Etiqueta: Germán Castro

  • Encuerados en Reforma

    Encuerados en Reforma

    Debo…, no debemos…: autor, editora y comunidad lectora de esta columna debemos agradecer a cuatro personajes que el texto de hoy pueda y tenga que ser muy breve. Obligan a la contundencia los testimonios de los señores Enrique de la Madrid Cordero, aspirante priísta a la candidatura de su partido a la Presidencia, y Santiago Creel Miranda, aspirante panista al mismo rol, pero de los azules. Las otras dos personas a quienes debemos dar las gracias son periodistas: Juan Becerra Acosta, quien entrevistó durante la marcha del domingo al hijo del expresidente Miguel de la Madrid, y Álvaro Delgado, quien hizo lo propio con el exsecretario de Gobernación de Vicente Fox.

    El riesgo es la democracia

    — ¿Cuál cree que sea el principal riesgo de la reforma que propone el presidente López Obrador en materia electoral? —cuestionó Becerra Acosta a De la Madrid junior, quien de miembro del gabinete de Peña Nieto pasó a pretendiente a gallo del tricolor.

    —  La parte más peligrosa son dos o tres. Una es este tema de desaparecer al INE, crear una nueva institución, el argumento de que la gente va a votar por ellos, la gente hoy en día es el gobierno, entonces quedarse con el árbitro. Lo mismo con el Poder Electoral [sic], lo que quieren es que los jueces los ponga el pueblo, el pueblo hoy en día es el gobierno, quedarse con los jueces.

    Leyó usted bien: al señor Enrique le parece un riesgo que actualmente en México la gente, el pueblo, sea el gobierno. O dicho en otras palabras: al cachorro —es un decir— del priísmo tecnócrata le angustia que hoy en día vivamos en una democracia.

    El robo del milenio

    La siguiente declaración la logró obtener, también el domingo pasado, el periodista Álvaro Delgado, a quien le tocó testimoniar como Santiago Creel se abrazó muy contento con Claudio X. González, para enseguida rubricar el acto con un gritito: “¡Sociedad civil y partidos políticos!”. Después de esto fue que Álvaro pudo entrevistar al actual presidente de la Cámara de Diputados. Advierto que hemos escuchado una cantidad descomunal de tonterías y acusaciones desquiciadas en contra del presidente de la República y su gobierno, pero esta que lanzó el panista al calor del apapacho con su líder merece un sitio especial. Después de avalar la presencia en la marcha de Alito, Roberto Madrazo, la maestra Elba Gordillo y otros de su estirpe —que porque están defendiendo la democracia—, muy seguro de sus palabras Creel denunció: “López Obrador quiere robarse el pueblo, quiere robarse la soberanía”. El político profesional y académico no entró en detalles, por lo que ya no pudimos enterarnos qué querrá hacer Andrés Manuel con 131 millones de personas —quizá llevarnos a su rancho y luego pedir rescate—, pero la imputación estaba hecha.

    En suma, el prianismo —alma de la marchita marchita del domingo— tiene claro que la agónica situación que está viviendo, ellos y toda la reacción, se debe a que, por fin, en este país tenemos un gobierno democrático —el pueblo hoy en día es el gobierno—, para colmo encabezado por un señor que quiere robarse el pueblo.

    Apenas el martes tuve oportunidad de participar en la 4TV dando mi opinión a botepronto sobre la marcha en contra de la reforma electoral. Concluí en los siguientes términos:  la marcha del domingo logró desenmascarar plenamente, sin lugar a dudas, el espíritu racista, clasista y antidemocrática de buena parte de la clase media mexicana aspiracionista. Por eso están tan enojados tantos: eso de que te encueren en Reforma…, pues está feo.

  • Apología del manifestante conservador o Loa al manifestante facho

    Apología del manifestante conservador o Loa al manifestante facho

    Lo más fácil es dejarse llevar por la justa indignación y mandarlos a todas y todos al cuerno… o más lejos, mucho más lejos. No digo que no se tengan bien ganado ese remoto destino. Tan es así, que de alguna manera allá andan ya y desde hace tiempo. Deportarlos a chiflar a Sumatra, en este sentido, es inútil. Enseguida, por sencillez, quizá convenga optar por la burla: mofarse de la oposición es parte de la vida pública cotidiana de este país. Con todo y que material sobra y reírse es muy sano, ya hemos alertado aquí sobre los riesgos dejarse llevar por la chacota. Así que, frente a los hombres y las mujeres que tienen decidido salir a marchar de rosita el próximo día 13, ¿qué postura conviene tomar? Opto yo por un camino casi kierkegaadiano. 

    Søren Kierkegaard escribió un libro (Works of love, 1847) en el que sostiene que el amor no tiene nada que ver ni con el amor romántico ni con el amor erótico (elskov), esto es, una pasión positiva dirigida a alguien especial, único. Por el contrario, el filósofo sostenía que el amor (kaerlighed), para ser verdadero, debe ser dirigido hacia todos…, bueno, hacia todos y todas y todes y todus y todis. No se refería a que uno tenga que andar de pizpireto, de ojoalegre o de chupamirto de flor en flor, no. Aseguraba que en asuntos de amor se tiene que agarrar parejo.

    Es más, pensaba que en principio el amor tiene que dirigirse hacia aquellos que no lo merecen: la gente fea, insoportable, irritante, equivocada, venal, desatinada, malintencionada, perversa o ridícula. Defendía la idea de que aprender a amar a la gente despreciable es lo más alto a lo que puede aspirar un humano. El verdadero humanismo, pensaba Kierkegaard, consiste en extender la compasión más allá de los límites de la atracción física, la simpatía, el acuerdo, y superar la repugnancia que imponen la arrogancia, la deshonestidad, el egoísmo, la envidia, la codicia, la crueldad, la furia, el odio, la violencia… Por supuesto, usted me dirá que esto es injusto. Lo es. De hecho, el existencialista danés lo acepta y argumenta que un mundo totalmente justo, en el que todos y cada uno recibiera exactamente lo que merece, sería un infierno. Por eso, en lugar del ideal de justicia, Kierkegaard propone el de la benevolencia: no demos a cada persona lo que merece, sino lo que necesita: bondad. Amar a quienes nos aman es fácil; amar a quienes no nos aman ya no lo es tanto, pero amar a quienes nos detestan es la prueba de fuego. Según él, pues, habría que amar sin discriminación: ambiciosos, pancistas —ojo, escribí pancistas, eh, no panistas—, derechosos, clasistas, racistas, fachos incluidos.

    Lamentablemente yo no puedo llegar a tanto, soy un ser demasiado imperfecto para aspirar al amor kierkegaadiano. En eso de amar a quienes nos caen mal, con los fachos nacionales no paso de que me caen muy mal. Eso sí, puedo intentar una apología, así que escribo esta oda al manifestante reaccionario, en la que ensalzo los arrestos que se necesitan para salir a marchar el día 13. Porque no cualquiera, eh.

    Para salir a marchar el próximo domingo es necesario haber pasado por un arduo proceso mental, al final del cual la realidad concreta te tenga sin el menor cuidado, de tal suerte que puedas moverte a tus anchas en un mundo alterno, una especie de Matrix, en donde tengas la certeza de que los consejeros electorales no son gente de carne y hueso sino el inmaculado INE, y de que el INE es la democracia. En ese universo paralelo no vas a marchar en contra de la reforma electoral que el presidente de la República —un señor electo electo democráticamente y con el respaldo actual de siete de cada diez ciudadanos— presentó al Poder Legislativo —integrado también democráticamente— para que la debata y en su caso promulgue, sino que vas a salir a la calle a defender al INE —es decir, en tu cabeza, a la democracia— del autoritarismo de López. En suma, quienes salgan a manifestarse el domingo lo harán seguros de que están defendiendo la democracia atacando a la democracia.

    Ayer Reporte Indigo presentó en su portada un resumen harto ilustrativo de cómo es que tienes que entender las cosas para poder superar todo sentido del ridículo y salir muy ufano y de rosita el domingo: “Mientras el gobierno federal aumenta el presupuesto para la entrega de apoyos sociales, por el otro lado aplica recortes a los recursos e impulsa reformas que buscan transformar la esencia de los órganos autónomos como el Instituto Nacional Electoral, aumentando la tensión política rumbo a los comicios tanto de 2023 como de 2024”.

    La claridad respecto a lo que vendrá en el futuro es indiscutible, claro: primero el 2023 y luego el 2024. Eso sí, vaya usted a saber qué diablos es eso de la esencia de los órganos autónomos y cómo es que eso se trastoca vía presupuestal… No importa, lo que importa es la conclusión que se presenta en mayúsculas, primero, en rosa y más chiquitas, “ELECCIONES AUSTERAS”, y en el siguiente renglón, con letrotas blancas: “Y POLITIZADAS”. ¡Horror! ¡Así no AMLO! ¡Cómo se atreve a querer instaurar en el país elecciones politizadas! 

    ¿Vieron? No cualquiera…

  • Datos matones

    Datos matones

    Ya en las postrimerías de la tarde, terminando una de esas dilatadas comidas familiares de domingo, ahora tan frecuentes porque el bicho lo permite, hace poco me ocurrió algo que seguramente ha sufrido más de uno… o una, pues. La plática de sobremesa ya había rebasado los linderos de lo ameno para volverse francamente desquiciante, luego de que el típico primo con ínfulas de fifí había pasado de las indirectas traperas a las muy directas… 

    — Y es que por culpa de López estamos peor que nunca —fue la aseveración que me colmó el plato.

    En casos así, me dirán, la prudencia dicta que lo mejor es decir buenas tardes, repartir besos y apapachos, reclamar el itacate de ocasión y salir de ahí cuanto antes; o tal vez intentar un olímpico giro temático, estratagema siempre fácil de ejecutar cuando uno conoce las profundidades del alma de su gente, y sabe de qué pies cojean y cuáles son los asuntos que realmente pueden prendarlos: 

    — ¿Y qué Pachuca por Toluca, Jaimito? –pude haber soltado, y sin duda alguna hubiera permitido que buena parte de los comensales tuviera ahora sí algo qué aportar a la tertulia y muchos chascarrillos que reciclar. Previsiblemente, después de los sarcásticos lamentos por la suerte del Club Toluca, la charla se habría encaminado a las burlas contra los americanistas ahí presentes, luego a los amores y odios que Memo Ochoa sigue despertando entre la afición y de ahí a Qatar… Risas, santa paz, y cómo no tía, le acepto otra cervecita…

    Pero no, ese día no atendí a Dear Produnce: — ¿Estamos? ¿Quiénes, Odilón? ¿En qué estamos peor que nunca?

    Los minutos siguientes los ocupa una escena que todos conocemos: enmarcada en un silencio sepulcral a cargo de los prudentes y de los y las que de política y de religión mejor no hablan, la respuesta consabida: — Sí, estamos, todos, ¡peor en todo!

    Segunda llamada de doña Prudencia: Ok, no capitules, pero mejor záfate del embrollo: — Uy, qué triste que todo esté peor, que todos estemos mal, ¡y yo sin darme cuenta, hombre! Bueno, tiíta Gertrudis, comimos como reyes, exquisito y abundante, y la compañía fue una delicia. Muchas gracias, nosotros nos vamos, eh… 

    Por supuesto, de nuevo, no atendí a la cordura… 

    — A ver, por favor danos un ejemplo. 

    Como era de esperarse, el pobre Odilón no pudo pasar de proferir imprecisas generalidades —“Nadie se siente seguro en este país”—, lugares comunes vacuos —“El señor ataca desde su púlpito mañanero a sus críticos”—, prejuicios —“¡Qué puede saber López de macroeconomía si ni habla inglés!”— y sobre todo, un batido de falsedades. Aquí debo acotar que creo firmemente que en la mayoría de los casos mi pariente no mintió, quiero decir, espetó afirmaciones que no son ciertas, sí, pero las soltó sin saberlo, al contrario, como muchos pejefóbicos y criticones por puro aspiracionismo —si estoy en contra del Peje me veo más fifí—, nada más repitió embustes que la mediósfera tradicional le ha metido en la cabeza, absolutamente convencido de que así son las cosas —aquí no tiene caso ejemplificar; ustedes saben a cuáles me refiero—.

    Lo que siguió entonces fue una andanada a cuenta y cargo de un servidor, un aluvioncito de datos matones. Ya saben:

    • No sólo no se ha devaluado nuestra moneda a treinta pesos por dólar, como amenazaba la derecha, sino que se mantiene fuerte, nada más y nada menos que como la tercera divisa más apreciada del mundo frente al dólar.
    • El peso mexicano se aprecia en el año 20% frente al won surcoreano, 25% frente al yen y 21% frente a la libra.
    • La percepción de la inseguridad pública es actualmente la más baja desde que se mide ese indicador.
    • Pese a la crisis económica internacional, la amenaza de recesión en Estados Unidos, la incertidumbre por la guerra en Ucrania y los exabruptos balísticos de Corea del Norte, la inversión extranjera directa y la confianza empresarial en México se mantienen.
    • Se anticipa un crecimiento de 7.5% en la producción de manufacturas.
    • En el segundo trimestre del 2022 el PIB turístico se expandió 19.3% frente al mismo periodo del 2021.
    • En el último trimestre, la economía creció 4.7% en su comparación anual, y el crecimiento para 2022 va a ser mucho más alto de lo que preveían todos los organismos internacionales.
    • La inflación en México es más baja que en Europa.
    • La pensión a los adultos mayores aumentará en 2023 en 25%
    • El homicidio doloso en la CDMX ha bajado 60%
    • En septiembre, estuvieron ocupadas 2.4 millones de personas más que en el mismo mes de 2021, y la tasa de desocupación sigue a la baja.
    • Nuestras exportaciones a Estados Unidos alcanzaron cifra récord en septiembre.

    En fin, jalé el gatillo y así lo mantuve un rato hasta que, seguramente por conmiseración, intercedió una prima… 

    — ¿Nadie quiere otro flancito? 

    Odilón ya no quiso… 

  • La chacota o el imperio de los resentidos

    La chacota o el imperio de los resentidos

    No se hagan, acéptenlo: la pretendida y patentemente fallida oposición entretiene. A la pobre derecha nomás nada le sale bien, pero, eso sí, ameniza, aporta todos los días material abundante y variadito para el solaz y la chacota. Sus políticos —es un decir— y jilguerillos mediáticos no se cansan de hacernos reír. Así que no hay que escatimarles el mérito. No pasa un día sin que la reacción de este país nos regale por lo menos alguna que otra sonrisita. Las carcajadas francas no faltan a lo largo de la semana. Sus desatinos, mentiras, yerros, prejuicios, olvidos y estruendosas insensateces provocan jolgorio y esparcimiento entre el respetable.

    El bloque conservador mexicano muestra en este punto una incuestionable semejanza con el megalómano y mega-anómalo Donald Trump: son una mina inagotable de sentido del humor involuntario. Incluso para quienes prefieren, en lugar de reírse de ellos, dejarse llevar por la indignación y el enojo, diariamente ofrecen motivos. La diversión por lo pronto está asegurada. La oposición divierte.

    No faltará quien sostenga que nada tiene de malo aprovechar ahora que tanto esparcimiento producen todavía. Por supuesto, nada es para siempre; de hecho, el vacío ideológico del prianismo y sus satélites naranja y amarillo está llegando cada vez más frecuentemente a un nivel de patetismo melodramático que comienza ya a provocar pena ajena. ¿Entonces? ¿A seguir mientras se pueda en la juerga y el sano cachondeo a costa de los conservas? No soy nadie para recomendar seriedad, pero ¡aguas!, hay un riesgo y no es menor.

    Diversión es también el nombre de una acción militar, la maniobra destinada a dirigir la atención del enemigo hacia un punto de menor importancia, para debilitarlo en la acción principal. Ni en mi más loco alucine pensaría que su humorismo involuntario es estrategia voluntaria, no, pero el efecto es el mismo. Tampoco hay que olvidar que un sinónimo de divertirse es distraerse, y distraer significa, además de entretener, “apartar la atención de alguien del objeto a que la aplicaba o a que debía aplicarla”. Divertir → distraer → despistar → descuidar… Andar distraído es andar en Babia.

    Ejemplos sobran. Uno: ¿cuál de estas dos informaciones tiene más potencial para la distracción? 

    a) El señor De la Madrid junior, quien aún no ha amarrado siquiera en el PRI la candidatura a la Presidencia, ya anda ofreciendo secretarías de Estado, entre otras, la de Gobernación a la desgobernada Lilly Téllez, del PAN. 

    b) La secretaria de Bienestar del gobierno federal, Ariadna Montiel Reyes, durante su comparecencia en el Senado de la República informó que durante el gobierno de AMLO en 1,627 municipios —esto es, dos tercios del total— se redujo la pobreza, y de ellos, 1,425 —57% del total—salieron de la pobreza extrema.

    No me van a negar que la primera información da pie a un montón de chanzas y ofrece una veta de enormes potencialidades para la burla, mientras que la segunda no sólo no tiene ni pizca de graciosa, sino que además exige determinados conocimientos y cierta reflexión para comprenderla. Luego, no se necesita ser un genio para saber qué nota será más comentada y tendrá más eco en el ágora. Chacota mata análisis.

    En su novela Antes de que hiele, Henning Mankell dice: “Vivimos bajo un diluvio de desinformación, de rumores y de muy pocas noticias decisivas”. Cierto, y en la primera información del ejemplo que acabo de plantear resulta evidente que el escritor sueco tiene razón. La ocurrencia del suspirante tricolor abre ricas posibilidades para la distracción:

    — Ahora que Claudia Ruiz Massieu le ofrezca a Enriquito la cancillería.

    • No, mejor Turismo, pa que repita.
    • ¡Y el Banco de México a su tío! ¡Ja, ja, ja!

    Pero más allá del cotorreo, ¿qué trascendencia tendrá el episodio?

    Como bien advierte Byung-Chul Han en su ensayo No-Cosas, “nos acostumbramos a percibir la realidad como una fuente de estímulos, de sorpresas…”, así que si la realidad no me aporta eso, fuegos artificiales y alboroto, no la atiendo, ¡qué aburrido! Desde luego, esta situación no es nueva. Recuerdo que hará unos treinta años un alumno de cierta universidad autónoma, muy decente él, pidió la palabra para pedirme:

    — Sería bueno que nos pusieras unas dinámicas para que la clase fuera más divertida.

    Con la paciencia que me caracteriza le respondí que yo acudía a esas aulas en calidad de docente, no de payaso, que lo que estaba tratando de armar era una cátedra no un circo, y que si él quería podía irse a su casa, prender la tele y divertirse de lo lindo. Eso sí, recuerdo que mi respuesta divirtió a muchos.

    Hoy día es incuestionable que los conservadores han apostado por el pastelazo y el vodevil para llamar la atención: ríanse de mí, ódienme, pero no me olviden, ténganme presente. Y lo han conseguido. Quizá en sí mismo no sea negativo para el bien público que uno se siga burlando de tanta estulticia…, siempre y cuando, claro, guardemos cabeza para atender lo importante, y lo importante es que este país está cambiando radicalmente. Ok, qué risa que los conservas estén ya repartiendo secretarías…, pero atendamos y difundamos informaciones decisivas. Por ejemplo, además de que la X. Galvéz va a meter ooooootra demanda, ¿sabías que de los 623 municipios indígenas que hay en México, casi siete de cada diez redujeron su situación de pobreza? Es sólo un ejemplo.

  • Derecha y bailada, ¡oh, posición!

    Derecha y bailada, ¡oh, posición!

    Durante estos últimos días ha resultado imposible abstraerse de los desfiguros que se han suscitado en el marco de lo que podríamos llamar —de nuevo, perdón, Gabo— “La increíble y triste historia de la cándida oposición y su factótum desalmado”. La cándida oposición no es otra que el muégano prianista con sus chipotitos perredista y emecista, o como los suele frasear AMLO: “el bloque conservador” —un bloque que quedó evidenciado de manera descarada el 17 de abril pasado, cuando así, en bloque, votaron muy ufanos en contra de la Reforma Eléctrica y luego, pendencieros, lo celebraron—. Y en cuanto al factótum, obvio, me refiero al propio Andrés Manuel, quien para la susodicha cándida oposición es la persona que desempeña todos los menesteres, quien se encarga de todo y quien se halla necesariamente en la explicación de fondo de cualquier cosa —sobre todo mala— que ocurra o no ocurra en este país.

    Que el presidente López Obrador haya presentado en la mañanera una lista en la que incluyó a los 42 posibles candidatos y candidatas de la cándida oposición a la Presidencia de la República surtió efecto: los puso a bailar al compás de ese son y los obligó a encuerarse.

    A la voz de ¡el que no se autodestape no sale en la foto!, el prianismo no ha escatimado esfuerzos para que un atajo de sus engallados polluelos saltará a la palestra a piar sus ganas y sueños guajiros. Así que, además de restarle atención y presión a la disputa por la candidatura al interior de Morena, la jugada del presidente sirvió para que la oposición saliera feliz a encuerar sus miserias. Ipso facto, las corcholatitas brincaron como él quiso, incluso, entre los primeros, quien dijo que a él no lo destapaban se confirmó enseguida destapado: “A mí ese destapador no me hace corcholata”, declaró según él muy ocurrente quien fue secretario de Economía de Peña, Ildefonso Guajardo, y a renglón seguido reconoció abiertamente que buscará ser el candidato del PRI a la presidencia de la República. ¡Plop! Y así como el regiomontano —un señor que jamás en su vida ha gobernado a nadie—, varios y varias se levantaron a bailar para confirmar sus aspiraciones —una formulita totalmente adecuada porque justo eso son, sus aspiraciones, y de ahí no pasan—.

    Por ejemplo, confirmó también la número tres de la lista, la socióloga Beatriz Paredes, priísta histórica —debutó como diputada hace la bagatela de 47 años—, quien por cierto forma parte del grupo de militantes, junto con Miguel Ángel Osorio Chong —otro suspirante considerado en la lista—, que no ha podido correr al que hasta el día de hoy tiene secuestrada la dirigencia del tricolor, el dos en la enumeración, el tal señor Alito. No sólo los tricolores reaccionaron: el exgober michoacano Silvano Aureoles, quien aparece con el número 41, aunque se dijo “de izquierda” y no conservador, no se conformó con corroborar su deseo de ser candidato —no dijo qué partido o partidos de izquierda abanderará—, sino que anda muy seguro afirmando en donde puede que ya es un hecho que en 2024 será presidente de México, sencillamente porque ya se vio como tal. En la misma línea de pensamiento mágico vuelto ideario político, desde ayer observo circular en redes una foto del señor De la Madrid Cordero con la leyenda “Siiii merezco” [sic, así, con muchas íes sin acento] “un presidente preparado”.

    Claro, no dicen preparado en qué. Vale recordar que el vástago del expresidente colimense no cuenta con experiencia alguna como gobernante, y como tecnócrata sus credenciales no son muy lucidas que digamos, porque a pesar de sus ojitos azules y del abolengo neoliberal que porta no puede presumir un solo PH degree. En cambio, el naranja Samuel García, otro más de los cándidos precandidatos, con todo y su atrabancada mocedad —nació en 1987, doce años después de que la señora Paredes se estrenara como legisladora en 1975, cuando el panista Diego Fernández, también uno de los 42 enlistados, tenía 46 años de edad— tiene tres doctorados. Apenas el martes otra aristócrata priísta, la peñista Claudia Ruiz Massieu, se declaró lista para contender por la candidatura de una pretendida coalición opositora. Si ella fuera su candidata, sería la primera vez que pelearía por un cargo de elección popular —ha sido senadora y diputada por la vía plurinominal—, al igual que Enrique de la Madrid, quien jamás ha ganado una elección.

    En cuanto a los panistas que se enumeran, no tiene mucho caso mencionarlos porque todos ellos difícilmente podrían destaparse dado que desde hace meses andan encuerados. Conviene sólo decir que ahora las y los azules de alcurnia tienen el lío de alcanzar en la carrera a la anomalía deslenguada que han permitido crecer desde el Senado, la señora Téllez. El mismo inconveniente que, ni modo, van a representar para los políticos de cepa del bloque conservador competir con figurones de la política nacional como Gustavo de Hoyos, Carlos Loret, Gilberto Lozano y Chumel Torres.

    Más que nominar a un posible candidato ganador, los partidos conservadores deberían preocuparse por encontrar a alguien que pueda aspirar con cierta lógica a alcanzar los sufragios necesarios para, al menos, no perder el registro.

  • El ardor en los tiempos de la cólera

    El ardor en los tiempos de la cólera

    Hace ya cuarenta años, más precisamente el jueves 21 de octubre en punto de la una de la tarde, en Estocolmo, Pierre Schori, por entonces viceministro de relaciones exteriores de Suecia, tomó el teléfono y marcó un número que comenzaba con la clave internacional 52. Casi a diez mil kilómetros al oeste, y 2,212 metros más arriba, un aparato repiqueteó del otro lado del Atlántico. Eran las seis de la mañana en el Distrito Federal, capital de la República Mexicana. Quien terminó por tomar la llamada estaba aún dormido, pero valió la pena despertarse: no recibió malas noticias. Unas horas más tarde, Abraham Zabludovsky entrevistaba al ganador del Premio Nobel de Literatura:

    — ¿Qué sintió en ese momento?

    — Todavía no he tenido tiempo de sentir nada —respondió Gabriel García Márquez—. Después vinieron tantas llamadas telefónicas que no he tenido tiempo de reflexionar muy bien. Necesito dos o tres minutos para reflexionar qué es lo que debo sentir.

    Me vino esto a la cabeza porque, en el transcurso de la mañanera del martes pasado, el presidente recordó a García Márquez: 

    — Todo el mundo habla de Cien años de soledad. Pero una vez le dije al Gabo… Estábamos platicando. Le digo, ¿quieres que te diga cuál es el libro que más me ha gustado que has escrito? Dice, yo te contesto: El amor en los tiempos del cólera. Sí, ese…

    Al día siguiente, viernes 22 de octubre de 1982, todos los diarios celebraban que el colombiano avecindado en nuestro país había sido galardonado con el Nobel y muchos daban cuenta de que se presentaría en la ceremonia de entrega vestido de guayabera, cosa que efectivamente cumpliría. La buena nueva destacaba en un mar de malas noticias. Por ejemplo, se informaba que al Jesús Silva Herzog y Carlos Tello, titulares de la secretaría de Hacienda y del Banco de México, respectivamente, estaban por volar a Washington para renegociar con el Fondo Monetario Internacional y los representantes de la banca internacional la reestructuración de la deuda externa de México.

    Un eufemismo: todo mundo entendía que regresarían con medidas de austeridad y tortura económica. La prensa también informaba que, a causa de la sequía y la proliferación de plagas, las pérdidas totales en el ciclo agrícola a nivel nacional iban a ser superiores al 26%. El peso se había devaluado de 22 a 70 pesos por dólar. La palabra omnipresente era crisis. Con todo, en los últimos estertores de su sexenio, López Portillo —un mes antes, durante su sexto informe, acababa de anunciar la expropiación de todos los bancos privados y el control completo de cambios—, todavía trataba de marear al país y salir bien librado del juicio de la historia: “Aturdidos por la crisis, por sus ruidos, por sus temores, hasta por sus histerias, debemos reflexionar tomando conciencia que la crisis no es saldo, sino realidad circunstancial”. Saldo o realidad, el ánimo estaba por los suelos. La tesitura anímica nacional abarcaba un limitado espectro que iba de un melodramatismo almibarado y ñoño a un dramatismo francamente truculento y, peor, sobradamente justificado.

    Actualmente el estado de ánimo que descuella en México es el de una especie de irritabilidad voluntaria: cunde una propensión a irritarse, y cunde porque mucha gente quiere sentir ira o al menos parecer que anda muy endiablada. Esto es particularmente evidente en una porción importante de la clase media. El mismo martes pasado, también durante la sesión de preguntas y respuestas de la mañanera, el presidente López Obrador explicó: “Hay muchos que ni siquiera son fifí, pero se sienten superiores, ¡y se enojan! No, tú eres aspiracionista…, ¿no? Estás en la lista, pero todavía no te toca… ¿Por qué tanto coraje? ¿De dónde viene ese odio, si no se les perjudica en nada? El racismo. Porque imagínense una formación racista, clasista, de repente cuestionada… ¡Cómo los nacos van a estar en el poder, los chintos! ¿Cómo el pueblo, la chusma…? Y es mucha molestia…”

    Ciertamente, estamos en tiempos de cólera. No de la enfermedad epidémica a la que se refiere la novela del Gabo —la cual, por cierto, no sería publicada sino hasta tres años después de que recibió el Nobel—, sino de cólera en tanto ira, enojo, enfado… Y está también, claro, el ardor —encendimiento, enardecimiento de los afectos y pasiones—.

    Lo malo es que ni juntos, ardor y cólera, por muy ingentes que sean, por muy feo que los sientan, alcanzan para conformar una postura política, una ideología, mucho menos un ideario. El mismo día que Andrés Manuel recordó El amor en los tiempos del cólera se presentó una nueva versión del mismo muégano de ardor y cólera que el señor Claudio X. ha tratado de conformar desde hace tiempo; ahora se llama Unidos, y al día siguiente, el nuevo agenciado, el senador Emilio Álvarez Icaza, en entrevista con Juan Becerra Acosta, descaró, seguramente sin darse cuenta, la absoluta vacuidad de su agrupación: “Sí, es una propuesta de oposición… No tenemos ahorita ni candidato ni propuesta específica…” Tal cual, de su ardor y cólera sólo obtienen un monosílabo: no. A eso se reducen.

  • Fin de mundo a la mexicana

    Fin de mundo a la mexicana

    Tesis

    En México estamos transitando holgadamente el fin del mundo. Vivimos de manera tan desahogada la brusca conclusión de una era histórica que aquí podemos seguir prestando demasiada atención a cualquier cantidad de tonterías y permitirnos que la mayor parte de nuestras preocupaciones sean baladíes. Hablo en general y, por supuesto, lo que digo sólo tiene sentido si lo ponemos en contexto.

    Contexto

    Estamos al borde de una recesión mundial, el cambio climático ya no es un riesgo sino una emergencia, el demonio inflacionario recorre los cinco continentes, las sirenas de alerta por ataque nuclear sonaron hace unos días en Japón, Rusia y la OTAN han normalizado las amenazas de usar armas de destrucción masiva “si es necesario”, la covid-19 atizó la pandemia de enfermedades mentales que desde hace algunos años azota el mundo… Desde una perspectiva geopolítica, el fin de la era histórica por el que estamos transitamos puede enunciarse en pocas palabras: la dominación occidental del mundo ha terminado. Eso es lo que piensa Gérard Araud. Como Peter Zeihan lo hace en su reciente libro The End of the World Is Just the Beginning: Mapping the Collapse of Globalization (Harper, 2022), Araud sostiene que el orden mundial ha colapsado.

    Gérard Araud tiene una amplísima experiencia en asuntos internacionales —trabajó durante medio siglo en el servicio diplomático francés; fue embajador en Israel, Estados Unidos y la ONU—. Jubilado hace poco, acaba de publicar Histoires diplomatiques: Leçons d’hier pour le monde d’aujourd’hui (Grasset, 2022). Sostiene que la situación que Europa vivió desde el fin de la II Guerra Mundial fue una excepción histórica de paz y prosperidad, y que a medida que Estados Unidos retrocede el continente necesita valerse por sí mismo para enfrentar nuevos desafíos. Después de 1945, la Guerra Fría, dos super potencias; luego, con la disolución de la Unión Soviética (1991), el período del súper poder único, Estados Unidos. Esa era ha finalizado.

    “Terminó porque el policía del mundo, el gendarme americano, está cansado y se ha retirado a su casa, de la forma que lo vimos hacerlo de Afganistán (agosto 2021)”. Desorientado, débil y dividido, agregaría yo. “Biden declaró entonces: de ahora en adelante intervendremos sólo si la situación es de vital interés para nuestro país”. Así que China, Rusia e India están resurgiendo. “Regresamos al tipo de relaciones geopolíticas que conocimos durante el siglo XIX”, de tal suerte que “la guerra en Ucrania no será una loca excepción, sino que es el anuncio de los que veremos en las próximas décadas. En la conclusión de mi libro digo que los europeos tendrán que rearmarse de nuevo…, prepararnos para enfrentar un mundo rudo…”

    — Eso es deprimente –intervino el comentarista de France 24 que lo entrevistó hace unos días.

    — Sí, es deprimente.

    Confianza

    Así como la mayoría entiende la crisis climática como algo que ocurre en otras sitios del planeta y no aquí, en este país se percibe, los pocos que alcanzan a hacerlo, muy distante el colapso del orden mundial. Venimos de haber vivido durante mucho tiempo brincando de una crisis económica a otra, de un gasolinazo al siguiente, entre ajustes presupuestales de urgencia y sobresaltos macroeconómicos cotidianos en los micro bolsillos de todos, así que en el entorno actual nos sentimos bastante tranquilos, incluso muchos sorprendidos ante los buenos resultados. Echo mano de un dato duro para sustentar mi tesis.

    En la mañana de ayer, miércoles 5 de octubre, se dio a conocer el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC), una abstracción estadística que el INEGI elabora junto con el Banco de México. En septiembre pasado el ICC no reportó una caída, sino un levísimo aumento: un avance mensual de 0.1 puntos. Dicho en corto y de forma prosaica, el ICC mesura el optimismo/pesimismo de la gente en cuanto a su situación económica, en un horizonte anual, desde el hoy, para atrás y para adelante. El ICC se construye a partir de la Encuesta Nacional sobre Confianza, nivelando el promedio ponderado de las respuestas expandidas a cinco preguntas referentes a:

    • Situación económica de los miembros del hogar en la actualidad comparada con la de un año antes.
    • Situación económica esperada de los miembros del hogar dentro de 12 meses, respecto a la actual.
    • Situación económica del país hoy, comparada con la de hace 12 meses.
    • Situación económica del país esperada dentro de 12 meses, respecto a la actual.
    • Posibilidades en la actualidad de los integrantes del hogar comparadas con las de hace un año para realizar compras de bienes durables.

    En suma, se explora la percepción de la población sobre el presente respecto al pasado, y del futuro desde el pasado y el presente. Se mide pues confianza de la gente. Así que, si el ICC presenta un levísimo incremento, la noticia es que la confianza en México no se ha caído, lo cual, puesto en contexto es una situación extraordinaria. Aquí, aunque hay un montón de cosas que mejorar, desde diciembre 2018 la esperanza es una postura no sólo posible sino del todo racional.

  • Apocalipsis ya… ¿Allá?

    Apocalipsis ya… ¿Allá?

    Ngozi Okonjo-Iweala, la primera mujer que dirige la OMC, asumió el cargo en 2021 y terminará su gestión en 2025. ¿Cómo se imaginará ella que estarán las cosas para entonces? Por lo pronto, la nigerina —licenciada en Economía magna cum laude en Harvard y doctora en Desarrollo por el MIT— no avisora un futuro agradable para nadie: “Pienso en una recesión mundial. Estamos al borde de ella.”  

    ●   Luego del paso de Fiona, todos los municipios de Puerto Rico han sido incluidos en la declaratoria de Desastre Mayor. El huracán Ian acaba dejar devastada y a oscuras a Cuba, y ahora mismo Florida lo espera en estado de máxima emergencia.  

    ●   Hace apenas unos días CNA Insider estrenó el documental Humanity’s Biggest Crisis Since World War 2? The Perfect Storm. Divivido en dos entregas, la primera de ellas comienza con un epigrafe firmado por Tharman Shanmugaratnam, Senior Minister de Singapur: “Enfrentamos la confluencia de varias inseguridades duraderas —geopolíticas, económicas y existenciales—, y cada una refuerza a las demás. Hemos entrado en una prolongada tormenta perfecta.”  

    ●   Los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que transportan gas desde la costa rusa hasta la alemana han sido saboteados; el combustible se derrama en el mar Báltico. Por ello, la OTAN ya acusó a Putin de atentar en contra de la seguridad europea, no importa que en febrero Biden haya declarado que, si Rusia invadía Ucrania, eso haría Estados Unidos precisamente, cortar el paso del gas por los Nord Strem.  

    ●   En pantalla, la primera advertencia, con todo e imágenes de somalíes en los huesos: “Unas 345 millones de personas sufriendo hambre…” Y de golpe, el listado: “Guerras, pandemias, hambrunas, inflación, cambio climático y desastres naturales… Estamos presenciando la mayor crisis que la humanidad haya enfrentado desde la II Guerra Mundial.”  

    ●   Media mañana del miércoles 28 de septiembre, y leo una nota que ensombrece todo: la embajada de Estados Unidos en Moscú acaba de pedir a todos sus connacionales que abandonen de inmediato Rusia, “mientras haya opciones de viajes comerciales.”  

    ●   Hace también unos días el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó su Informe sobre Desarrollo Humano 2021/22. Este año, el eje temático no podía ser más claridoso: “Tiempos inciertos, vidas inestables”. En el texto introductorio alerta: “Vivimos en un mundo de preocupaciones: la pandemia de COVID-19 persiste, hay guerra en Ucrania y otros lugares, las temperaturas baten récords, se registran incendios y tempestades.”  

    ●   “A menos de que realicemos cambios mayores en la manera en la que tratamos a la Naturaleza es un hecho que pronto enfrentaremos más brotes pandémicos”.  

    ●   El PNUD sostiene que el combo de desasosiegos que sufre el mundo “se deriva de tres fuentes de incertidumbre nuevas e interconectadas: los sistemas planetarios desestabilizados por el Antropoceno, la búsqueda de transformaciones sociales de gran envergadura para aliviar las presiones planetarias y la intensificación generalizada de la polarización”. El fraseo no es muy claro. Explicaron mucho mejor el primer elemento en su propio Informe hace dos años: “Para sobrevivir y prosperar en esta nueva era, debemos trazar una nueva senda del progreso que respete los destinos entrelazados de las personas y el planeta, y reconozca que la huella material y de carbono de quienes más tienen está socavando las oportunidades de las personas que menos tienen.”

    Dicho en corto, o cambiamos el sistema que prioriza el lucro en favor de una microminoría —eso que el neoliberalismo llama “crecimiento económico”— o nos lleva el diablo. Y no, no lo hemos cambiado, al contrario: se han acelerado los motores de la explotación. Los dos siguientes elementos se explican más fácil: dado que es evidente que nos estamos encaminando al abismo, hay fuerzas sociopolítico en todo el orbe luchando por dar un golpe de timón, y eso causa enfrentamientos, polarización: acción, reacción.  

    ●   El mismo Shanmugaratnam sostiene que por todo el planeta hay “una sensación de malestar social, una pérdida de confianza, una pérdida de optimismo.” Y obvio, la peor forma de enfrentar problemas colectivos es hacerlo desorganizadamente.  

    ●   La hambruna no sólo causa enfermedad y muerte: hunger is quickly turning into anger.  

    ●   Ninguno de los diversos retos actuales es nuevo, “pero su interacción presenta un nuevo complejo de incertidumbre.” Según el PNUD, 6 de cada 7 personas en todo el mundo afirman sentirse inseguras con respecto a muchos aspectos de su vida.

    Y ayer, durante la comparecencia del secretario de Gobernación en la Cámara de Senadores, la panista Xóchitl Gálvez mostró un pizarroncito con una leyenda: “AMLO trabajó con Echeverría”. Fue de lo que más llamó la atención, quizá por lo pueril de la “acusación”. ¿Son esos los problemas de México? Seguramente no. No obstante, la anécdota muestra qué tan distantes podemos sentirnos del Apocalipsis que parece gestarse allá, en el mundo. Claro, por definición, el fin del mundo es ubicuo, nada se escapa. Pero eso sí, tiros y troyanos, conservas y progres, deberíamos aceptarlo: aquí en México, el Apocalipsis se contempla lejano.

  • Grandes números / grandes estupideces

    Grandes números / grandes estupideces

    Nadie está libre de soltar una que otra barrabasada. Por supuesto, la probabilidad de hacerlo se incrementa en razón directa a la veces en las que uno opta por abrir la boca en lugar de quedarse prudentemente callado. Y claro, cuando uno se anima a hablar de asuntos de gran escala, la probabilidad de espetar estupideces mayúsculas aumenta de manera proporcional. Obvio: la cosa se agrava muy feo si uno no tiene ni la más remota idea de lo que está diciendo.

    El martes pasado, en el contexto del análisis del IV Informe de Gobierno del presidente López Obrador, el señor Antonio García Conejo, quien, en representación del estado de Michoacán cobra dieta como senador de la República y forma parte del grupo parlamentario del PRD, dijo: “Fíjense nada más: en el 2018 había cincuenta y uno punto nueve millones de pobres; en 2020, cincuenta y cinco mil punto mueve millones de pobres, y en el 2022, cincuenta y ocho mil punto uno millones de pobres…”

    Es decir, según el perredista, quien es abogado y estudió una maestría en Derecho de la Información en la Universidad Michoacana de San Nicolás, en México ocurrió un prodigio demográfico colosal, algo nunca antes visto: de 2018 —último año de gobierno de Peña— a 2022 —segundo año de gobierno de AMLO—, la cantidad de pobres en este país pasó de 55.1 millones a 55.9 mil millones, esto es, ¡las personas humildes se multiplicaron 1,073 veces! Imposible, ¿no? Los resultados del Censo de Población y Vivienda realizado por el INEGI en 2020 indica que aquel año la población total del país ascendía a 126 millones de habitantes…, y García Conejo afirma que entonces, por culpa de AMLO y sus esbirros de Morena, ya había 55.9 mil millones de pobres, ¡447 Méxicos de puros pobres!

    El senador también aseguró, muy preocupado él, que en 2022 en nuestro país hay 58 mil millones de pobres, o sea 58 millardos, 58 seguido de nueve ceros. Seguramente el legislador no está al tanto de que, según estimaciones de la ONU, el próximo 15 de noviembre, en todo el mundo seremos ocho millardos de humanos, es decir, ocho mil millones: un ocho seguido de nueve ceros. Así que los 58.1 millardos de pobres que hay en México según el senador por el partido del Sol Azteca alcanzarían para poblar siete planetas como el nuestro, y todavía sobrarían otros 2.1 millardos (la población en conjunto de China, Estados Unidos, Brasil y Rusia).

    Considerar la perspectiva espacial brinda otra forma de aquilatar el tamañote del dislate métrico del senador. El territorio de la República Mexicana es de casi dos millones de kilómetros cuadrados (1’960,646.7 km2), así que la densidad de población de nuestro país debe de andar rondando los 65 habitantes por kilómetro cuadrado (habs./km2). Tal es el promedio nacional, y la situación se presenta de manera diferente en distintos ámbitos: por ejemplo, mientras que la densidad de población en la Ciudad de México es de poco más de 6,163 habs./km2, en Baja California Sur apenas alcanza 11 habs./km2.

    A nivel municipal, las diferencias son enormes: por ejemplo, el municipio sudcaliforniano de Comondú tiene una población relativa de apenas cuatro habs./km2, en tanto que la demarcación territorial Tlalpan, en la Ciudad de México, reporta 2,225 habs./km2, e Iztacalco, también en la capital de la República, 17,522 habs./km2. Bueno, pues resulta que si el maestro en Derecho de la Información García Conejo tuviera razón, considerando sólo a los 58.1 mil millones de pobres que dijo que hay, la densidad de población en todo México sería de más de 29,000 habs./km2, algo que ni siquiera alcanza el país más densamente poblado del orbe, Mónaco (18,343 habs./km2).

    Habrá quien diga que el desacierto del senador García Conejo —un tercio de la bancada del PRD en el Senado, por cierto— se explica por la dificultad que todos los humanos tenemos para lidiar con grandes números. Por ejemplo, ¿qué tanta gente son esos ocho mil millones que seremos en menos de dos meses? ¿Tiene usted capacidad de visualizar ese monto? Para hacerlo, hace poco propuse el siguiente ejercicio mental: si yo le pidiera a usted que contara del uno a los ocho mil millones, y usted lo hiciera a una velocidad promedio de una unidad por segundo, obviamente de aquí al 15 de noviembre no le daría tiempo. Si comenzara a contar sin parar, sin un minuto de descanso ni para dormir ni para ir al baño ni para comer ni nada, tardaría ocho millardos de segundos, que son 92,592 días, esto es, 253 años y medio, más de un cuarto de milenio.

    Con todo, el senador perredista más que problemas de comprensión numérica tal vez adolece de la obnubilación típica en la oposición del México contemporáneo. ¿Por qué lo digo? Juzguen ustedes: en la misma intervención, el legislador ofreció dos datos que, me parece, no ofrecen mayor reto de comprensión: “Los programas sociales entre 2018 y 2022 se han duplicado y cuadriplicado en términos reales, como el apoyo a adultos mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro, entre otros…” Fácil de comprender, ¿no? Los recursos que se le da a gente anciana y a jóvenes sin trabajo ni escuela se multiplicaron por dos y por cuatro. Bueno, pues en lugar de aplaudir el hecho, lo critica y dice que tales programas no han servido. De la pandemia y de la peor crisis económica que ha sufrido el mundo desde la recesión de hace cien años no dice nada, quizá no lo recuerde.

  • That’s all, folks!

    That’s all, folks!

    Transitamos tiempos malos para la confianza. Las verdades absolutas escasean en nuestros días. Incluso la que hasta hace poco se consideraba la incuestionable proveedora de certezas, la ciencia, ha perdido crédito. Para no ir más lejos, desde hace poco más de dos años, la soberbia fe en los llamados datos duros se desmoronó: un bichito microscópico zamarreó nuestra arrogancia tecnológica y desenmascaró la ridícula altanería de la datamancia y otras supersticiones modernas, para dejarnos sorpresivamente encuerados frente a la incertidumbre…

    In deed, hoy día casi todos estamos de acuerdo en que lo más seguro es que quién sabe. Con todo, quedan algunas sentencias respetables, una que otra verdad que la enorme mayoría de la gente asume como axiomática y no pone en duda…, al menos de entrada. Una de esas máximas es la que a rajatabla establece que nada es eterno. Dejando aparte a los afortunados mortales que ahora mismo se encuentren sufriendo un episodio de enamoramiento, y haciendo a Dios a un lado —si algo así se puede hacer con un ser Omnipresente—, creo que no conozco a nadie que discuta el aserto: nada es eterno.

    No obstante, hay ciertos casos ante los cuales tal certidumbre se tambalea. En concreto, estoy pensando en dos —que quizá, en última instancia, resulten ser el mismo—: la permanencia del capitalismo y de la hegemonía mundial de Estados Unidos. Me explico. Aunque tal vez hoy nadie se anime a defender la idea de que el capitalismo y el control del mundo por parte de los gringos sean perpetuos —como hace treinta años sostenía muy seriamente el señor Fancis Fukuyama (The end of history and the last man, 1992)—, a la hora que uno se atreve a decir que ahora sí el imperio del Tío Sam está en las últimas, ya no digamos que el capitalismo está terminando de terminarse, la respuesta generalizada es de franca incredulidad: No, no creo. Ni tú ni no veremos eso. Llevo un montón de años escuchando lo mismo, y ahí siguen y seguirán… ¿Será?

    Hace apenas unos momentos leí lo que acaba de declarar el presidente de la Federación Rusa, Vladímir Vladímirovich Putin: “Los intentos de Occidente de crear un mundo unipolar han adoptado una forma repugnante”. El dicho, nada diplomático, importa por el contexto. Primero, Putin lo suelta en un momento de abierta confrontación con Washington, confrontación incluso bélica por intermediación de Ucrania y la OTAN. Segundo, Putin censura a Estados Unidos y a sus aliados —¿qué otra cosa es “Occidente” si no?— frente a su homólogo chino, Xi Jinping, en el marco de la cumbre de jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la cual está celebrándose en Samarcanda, la segunda ciudad más poblada de la República de Uzbekistán. ¿Y quiénes están ahí reunidos? Bueno, los jefes de Estado de los ocho países que integran dicha organización intergubernamental: China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. Y dicho así quizá no sea fácil justipreciar la proporción de la humanidad que se encuentra allí representada. Para comparar en corto, recordemos que el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, el famoso T-MEC, integra un mercado de 493 millones de personas.…

    Bueno, tan sólo China ha sacado de la pobreza extrema en los últimos años a 800 millones de sus ciudadanos, y tiene tres veces más habitantes: 1,451 millones. La población total de los ocho Estados miembro de la OCS —de la que forman parte los dos países más poblados del orbe— asciende a 3.3 mil millones de seres humanos, es decir, 42% de la población total del planeta. Y si además consideramos a los otros seis países que participan en calidad de “asociados al diálogo” —Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía—, deberíamos sumar otros 165 millones de hombres y mujeres —más o menos la misma cantidad de gente que la que habitamos México, Guatemala, Honduras y El Salvador, en conjunto—. Y podríamos anexar otro ingrediente: tanto Rusia como China e India forman parte de otra organización de cooperación internacional que trata de actuar al margen del dominio norteamericano, los Brics, en el que participan también Brasil y Sudáfrica, esto es, 272 millones de personas más, un monto que Canadá y México, principales socios de Estados Unidos, no alcanzamos juntos. Así que, si consideramos la OCS y los Brics, llegamos a 3,568 millones de seres humanos, el 45% de los sapiens.

    Como he argumentado ya aquí, con el componente demográfico deberíamos considerar también otros recursos como el territorio, los energéticos, el agua, la población en edad de trabajar, la capacidad de organización social, los niveles de acuerdo sociopolítico… En fin, yo no apostaría mucho a la perennidad de lo que pomposamente todavía llamamos el orden mundial actual.