que se había equivocado al hacerlo. Él, que se convirtió en ministro por propuesta de Morena y ahora tiene la libertad de defender causas opuestas a las que defiende Morena, sabe lo peligroso que es tener ministros que tengan que rendirle cuentas a quienes los pusieron donde están. Si él, propuesto por López Obrador, puede realizar su trabajo de acuerdo con sus convicciones e intereses, resulta impensable que un ministro pueda mantenerse imparcial si llega a donde llegue electo por la ciudadanía. Seamos serios. Que la gente pueda elegir a sus jueces obliga a los jueces a someterse a un concurso de popularidad en el que su quehacer se verá trastocado por la necesidad de ganar la simpatía del electorado, exactamente como le sucede a legisladores y representantes del Poder Ejecutivo, a todos los niveles, que solo actúan pensando en su popularidad y nunca, jamás de los jamases, toman decisiones que no son populares. Y si los jueces se ven sometidos a la presión de un concurso de popularidad, la independencia judicial desaparecerá, el Poder Judicial dejará de ser un contrapeso libre y se verá obligado a la terrible y muy baja realidad lumpemproletariada de rendir cuentas al pueblo y trabajar dando la cara al mismo ¡¿De verdad?! ¡¿Dónde quedará la pompa de formar parte del Poder Judicial?!

    Lo que González Alcántara Carrancá proponía iba más allá del tendido de puentes entre los Poderes de la Unión, el hombre le tendió la mano al Poder Ejecutivo para abrir las puertas de una negociación que permitiera salvaguardar lo salvaguardable, mantener intacta la estructura nepotista del Poder Judicial y el negocio de la impartición de justicia y la preservación de la desigualdad en México. La reforma judicial, aprobada —no gracias al voto de más de 35 millones de mexicanos que decidieron apoyar un proyecto, el voto popular no importa nada, lo que importa es el voto de dos congresistas aislados— gracias a Yunes y Daniel Barreda, “no genera —de acuerdo con la sabia sabiduría magistrada del ministro González Alcántara Carrancá —las condiciones mínimas de seguridad jurídica requeridas en cualquier sistema democrático”, la ciudadanía no va a contar con la información suficiente para emitir un informado voto informado, y eso es peor a que la ciudadanía no vote en absoluto y la decisión de quienes son jueces, magistrados y ministros, quede en manos del mismo Poder Judicial, del Poder Ejecutivo y del Legislativo, controlado y sin sorpresas. Elegirlos democráticamente corrompe, en palabras del ministro obradorista antiobradorista, los fundamentos de una nación representativa y democrática. Porque nada corrompe más los fundamentos de una nación representativa y democrática que elegir democráticamente a quienes habrán de representar a la ciudadanía.

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    En esa misma línea se ha mantenido la campaña de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, que está en campaña a pesar de oponerse a la elección popular de los miembros del Poder Judicial, que busca que la Constitución se escriba en piedra y no sufra ni una sola modificación, quien lamenta que ese “inmenso manto protector de certeza, de confianza, de seguridad y de unión entre los mexicanos” que es la Constitución, no se confundan con el manto guadalupano, haya sufrido desde su promulgación más de 800 modificaciones. El Poder Judicial es el más conservador de los tres poderes y debe preservar la viabilidad de una sociedad anquilosada y rancia, cuyas leyes no respondan a las necesidades y circunstancias de la sociedad. Modificar la constitución, dice Piña, es erosionar “su legitimidad, vulnerando sus atributos como este manto protector de certeza”. Y nadie quiere quedarse descubierto de un manto que permite arroparte bien, arropar a tus hijos, sobrinos, nietos y a los nietos de tus nietos. Lamentablemente, lo que sucedió hoy en la SCJN genera “inseguridad y la seguridad jurídica es un valor indispensable para vivir en una sociedad medianamente organizada, sin ella no pueden existir otros valores básicos, no habría Derecho estable”. Adiós estado de derecho, adiós valores básicos nepotistas, adiós impartición de justicia como la conocíamos, será una pena que de nada sirva ser el mejor postor si con ello no se puede comprar la justicia en este país.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  •  ¡Declaren inconstitucional la Constitución!

     ¡Declaren inconstitucional la Constitución!

    Hace no muchos días, menos de los que se imaginan y más de los que importan, el ministro Javier Laynez, héroe defensor de la democracia de la clase privilegiada y el estado de derecho para unos cuantos, abrió la puerta de la esperanza para quienes esperan que nada cambie y sostuvo que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en su suprema superioridad que resulta —todavía—superior a los otros dos poderes dependientes de la voluntad popular, tiene la facultad declarar inconstitucional la reforma al Poder Judicial. Poco importa que, siendo afectada por dicha reforma, la corte tuviera que actuar como juez y parte para declarar su inconstitucionalidad. Mucho menos, que la corte nunca haya declarado inconstitucional una reforma constitucional. No sucedió con la reforma indígena de Fox, ni con reforma electoral que reducía el financiamiento privado de campañas políticas, ni cuando Felipe Calderón incorporó la figura del arraigo penal en la constitución, ni con reforma energética de Peña Nieto. Poco importa, siempre hay una primera vez y esta primera vez debe ser la primera vez de todas las primeras veces, la madre de las primeras veces. De lo contrario, de no declarar inconstitucional la Constitución, estaremos frente a la posible posibilidad de que a la clase privilegiada le resulte más complicado preservar esos inmerecidos privilegios de los que durante tantos años han disfrutado y en los que tanto empeño y manipulación han dedicado.

    Desde luego que la presente circunstancia demanda no sólo echar para atrás, tumbar, la reforma judicial, que atenta en contra de la libertad de la clase privilegiada y sus esbirros políticos de atentar en contra de la justicia, demanda —de una vez por todas— echar para atrás la Constitución, tumbar ese documento plagado de derechos sociales que no hacen más que poner trabas a la explotación del otro como generador de riqueza. Si los cuatreros cuatroteros fueron tan lejos como para poner en tela de juicio la facultad nepotista de determinar quiénes y a favor de quien se imparte justicia, facultad que garantiza un Poder Judicial autónomo, libre de todo compromiso y responsabilidad social y que preserva la libertad de recibir incentivos para realizar su trabajo y negarse a realizarlo ahí donde no existe ningún elemento que incline la balanza para hacerlo, un Poder Judicial alineado con los poderes no constitucionales que, de facto, constituyen los poderes con los que todo poder constitucional debe estar alineado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación debe ir más lejos y estar a la altura de las circunstantes circunstancias y defender su estatus de poder intocable, incuestionable e inmutable, para garantizar la protección de los derechos de quienes pueden pagar por tener derechos.

    El espíritu de la Constitución, más allá del oropel social con el que se la adorna, radica en la defensa radical de las clases privilegiadas y su estilo de vida. Si permitimos que un gobierno la reforme, en un sentido opuesto al de asegurar la preservación de quienes durante décadas han pagado y controlado al gobierno para asegurar que nadie los moleste, por el sólo hecho de que la ciudadanía votó por él y lo respalda, estaremos abriendo —de par en par— las puertas del caos y el desorden propios de quienes no saben vivir como se les dicta que deben vivir: agachando la cabeza, sometiendo su voluntad y alienándose según las normas del decoro, el consumismo irreflexivo y una existencia dictada para el beneficio de un sistema que no los beneficia. Lo siguiente será un congreso constituyente que busque sentar las bases de una sociedad menos injusta y desigual. Cuestión que, se vea por donde se vea, aunque convenga a una inmensa mayoría, pone en riesgo todo aquello a lo que la clase aspiracionista aspira a aspirar.

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    Declarar inconstitucional la Constitución debe ser el primer paso en la nueva estrategia de la opositora oposición que se opone a todo lo que implique la posibilidad de transformar las condiciones de vida de la gente a favor de la gente y no de los intereses de la interesada inversión privada. Una estrategia que termine por abolir la Constitución e imponga un código claro, estricto, clasista y retrogrado que permita a México regresar a los gloriosos tiempos de la tienda de raya, la ley de fuga, la encomienda, y tantas otras virtuosas virtudes que los gobiernos que trabajaban para que otros sacaran provecho de la explotación de los recursos naturales del país, supieron utilizar para su propio beneficio y el de sus patrones.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • La maldita herencia de las cabezas levantadas

    La maldita herencia de las cabezas levantadas

    Terminó la dictadura macuspánica. Dejó el poder ese sujeto que se aferró al poder y no lo soltó jamás. Se acabó la eterna presidencia de López Obrador que sólo duró seis años, exactamente lo que han durado el resto de las presidencias desde que en México se celebran elecciones democráticas. Para la enorme mayoría, para quienes apoyan al cuatrero gobierno cuatrotero, para quienes no se dan cuenta que no pueden darse cuenta de que no se dan cuenta que el gobierno existe para servir a los intereses de las clases interesadas, se trató de un gobierno lleno de aciertos que redujo la pobreza, hizo constitucionales los programas sociales, aumentó el salario mínimo como nunca antes ningún prudente y responsable gobierno lo había hecho, acabó con al discrecionalidad en la condonación de impuestos, manejó de forma prudente las finanzas públicas, eliminó los gastos superfluos y —sobre todo— gobernó con honestidad.

    Para otros cuantos, para los detractores que saben que solo su saber importa, fue un gobierno con nimios resultados económicos, con una política educativa ideologizada (disculpen el paréntesis, es que sigo buscando un sistema educativo sin ideología), con nulos resultados en salud y una terrible política de seguridad, un gobierno que regaló dinero para ganar votos y consolidó un sistema de propaganda matutino con sus mañaneras. Para ambos, detractores y aplaudidores, aunque con lecturas opuestas, fue un gobierno que desarrollo obras que nunca se habían desarrollado como el corredor interoceánico, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles. Lo que nadie dice, ni los unos, ni lo otros, ni ninguno, es que se trató de un gobierno que nos deja la peor de las herencias que un gobierno pueda dejar: gente que se siente con el derecho a ser genuinamente representada, vista, escuchada, gente que demanda ser tratada con dignidad, como iguales.

    El problema del obradorato obradorista de López Obrador es ese, el de haber desarrollado una política de frente a la ciudadanía, al pueblo, al electorado, a la gente. Una política que permitió que más del 70% de la población se sintiera identificada y no avergonzada de ser quienes son ¡Se imaginan el horror que ello representa! ¿Se imaginan la dificultad que implica para la clase aspiracionista, hueste defensora de la clase privilegiada, que ha vivido toda su vida esforzándose por ocultar quienes son y de donde vienen, ver que aquellos a quienes están acostumbrados a mirar hacia abajo, quienes no pueden vivir con las tarjetas de crédito a tope porque los bancos no les conceden créditos, están orgullosos de ser quienes son y de tener un estilo de vida ajeno al de aquellos que creen que el apellido les crece? El daño que ello acarrea implicará décadas, de trabajo para ser revertido. No se trata de un daño económico, no se trata de un daño a la estructura política. No. Se trata de un daño a las entrañas mismas del sistema social que se cimentó, durante siglos, sobre la humillación permanente y sistemática del grueso de la población, sobre el sobajamiento del otro para garantizar que el otro ni siquiera fuera capaz de pensar que podía pensar, sentir que tenia derecho a sentir, mirar que podía mirarse y —mucho menos— decir que podía decir.

    Lo de menos son los programas sociales, el aumento al salario mínimo, las reformas constitucionales, el no entreguismo a los capitales y los intereses extranjeros. Eso importa poco, lo verdaderamente y de toda verdad importante, el daño de todos los daños, estriba en esa espantosa situación que hace que el otro, el que siempre debió vivir aplastado, se ponga de pie y haga oír su voz. Los programas sociales, el aumento al salario mínimo, las reformas constitucionales, la falta de entreguismo se pueden echar para atrás con poca dificultad, basta con tener mayoría en las cámaras y todo eso desaparece. Lo que no se echa para atrás tan sencillo es que el otro se asuma como otro y no quiera ser como aquellos que se consideran únicos y ejemplares, modelos a seguir dentro de un estilo de vida al que los marginales no solo no aspiran, sino que se oponen. Fueron necesarias una conquista sanguinaria, la imposición del sistema de castas, la explotación en los latifundios y frentes de batallas, la humillación continua y constante de la población no privilegiada durante casi quinientos años, para doblegar la voluntad de quienes deben permanecer sin voluntad y vivir al servicio de quienes tienen todo el derecho divino de servirse del otro para que ese sistema funcionara y hoy, luego de seis años, Andrés Manuel, con su afán destructor, lo ha herido de muerte.

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    La opositora oposición que se opone a todo con tal de oponerse no se ha mostrado a la altura de las circunstancias y parece no entender que el daño es más profundo de lo que alcanzan a entender. Se desgastan en pequeños incendios como la no invitación del Rey de España, alteza de todas alas altezas de aquellos que mueren por ser tratados como súbditos, cuando deberían estar recorriendo el mundo civilizado —ese que es gobernado por hombres blancos y heterosexuales— buscando un heredero, apoyado por un ejército ejercitado en las artes de invadir y humillar a la población invadida, dispuesto a venir a estas indómitas tierras salvajes, plagadas de barbaros, a someter a la población y hacerle entender que el único entendimiento posible y la única razón de su existencia es la de servir a la clase privilegiada, agachar la cabeza frente a ellos y caminar por el camino que el Fondo Monetario Internacional ha trasado para ellos y las naciones en las que ellos habitan. Levantar la cabeza y sonreír orgullosos y llenos de esperanza es un peligro en el que peligrosamente el obradorato, con su humanismo mexicano, nos está condenando a vivir.

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  • La democrática democracia al paredón

    La democrática democracia al paredón

    De cara a la urgente situación de urgencia que atraviesa nuestra nación y su infinita destrucción que no termina por destruir nada, se vuelve necesariamente necesario realizar una cacería de brujas y quemar en leña verde a todo aquel que se niegue a pensar, actuar y seguir las directrices de los que piensan que deben pensar por el resto de los mexicanos, incluso cuando ese pensamiento sea opuesto a lo que se haya manifestado en las urnas. Por que una cosa es permitir que la gente vote, opine, respalde un proyecto político; y otra ꟷmuy diferenteꟷ que se haga aquello por lo que la gente votó, y que la gente respalda. La reciente aprobación en el Congreso de la Reforma Judicial es sólo una muestra de la imperiosa necesidad de iniciar con esta depuración que tanta tradición tiene en la derecha alrededor del mundo, pensemos en la Santa Inquisición, y por la que han clamado grandes mexicanos y mexicanas, desde el inmenso escritor Francisco Martín Moreno, hasta la senadora panista por Aguascalientes, María de Jesús Díaz Marmolejo.

    Y es que resulta sencillamente inaceptable aceptar la tiranía de las mayorías, ese golpe de estado que la gente dio en las urnas y se ratifica con el actuar de diputados y senadores. Una democracia que este sometida a la voluntad de la mayoría es una dictadura que no entiende que la minoría privilegiada es la única que tiene derecho a imponer su voluntad sobre los demás. Es en ese sentido que las arengas a favor de ahorcar o quemar morenistas vivos en el Zócalo, o linchar a quien no votara en contra de la Reforma Judicial, cobran todo el sentido del mundo. Es decir, si la realidad, los intereses políticos, y el actuar de la mayoría no se ajusta a lo que piensa la erudita oposición mexicana, es necesario adecuar la realidad, los intereses políticos, y el actuar de la mayoría para que se ajuste a lo que piensa, quiere y necesita la nunca interesada en sí misma oposición mexicana. No importan las consecuencias, no importa que esa depuración devenga en lo que devenga ¡Antes que los intereses individuales de políticos egoístas como Yunes o Barreda, están los interés egoístas de toda una clase política que lleva años sacando provecho de su posición y haciendo negocios con el país!

    No podemos permitir que se destruya lo que tanto trabajo tomó construir, que se violente la estabilidad de las instituciones que garantizan que el que paga más tenga mejores condiciones de vida que el que no puede pagar, que se haga añicos el entramado político legal que permite lucrar con los recursos del país y los destinos de sus habitantes. Si los cuatretros cuatroteros de la cuarta transformación y sus huestes de simpatizantes no entienden que estas instituciones y su funcionamiento clasista resulta vital para la supervivencia de la clase privilegiada, es problema de ellos, pero no por eso deben afectar a la minoría rapaz que se siente dueña del país. La democracia sería mucho más sencilla si cada uno votara como debe votar y no como quiere votar, si bajo amenaza de ser linchado, ahorcado, quemado, fusilado, etc. votara como se le indica y no como piensa. La simulación democrática deja de tener sentido cuando deja de ser simulación, cuando la gente puede incidir en el fiel de la balanza, cuando puede apoyar proyectos que los beneficia. En ese momento, cuando la simulación llega a su fin, la democracia se convierte en totalitarismo, un totalitarismo aplastante, arrollador, y democrático.

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    No se confundan, las invitaciones a quemar vivos o linchar y agarrar “a chingadazos y que le den con todo al que no vote contra esta reforma”, no son invitaciones a quemar vivos o linchar y agarrar “a chingadazos y que le den con todo al que no vote contra esta reforma”. No. Se trata de simples metáforas literarias (Martín Moreno dixit) que únicamente buscan invisibilizar y excluir “si es posible desaparecer” a quienes piensen diferente a la minoría privilegiada y las huestes aspiracionistas que sueñan que son privilegiados. Si la gente no se da cuenta que la democracia es un recurso de legitimación de lo ilegitimo para beneficio del capital y sus esbirros, entonces no tiene caso que participen del recurso de simulación democrática y “cuando menos metafóricamente” habrá que lincharlos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Ignoremos que el pasado pasó

    Ignoremos que el pasado pasó

    Como si hiciera falta, Andrés Manuel termina su sexenio insistiendo insistentemente en la insistencia de insistir en culpar al pasado de todo aquello que no se hizo en su sexenio. Afirmando, una vez más, durante su último informe de gobierno, que “[…] todavía es notorio el atraso por el periodo en que el gobierno estuvo en manos de oligarcas que saquearon e impidieron el progreso con justicia de quienes vivimos en este paraíso llamado México”. Es notorio el atraso por el periodo que el gobierno estuvo en manos de oligarcas, los resultados de los mexicanos en las olimpiadas de Parías son culpa de los gobiernos del pasado, los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto son culpables de la violencia en el país. Todo, absolutamente todo tiene que ver con el pasado. Tenemos un presidente que ꟷpara molestia de nuestra noble oposición carente de noblezaꟷ no mira al futuro, habita en un presente que está concatenado al pasado. Un presidente incapaz de fantasear con un fantasioso futuro mejor y sin fundamento, sin posibilidades, sin nada más que velar por los intereses de la interesada clase privilegiada.

    Sin importar los grandes esfuerzos pedagógicos de la comentocrácia al servicio de los intereses de quienes solo se interesan por ellos mismos, López Obrador se empeña en que el ser humano es un ser histórico y en que la sociedad es producto de las decisiones que tomó en el pasado. Se aferra a la obtusa idea de que en lo humano no hay nada que se de por generación espontánea, que todo es fruto de ese devenir en el que estamos insertos, de nuestra condición histórica y la condena del tiempo. Pareciera que prefiere vivir en el pasado, a encarar con valentía el futuro, hacer un par de decretos para motivarse, enfocar la mente y lograr objetivos que materialmente resultan inalcanzables. Nuestro presidente se niega a utilizar afirmaciones positivas que atraigan el éxito y prefiere vivir anclado en el tiempo, victima de las consecuencias de los acontecimientos pasados.

    México necesita un presidente que entienda la entendida necesidad de mirar de frente el vacío del futuro. Un presidente dispuesto a construir castillos en el aire. Un presidente que no tenga miedo a romper retóricamente con el pasado, darle la espalda y seguir adelante ignorándolo por completo, como si nunca hubiera existido, como si uno pudiera ser y estar sin arrastrar consigo la forma en la que uno fue y estuvo ayer, hace un mes, hace un año, hace una década. Necesitamos un presidente libre de todo rastro anterior a él, un presidente que sepa que la única certeza que tenemos es la incertidumbre del futuro. De nada sirve voltear atrás, de nada sirve vivir en el presente, lo único que tiene sentido es habitar ese tiempo que no es, ni ha sido, habitar ese tiempo que no sabes si habrá de llegar. No entender esto implica no entender que vivimos en un mundo de posibles posibilidades para aquellos que tienen posibilidades. Implica vivir anclado a lo que se es y no a lo que se puede ser, a lo que hay y no a lo que puede haber, a lo que se tiene y no a lo que se puede tener. No tiene sentido regresar constantemente a un pasado que ya pasó, mucho menos cuando ese pasado no fue esplendoroso.

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    Aferrarse al pasado, a lo que ya fue, no sólo bloquea la posibilidad de ser otra cosa que no se es, o de negar lo que somos. Estar atorados en una realidad material que nos determina y determina las posibilidades de lo que podemos determinar, es un terrible motivo de vergüenza para nuestra plebeya clase aristocrática llena de aspiracionismo, echaleganismo, y tarjetas de crédito con múltiples deudas. Resulta difícil presumir que uno es lo que realmente no es, resulta imposible dar la espalda a nuestra realidad, a lo que somos, a ese lugar del que venimos, carente de monarquías, ausente de noblezas, escaso de un pasado dinástico que nos garantice el privilegio de heredar un futuro privilegiado, cuando con tanta insistencia se insiste desde el gobierno en las consecuencias del pasado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  •  ¡Salvemos México, invadan México!

     ¡Salvemos México, invadan México!

    Cerrando el sexenio con broche de oro, como solo lo puede cerrar un gobierno que se ha empeñado en esa terrible necedad de ser neciamente un gobierno para su país y no un siervo para las potencias y el capital extranjero, López Obrador decidió pausar la relación con las embajadas de Estados Unidos y Canadá. Todo por la muy pero muy minúscula intromisión de sus embajadores en asuntos internos mexicanos. En particular por que se mostraron honesta y cínicamente preocupados por el futuro de sus intereses, en este territorio que ellos siguen viendo como colonia y nosotros nos empeñamos en llamar país, de cara a la reforma judicial y la elección de jueces, magistrados y ministros. Resulta increíble que alguien pueda llegar a la presidencia de México, sólo porque la gente votó por él o ella, y que no entienda que la presidencia de México debe estar al servicio del gobierno de los Estados Unidos. Canadá es lo de menos, pero oponerse a Estados Unidos y afirmar que primero está la soberanía nacional atenta contra la soberana soberanía de someterse frente al imperio. Porque no sólo es el sector privado nacional quien se ha manifestado en contra de dicha reforma y la eliminación de los organismos autónomos, que autónomamente obedecían los intereses del capital. No. El gobierno de Estados Unidos está preocupado de que los mexicanos piensen que pueden gobernarse por si mismos. Las declaraciones del embajador Salazar revelan el nivel de dichas preocupaciones y preocupa que el gobierno mexicano no esté preocupado por esa preocupación.

    Y no se trata, como dice equívocamente al no equivocarse Andrés Manual, de que nuestro vecino del norte, a quien debemos eterna gratitud porque benévolamente nos permite someternos a su voluntad, quiere “tener injerencia en asuntos que solo corresponden a los mexicanos.” No. El asunto es de una gravedad más grave.

    El asunto tiene que ver con una idea de soberanía cuatrotera propia de cuatreros de la cuarta transformación, una idea trasnochada, desvelada y egoísta de soberanía antiimperialista ¡Antiimperialista! ¡Cómo si se pudiera genuinamente ser antiimperialista y vivir a la sombra del imperio! Una idea de soberanía que no entiende que no entiende que es necesario entender que la soberanía se reduce al margen de acción que la interdependencia globalizada permite a los países que nunca deben dejar de estar en vías de desarrollo. La soberanía es el libre ejercicio de los límites que las naciones se imponen a partir de sus relaciones comerciales, la inversión extranjera que reciben y los acuerdos, tratados y convenios internacionales que suscriben. Limitando su soberanía, una nación muestra civilidad, y no hay nada más civilizado que reconocer que dependemos del todavía Imperio Yankee, agachar la cabeza y dar marcha atrás a cualquier idea que no les parezca correcta ¿Soberanía? Patrañas ideologizadas que anteponen la dignidad al libre y honrosamente vergonzoso derecho de vivir sojuzgados.

    En este contexto, nuestro gobierno y su máximo representante embriagado de representación popular ha declarado que está dispuesto a asumir las sanciones comerciales en aras de defender aquello a lo que se comprometió y por lo que la gente votó. Frente a ello, no han tardado en surgir las heroicas voces que ꟷdesde dentro de nuestras fronteras y fuera de ellasꟷ claman por un intervencionismo que no permita a México ejercer el terrible derecho a la autodeterminación. Y es que tiene todo el sentido el que para defender la presunta independencia del Poder Judicial se esté dispuesto a sacrificar la independencia mexicana. Desde luego que nadie está hablando de mandar batallones del ejercito estadounidense a invadir México. Lamentablemente no. Pero sí de recurrir a una estrategia financiera que logre, a través de la especulación, reventar la economía mexicana. Una estrategia que retire capitales e inversión y deje al gobierno sin recursos para realizar sus grandes proyectos. Que digo grandes proyectos. Deje al gobierno sin recursos. Urge apretar los mercados financieros, atacar al peso, generar una crisis, hacer caer el índice de precios de la Bolsa Mexicana, aumentar la tasa de interés de la deuda mexicana, sacrificar al país para salvar los intereses de quienes importantemente importan en el país.

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    Necesitamos enviar una nueva comisión al nuevo Miramar para que envíen a un nuevo Maximiliano que ponga en su lugar los aires soberanos de nuestro soberano gobierno. El PRIANismo y la civil sociedad civil se están tardando en escoger cuidadosamente, puesto que todos deben ser dignos de representar la tradición entreguista de las huestes aspiracionistas y conservadoras, a los hombres y mujeres encargados de ofrecer el trono de México al mejor postor. Hombre y mujeres que clamen humilde y fervorosamente por la detención del envío de remesas, por el cese de la pasividad ante la destrucción de las instituciones que el PRIANato creo con tanto cuidado para preservar los derecho y privilegios de la privilegiada clase privilegiada.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Muerte a las ideas fijas!

    ¡Muerte a las ideas fijas!

    Nos acercamos al final del sexenio y la infinitamente heroica oposición no ceja en el estoico esfuerzo de denostar las “mañaneras” del presidente López Obrador. Fieles al principio presuntamente einsteiniano que reza que, si buscas resultados distintos, debes hacer siempre lo mismo, o algo parecido, insisten en insistir insistentemente en despreciar el ejercicio matutino del obradorato. Desprecio enfocado en la recuperación de la potestad exclusiva del discurso público, la palabra y el dictado de la agenda nacional. Desprecio enfocado en aniquilar las ideas fijas y encumbrar ideas guangas, huecas, vacías, que puedan llenarse del contenido necesario en el momento necesario… ideas con las que los mandatarios puedan llenarse la boca diciendo nada y justificando todo.

    El llamado “humanismo mexicano”, ese modelo de gobierno de la cuatrera y cuatrotera cuarta transformación, es muestra de esas ideas fijas y de ese desprecio que la privilegiada clase privilegiada siente por las ideas fijas sobre las cuales no tiene control. La oposición echaleganista bien dice cuando dice que ni siquiera son ideas, “que más bien son emociones”. Emociones fijas que fijan ideas en el discurso obradorista y que esconden, detrás del orgullo por el pasado mexicano, detrás de la convicción de que lo bueno de México no llegó con los europeos, sino de 3 mil años de “culturas originarias”, detrás de la satisfacción de creer en la grandeza cultural milenaria y la excepcionalidad y fecunda historia política de este país; un perverso interés por el bienestar común en contra del crecimiento infinito de quienes sintiéndose dueños del país deben ser reconocidos como tales ¡Cuan diferente sería contar con un presidente estoico que contra viento y marea afirmara que la corrupción “es una debilidad de orden cultural”!

    ¡Un presidente que despreciara la historia de la construcción identitaria de nuestro país y celebrara el colonialismo europeo como ese hermoso y desinteresado proceso que permitió, a estas tierras profanas en las que vivimos, y a sus habitantes, ser evangelizados y civilizados! Pero no, tenemos un presidente que celebra el pasado mesoamericano ꟷ¡ni siquiera lo llama prehispánico!ꟷ y la construcción independentista de una identidad que dio la espalda a la herencia española de colonia sometida.

    Sin embargo, bueno sería que esas ideas fijas se redujeran a un entendimiento jipiteca de la grandeza mesoamericana y a un fervor nacionalista de ese constructo heterogéneo que llamamos mexicanidad. No, lamentablemente estas ideas fijas que con sabia sabiduría desprecia nuestra opositora oposición, van más allá y proponen una nueva política económica, moral y social que “consiste en fomentar el progreso con justicia”, buscan la distribución equitativa del ingreso y la riqueza y que la gente pueda vivir “feliz y libre de miserias y temores.” Y en ese sentido, este gobierno puso todo su empeño, todo lo fijo de sus ideas fijas en incrementar el salario mínimo significativamente. Y lo hizo de forma tan fija y obstinada que, al incrementarlo, incrementó también el consumo y la inversión ¡Háganme el favor! ¡Lo importante es el crecimiento macroeconomico que no es otra cosa que el crecimiento de los menos afectando a los más, el crecimiento de quienes nacieron para crecer y el estancamiento ꟷcuando no la pauperizaciónꟷ de quienes nacieron para vivir a duras penas, para sobrevivir, para malvivir. Esas son las ideas fijas que hacen daño a nuestro país que no es otra cosa que el país de los privilegiados, ideas que reducen la enorme rebanada del pastel que a diario se sirven del mercado mexicano, a una rebanada no tan enorme, ideas que deberían ser guangas y ajustarse a las necesitadas necesidades de preservar una sociedad desigual que permita a algunos ver menos a la mayoría.

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    En este sentido, en el sentido de lo fijo de las ideas fijas y lo perniciosas que resultan para el saqueo de nuestro país, sus recursos y su gente, preocupa al honorable y siempre modesto Consejo Coordinador Empresarial la iniciativa de prisión preventiva por evasión fiscal. Iniciativa que desincentiva las inversiones ¡¿Quién va a querer invertir si no puede evadir al fisco?! ¿Cuál es el atractivo si no es posible ocultar bienes o ingresos con el objetivo de pagar menos impuestos? Un gobierno de ideas guangas sería capaz de conciliar significantes vacíos con los intereses de la iniciativa privada para dar atole con el dedo a la gente mientras se garantiza que lo único sea el cambio, el cambio de un entorno en constante precarización, el cambio de barrios y ciudades a través de la gentrificación, el cambio de la constante perdida de identidad en aras de la libre explotación del libre mercado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.