Etiqueta: Emmanuel Soriano Flores

  • El mito de que los pobres no trabajan y son pobres porque quieren

    El mito de que los pobres no trabajan y son pobres porque quieren

    Hace unos días, en la conferencia mañanera, el presidente López Obrador citó un tweet de Lilly Téllez que, a priori, podría ser tomado como un desvarío más de la gritona y locuaz senadora del PAN, sin embargo, dicha expresión puede considerarse representativa de todo el pensamiento conservador en Occidente si se analiza detalladamente. Sus palabras fueron: “sí, ya les toca, pero trabajar”, esto en respuesta a otro tweet que hacía referencia a que la Inversión Pública y derrama económica que generan los proyectos de la 4T están principalmente dirigidos al sureste de México. 

    El texto de Téllez da a entender lo que el votante de derecha (clase media o alta) suele pensar de los pobres: lo son porque quieren, porque si trabajaran -como ellos- tendrían, al menos, mejor vida. ¿Hay prepotencia o ignorancia supina en este tipo de pensamiento? Puede ser que ambos, pero sobre todo la segunda.

    Mucha gente que no sale de su burbuja de privilegios y cuyos viajes son demostraciones de poder adquisitivo más que inmersiones culturales, realmente cree y se imagina que los pobres se la pasan en las hamacas esperando la siguiente ayuda del gobierno, que los indígenas son una subespecie de gente menos evolucionada e indigna de merecer los beneficios y privilegios con los que cuentan ellos porque, de nuevo, no se esfuerzan tanto o, si lo intentan, no son tan capaces. Realmente hay mucha gente que está convencida de que las excepciones son generalizaciones o pruebas fehacientes de que el sistema –su sistema- funciona, porque si un pobre logró tener movilidad social, ello significa que todos pueden hacerlo. Dicha lectura merece 3 reflexiones:

    1. La meritocracia fue una forma de pensamiento exitosamente infundada en el imaginario colectivo de las clases medias y bajas durante el periodo neoliberal, y no solamente en México, sino en los países occidentales. La gente pobre llegó a creerse que su desgracia era producto de su holgazanería e incompetencia, a pesar de la obvia falta de oportunidades y acceso a derechos básicos. Entonces, la guerra ideológica y la desmitificación de las mentiras impuestas como verdades a través de diversos aparatos ideológicos, debe combatirse diario. El objetivo de la izquierda pasa porque el hombre libre tenga conciencia de clase y reflexione sobre ella diario. Marx es más vigente que nunca.
    2. La batalla cultural es importante para derrotar al pensamiento conservador. La humildad, la generosidad, la hermandad y la visión comunitaria deben ser las piezas angulares para la concientización y politización de una sociedad que exija más y mejores derechos. El pueblo unido es más fuerte que cualquier lobby empresarial o conglomerado de medios de comunicación, pero mientras no compartamos valores comunes a defender y una identidad de la cual sentirnos orgullosos y a prueba de manipulación, ellos siempre podrán emplear técnicas de enajenación y división para imponer su visión individualista, egoísta, materialista y aspiracionista. 
    3. Un liderazgo fuerte y un proyecto de largo plazo son indispensables. De momento, todo descansa en los hombros del presidente López Obrador. Con su apabullante 70% de aprobación al quinto año de mandato y siendo el foco mediático y político de México, alcanza para mantener alejado del poder al pensamiento conservador, pero, ¿y si algo le pasara?, ¿y si el sucesor no lograra tener su impacto y fuerza?, o peor, ¿si traicionara al proyecto? De momento, hay optimismo porque parece haber cuadros de presente y futuro para darle continuidad a un proyecto de izquierda, sin embargo, siempre hay riesgo de rupturas y egos, y en momentos críticos como las elecciones de 2024, debe cuidarse al máximo este aspecto.

    Ni un milímetro de espacio ideológico, cultural y político al pensamiento conservador retrógrado. Nunca más un pobre que crea que lo es porque no se esfuerce, sino uno informado y politizado que se deje la piel en la calle, a favor de su comunidad y que vote por la opción que realmente apoye a las grandes mayorías, para que eventualmente se convierta en alguien de clase media, consciente y agradecido con las batallas que libraron sus antecesores.

  • Mexicanos al grito de guerra

    Mexicanos al grito de guerra

    El fentanilo es un opioide sintético 50 veces más fuerte que la heroína y 100 más que la morfina. Su uso original era con propósitos hospitalarios, pero sus efectos adictivos son tan devastadores que se ha convertido en una de las principales causas de muerte en Estados Unidos y gran preocupación para el gobierno de este país, no solo por la cuestión de salud pública, sino por el tráfico ilegal que genera, y que parece ser el pretexto perfecto para promover intervencionismo en México desde la Casa Blanca.

    Senadores republicanos, específicamente Den Crenshaw y Mike Waltz, pidieron al congreso estadounidense el uso del ejército para combatir a los cárteles mexicanos, es decir, ponerlos al nivel del Estado Islámico y tratarlos como terroristas para causar en México la muerte y devastación que crean necesaria hasta “derrotar al enemigo”, tal cual lo han hecho en Irak, Afganistán, Siria y un largo etcétera.

    Nada de esto era relevante porque se consideraba parte de la politiquería de personajes, hasta cierto punto, irrelevantes, sin embargo, el exfiscal de ese país, William Barr, escribió sobre ello en el Wall Street Journal, donde, básicamente, aplaude la estela de muerte que dejó el gobierno de Calderón en la llamada guerra contra el narcotráfico que emprendió el espurio expresidente mexicano (cuyo Secretario de Seguridad Pública fue Genaro García Luna, recientemente hallado culpable por vínculos con el Cártel de Sinaloa), y critica al presidente López Obrador por hacer más énfasis en atacar las causas y matar a menos seres humanos, porque claro, si los muertos son del Río Bravo hacia el sur, no importan tanto como los del norte.

    Ya sabemos, lo usual: la misma estrategia fracasada de hacer creer que los malos son los productores mexicanos y colombianos y no los consumidores estadounidenses, y no reconocer la evidente decadencia de ese país, que lo convierte en el mayor consumidor de drogas del mundo. Por si ello fuera poco, otro retrógrado de nombre John Kennedy, también senador estadounidense, declaró que, sin Estados Unidos, México estaría comiendo comida de gatos de una lata, viviendo en una carpa en un traspatio.

    El presidente López Obrador ha desestimado las declaraciones de estos personajes intrascendentes, sobre todo porque son hechas por porristas y engaña tontos en tiempos de campaña, no por políticos serios, pero lo más importante: ha llamado a no votar por quien quiera utilizar a México en discursos xenófobos y racistas (indirectamente, esto afecta más al partido republicano). La pregunta es: ¿esto impacta a la política interna de Estados Unidos? Sí y no.

    En términos absolutos, el llamado de cualquier presidente a no votar por tal o cual candidato de otro país podría parecer irrelevante, pero el caso del presidente López Obrador es especial. Tiene una aceptación del 70% y goza de gran popularidad entre los mexicanos que viven de Estados Unidos, donde, por cierto, hay 40 millones de ellos (población mayor que la de países como Irak, Canadá, Perú o Arabia Saudita, y casi tan grande como la de Argentina, España o Colombia).

    En una elección cerrada, el llamado de López Obrador podría tener algún impacto en el resultado electoral, y aunque él ha declarado que México se conduce por la resolución pacífica de los conflictos y el principio de no intervención, ha dejado muy claro que no permitirá que agarren a México de piñata discursiva, y como mexicanos tenemos que cerrar filas en torno a ello, defender la dignidad de México, rechazar el intervencionismo cínico de Estados Unidos y, en síntesis, defender la patria.

    No podemos regresar a tiempos de entreguismo cuando políticos mexicanos hincaban la rodilla ante el imperio, y aunque este siga queriendo hacer parecer como que México es el culpable, lo cierto es que los grandes consumidores (y también productores) son ellos, pero en la opinión pública no se habla de ello porque nunca se admitiría que la potencia hegemónica enfrenta los mismos problemas (y quizás peores) que sus vecinos del sur.

    Históricamente, la lucha contra los cárteles en América Latina ha sido un gran fracaso por dos cosas: no atacar las causas como la monstruosa desigualdad y la falta de oportunidades en regiones pobres y poco desarrolladas; y la falta de voluntad política de Estados Unidos para hacerse cargo de un problema que lleva mucho tiempo impactando a su sociedad, pero que al mismo tiempo sostiene parte de su economía. Hipocresía, le llaman.

  • Expectativas realistas en el Estado de México

    Expectativas realistas en el Estado de México

    Ante la inminente victoria de Delfina Gómez en el Estado de México, la cual está respaldada por casi 20 puntos de ventaja según el último sondeo, los mexiquenses ven luz al final del camino y, parece, experimentarán no estar más bajo el yugo del PRI y del grupo Atlacomulco. Esto es una buena noticia porque las relaciones de poder, el estilo de hacer política y las perspectivas, cambian. Sin embargo y en un ejercicio de objetividad, deben quedar claras las expectativas y los indicadores por los cuáles se debe medir el desempeño de la posible nueva gobernadora, y ello tiene que ver con sus promesas de campaña.

    Ante el ruido excesivo de medios y la vulgarización del sistema democrático en México, se personifica demasiado el poder y las responsabilidades de un gobierno, ejemplo máximo de ello es el presidente López Obrador, que según un análisis de medios reciente, es protagonista de 4 de cada 5 artículos de opinión, omitiendo, seguidores y detractores, que existen, al menos, otros 8 poderes diferentes que tienen inferencia en la vida pública de México. Es un error, por tanto, analizar más al sujeto en su ontología política para medir el desempeño como ocupante a un cargo y minimizar sus promesas de campaña, que es lo que debería ser el foco de la cuestión, es decir, ¿qué prometió versus qué cumple y cómo avanza?

    En el caso de Delfina Gómez, existe un programa de gobierno que se precia de ser más realista y menos ambicioso que el de su contrincante Alejandra del Moral, y esto puede ser una lectura interesante para politólogos en formación: la sociedad ya no se deja engañar tan fácilmente por las grandes y ambiciosas promesas de un programa inverosímil, sino por propuestas concretas que coadyuven a resolver problemas y demandas específicas de la población. Ante una sociedad evidentemente más politizada, el discurso realista y honesto cobra alta relevancia, por ello y ante tantas promesas incumplidas del PRI en el Estado de México, parece ser que ni todo el aparato del Estado de México a favor de su candidata será suficiente para mantener el poder.

    Ahora bien, Delfina Gómez tiene la gran encomienda de, al menos, demostrar cuanti-cualitativamente que será buena gobernante. No basta con tener el respaldo de Morena y el Presidente López Obrador, sino que deberá trabajar desde el primer día en cumplir los compromisos que ha hecho. Un aspecto relevante dentro de estas promesas tiene que ver con que, Delfina, como texcocana, tiene que voltear a ver mas hacia el Oriente del Estado de México, históricamente marginado y olvidado por el grupo Atlacomulco. Resulta una gran contradicción que el Estado de México, siendo la segunda entidad generadora de riqueza medida a través del Producto Interno Bruto, tenga los cinturones de miseria y pobreza más grandes de México. No es digno que muchas industrias y fábricas se encuentren ubicadas en el Estado de México y que la inseguridad y pobreza sean la imagen principal y el día a día de los habitantes de los municipios sobrepoblados y limítrofes al oriente con la Ciudad de México: Chalco, Ecatepec, Neza, Chimalhaucán, Cuautitlán, etc. Es claro que esta situación no se podrá revertir en pocos años de gobierno, pero si realmente cumple sus promesas de infraestructura, seguridad y atracción de la inversión, se revertirá la tendencia negativa que se viene arrastrando en esta parte de México desde hace muchos lustros.

    Finalmente, si Delfina logra la gubernatura, es bien sabido que el proyecto de la 4T se asegura, al menos, otro sexenio en la Presidencia, lo cual y más allá de afinidades políticas, es conveniente para el Estado de México porque gobernaría un grupo político que coadyuvaría a tener estabilidad política y no entorpecería iniciativas y propuestas relevantes, como comúnmente pasa con gobiernos que son rivales.

  • ¿Presidencialismo o parlamentarismo en México?

    ¿Presidencialismo o parlamentarismo en México?

    Una crítica del ala conservadora en México es el aparente excesivo poder político que tiene el presidente López Obrador. Sus más fieros críticos señalan que México se ha convertido en el país de un solo hombre. En contraste y de manera cínica, los partidos de oposición han hecho una gran alianza, traicionando ideología, historia y jugando una especie de ajedrez político al estilo parlamentario para tratar, sin éxito, de enfrentar al gigante político.

    De hecho, en la presentación de la llamada Marea Rosa, varios de los candidatos del bloque opositor han hablado de la necesidad de hacer alianzas prácticas con tal de lograr objetivos políticos, vulgarizando, aun más, la representación política auténtica y traicionado sus idearios políticos, en especial el PRI, que, en teoría, es un partido revolucionario opuesto al conservadurismo del PAN, que surge, justamente, para hacer frente a la política patriótica del presidente Lázaro Cárdenas, cuyo legado principal fue la nacionalización del petróleo.  

    A pesar de la supuesta necesidad de hacer alianzas pragmáticas y no concentrar el poder en un solo hombre, ningún miembro del bloque conservador en el congreso ha planteado una iniciativa de ley para proponer un cambio de régimen político que realmente diluya el poder presidencial, o lo que es lo mismo, pasar de un sistema presidencia a uno parlamentario al estilo europeo. A partir de esto, se vislumbra interesante plantear la pregunta, ¿puede México cambiar su sistema político de uno presidencialista a uno parlamentario donde el jefe de Estado tenga menos poder?

    El sistema parlamentario existe en países europeos que presumen de estabilidad política a pesar de las grandes adversidades a las que se han enfrentado en los últimos tiempos, y una característica importante de este sistema es que, además de que el parlamento está por encima del Jefe de Estado, existe la moción de censura, que es la posibilidad de cambiar a este último si se considera que su desempeño está muy por debajo de lo esperado, o bien, está manchado por la corrupción. 

    Este sistema se basa también en principios democráticos, pero a diferencia del presidencialismo, el poder recae en más personas y no tanto en un líder, lo cual suena bien en teoría, sin embargo, el parlamentarismo en Europa descansa en un aparato institucional más fortalecido y con verdadero Estado de Derecho, a diferencia de México, donde el neoliberalismo dejo como legado instituciones autónomas (muchas de ellas corruptas y llenas de privilegios) que, más que coadyuvar al funcionamiento democrático, debilitan al gobierno. En términos claros, es la forma maquiavélica en que las élites de poder y económicas le ponen una camisa de fuerza al gobierno para que no cambie el status quo. La plutocracia oligárquica que tuvo secuestrado a México antes de la 4T sabe que un gobierno débil puede ser fácilmente sometido y controlado, y harán lo que sea necesario para que continúe así. Por ello, es inviable que un país como México transite a un sistema parlamentario, ya que ello derivaría en demasiada inestabilidad política e ingobernabilidad.

    Hoy más que nunca, conviene tener un presidente fuerte, un verdadero representante del pueblo que realmente actúe en favor de las grandes mayorías y fortalezca al Estado Mexicano con vistas al futuro, que sea capaz de revertir las décadas de neoliberalismo, cuya consecuencia principal a nivel político fue el debilitamiento progresivo del gobierno, lo que llevó a una concentración de la riqueza desmedida ante la incapacidad de ejecutar políticas redistributivas, un descobijo de los más pobres que, al mismo tiempo, se tradujo en mayor inseguridad, y en general condujo a graves desequilibrios políticos y sociales en detrimento de la calidad de vida y dignidad de los mexicanos.

    No se trata de que el poder esté concentrado o no, sino de que se use para cumplir el programa de gobierno que fue votado por la mayoría; no se trata de intentar emular otros modelos de aparente “avanzada” como los europeos parlamentarios, sino de hacer que el propio sirva a través de un verdadero Estado de Derecho; no se trata de que un presidente como López Obrador tenga mucho respaldo popular, sino de que cada una de sus decisiones de política pública realmente impacten de forma positiva a la mayoría de mexicanos.

    Muchas de las criticas a presidentes fuertes como López Obrador se basan en el aparente engaño de la concentración del poder para aferrarse al mismo, pero eso es difícil de aceptar en alguien que reiteradamente ha señalado que después de acabar el periodo presidencial se retirará de la vida publica.

  • La cuestión fiscal en México: un proyecto transexenal

    La cuestión fiscal en México: un proyecto transexenal

    Un gran avance del gobierno del presidente López Obrador tiene que ver con el discurso sobre la necesidad de no perdonar y devolver impuestos a nadie, especialmente a los más ricos. Esta acción le ha valido que los oligarcas y dueños de la mayor parte de la riqueza de México, usen sus bastos recursos para promover agendas anti 4T a través de los grandes medios de comunicación, secuestrando redes sociales con granjas de bots y utilizando el Lawfare (golpe blando a través de la captura de instituciones como el Poder Judicial, el INE y los supuestos organismos autónomos).

    Sin embargo y a pesar de luchar contra corriente, el gobierno de la 4T ha logrado aumentar la recaudación, y también que grandes deudores paguen sus impuestos, lo que se considera un triunfo político, y sobre todo, significa oxígeno puro para los proyectos estratégicos del presidente López Obrador, sin embargo, ¿podríamos considerar misión cumplida hacer que los ricos paguen sus impuestos y, en todo caso, aumentar y mejorar la base de tributación hacia las clases medias? 

    La respuesta tajante es que no, no es suficiente hacer que los ricos paguen sus impuestos y AMLO lo sabe. Según la analista política Viri Ríos, los estratos de ingreso medio pagan más que los ricos. El ejemplo más obvio es el caso del IVA, donde el estrato más bajo aporta el 6% de sus ingresos; el medio 7.2%; y el alto 6.8%. En el caso de la seguridad social, la clase media no sólo paga la mayoría de las cuotas obrero patronales, sino que también sufre reducciones salariales de hasta el 67% porque los patrones bajan los sueldos para cubrirlas. Según datos del Economista, México recauda apenas el 17% con relación a su PIB, es decir, muy bajo si lo comparamos con el 35% que recauda el promedio de la OCDE.

    Entonces, siempre queda la cuestión de por qué no se hizo una reforma fiscal al principio del sexenio cuando el capital político del presidente ascendía hasta un 83% de aprobación en febrero de 2019, es decir, ¿por qué un presidente tan fuerte como López Obrador no hizo una reforma fiscal? 

    La respuesta tal vez esté en la continuidad del proyecto político de la 4T, que necesitaría al menos 2 o 3 sexenios para realmente impulsar una reforma fiscal de gran calado que aspire a cambiar las relaciones de poder, y seguramente así lo ve el presidente López Obrador. Su sexenio está siendo el cisma que sacudió la vida pública de México para contrarrestar 36 años de neoliberalismo. Se necesita que el sucesor de la 4T logre la meta más difícil de todas: que el que tiene más, pague más impuestos. Un principio de justicia aceptado y llevado a cabo por las democracias desarrolladas de Occidente, pero que tiene como reto derrotar a los grandes oligarcas que harán lo que tengan que hacer para evitarlo. 

    Una reforma fiscal ambiciosa, aunque ideal, hubiera sido demasiado violenta y radical. Lo importante era dar el primer paso: evitar la evasión y la condonación (sexenio 1 de la 4T). Dando este primer paso, el segundo tendría que ser aumentar progresivamente los impuestos para las mayores fortunas (sexenio 2 de la 4T), y un tercer sexenio (sexenio 3 de la 4T) implicaría perfeccionar y pulir un sistema al nivel de los mejores del mundo, donde la tributación se hace de forma personalizada, se consideran las características propias del ente tributador y su entorno, la información está actualizada al momento y se emplea la mejor tecnología para facilitar todos los procesos fiscales. A esto tiene que aspirar México, porque sin un sistema fiscal justo e ingresos suficientes, nunca podremos aspirar a un estado de bienestar al nivel de los países nórdicos.

  • Trump y Biden: de la retórica a los hechos

    Trump y Biden: de la retórica a los hechos

    Los mexicanos tenemos muy mal recuerdo, especialmente a nivel discursivo, del mandato de Donald Trump. Se cansó de humillarnos y fuimos su piñata favorita en lo electoral. El muro fronterizo quedará marcado como uno de los eventos más vergonzosos y poco amables que haya tenido un presidente norteamericano hacia México. Se refirió a los mexicanos como violadores y asesinos. 

    En su libro “el arte de negociar” propone como tesis central negociar con rivales fuertes y humillar al rival más débil, y tal cual lo hizo con los chinos, rusos y mexicanos, respectivamente. El presidente López Obrador estuvo a la altura de las circunstancias y no cayó en el juego provocador de Trump, pero no se puede decir lo mismo de Peña Nieto, que fue humillado y despreciado en suelo mexicano por el entonces candidato Trump.

    En contraparte, Biden, como político profesional y viejo lobo de mar, se ha mostrado totalmente cooperador con el gobierno mexicano, a quien ha calificado como amigo. Las fotos que dejó su visita a México junto al presidente López Obrador y Justin Trudeau -primer ministro canadiense- dejaron un mensaje de fraternidad, colaboración y entendimiento entre los mandatarios norteamericanos, y cuando AMLO visitó Estados Unidos fue de la misma manera. Dos grandes amigos abrazándose por el progreso y el fortalecimiento del otrora bloque económico más grande del mundo.

    Pero una cosa es la retórica, la imagen y las relaciones institucionales; y otra cosa muy diferente son los hechos y acciones de política pública. 

    En el ámbito migratorio y según cifras del Instituto Nacional de Migración, el número de deportados hacia México se ha incrementado en 18% en el mandato de Biden respecto al de Trump, es decir, aunque Biden se muestra más “amable”, deporta más que Trump. Ambos han sido duros y han exigido a México servir de muro de contención ante la migración ilegal, pero en términos estrictamente numéricos, el gobierno de Biden ha sido peor para los mexicanos.

    En el ámbito energético, Trump aceptó que Estados Unidos asumieran parte de la disminución en la producción petrolera que le correspondía a México acordada ante la OPEP, y también permitió que durante la firma del T-MEC, México decidiera sobre su política energética, algo que no se había acordado en las negociaciones iniciales (con el equipo entreguista de Peña Nieto) y que se vino a corregir durante el gobierno de la 4T por órdenes del presidente López Obrador.

    Y finalmente, algo que puede parecer increíble pero es cierto: Trump, a pesar de su discurso agresivo y directo, es de los pocos presidentes que no ha iniciado una guerra que afecte indirectamente a México y al mundo. De acuerdo a un informe del  Ministerio de Exteriores de China, Estados Unidos es el país más beligerante de la historia mundial. De sus 240 años de historia, solo ha estado en paz en 16, y Trump forma parte de ello.

    La guerra en Ucrania, donde claramente Estados Unidos y la OTAN juegan en contra de Rusia y China, ha dejado, entre otros saldos, inflación generalizada en países occidentales y gran inestabilidad económica. México, gracias a la responsabilidad del Banco de México y al subsidio a gasolinas para proteger a las clases bajas y medias, no se ha visto tan afectada como otros países, pero si se tratase de un gobierno neoliberal, habría peores consecuencias en término macroeconómicos, sin duda.

    En conclusión, aunque México se vio discursiva y socialmente muy afectado por el gobierno de Trump debido a la exaltación del sentimiento antimexicano, de la supremacía blanca, del neoproteccionismo económico y de los antivalores propios del fascismo; el gobierno de Biden, en los números, ha representado peores cosas para los mexicanos si consideramos, sobre todo, las consecuencias indirectas de la guerra y la cuestión migratoria. Se reafirma la máxima de que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses, y que su objetivo es, sobre todo, seguir manteniendo su hegemonía a costa de todo y de todos, incluido y principalmente México.

  • Deconstrucción del pensamiento occidental

    Deconstrucción del pensamiento occidental

    El filósofo francés Jaques Derrida afirmaba que la deconstrucción podría entenderse como un modo de pensamiento para reorganizar las ideas occidentales, las cuales y en principio estaban llenas contradicciones y desigualdades. 

    Deconstruir es un acto permanente de cuestionamiento y no conformidad, y su ejercicio debe aplicarse especialmente en los lugares, ideas y verdades que normalmente son aceptados por la mayoría, y defendidos con prepotencia o ignorancia por algunos.

    Por ejemplo, en Occidente prima la idea de superioridad respecto al mundo, pero al mismo tiempo se promueven valores cristianos y el supuesto amor al prójimo; se habla de tolerancia en la democracia como la mejor forma de gobierno, pero no se acepta que otros piensen diferente e incluso “les llevan la democracia” a fuerza; se habla, en el discurso, de igualdad para todos, pero de facto el sistema es excluyente para las grandes mayorías; se admira a personajes superfluos, vacíos o estridentes; pero se les llama populistas a líderes que realmente quieren hacer el bien para sus pueblos; se habla de procurar y mantener la paz; pero se mantienen guerras innecesarias a costa del sufrimiento y de la vida de muchos; se habla de aceptación y sana convivencia, pero se vive en permanente racismo y clasismo, y es que Occidente, entendido como las ideas y valores adoptados por el grupo de países desarrollados (liderados por Estados Unidos) y que someten al mundo, representa, en muchos sentidos, hipocresía y doble moral.

    Entonces, es tiempo de cuestionar si realmente lo que recibimos como inputs son o no ideas contradictorias y subversivas, y más importante: ¿cómo ejercer autonomía desde nuestro propio ser y hacia los que nos rodean? Esto podría implicar un ejercicio filosófico profundo y la utilización de herramientas hermenéuticas para, desde la teoría, desarrollar una disertación pertinente y útil para la realidad del día a día, tal como suele hacerse en los centros de pensamiento (dígase Universidades), sin embargo, hay acciones sencillas que pueden aplicarse en la cotidianidad para intentar ejercer dicha autonomía, o al menos, no contaminarse tanto por el entorno más inmediato. A continuación, se explican algunas acciones para ello:

    • – Apagar la televisión comercial y cuidar mucho los contenidos audiovisuales: la televisión ha representado un medio de manipulación de masas y de distracción mediática. Es el instrumento de comunicación de la derecha y de los grandes capitales y oligarcas. Ejemplos sobran y no vale la pena ahondar en ello, lo que sí es conveniente es cuidar la calidad de los contenidos audiovisuales que se consumen de forma personal o en familia. Ello determina los intereses, el diálogo, la convivencia y la inversión de recursos para actividades que moldean la personalidad y el pensamiento.
    • – Convivir con personas con ideas diferentes, pero capaces de generar diálogo constructivo: una idea común y repetida pero difícilmente ejercida. El cerebro humano tiende a estar más cómodo con la repetición y reafirmación de ideas, sin embargo, en un espacio de complacencia es difícil detectar el sesgo o la radicalización. En este sentido, se vuelve necesaria la convivencia con personas con ideas diferentes, pero que sean tolerantes, abiertas al diálogo y sin afanes impositivos. 
    • – Intentar romper el algoritmo de redes sociales: de nuevo, al cerebro le gusta la comodidad y complacencia de la repetición, sin embargo, el hacer uso de redes sociales para buscar nuevas ideas, constructos y paradigmas, implica intentar cambiar contenidos, búsquedas, filtros y fuentes. La apuesta mayor es en Twitter al ser una red social con perfil eminentemente político y ideológico, pero bien puede aplicarse a los contenidos de cualquiera. 
    • – Tomar alteridad en situaciones cotidianas y hacer análisis profundo: en las ciencias sociales, específicamente en la investigación cualitativa, la alteridad implica tomar distancia de la situación observada o vivida para analizara desde otro lugar que no sea el propio. Relaciones, interacciones, creencias, procesos, comportamientos, actitudes y todo lo que sea observable es sujeto de análisis desde la alteridad para su posible deconstrucción

    En general, las personas deberían creer menos lo que ven, oyen y reciben; y cuestionar desde la honestidad, la suspicacia y la curiosidad, especialmente en el mundo Occidental.

  • Occidente está en guerra

    Occidente está en guerra

    El relato hegemónico desde los medios convencionales es que Rusia invadió Ucrania, y que ésta se defiende heróicamente en una especie de proeza a la David y Goliat, la cual solo recibe “cierta ayuda” entre armamento y miles de millones de dólares, pero no. El llamado bloque occidental representado por Europa, Japón, Canadá y liderado por Estados Unidos está en guerra financiera, económica y mediática, y afortunadamente para la humanidad, lo militar no ha escalado más allá de Ucrania, aunque podría hacerlo.

    El origen de la guerra no son los pronazis ucranianos, e incluso queda en un segundo término la cuestionada expansión de la OTAN, la cual se había acordado que no ocurriría desde los años 90. El principal problema radica en la hegemonía del dólar como única divisa para transacciones internacionales comerciales, de reserva y de energéticos, y cuyo origen son los acuerdos de Bretton Woods de 1944. En dichos acuerdos, se estableció el orden mundial impuesto hasta la actualidad, el cual ha sido explotado y usado por Estados Unidos para su beneficio y para abuso de otros.

    Ejemplos de ello son los bloqueos económicos criminales hacia Cuba o Venezuela, los cuales han sido condenados cada año por más del 98% por ciento de naciones en el mundo, pero que al final del día es irrelevante porque Estados Unidos dice quién sí y quién no puede hacer transacciones comerciales con estos dos países, y en caso de desobediencia sufren grandes castigos económicos al que ningún líder político quiere enfrentarse. Luego entonces, Estados Unidos se rige como juez y parte en el concierto de las naciones. 

    Sin embargo, el punto de inflexión para Estados Unidos fue el año 2000 cuando ocurrieron dos eventos importantes: Putin llega a la presidencia de Rusia y China experimenta niveles de crecimiento y desarrollo nunca antes vistos en la humanidad, y se vuelve super potencia en tan solo 20 años, entonces, el dominio planetario logrado por los estadounidenses en 1991 a partir de la desaparición de la Unión Soviética empieza a peligrar.

    Entonces, el contexto completo de la guerra solo se entiende si se analiza como la lucha por el poder hegemónico entre las grandes superpotencias, y ahora mismo hay dos bandos: los pro occidentales que son el G7 anteriormente mencionado más sus aliados europeos, y el bloque liderado militarmente por Rusia; pero económica, financiera y tecnológicamente comandado por China. A este bando “se le han unido” la India -el ahora ya país más poblado del mundo y potencia económica emergente-, Irán -potencia energética- y otros países aliados en Oriente Medio. 

    Para Estados Unidos el terrorismo ya no es el reto a vencer, sino que el resto de países estén alineados a su política económica, que es la que está siendo atacada en esta guerra, ¿cómo?, pues fomentando la no utilización del dólar en transacciones comerciales y usando divisas propias, lo que eventualmente impedirá que fabrique billetes a capricho y controle la economía global. Marx decía que el oro circula porque tiene valor, ergo, el papel moneda denominado dólar tiene valor porque circula, y el objetivo del bloque antioccidental es justamente ese: dejar de usar y depender del dólar, por ello Estados Unidos irá a las guerras que hagan falta y arrastrará a sus aliados como ahora lo está haciendo sin importar las vidas que cueste, la destrucción que signifique y las consecuencias para los más débiles y pobres.

    México no ha tomado partido por ningún bando, pero de facto pertenece al grupo occidental, el cual puede resultar no vencedor si el dólar pierde importancia geo financiera y se deja de transaccionar con él como ya está ocurriendo entre potencias de Oriente y Medio Oriente. Ojalá se llegue a un acuerdo para el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania, pero ahí no acabará la disputa mayor por la hegemonía global, la cual pudiera tener como siguiente escenario de batalla a Taiwán y la posible unificación de China.

  • Lecciones del neoliberalismo: no toda inversión es buena

    Lecciones del neoliberalismo: no toda inversión es buena

    A propósito de la guerra comercial que protagonizan China y Estados Unidos y que, en términos mediáticos ha quedado delegada a segundo término debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, se menciona en análisis políticos y económicos que el gran beneficiario del choque entre las dos mayores potencias económicas del mundo es México, ello debido a que la deslocalización que habían hecho originalmente empresas norteamericanas y europeas en suelo oriental buscaría un nuevo destino que ofrezca ventajas logísticas, de costos laborales, de certidumbre política y, sobre todo, que esté alineado con el bando occidental que dirige Washington, y el mejor candidato sin duda es México.

    La algarabía de los analistas que prospectan una inversión extranjera de miles de millones de dólares hacia nuestro país es motivo suficiente para ser optimista en los cálculos macroeconómicos con miras a la próxima década, sin embargo, la historia nos ha enseñado que no todo lo que brilla es oro.

    El periodo neoliberal se caracterizó por tener posturas claras en diferentes esferas de la vida pública. En la esfera geopolítica, significó subordinación del interés nacional al interés hegemónico de Estados Unidos a través de la entrega de recursos estratégicos (principalmente el petróleo) y de la intromisión en asuntos nacionales en materia de seguridad y soberanía alimentaria, entre otras; en la esfera de política nacional, significó el debilitamiento del Estado Mexicano a través de la creación de “organismos autónomos” en manos de la “sociedad civil”, y de la aprobación de un paquete de reformas estructurales (salud, educación energía y derechos laborales las más ominosas) y modificaciones a la constitución que, básicamente, favorecían el interés de las minorías, en contra de las grandes mayorías; en la esfera social, el neoliberalismo implicó una desvalorización de la cultura mexicana, aumento de la violencia y la corrupción, así como falta de liderazgos con visión nacional y humana; y en términos económicos, significó un aperturismo sin control con la consigna de inflar el PIB a toda costa, principalmente con la firma del TLCAN, pero también permitiendo inversiones en sectores estratégicos como la banca y energía, y tuvo como bandera principal a la privatización. De esta última esfera, interesa hacer un análisis más profundo por la oportunidad que representa el “nearshoring” respecto a Estados Unidos.

    El resultado de mucha de la inversión que se dio durante el periodo neoliberal no es del todo positivo. Atrajo a empresas de manufactura de bajo valor añadido o extractivista; empresas que pagaban sueldos de miseria a los trabajadores y cuya ventaja competitiva no se apoyaba en la innovación o diferenciación del todo, sino en costos laborales bajos; empresas a las que les fueron condonados millones de pesos; empresas que sometían autoridades y en contubernio con ellas tenían prácticas mafiosas a favor de sus propios intereses; y perfectamente se pueden correlacionar estos fenómenos con aumento de la desigualdad y la violencia por el descontento social que todo ello genera.

    Lo que ha enseñado la historia es que ninguna nación se ha desarrollado sin proteccionismo adecuado, ya que la trampa del neoliberalismo en su esfera económica consistía en permitir la inversión extranjera a diestra y siniestra, sin intervención del Estado y contra las PyMES mexicanas, y el resultado fue desastroso. Si la inversión extranjera no genera encadenamientos productivos y transferencia tecnológica, si no se compromete a pagar sueldos dignos a todos los niveles, si no se compromete a cuidar los recursos y el ambiente, si no paga los impuestos que debe o busca evadirlos, es mucho mejor prescindir de ella y no acudir al pragmatismo destructor que tanto daño ha hecho por intentar generar empleo. 

    México es un país respetado en el mundo y se sabe que la política nacional ha cambiado, pasando de un entreguismo subordinado de bajo coste a una política de mucha dignidad, humanismo, en favor de la inversión inteligente y con énfasis en la justicia y redistribución de la riqueza.

  • Reporte de riesgos 2023 de Davos, Suiza

    Reporte de riesgos 2023 de Davos, Suiza

    Como cada año se reúnen líderes, políticos, empresarios, periodistas, personalidades y gente destacada de los medios en el Foro Económico de Davos Suiza para pensar el mundo desde un enfoque occidental. 

    En este Foro se deciden, en grandes líneas, las directrices que a nivel de políticas públicas deben seguir los “gobiernos democráticos” para, en teoría, mantener y preservar el orden mundial. A su vez, se genera mucha información confiable y útil para la toma de decisiones, tales como reportes y análisis para empresas y gobiernos, y uno de los más importantes es el Reporte de Riesgos. Dicho reporte dictamina por orden de importancia y posible ocurrencia cuáles son los riesgos a los que se enfrente la humanidad y, a partir de ello, generar estrategias para revertirlos, o impedir que sus estragos sean muy altos en caso de ocurrencia.

    A continuación, un breve análisis de lo que, según los expertos del Foro, se estima que son los  dos principales riesgos para 2023:

    – Crisis de abastecimiento de energía: y no podía ser de otra manera. La ruptura entre el bloque occidental con Rusia trajo un sinnúmero de consecuencias a nivel de sanciones e intercambio comercial, pero lo más relevante es que los países dependientes del petróleo y gas ruso (Europa, mayormente) ha impactado de forma negativa en las economías de la Eurozona, porque el suministro ahora es más irregular, más caro, más lejano y más incierto. Se sabe que las reservas son suficientes para el invierno de este año, pero se trabaja contra reloj para desarrollar la infraestructura necesaria para almacenar y procesar gas licuado, es decir, aquel que sustituirá al cercano y barato gas ruso.
    Lección de oro para América Latina y todos los países con recursos naturales propios: nunca fue más importante extraer, procesar y comercializar de forma independiente recursos energéticos tan estratégicos como el gas y el petróleo. Los verdaderos estrategas toman decisiones con miras a la soberanía energética. En México, durante el periodo neoliberal se extraía petróleo y se compraban gasolinas en el extranjero. Afortunadamente, el proyecto de gobierno actual apunta en dirección opuesta: producir solo lo que se necesita para consumo interno, procesarlo todo en México e ir transitando lo más rápido posible a energías renovables, que son el futuro, pero uno muy distante todavía.

    -Crisis del costo de vida: fenómenos como la gentrificación y encarecimiento de viviendas en ciudades capitales a partir de la implementación del trabajo y la liberación de restricciones para que ciudadanos de otros países con poder adquisitivo más alto poblen lugares más baratos y asequibles fuera de su país, han obligado a un perfil de clase media a salir de las ciudades para buscar vivienda en provincias, lo cual ha contribuido a encarecer lugares que antes no lo eran tanto, y que incluso no están tan desarrollados o no cuentan con todos los servicios. Este fenómeno de expulsión de las grandes ciudades cobra relevancia porque se conjuga con dos problemas coyunturales más: pérdida del poder adquisitivo de los salarios e inflación. ¿Qué hay que hacer a nivel de gobierno y políticas públicas? Pues buscar la redistribución a toda costa priorizando sectores más vulnerables, además de poner restricciones necesarias para cuidar y preservar el espacio propio.
    Los habitantes de pueblos en México ponen ejemplo de esto con su forma de organización a través de usos y costumbres: se cuida quién compra y quién vende terrenos, no se le da agua a cualquiera que no tenga lazos con la comunidad y que sepa la importancia de la vida comunitaria; y sobre todo, no se permite que cualquier empresa se plante con el pretexto de generar empleos, porque ante todo, se vigila qué produce, qué residuos genera, cuánta agua utiliza y qué beneficios y perjuicios puede traer a la comunidad. ¿Cuál es la clave para que este modelo local de gestión funcione? Pues la transparencia, honestidad y amor de sus líderes a la comunidad. A nivel de país debería actuarse de igual manera y no como se hizo durante el periodo neoliberal.
    En dicho periodo se proponía inversión a toda costa sin importar si solo era de tipo extractivista y a costa de la seguridad de los trabajadores, saqueando comunidades y sometiendo a autoridades locales; trabajo a toda costa sin importar que hubiera sueldos de miseria porque se quería que la ventaja competitiva de México fuera el costo, atropellando la dignidad del pueblo mexicano y generando resentimiento por las cada vez evidente e injusta distribución de la riqueza; y números macroeconómicos altos como inversión y PIB a toda costa, sin vigilar que ese crecimiento sea de calidad y peor, que se concentre solo en unas cuantas manos.

    Ante los retos y riesgos que representa 2023, los gobiernos deben actuar ante todo con humanismo y nacionalismo, y entender que el bienestar va más allá de indicadores macroeconómicos. Hoy más que nunca se necesitan gobiernos que vean por los más pobres, por los más necesitados, por la distribución de la riqueza, por la inversión de calidad, por sueldos dignos y por la soberanía energética y alimentaria.