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  • Groserías y otras extravagancias

    Groserías y otras extravagancias

    En un contexto de país en vías de desarrollo, la elección de carrera suele decantarse hacia aquellas que otorgan dividendos a menor plazo, por lo que las ciencias sociales suelen ser más la primera opción para estudiantes procedentes de familias con menos apreturas económicas. De manera que, como alumnos de la periferia, mi amigo David Flores y yo nos insertábamos en un mundo con el que realmente no éramos muy compatibles. Estando en la carrera de lingüística, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, al sur de la ciudad de México, atestiguamos lo fácil que es adoptar una forma de hablar atractiva y propia del entorno solo para encajar socialmente. David provenía de una preparatoria oficial en entorno suburbano y yo de una vocacional que igualmente estaba poblada en su mayoría por jóvenes de clase media baja.

    Nosotros, jóvenes avecindados en la periferia y de padres provincianos, crecimos con ciertas normas sociales claras, como la de reservar las groserías para entornos exclusivamente informales, incluso, poco acostumbrados a grupos de amigos mixtos (más en mi caso, pues me formé como técnico en construcción, donde la mayoría éramos varones), no utilizar lenguaje altisonante en presencia de mujeres. Tampoco decíamos groserías dentro de casa, y menos en la mesa. El contraste fue grande al encontrarnos con que, dentro de ese campus, lo más común era disertar sobre temas propios de las disciplinas antropológicas con una cierta entonación muy particular e intercalando términos especializados con palabras altisonantes; algunas de ellas bastante procaces. Nos encontrábamos con participaciones en clase tan peculiares como ésta:

    «Güey, es que, no mames. Esa puta teoría de la complejidad está de la chingada entenderla, sobre todo por la cuestión de los pinches atractores y el putamadral de variables entre uno y otro».

    Como dije antes, nosotros siempre fuimos reticentes a emplear este lenguaje, pues no lo considerábamos necesario. Lo que veía entonces y casi puedo constatar, es que quienes se mueven con toda soltura en ámbitos laborales o académicos que revisten un cierto prestigio social, no tienen las ataduras de ese recato casi reverencial que se impone en estratos más bajos de la sociedad. Además, el uso de la grosería, como en éste y otros contextos, no pasa por una cuestión de agresión, sino por un afán de aderezar el lenguaje con elementos festivos, pues, finalmente, hay quienes dicen groserías cuando están muy enojados, pero también hay quienes las dicen cuando están muy felices y en confianza.

    Volviendo a nuestro caso, y ya estando en otros ámbitos de convivencia, como el campo de fútbol, por ejemplo, y alejados totalmente del ámbito académico o laboral, la cosa cambia, porque es ahí donde podemos con toda soltura hablar las groserías que se nos antojan y hacer incluso florituras para las cuales, quienes solo ostentan la estridencia más básica, simplemente no están capacitados. El regaño que uno recibe cuando no jugó muy bien, sin dejar de tener una carga punitiva, no deja de traer un cierto dejo lúdico: 

    «Al chile, mijo, hoy no te puedes quejar. Te puse pinche mil chingocientos pases y no anotaste ni pito. Ya sé que todo el equipo jugó del huevo, pero tu única puta función es meterla. Ah, pero no tuviera pelos ¿verdad, cabrón?».

    Ahora bien, y esto es meramente subjetivo, resulta un poco bochornoso atestiguar escenas donde un interlocutor sistemáticamente utiliza groserías y el otro las evita, pero finalmente se trata de acuerdos tácitos que se dan en distintas situaciones de habla. Igualmente, la variante dialectal cuenta mucho, es decir; la versión del mismo idioma que cambia con respecto a la región, puesto que hay lugares que tienen fama de que su población es más proclive al uso de palabras altisonantes en distintos contextos, como el célebre poblado de Alvarado, Veracruz, donde algo como: «¡Cabrón, huevón, juetuputamadre!» constituye simplemente un saludo cordial.

    Si extrapolamos este tema al ámbito de la política, desde las trincheras de la derecha parece considerarse que aquellos que códigos instaban a utilizar un lenguaje más refinado en el ámbito de la esfera pública, deben romperse en aras de buscar la cercanía y la frescura, supuestamente para llegar a un público más amplio. Ya atestiguamos cómo en 2021 se publicó en el Reforma el tristemente célebre artículo llamado «¡Vas, carnal!», donde a ciegas y sin atinar un solo tropo del habla coloquial de la ciudad de México, como pretendía, Eduardo Caccia (quien para la ocasión se autonombró de manera desafortunada como ‘el Cachas’) quiso apelar a las clases populares nadando en un mar de pena ajena, solo para pedirles el voto en favor del conservadurismo. «¿Te digo lo más cabrón? El Presidente ha espantado el dinero de México. Tenemos menos empresas y menos chamba», sesudamente escribía Caccia, en cuya pretenciosa semblanza (https://acortar.link/DGFG7B) se le caracteriza de la siguiente manera: «Eduardo Caccia quería ser arqueólogo pero la vida lo puso en otra dirección, la investigación antropológica de consumores (sic)». Y pues, desde el balcón del privilegio, pero con un ejemplar del Simón Simonazo en la mano como única referencia, no se puede apelar al voto popular de una forma tan burda sin que esto parezca un acto de desprecio. Por cierto, qué miedo. Me salvé de tener por compañero a Caccia en la ENAH.

    La clase oligárquica mexicana, el actual bloque opositor, proviene de la tradición del espectáculo de masas kitsch y la televisión basura, donde cada vez se relajaba más el lenguaje desde hace ya dos décadas. Me parece que el primer antecedente lo constituye cómo la palabra ‘güey’ se legitimó en las pantallas de Televisa cuando no pudieron evitar que Adal Ramones la utilizara sistemáticamente en Otro Rollo, desde finales de los 90, por lo que se le dejó de censurar con un bip. Con Claudio X. González moviendo los hilos, aquel que llamó «pinches delincuentes» a los docentes, se abanderó como candidata del movimiento a una persona que empleaba muchas groserías a manera de muletillas, y utilizaron esta característica para venderla como campechana, valiente, disruptiva y cercana al pueblo, que fueron algunas de las loas que recibió por parte de distintos voceros mediáticos de la oligarquía.

    «Puta, no mames, soy cabrona y media. En México somos unos chingones» es la forma burda en la que Xóchitl Gálvez pretende atraer a un electorado al que considera susceptible de seguir a quien le sepa llegar con un lenguaje novedoso como: chicanada, machuchón, señoritingo, chayoteros, cochupo, etc. Sin embargo, lo que gente como Gálvez, X. González o Caccia no logran entender, es que el lenguaje de Andrés Manuel López Obrador no es simplemente un alarde de coloquialidad cosmético o lúdico, sino que forma parte de un campo semántico de la lucha de clases y de visibilizar la corrupción que por tanto tiempo imperó en México. Las conferencias mañaneras han sido una inducción a la realidad del país con un lenguaje accesible que no insulta la inteligencia de la población ni tampoco tiene que rebajarse a ser procaz. Sin embargo, la cortedad de entendimiento, la falta de genuino bagaje popular y el profundo desprecio hacia los estratos bajos, hacen que esto no sea entendido, pero que, sin embargo, quiera ser contrarrestado con intentos penosos de empatizar a través de fallidas estrategias de marketing.

    No se puede decretar de una manera concluyente que las groserías cumplan una función concreta, porque todo depende del contexto y de los interlocutores. En este momento particular, la derecha las considera palabras mágicas que les allanarán el camino hacia el triunfo electoral, pero obviamente esto resulta muy ingenuo. Las palabras, como en las matemáticas, tienen un valor relativo y no absoluto. Nadie es dueño de la lengua, nadie puede erigirse en corrector o guardián, porque se trata de un mar bello, pero inabarcable y traicionero, que nos puede maravillar y que podemos utilizar como recurso para distintos fines, pero que, finalmente, es más grande y más longevo que nosotros. Es muy divertido ver cómo la derecha simplemente no lo entiende.

    En próximas entregas seguiré abundando en estos temas que resultan complejos, pero que sin duda deben analizarse.

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  • Colonizados y felices

    Colonizados y felices

    En mi labor como profesor universitario y comunitario, aunque no siempre tenga que ver con la materia que esté impartiendo, he tratado de implementar algunos instrumentos de medición que arrojan resultados sumamente interesantes sobre el uso de la lengua y la percepción sobre el registro de la misma. Relataré algunas de estas experiencias y trataremos de dilucidar si la percepción de los hablantes sobre la corrección y el apego a las reglas se constata o si estamos ante un escenario distinto.

    Cabe hacer una aclaración en aras de desmitificar ciertos conceptos. Para empezar, la Real Academia de la Lengua Española, no es una entidad rectora de la misma; no es una suerte de policía lingüística que tenga la facultad de emitir recomendaciones o tomar acciones punitivas sobre aquel que “infrinja las reglas”.

    La verdadera función de este organismo, más allá de sus pretensiones de preservación o incluso enaltecimiento de la lengua española, es la de recoger un registro actualizado del uso del idioma a nivel global con las particularidades que esto implica.  Integrantes de la Academia (entre los cuales, por cierto, el número de abogados es sorprendentemente alto) hacen un trabajo de recolección de datos en campo, es decir; salen, escuchan cómo habla la gente y toman nota de ello para compilar un corpus, o sea, una gran lista de palabras o frases de entre las cuales buscarán la recurrencia de aquellas formas expresivas que actualmente no figuran en el diccionario o en el manual de la gramática (el otro texto relevante al que muy pocos acuden).

    Posteriormente, los miembros de la Academia se reúnen y deciden, con base en criterios propios de la institución, si las formas expresivas recogidas en campo tienen la presencia y funcionalidad suficientes como para incluirse en las nuevas ediciones del diccionario o el manual. Este proceso ya se lleva a cabo en un entorno controlado y sin la injerencia directa del hablante promedio, a quien, por más que cierta forma expresiva le sea funcional, si la Academia así lo decide, no se le dará el gusto de registrar dicha expresión como parte del léxico o de los fenómenos de la lengua española verificados por la entidad, que, dicho sea de paso, está financiada por una pléyade de empresas privadas, así como por la corona española, que le otorga el estatus de ‘real’, por lo que se trata de un ente privado que responde a sus intereses y a su tradición hispanófila, la cual  actualmente se identifica mucho con el pensamiento de derecha.

    Comencemos pues con los casos a analizar.

    En el primero, suelo cuestionar al grupo sobre cuál es la expresión correcta, si «me voy a cortar el pelo» o «me voy a cortar el cabello». Sin dudarlo, todo el grupo responde que debe ser «me voy a cortar el cabello». Cuando pregunto por qué cabello y no pelo, las respuestas suelen ser de dos tipos: que el pelo es de los animales o que es “más correcto” o “suena mejor” decir “cabello”. Se atisba en este ejemplo que hay un cierto rechazo por la palabra más corta y, como en muchos otros contextos, subyace la idea generalizada de que las palabras más largas son más elegantes o correctas, mientras que las palabras cortas tienden a clasificarse como coloquiales o poco elegantes. A veces el criterio responde a que la expresión que se toma por correcta se escuchó por parte de alguna supuesta figura de autoridad en la materia. En alguna ocasión me llegaron a comentar que una instructora de cultura de belleza dijo: «Cabello y no pelo, porque pelo es el de los animales y cabello el de los humanos». Totalmente falso y refutado al consultar cualquier diccionario.

    En diversas empresas, ya sea privadas o paraestatales, nominalmente existen puestos gerenciales que muchas veces no se adaptan al género en documentos oficiales. Sin embargo, me toca muy seguid encontrarme con expresiones muy normalizadas con género incorrecto: “la jefe de enfermeras” o “la jefe de trabajo social”. Este fenómeno, que incluso se palpa en lo cotidiano con toda naturalidad («Jefe ¿cómo está?» [a una mujer]). Muy probablemente se deba a que México es el único país de habla hispana en que la palabra “jefa” se refiere de manera coloquial a la madre, por lo que la palabra misma en femenino es tomada por propia de contextos poco elegantes y casi casi una grosería, de tal manera que, cuando se debería tratar de una expresión totalmente inocua, acaba siendo un término proscrito que se sustituye sistemáticamente por su equivalente en masculino en aras de una corrección buscada solo a tientas y sin verdadero conocimiento de fondo. A esto se le llama ultracorrección: cuando un hablante considera que la forma correcta de una expresión “le suena mal” y entonces la sustituye por una que le parece más elegante, pero que termina empeorando las cosas. Sobra decir que el fenómeno de la ultracorrección está presente en todos los estratos sociales.

    Por último, un caso que atestigüé apenas hace unos días. Se trata de un clásico recurrente entre este nebuloso mar en que se convierte la lengua cuando no se tienen certezas. En el puesto de un tianguis de coleccionismo de juguetes, una joven le decía a quien parecía ser su empleador: «Bueno, ahorita vengo», a lo que éste replicaba «¿ahorita vienes o ahorita te vas y al rato regresas?», a lo que ella respondió con un dejo de derrota y leve vergüenza: «Ahorita me voy y al rato vengo». «Qué bonita muchachita», finalizó el empleador con satisfacción. Aquí hay involucrados elementos paralingüísticos que van más allá de la confusión a la que se presta una expresión tan ambigua como “ahorita”, la cual, sobra decir que para nada hace referencia a un periodo específico de tiempo, por lo que su interpretación es totalmente subjetiva. Sin embargo, el componente de la relación patrón-empleada añade una cierta posición de ‘autoridad’ a quien hace la corrección, puesto que tenemos muy interiorizada como sociedad la noción de que una persona se encuentra en puesto superior en una cadena de mando debido a que su conocimiento es mayor en todos los rubros. Asimismo, y sin caer en acusaciones a priori, podría también estar involucrado el factor del género, pero ciertamente son pocos los elementos con los que uno cuenta para apoyar estas hipótesis cuando se compone un corpus con interacciones incidentales entre hablantes.

    Pero ¿de dónde vienen todas esas aseveraciones que no son más que mitos de la lengua? Según lo he ido dilucidando, me parece que estos mitos provienen de varias fuentes. Una de ellas es el antiguo arquetipo del profesionista, aquel que durante la segunda mitad del siglo XX se afianzó en México en medio de un panorama donde muy poca gente podía acceder a estudios superiores, de manera que, se daba por hecho que una persona, al haber estudiado una licenciatura, y moviéndose en un ámbito al que pocos tenían acceso, poseía un perfecto manejo de las reglas de la lengua, así como la facultad de corregir en todo momento.

    Igualmente, la figura del profesor, ya sea de educación básica o de español a niveles distintos niveles, era fuente de estas correcciones que ahora analizamos como inexactas. Y qué decir del papel de los medios de comunicación, donde se intentó seguir con la tradición iniciada en el cine y la radio de construir una suerte de acento del español neutro, refinado, pero irreal en los hechos. Esto se vio reflejado en los noticiarios, telenovelas y posteriormente en el doblaje. Entra entonces aquí el componente del aspiracionismo, pues todas estas figuras fueron idealizadas y se busca permanentemente acceder a un estatus superior hablando como ellos.

    Así pues, y más allá del tópico trilladísimo (al menos para los oídos de un lingüista) de que la lengua es un ente vivo, debemos aclarar que lo que conocemos por reglas solo son retratos del consenso, es decir; mucha gente se puso de acuerdo para decir algo de cierta forma, por lo que las correcciones resultan en ese sentido una conducta poco amable, y más aún si se lleva a cabo con base en suposiciones, mitos y prejuicios. El comunicarnos a través de la lengua es una facultad inalienable e irrestricta que se debe ejercer libremente. Por otro lado, quienes quieran corregir, lo que están obligados a hacer es, sí o sí, abrevar en las reglas, tenerlas a la mano y mostrarlas; de otra forma, solo será un alarde de clasismo e ignorancia, dos flagelos que a diario debemos combatir. No hay transformación sin descolonización, y la que a mí me compete es la de la lengua. En una próxima entrega hablaremos de las groserías. Se suele decir: «esto da para hacer un libro». Síganme acompañando en la génesis del mismo.

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  • Águilas

    Águilas

    Como saben mis lectores asiduos, sin que mi obra se circunscriba a los movimientos que se encaminan a reivindicar el barrio, Neza es protagonista de muchas de mis crónicas. Crecí sin prejuicios y sin caer en la conducta lamentable de algunos de mis familiares, quienes se empeñaban en ocultar y negar su raigambre conforme se abrían paso en la sociedad a través del estudio y el acopio de bagaje cultural.

    La calle en que crecí fue una de las primeras en ser pavimentadas, por lo que desde mi más tierna infancia pude pisar sobre suelo firme, así como jugar por periodos cada vez más prolongados.

    En mis nebulosos recuerdos vislumbro un mar de piernas adultas corriendo detrás de una pelota en medio de la calle algún domingo soleado, y detrás de ellos, nosotros, los niños de entre 3 y 6 años supuestamente “jugando fútbol”, el cual ni siquiera entendíamos. Pocos años después, vino la fiebre del mundial 1994, luego, en 1995 comenzaron a jugar los Toros Neza y el fútbol se volvió una presencia cada vez más fuerte en nuestras vidas. Fue desde los 7 años que comencé a sentir placer pateando piedrecillas de grava hacia el cielo. Después pasé a patear pelotas y poco a poco desarrollé un gusto por la práctica del fútbol que perdura hasta la fecha. Mi memoria visual y motriz guardan goles que me han hecho sentir por un instante el rey del mundo y que me han valido no pocos abrazos.

    Lo que se ha venido diluyendo con el paso del tiempo es mi nivel de pasión con respecto al fútbol profesional. Si bien mi simpatía por el Pachuca y el León es perenne, pues hay involucrado un sentimiento de pertenencia por los estados de procedencia de mis padres, estoy cada vez menos dispuesto a acudir a un estadio o a comprar una playera de juego original. Igualmente, los juegos de la selección, constructo de Televisa donde los haya, los seguí solo de manera testimonial en el mundial pasado. Pero eso sí, cada semana disfruto derrotar a rivales más jóvenes y más esbeltos en las inclementes retas del barrio; los miércoles, viernes y domingos. Si de algo me puedo jactar es que al menos no seguí las pautas de la mencionada televisora en cuestión de apoyar a alguno de los llamados “equipos grandes”, ni tampoco tomé la opción de odiar al América solo porque el marketing así lo dictara.Este sol debilitado que propicia el clima frío y el reverdecer de todos estos recuerdos, es igualmente catalizador de nuevas vivencias curiosas.

    El domingo 17 de diciembre de 2023, tuve la idea de salir en la noche a una romería navideña que se emplaza cada año en la colonia Maravillas. Caminando con mi hijo Adrián, entre los puestos de adornos, pirotecnia, dulces, comida y fruta para piñata; escuchamos gritos de emoción y vimos que gente corría hacia un cierto punto. Acababa de meterle gol el América a los Tigres de la UANL en los primeros minutos del tiempo extra. Apretamos el paso y llegamos a la orilla del mercado Maravillas, donde había una familia de comerciantes alrededor de una televisión en que atestiguaban la final del torneo. Portaban los hombres la playera del América y desbordaban alegría. Se compartían vasos de tequila Rancho Escondido con refresco de toronja; fui agraciado con mi respectiva ración al permanecer ahí con rostro de alegría, mientras que Adrián recibió su vaso de Squirt.

    Los padres de esa familia estaban rodeados de sus hijos, la hija adolescente servía amablemente las bebidas, la otra estaba junto a su esposo, quien muy contento celebraba la décimo cuarta copa obtenida por el América. El padre de la familia comentaba que quería hacerse un tatuaje, por lo que ambas hijas amorosamente le pedían que se tatuara sus nombres. La hija mayor mostraba en su brazo un discreto tatuaje de serpiente y levantó risas cuando exclamó: «Aquí tengo tatuada a toda mi familia». Se me preguntó si yo torcía por el América. Pasé el filtro con mucha suerte, pues les dije que mi equipo era el León y les generó simpatía, pues tienen parientes por la región y frecuentan la feria.

    Seguían cayendo goles, más aún con la expulsión de Nahuel Guzmán, el portero argentino de Tigres que cuenta con un inagotable repositorio de mañas y burlas para mermar lo más posible al rival. Esta vez su impotencia lo obligó a cometer una flagrante falta en tres cuartos de cancha y así dejó a su equipo entregado con inferioridad numérica. Al mismo tiempo, seguían corriendo los vasos de tequila, pues una misión salió en su busca y tuvo éxito, así que compartimos más libaciones, añadiendo el amable gesto de declinar mi cooperación. «Nosotros le vamos al América de toda la vida, joven. Aquí vendemos fruta, estamos a sus órdenes. Aquí están mis hijas, mi esposa y mis yernos. Ahorita estamos disfrutando, pero mañana sigue la chinga». Así fue como el dueño del puesto, en toda humildad y sinceridad me brindó su amistad en medio de la euforia decembrina. En las calles aledañas resonaban los cánticos de las posadas, y ya el instinto movía a muchos a congregarse en medio de la glorieta del coyote, la escultura de Sebastián que a pocos gustó y que fue erigida a instancias de Peña Nieto cuando gobernaba el Estado de México.

    Sobrevino el pitazo final y se concretó el lapidario 3-0. Sin prejuicios sociales, simplemente rodeado de gente sincera y trabajadora, tomado fuerte de la mano de mi hijo, emocionado al igual que yo; y con los recuerdos de toda una vida a flor de piel, he podido reafirmar que crecí y vivo en un entorno donde pueden florecer los más sinceros sentimientos y donde las puertas siempre están abiertas para hacer nuevas amistades, incluso ante algo que yo no hubiera esperado: este fenómeno social complejo llamado Club América. Entre abrazos y promesas de visita nos despedimos, no sin aceptar la caminera.

    Vaya esta crónica como homenaje a la calidez y pasión de entrañable familia. Una promesa es una promesa. Feliz navidad 2023.

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  • Sueños invernales

    Sueños invernales

    Es el 11 de diciembre de 1996. Mi amigo Ricardo y yo nos dirigimos entusiasmados al estadio Neza 86. En nuestras cabezas resuenan las narraciones y las imágenes de los goles que Mohamed, el ‘Pony’ Ruiz, Arangio y Nildelson de Melo le propinaron al Atlante. Fue un contundente marcador global de 9 a 2, que inició con una goleada de 4 a 0 en el Neza y otra de 5 a 2 en el Azteca, donde incluso el rudimentario ‘Piojo’ Herrera metió su gol sobre el final del juego, sin miramientos hacia su ex equipo. El Atlante venía de ser superlíder y contaba con Zague, Campos y el rumano mundialista Belodedici. Pero ni la nómina inflada por Televisa ni la cargada en la prensa nacional fueron de ayuda para contrarrestar al inusitado Toros Neza.

    Ese trayecto en chimeco -el nombre ancestral de unos desvencijados autobuses que recorren cual glóbulos verdes el accidentado sistema circulatorio de Neza- es en sí mismo una ruta iniciática que pocos crédulos hemos transitado. Han pasado dos décadas desde la última vez que hubo un equipo en primera división representando al municipio. El mítico Coyotes Neza no logró el suficiente arraigo y no conocemos a nadie que a día de hoy ostente sus colores. La generalidad de aficionados al fútbol en Neza ha preferido ir a la segura y adherirse a las ya nutridas huestes que apoyan a los equipos tradicionales, aquellos que en sus escudos tienen estrellas que acreditan campeonatos disputados entre a penas cuatro clubes. No dudo que algunas de ellas certifiquen temporadas en las que el torneo se haya declarado desierto por falta de rivales. Así pues, resulta que la afición local prefiere torcer por Pumas, Cruz Azul, América o Guadalajara; simplemente por simpatía. Qué originales.

    Nosotros pensamos diferente. Tenemos 11 años y hemos sido sumamente influenciables ante el entusiasmo de mi hermano y mi primo, quienes comenzaron a seguir con atención al equipo desde hace tres años, incluso cuando tuvo que jugar una temporada en Pachuca. De hecho, hace dos años que llegó Antonio Mohamed y se convirtió rápidamente en un líder y en un símbolo. Un jugador argentino que no logró colocarse en Italia, que venía de grandes glorias con Huracán y de otorgar exquisitos recitales futboleros en la bombonera con el último Maradona de Boca.

    Mohamed es indisciplinado, descarado, bromista y leal. De complexión robusta para los estándares del fútbol profesional y al mismo tiempo una muy respetable velocidad, potencia física, visión de campo y toque preciso. Juraría que, ‘el gordo’, como solo a los más allegados les permite llamarlo, tiene calzado un GPS más que un taco en la derecha. En fin, que de no ser por el acento y el fenotipo, cumpliría con las características del ‘pambolero’ pícaro propio de cualquier entorno suburbano.

    En temporada regular, Toros Neza suele jugar los domingos a las 3:00pm, pero sus partidos son transmitidos por TV Azteca con una hora de diferencia, a las 4:00. Nosotros hemos hecho de cascarear justo a las 3:00 una tradición, porque mientras libramos nuestras propias batallas sorteando rampas y guarniciones con el balón en los pies para enfilarnos por en medio de la calle hacia el glorioso umbral del gol constituido por dos impávidos tabiques, suena en la estación Publieventos Deportivos -sintonizada por el oportuno dueño del puesto de raspados a pie de banqueta- la transmisión en directo del partido de Toros Neza, en la voz de un mítico César Santiesteban, que lleva las moléculas de nuestros cuerpos a un estado de total reposo cuando escuchamos sus prolongados gritos de gol, siempre abundantes, y en los que se regodea para hacer vibrar a quienes estamos ávidos de emociones fuertes.

    La personalidad de Mohamed permea al resto del equipo, que igualmente tiene fama de no seguir la dieta recomendada, irse de juerga y estar siempre compitiendo por los premios en metálico que Juan Antonio Hernández, excéntrico dueño del equipo, otorga sobre resultados. Toros Neza golea y es goleado casi con la misma frecuencia. A veces protagoniza episodios de indisciplina y hasta peleas. Pero también se destaca por innovar en imagen, pues la temporada pasada todos se raparon en apoyo al técnico Jorge ‘Coco’ Gómez ante una racha de derrotas para que no lo cesaran; incluso a Mohamed no le importó cortarse la rebelde coleta con que llegó partiendo plaza a México. Para los cuartos de final de esta liguilla aparecieron todos con el cabello teñido, algunos de rubio o rojo, otros de verde y otros de plata. Cuentan los insiders que el brasileño ‘Tiba’, armador del Atlante, se impresionó ante esa visión en el juego de ida, hace una semana, y el terror de ver a los brujos selváticos de cabello multicolor, temidos en las leyendas de su natal Bahía; lo orilló a jugar peor que nunca.

    Llegamos al estadio, pagamos nuestra entrada a 40 pesos en la sección de cabecera sur y nos sentamos confiados en que veremos otra feria de goles que el rival se ha de llevar a casa desmotivado para rematarlo allá. Pero este Santos de Adomaitis, Galindo y Borgetti es más de lo que esperábamos. Los Toros no son ni la sombra de lo que fueron en la serie pasada. ¿Será que tanto asado de tira y tinto por cuenta del ‘Turco’ Mohamed para festejar la goleada hicieron mella en el rendimiento? Nos comemos un 2 a 0 que sabe sumamente amargo. Mudos y solemnes, con la ilusión momentáneamente hecha pedazos, abandonamos el estadio en reflexivo silencio. Luego cometemos la imprudencia de comprar unos chicharrones para paliar el hambre, y resulta que ya no nos alcanza para el pasaje de vuelta.

    Pues bien, no importa. Fuimos a ver a Toros Neza y eso, más allá del resultado, era nuestro objetivo. Ya se respiran las vacaciones en el ambiente. El sol otoñal, casi invernal, que ya de por sí alumbraba tímidamente el estadio, va decayendo poco a poco mientras recorremos todas esas calles en que ya se congregan varios vecinos para cantarle las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe; una devoción distinta a la nuestra, pero igual de intensa. En dos diferentes cuadras nos regalan ponche y en una de ellas dos tamales decepcionantemente flacos que, pese a ello, logran renovar nuestras infantiles fuerzas.

    Llegamos a nuestra calle cansados, extrañamente contentos, y ya a oscuras bajo el brillo de las luces decembrinas que desde estos días decoran muchas casas. Cada quien se va a la suya, con sus propias quimeras, con sus propias imágenes que atesorar.

    El domingo 15, Santos despacha a Toros Neza con un más honroso 3 a 2 en el estadio Corona en medio de una tormenta de polvo muy coahuilense, y así se consuma la eliminación. Pero eso solo lo veo de reojo mientras compramos el musgo para el nacimiento en el mercado. Pasamos de una intensa ilusión infantil a otra con toda naturalidad; nuestra mente ya está en las posadas. No sabemos de Acteal, Aguas Blancas ni del Fobaproa. No sabemos que en cuatro años Toros Neza descenderá y en cinco desaparecerá. No sabemos que los años han de separarnos, que iremos por caminos distintos y que intermitentemente nos juntaremos para platicar y recordar que en una lejana, fría y mágica tarde decembrina, vivimos nuestra propia cruzada en pos de sueños muy distintos a los actuales. ¿Y para qué son esos sueños si no para atesorarlos por un instante y luego dejarlos ir? Siempre son pájaros que pertenecen a otro cielo.

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  • Destrozando el español

    Destrozando el español

    Hace algunos días, uno de mis alumnos me comentaba que escuchó a otro profesor suyo aseverar, no sin cierto aire desolador, que ya las cosas no eran como antes y que se notaba en el habla de las nuevas generaciones. Comentaba que, en las comunidades que se forman en torno a los videojuegos de forma virtual y a nivel global, se escuchaba a los jóvenes hacer “aberrantes” combinaciones de vocablos procedentes de distintos dialectos del español. Aquí me detengo recordando que un dialecto no es una lengua originaria, como errónea y peyorativamente se suele utilizar el término, sino que éste se refiere a la variante de un idioma según la región.

    El nuevo dialecto sobre el cual este profesor se escandalizaba, es producto del contacto interlingüístico, o en este caso, interdialectal, que se da dentro de un contexto en que niños de varias partes del mundo hispanohablante interactúan entre sí de manera natural, con interjecciones y léxico sumamente coloquiales, puesto que se trata de un contexto lúdico. Esto da pie a un fenómeno sumamente interesante, en el que los niños y jóvenes -no aprenden- adquieren palabras originalmente ajenas a su propia variante del español y las vuelven parte de su léxico con toda normalidad.

    De esta manera, nos encontramos frases tan peculiares como: «¡Güey! ¿Qué era esa ‘wea? ¡No mames, concha de su ‘mare! ¡Casi me pega una hostia!»

    Cabe señalar que este interesante fenómeno se está suscitando sobre todo en comunidades gamer de niños cuyas edades están entre los 6 y los 15 años, aproximadamente. Esta franja etaria coincide con el fin de la etapa de adquisición del lenguaje, aquella en que el cerebro registra como lengua materna el código en el que se comunica el entorno inmediato del individuo, por lo que, con toda naturalidad, las formas expresivas que se comparten cotidianamente pasan a ser parte del léxico. En otras palabras, estas comunidades desarrollan una variante del español compuesta por chilenismos, mexicanismos, iberismos, argentinismos, anglicismos y demás expresiones que originalmente estaban solo en los dialectos propios de cada región.

    En otros momentos me ha tocado atestiguar cómo algunas personas ya en la adultez adoptan iberismos o argentinismos, pero se nota un cierto afán de ostentación, pues es una actitud consciente por parte de quienes están en contacto con manifestaciones culturales como música, cine o literatura argentina o española, y acuden a expresiones de este origen por considerarlas una marca de prestigio. Sin embargo, para el caso de los gamers, se da de una forma natural.

    Estos préstamos lingüísticos consisten en palabras coloquiales que en muchos casos son francas groserías. Esto no sorprende, pues el tabú y lo extravagante suelen ser algo muy apreciado en diversos ámbitos y el lingüístico no es la excepción. Y es que hay palabras que resultan sumamente efectivas y por eso son muy apreciadas como préstamos. Tenemos el caso del adjetivo ‘chingón’, que se ha convertido no solo en una palabra ya bastante recurrente en la publicidad, sino que también es un modismo de exportación que utilizan creadores de contenido ibéricos o caribeños. Aunque si acudimos a autores como Jesús Flores y Escalante u Octavio Paz, encontraremos el repudio a esta raíz por considerarla algo referente al sometimiento. Sin embargo, la efectividad de las formas expresivas se abre paso sin reparar en este tipo de reflexiones semánticas (lo referente a los significados).

    Recientemente escuché a un youtuber español decir la siguiente frase, estrambótica donde las haya: «¿Y qué queréis que os diga, peña? ¡Vais a flipar, porque jamás veréis gráficos más berracos, más chingones que estos en todo el mundo mundial!». Igualmente, el español de Colombia hace su aportación.

    Otro fenómeno sumamente interesante tiene que ver no con las palabras en sí, que es algo muy evidente, sino con la estructura, que resulta algo más sutil. Si bien la era digital está equilibrando poco a poco la balanza y nos encontramos cada vez a más hablantes de inglés utilizando palabras en español, es una realidad que la industria cultural anglosajona domina en internet, aparte de que siempre hemos estado bombardeados por ella, particularmente en México. Inconscientemente, muchas personas, generalmente en estratos altos de la sociedad, aplica la sintaxis (orden de los elementos) del inglés a frases en español. Por eso encontramos ejemplos como los siguientes:

    Frase original en españolEquivalencia en inglésComo se dice por influencia del inglés
    «¡Me alegraste el día!»«You made my day!»«¡Me hiciste el día!»
    «Me encantó el elenco de la película»«I loved the cast for the movie»«Amé el cast de la película»
    «No tiene sentido para mí»«It doesn’t make sense to me»«No hace sentido para mí»

    Podríamos hipotetizar que en cierto momento este fenómeno se dio en comunidades en las que se manejan ambos idiomas cotidianamente. De hecho, muchos hispanoparlantes inmersos en la realidad anglosajona utilizan este tipo de formas expresivas, que resultan ser traducciones literales de los verbos que realmente serían aplicaciones incorrectas de los mismos en español. Sin embargo, como en tantos otros casos, no podemos salir quijotescamente a blandir la lanza de la Real Academia de la Lengua Española, puesto que dicho organismo solo consigna la forma en que se habla el español en cierta franja temporal, por lo que la idea que muchos tienen de ella como organismo rector facultado poco menos que para sancionar a todo aquel que infrinja las reglas, realmente es errónea.

    En cierta ocasión, cuando comencé a agarrar monte en una clase de inglés reflexionando sobre estos temas, una alumna de la tercera edad comentaba: «Es que realmente no hablamos como deberíamos». Me vi entonces obligado a refutarla con base en estos mismos argumentos, pero sobre todo le puse un símil que la hizo entender de manera más clara.

    Supongamos que estamos en Roma a mediados del Siglo II d.C., y una señora hablante del llamado latín culto, en una plática casual comienza a decir: «¿Ya supieron cómo se anda hablando el latín en la península ibérica? Ay, no. Qué barbaridad. Están destrozando el idioma». Sin embargo, esa variante del latín, que a oídos de los puristas estaba siendo mancillada por el contacto con otras lenguas regionales, más tarde se convirtió en el castellano, el catalán, el gallego, el asturiano y el extremeño; todos ellos constituidos oficialmente a día de hoy como idiomas y asociados a la identidad de los pueblos que los hablan.

    Así pues, hoy más que nunca, el contacto entre distintas lenguas y distintos acentos es mucho más palpable y frecuente de lo que fue en épocas pasadas. Se están generando nuevas variantes del español en distintas comunidades y grupos etarios. El factor de la interconexión global en tiempo real, que se potenció durante la pandemia, ha impactado en el dialecto e idiolecto (forma particular de hablar de cada persona) de todos aquellos que afianzaron su pertenencia a comunidades multiculturales y la lengua es el ámbito en el que esa retroalimentación se ve reflejada.

    Quienes enarbolan la bandera del purismo, el supuesto buen hablar y el apego a las reglas de la RAE sin tomar en cuenta la variedad de fenómenos gramaticales con un enfoque descriptivo -que generalmente suelen ser personas de pensamiento conservador- terminan por verse rebasados ante una muy muy peculiar evolución de la lengua donde procesos que cientos de años, hoy se atestiguan en tiempo real. No hay lengua que se destroce, solo hay hablantes adaptando el código a sus necesidades de comunicación. Y si se encuentran a alguna persona que se empeñe en corregirlos o escandalizarse por estos fenómenos, canalícenla conmigo y platicamos.

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  • Tiempos de misantropía

    Tiempos de misantropía

    Los funestos acontecimientos recientes en el estado de Guerrero, sobre todo en Acapulco como centro turístico y fuente de empleo, han ocupado mucho espacio en medios, tanto corporativos como independientes. Las cadenas de televisión privadas, otrora fábricas de opinión pública,  volvieron a echar la casa por la ventana al enviar a sus lectores de noticias más laureados a la zona de desastre. Esto era toda una tradición en tiempos de bonanza, cuando los niveles de audiencia y el flujo constante de patrocinios hacían posible cualquier proeza, al tiempo que Televisa se autonombraba como “fábrica de sueños”, mientras que Azteca se ufanaba de ser una “señal con valor”.

    Las coberturas sobre este tipo de hechos funestos se hacían de una forma muy concreta en el pasado. El despliegue de recursos y la preeminencia de la televisión como prácticamente el único medio posible para enterarse de cualquier suceso garantizaban despertar en las audiencias un sentimiento de solidaridad que motivaba grandes movilizaciones de ayuda humanitaria para así paliar la genuina inoperancia de los gobiernos en turno, los cuales, con el manejo adecuado de ciertas imágenes puntuales, se erigía como el verdadero héroe de la historia. Nadie preguntaba por las cifras que el gobierno invertiría ni tampoco se aseguraba de que los bienes donados llegasen a buen destino. Aplicaba en ese entonces la máxima de que, si algo proviene de un aparato electrónico y ahí lo dijo una persona blanca, de traje y con un lenguaje muy bien articulado; entonces no hay manera de que sea mentira.

    Cuando esto último se lo empezaron a cuestionar las audiencias, el paradigma de los medios masivos comenzó a cambiar. En lo que va de este año, y como consecuencia del abandono por parte de audiencias y patrocinadores, las acciones de Televisa en la bolsa mexicana de valores han caído un 50%, mientras que las de TV Azteca cayeron un 37.5%, lo cual, al ser una empresa de menores dimensiones derivó en su salida de la bolsa, por lo que a día de hoy, esa parte del emporio de Ricardo Salinas Pliego ya no cotiza más en la mencionada entidad financiera. Es por eso que los relatores de partidos de fútbol ya no asisten a todos y cada uno de los partidos que transmiten ambas empresas, sino que abaratan costos con transmisiones desde estudio y solo envían a equipos de camarógrafos y audio ambiente. Esto se nota más cuando se trata de partidos internacionales; mucho más aún si no juega la selección nacional, que poco a poco está dejando de ser un activo de cohesión social y nacionalismo.

    Ante este panorama podríamos pensar que la estrategia más lógica por parte de estas cadenas era seguir sobre el mismo modus operandi para abaratar costos. Sin embargo, y pensando mal, pareciera que en las lóbregas catacumbas en que se reúnen los líderes de la oligarquía mexicana, se llegó a un consenso muy claro: capitalizar la tragedia con fines político-electorales. El primer paso lo dieron los intelectuales y no tan intelectuales en las columnas de diversos periódicos y portales, sobre todo basándose en una muy oportuna fake news, ahora desmentida, acerca de que entidades estadounidenses alertaron con un día de antelación que el huracán Otis se volvería de categoría 5. Dicha noticia falsa fue desmentida incluso por el Washington Post. Sin embargo, y como suele suceder, pareciera que menos de la mitad de quienes recibieron el bombardeo inicial se enteraron del desmentido, por lo que en ciertos ámbitos la idea de que no se actuó a tiempo sigue presente gracias a la acción coordinada de comunicadores y opinadores al servicio de la oligarquía.

    La estrategia de desprestigio fue maquiavélica y cargada de una mezquindad que raya en la misantropía; es decir, en el franco odio por el género humano. Era previsible que se criticara y cuestionara todo lo que hiciera el presidente, incluso que se generaran memes al respecto, pues los sectores de la población que no pueden verlo ni en pintura siempre estarán ahí y su presencia en redes sociales siempre será factor para ponerle sabor al caldo de la discusión política a nivel nacional. Sin embargo, tanto en redes sociales como en medios corporativos se comenzaron a difundir supuestos testimonios acerca de que el ejército y la guardia nacional estaban bloqueando la entrega de ayuda en especie a través de las carreteras, incluso llegando al grado de agredir a ciudadanos en retenes. Otros hablaban de que, a víveres entregados por parte de iniciativas ciudadanas o particulares se les estaba colocando el rótulo del partido Morena para hacer pensar a las personas que, ya no el gobierno federal encabezado por AMLO, sino el partido que postula a Claudia Sheinbaum para la elección presidencial del próximo año.

    Todas estas estrambóticas historias y otras más han sido difundidas por medios corporativos y odiadores consagrados de la 4T de las redes sociales. Debido a que durante mucho tiempo estos medios jugaron ese juego cómplice de la disidencia controlada y la indignación por problemas sociales, queda es pequeño punto de verosimilitud que a los, tal vez no convencidos del odio a AMLO, pero sí más desinformados; la información les cuadre como cierta. Si bien el espectro de desinformados que sigue por instinto las tendencias y que mantiene esa idea nebulosa de que el gobierno es una figura antagónica porque “todos son iguales”, con eso les basta a la oligarquía y a sus voceros para sacarle raja satisfactoriamente al asunto. Yo mismo he sido testigo de una reunión improvisada en que trabajadores del IMSS sumamente desinformados daban por ciertos todos los bulos a través de los cuales he descrito este nuevo brote de infodemia.

    «No donen» ha sido el transparente y escalofriantemente cínico reclamo de ciertos cibernautas, que, en la mayoría de los casos, no muestran ni su rostro ni su nombre real, y por lo mismo no tienen reparo alguno en verbalizar las verdaderas intenciones de todo este conglomerado de entes políticos y empresariales a los que no les importa ver el mundo arder mientras al final resulte que AMLO tuvo la culpa de todo. Los ataques, la manufactura del concepto del gobernante pasivo, rebasado y fuera de la realidad ha funcionado antes, incluso a nivel histórico, pues recordemos que durante mucho tiempo esa ha sido la descripción del proceder de Moctezuma Xocoyotzin durante sus últimos días de reinado.

    Pero esto no tiene por qué quedarse así. La sociedad que somos ahora, más politizada, humanista, empática e interconectada a partir de medios cibernéticos –aquellos que tienen a los corporativos en la lona-, al igual que quienes nos dedicamos al periodismo independiente a través de las redes; estamos ejerciendo las facultades que tenemos para desmentir toda esta información falsa y hacer notar a quienes estén a nuestro alcance que todo se trata de una campaña politiquera y sumamente misantrópica para golpear al presidente, a Claudia Sheinbaum como candidata y al mismo tiempo propiciar un repunte en las encuestas por parte de Xóchitl Gálvez, el cual se ve sumamente lejano y solamente por culpa de ella misma. Eso en este momento, pero para el periodo electoral guardaremos todos sus twits, columnas y videos más cínicos y nocivos y se los haremos llegar a los candidatos de izquierda para que los muestren en los debates y así, ese espectro del electorado que aún conserva el antiguo paradigma de la comunicación de masas, se dé cuenta de quiénes realmente son y cómo piensan cuando no están frente a las cámaras aquellos que dicen “amar a México”. Sigamos apoyando a Guerrero en conjunto con el gobierno de AMLO y combatiendo la infodemia. No es tarea fácil, pero lo estamos logrando.

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  • La red social donde habita la derecha

    La red social donde habita la derecha

    Durante el proceso electoral que culminó con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018, se afianzó el uso de las redes sociales como una herramienta política. Era a través de ellas que se comenzaban a filtrar las mentiras más ruines en contra de AMLO con el fin de desprestigiarlo. Al no haber regulaciones ni tampoco necesidad de dar la cara, muchos pejefóbicos por convicción y otras tantas cuentas pagadas, algunas adjudicables a humanos reales y otras a inteligencia artificial, podían inventar cualquier cantidad de fake news, una más estrambótica que la otra. Sin embargo, se empezaron al mismo tiempo a conformar redes de apoyo a Morena y AMLO dentro de los mismos entornos, la mayor parte de ellas por iniciativa de los propios usuarios, sin el conocimiento ni mucho menos financiamiento del partido que ahora gobierna el país.

    Las redes que se conformaron representan una manera muy eficaz de acabar con los bulos y las calumnias infundadas prácticamente en tiempo real, pues hubo una época en que, a falta de tal mecanismo, los bulos se llegaban a colar en los medios corporativos y llegaban a ser dados por ciertos. Se trata entonces de ciudadanos que operan de manera voluntaria y que han neutralizado totalmente los intentos de guerra sucia por la derecha. Esto se ve Afianzado por la sección de la mañanera llamada Quién es quién en las mentiras, donde se difunde a nivel nacional una compilación con las mentiras de redes sociales más nocivas junto con su respectivo desmentido.

    Son Facebook y X, antes Twitter, las redes sociales que a diario se erigen en campos de batalla para la política mexicana. La otrora red del pajarito, ahora renombrada como X tras su adquisición por parte del magnate Elon Musk, se ha distinguido durante mucho tiempo por contar con cuentas operadas por inteligencia artificial conocidas popularmente como bots, cuya función principal, en el caso de la política mexicana, es la de golpear a más no poder a cualquier actor político de izquierda, empezando por el presidente. Y obviamente estas cuentas no aparecieron por generación espontánea, sino que son servicios pagados por la derecha para hacer ese trabajo sucio que consideran tan necesario.

    A través de X se han afianzado y redefinido términos como “ciudadanos” y “sociedad civil”, pues, aunque realmente su significado comprende a toda la población, en este ámbito se les relaciona con aquellos que “pagan impuestos”, “sí estudiaron”, “no requieren dádivas” o “generan riqueza”. Es decir; que se busca hacer un contraste con el concepto de “pueblo” que se maneja dentro del contexto obradorista y que fue acuñado por Gramsci con la connotación de referirse al sector mayoritario de la población y a la vez oprimido.

    Para conocer el grado de colonización mental al que se había llegado en México durante el periodo neoliberal, basta con asomarnos a los perfiles de muchas de las personas que atacan al presidente en X. Para empezar, se refieren a él de formas totalmente ofensivas que hacen alusión a su extracción humilde, color de piel, forma de vestir, acento y demás condiciones que, comparadas con los estándares europeizantes, dejan a AMLO en una posición de desventaja. Muchos de ellos no se ocupan primordialmente en temas de política, y así lo dejan ver en la descripción de sus perfiles, donde muchas veces encontraremos la palabra sports, escrita así, en inglés, no solo porque es más propicio para que el famoso algoritmo les recomiende contenidos, sino porque deben alardear en todo momento con que ellos sí hablan inglés. Asimismo, esto demuestra que su involucramiento en la política se ha dado de manera tangencial y solo por moda, pues son los deportes profesionales su principal interés, pero no desaprovechan la oportunidad de alardear con su estilo de vida y denostar a quien no lo tenga.

    Y yendo un paso más allá de la banalidad, están los otros que sí llevan años politizados y entienden muy bien el funcionamiento de esta red social. Aquí ya entramos en el terreno de personas de cierto bagaje cultural, que no tienen reparo en dar la cara y que pueden emitir elaboradas reivindicaciones de figuras históricas tradicionalmente antagónicas como Hitler, Mussolini, Porfirio Díaz, Pinochet o recientemente Díaz Ordaz. Mención especial merece un militante panista jalisciense llamado Emilio Vallejo Rangel-Larios, quien no solo se muestra como ultraconservador y odiador de todo lo que huela a AMLO y Morena, sino que igualmente hace apologías de actos bélicos y toma partido en el actual conflicto entre Hamas e Israel, alabando las los actos de represión que se dan en contra de manifestantes pro Palestina. Para ejemplo, un mensaje concreto en el que dice: «El licenciado Díaz Ordaz estaría orgulloso».

    Y así podemos navegar entre mensajes gordofóbicos, homo y transfóbicos, aporofóbicos y otros de malignidad inclasificable, como Gabriel Quadri escribiendo que México sería potencia emergente si no “cargara” con los estados del sureste, Pedro Ferriz de Con dedicando toda una semana a “denunciar” que El presidente AMLO realiza “rituales de muerte” y advirtiéndole que no le puede hacer nada porque “se encuentra protegido por fuerzas superiores”.

    Así pues, en X, la mezquindad, la cobardía y los pensamientos más misantrópicos están cubiertos bajo un velo de falso nacionalismo, pues muchas de estas personas consideran que son ellos quienes “trabajan por México”. Igualmente, “por amor a México” es un lema muy recurrente por parte de personas como Felipe Calderón, Margarita Zavala, Vicente Fox y Santiago Creel, entre otros, quienes, paradójicamente, han dañado de diversas formas al país y tienen una especial proclividad para cuadrarse ante intereses extranjeros y facilitar el intervencionismo descaradamente. Basta recordar el lamentable episodio de marzo de 2002 en que Vicente Fox, en calidad de mandatario, pretendió persuadir a Fidel Castro, símbolo de la lucha social, para abandonar el recinto de una cumbre después de la cena y así evitar que coincidiera con George W. Bush, entonces presidente de EEUU, con el famoso «comes y te vas».

    Podríamos pensar que nuestro deber es combatir a todas estas entidades nocivas y tal vez así sea, pero la realidad es que el país avanza pese a ellos, y lo que les queda es mostrarse de cuerpo entero para que tengamos bien claros los motivos de nuestra lucha. A fin de cuentas, libertad de expresión es lo que sobra en México, así como gente cada vez más politizada que se encargará por vías totalmente legales de que estos seres impresentables nunca más vuelvan al poder. 

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  • El gran traidor

    El gran traidor

    Ernesto Zedillo Ponce de León accedió al poder en 1994 después de que el PRI convenientemente tuviera un mártir, al ser asesinado en marzo de ese mismo año el candidato original, Luis Donaldo Colosio. El sexenio de Zedillo fue uno de los más grises y al mismo tiempo accidentados. Hubo matanzas a población civil por parte de grupos paramilitares en San Agustín Loxicha, Aguas Blancas y Acteal; en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, respectivamente. La economía seguía cayendo en picado después de la crisis denominada como “el error de diciembre”, al tiempo que se vivía un interesante movimiento de reivindicación de los pueblos originarios, encabezado por el EZLN en Chiapas.

    Conforme avanzaba el sexenio se experimentaba mayor apertura para la crítica al régimen en los medios corporativos. TV Azteca incluyó sátira política en su noticiario estelar con su sección Hechos de Peluche, en la que hacían parodias a los actores políticos del momento, incluso a escándalos tan flagrantes como aquel episodio de montaje en que Pablo Chapa Bezanilla, entonces procurador general, hizo sembrar una osamenta en una finca para después declarar que ésta pertenecía al desaparecido Manuel Muñoz Rocha y que había sido encontrada a través de artes metafísicas por una “vidente” llamada Francisca Zetina, mejor conocida como ‘La Paca’, quien en su momento de esplendor lanzó maldiciones a reporteros que preocupados acudieron a hacerse una limpia.

    Así se vivía la segunda mitad de los 90 en México. El PRI iba perdiendo cada vez más solidez. Hacía una década que el punto cenital del movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se había cortado de tajo con el fraude que colocó en el poder a Salinas, pues la efectividad de la industria cultural y el aparato mediático hicieron bien su trabajo de difuminar el hecho en la memoria colectiva y colocar convenientes distractores que al mismo tiempo se erigían en agentes cohesionantes de la colectividad: las visitas del Papa Juan Pablo II, las telenovelas y una muy decente década en el desempeño de la selección mexicana de fútbol.

    Este fue el caldo de cultivo para que, desde 1998, se empezara a dar espacio con cada vez mayor frecuencia a Vicente Fox Quesada, entonces gobernador de Guanajuato y con experiencia en el ramo empresarial trabajando para The Coca-Cola Company. La estrategia del guanajuatense, de modos rústicos y una supuesta “valentía” que desde entonces era convenientemente elogiada por los medios, consistía en construir una candidatura anticipada con miras a las elecciones del año 2000. La intención de capitalizar el desgaste y la ausencia de la agenda pública que experimentaba Zedillo era clara, al tiempo que el propio Fox y toda una caterva de panistas ultraconservadores, muchos de ellos egresados de la Libre de Derecho, eran agraciados con cada vez más presencia mediática para enarbolar un discurso que hablaba sobre un PRI corrupto que llevaba 70 años en el poder, por lo que, según sus palabras, lo que pretendían era «el cambio»; esa quimera que no podían definir, pero que sonaba muy esperanzadora para aquella sociedad noventera.

    Cuando inició el año 2000, anticipado en todo el mundo como una nueva era, comenzó una muy fuerte campaña mediática en la que se promovía a Vicente Fox como una figura valiente y capaz de derrotar al PRI, cuya corrupción era un tema cada vez más recurrente en mesas de análisis y en la línea editorial de los espacios noticiosos. De un momento a otro, los comunicadores se volvieron críticos del gobierno como si mágicamente se hubieran quitado el velo y por fin pudieran ver la realidad que antes les fue negada. La verdad es que, más bien, los acuerdos en las cúpulas empresariales y políticas habían determinado que se tenía que pintar un escenario ideal de presión social simulada para inducir la idea de que el triunfo de Fox era más que necesario.

    En la campaña y los debates, las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida quedaron opacadas por el arrojo de Fox y su estrategia de insistir en la corrupción del PRI y en que el PAN representaba un cambio más genuino que el PRD. Durante todo ese proceso se levantaron muy altas expectativas entre la población, gracias también a los spots televisivos en los que se pintaba un horizonte de esperanza si Fox ganaba la elección del 2 de julio.

    Sobrevino entonces la tan anticipada victoria de Fox y se levantó la euforia. Aunque el margen fue muy estrecho (6.41 puntos porcentuales), pues el PRI vendió cara la derrota. Zedillo se alzó como todo un demócrata al aceptar sin chistar el triunfo del PAN y felicitar a Fox personalmente vía telefónica.

    La gestión de Fox fue un desastre neoliberal total. Las promesas de crecimiento, prosperidad, vivienda y trabajo fueron incumplidas. Hubo episodios lamentables como el famoso “comes y te vas”, frase dicha por Fox a Fidel Castro en una cumbre celebrada en Monterrey en el año 2002, para quedar bien con su admirado George W. Bush y evitar así su encuentro con el líder cubano. En una feria del libro, Fox evidenció su ignorancia al nombrar al maestro de lo breve como “José Luis Borgues”.

    Miembros de su administración protagonizaron escándalos por su mentalidad conservadora. Tal fue el caso de Carlos Abascal, quien pretendió prohibir Aura de Carlos fuentes tras comprárselo a su hija como parte de su material escolar, hojearlo y descubrir que era “pornográfico”.

    Fox contrajo nupcias con su vocera Marta Sahagún, a quien después llamaba a chiflidos y con el grito: “¡vieja!”. Mientras que, por otro lado, y en claro afán demagógico, él mismo fue quien introdujo en el discurso político el desdoblamiento de los plurales (“mexicanos y mexicanas”).

    Hacia el final de su gestión, la popularidad de Fox caía estrepitosamente y el ascenso de AMLO como genuina alternativa era cada vez más evidente, por lo que primero impulsó el desafuero, luego la campaña sucia en medios y posteriormente ayudó a operar el fraude de 2006. En entrevista con Vicente Serrano, ha admitido que “era importante frenar a López”. Solo preservaba una pequeña porción de seguidores despistados, como el siempre conservador Chespirito, quien en entrevista con Diego Armando Maradona le dijo a éste en 2005 que teníamos “al mejor presidente en la historia de México”.

    Al imponer a Calderón a través de un fraude y dedicarse de lleno a los negocios después de su gestión, Fox perdía cada vez más relevancia. Solo comenzó a reaparecer cuando, en 2018, AMLO advirtió que, de ganar la presidencia, quitaría las pensiones millonarias y la seguridad por parte del Estado Mayor a los expresidentes. Entonces comenzó a ser entrevistado en diversos espacios para alertar sobre “los peligros del populismo” y para tratar de convencernos de que la mejor opción de esa contienda era José Antonio Meade, el candidato del mismo partido al que se jactó en su momento de derrotar para instaurar “el gobierno del cambio”. Ya sabemos el desenlace. AMLO ganó por un amplio margen.

    Durante toda la administración de AMLO, Vicente Fox, lejos de guardar un silencio prudente, otrora sello de los expresidentes mexicanos, ha mantenido una campaña permanente de mentiras descaradas, descalificaciones (empezando por la forma clasista de referirse al presidente como “López” o “Lopitos”), insultos y arengas patrioteras sumamente baratas; mucho de ello a través de la plataforma Twitter, donde lo hace escribiendo en mayúsculas y con unas pavorosas faltas de ortografía con las que reitera el timo en que cayó el pueblo de México al elegir a un político tan ordinario y truculento.

    El punto culminante de la incongruencia de Fox es que, pese a ser un ultraderechista de pura cepa, actualmente se encuentra tratando de abrirse paso con varios emprendimientos que involucran productos a base de cannabis, por lo que ya no piensa que se trate de “una droga que envenena a nuestros jóvenes”.

    Fox no deja de hacer campaña en contra de AMLO y del grueso de la población mexicana que lo apoya. Las redes sociales permiten darnos cuenta de diversas muestras de repudio que Fox recibe públicamente. Se trata de uno de los personajes más infames en la historia reciente, quien desgraciadamente cuenta con una exposición injusta debido a que forma parte de aquella oligarquía que prevalece en los medios de comunicación masiva. Seguiremos sufriéndolo, pero no por eso se detendrá este proceso de cambio que construimos entre todos.

  • El festejo del pueblo

    El festejo del pueblo

    La conmemoración de la independencia de México que se ha vivido este año trae consigo componentes muy particulares. Al parecer, el tener definida la carrera presidencial con miras al 2024 ha sido factor determinante para el clima que se vive actualmente. Previo a la designación que Claudia Sheinbaum se alzara como vencedora en el proceso interno de Morena, se percibía un ambiente se zozobra y de crispación, al cual abonó aún más la sub campaña de Marcelo Ebrard para a toda costa invalidar el proceso y demostrar, según él, que bajo condiciones de “igualdad”, él debió haber sido el lógico ganador. A día de hoy esa intentona perdió fuerza y ha cedido gracias a su insostenible premisa inicial.

    Sin embargo, el desplante de Marcelo llegó a tener bastante eco en los medios corporativos, los cuales, con este y otros escándalos, intentaron en todo momento minimizar o incluso restar legitimidad al proceso para así seguir alimentando la artificial candidatura de Xóchitl Gálvez, quien sigue confiando en la sonrisa fácil y la broma de mal gusto como principales razones para que el electorado se olvide mágicamente de sus escándalos de corrupción y su evidente incapacidad para la administración pública sin importar la escala.

    El 7 de septiembre, al siguiente día de que Claudia Sheinbaum se convirtiera en candidata y el resto de los aspirantes (excepto Marcelo) le manifestaran su apoyo dentro del mismo acto, recibió por la noche, de manos del presidente AMLO, el bastón de mando de los pueblos originarios que él había recibido el 1 de diciembre de 2018, como un acto simbólico a través del cual depositaba en ella toda su confianza para continuar con la Cuarta Transformación. Dicho acto, que no tuvo carácter de oficial, fue igualmente atestiguado por las otrora ‘corcholatas’ en un restaurante a espaldas del Templo Mayor, en la tarde noche. Ya desde ese momento se abarrotaron algunas calles del Centro Histórico por parte de cientos de personas que espontáneamente salieron a las calles para ver por sí mismos aquella entrega.

    Habiendo entonces superado el clima de incertidumbre y con el rumbo claro hacia la elección venidera, el ánimo del país se vino arriba para celebrar las primeras fiestas patrias desde que se decretó el fin de la emergencia sanitaria, ya que el año pasado, si bien se realizó la ceremonia, aún había algunas ciertas restricciones de aforo para evitar potenciales propagaciones, así como el uso discrecional del cubrebocas como medida preventiva. Recuerdo que incluso, durante el grito de independencia de 2020, que se llevó a cabo con el Zócalo vacío debido a la pandemia, la oposición intransigente y sus voceros no desaprovecharon la oportunidad para absurdamente afirmar que la gente había dejado solo a AMLO, mientras que otros aducían que reafirmaba su egolatría teniendo la plaza y el palacio para él solo. Ahora vemos que esas solo eran elucubraciones que venían directo de la víscera y sin escala en el cerebro, que, ante lo vivido este año, pierden toda significación.

    Se suscitó, este 15 de septiembre de 2023, una celebración pletórica en el zócalo de la Ciudad de México, que fue replicada a escala estatal y municipal alrededor de todo el país. Esto es posible gracias a que el viraje en la forma de gobierno ha otorgado unos resultados que tienen contenta a una amplia mayoría de mexicanos, toda vez que más de cinco millones de personas han abandonado la condición de pobreza extrema. Más jóvenes estudian de manera gratuita y con un enfoque comunitario en sus carreras, como es el caso de la Universidad Benito Juárez, que actualmente tiene una matrícula de más de 60 mil jóvenes, mientras que son ya casi 20 mil en el Instituto Rosario Castellanos. Igualmente se avizora un cambio de mentalidad y toma de consciencia social y política desde los primeros años gracias a los nuevos libros de texto gratuitos provistos por la SEP, así como la reestructuración en los planes de estudio. Si bien las protestas contra esto fueron escandalosas e invasivas, la realidad es que no hay marcha atrás y los niños han recibido muy bien sus nuevos libros.

    La noción de mexicanidad y nacionalismo había sido construida, hasta antes de este sexenio, a partir de montajes televisivos diseñados para enaltecer el sentimiento patriótico a partir de conceptos como las visitas de Juan Pablo II, el culto a la Virgen de Guadalupe, la participación de la selección nacional en los mundiales de fútbol y otros torneos, así como las celebraciones de independencia con galas televisivas. Los medios corporativos mostraban una imagen del país que solo contemplaba tangencialmente la importancia de los pueblos originarios y en gran medida se desentendía de nuestro pasado prehispánico. Para este 2023, la enorme cantidad de personas politizadas y conscientes de su devenir histórico, hace que la celebración de independencia tenga un sabor distinto, pues ya no es un mero acto en automático, sino que ahora se siente ese nacionalismo orgulloso y boyante gracias a que el régimen en que vivimos así lo ha propiciado.

    Los medios corporativos, para enaltecer la campaña de Xóchitl Gálvez, no paran de hablar sobre un México en llamas, sangrante, destruido y demás calificativos que resultan irrisorios. Hubiese bastado, para todos aquellos panistas que usurpan el nombre de México con fines politiqueros, que salieran de los restaurantes o departamentos de lujo a caminar por las calles de ese “México en llamas” para que fueran abucheados, pero también, en tono jocoso y festivo, bañados de espuma y de confeti. Ese era el gran peligro que corrían si sacaban a pasear su odio y se rozaban con todos aquellos a quienes tratan de convencer de que su candidata va a remediar todos esos males que en realidad no existen. En medio de tanto jolgorio, nadie recordó las falsas lágrimas nacionalistas de Santiago Creel, que, a día de hoy, no provocan más que pena ajena, pues los verdaderos patriotas no están en las curules de partidos mojigatos y corruptos, sino trabajando a brazo partido para darse un merecido festejo con ánimos renovados.

    ¡Viva el pueblo politizado, humano, empático y valiente! ¡Viva la Cuarta Transformación! ¡Viva México! 

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  • Tenemos rival

    Tenemos rival

    Han transcurrido al momento cinco años de un sexenio en que las fuerzas reaccionarias estuvieron en todo momento buscando la manera de entorpecer el ejercicio del gobierno por parte de Andrés Manuel López Obrador, quien jamás vio mermadas ni su legitimidad, ni tampoco su aprobación, que suele ser un rubro más volátil que ante la opinión pública y pasar factura de manera sensible ante la opinión pública. Los medios corporativos, otrora encumbrados como los portadores de la verdad por excelencia, gradualmente viraron su línea editorial hacia el franco golpismo con base en noticias falsas y comentarios sesgados. Así, de buscar a un público general, y en vista del éxodo de las audiencias hacia otros soportes y plataformas, las televisoras, la radio y los periódicos prefieren centrarse solo en las audiencias que están predispuestas a la crítica barata hacia el gobierno.

    El proceso de politización que hemos experimentado como sociedad conlleva un rechazo sistemático a los medios corporativos, por lo que las audiencias emancipadas ya no volverán a éstos. De una manera absolutamente ridícula e irresponsable, estos medios, en contubernio con políticos reaccionarios que babean desde lejos por los puestos de elección popular; intentaron construir una narrativa que desconocía totalmente el trabajo del gobierno de AMLO, y no solo eso, sino que de manera alarmista hablaban de “la destrucción de México”, cuando la realidad en las calles, y sobre todo, a nivel del México profundo, hace que cualquier arenga seudo nacionalista de alguna legisladora panista histriónica pierda toda validez.

    Muchos de los empresarios de quienes se pensaba estarían sistemáticamente en contra del gobierno de la Cuarta Transformación, paulatinamente han ido dejando la beligerancia, para luego asumir su verdadero rol, que es simplemente ser parte del engranaje productivo del país, el cual ahora es dirigido con una visión distinta que privilegia la conciencia social. Más allá del ruido que haga la oposición, la realidad es que ahora están mucho más solos que nunca, pues al principio del sexenio aún contaban con los indecisos, incrédulos o no politizados, pero ahora muchos se han definido y afortunadamente han descubierto que su realidad social los llama a darle el beneficio de la duda a la izquierda. Y esto no solo se da como parte del arrastre de AMLO como figura carismática, sino por los resultados de una administración que ha logrado sacar de la pobreza a más de cinco millones de mexicanos, ocupar en empleos y capacitación a tres millones de jóvenes antes desempleados, así como dar la posibilidad de estudiar carreras profesionales de manera gratuita y sin examen de admisión a más de 80 mil jóvenes a través de las Universidades Benito Juárez y del Instituto Rosario Castellanos.

    Estos son solo algunos de los puntos que harían soltar una carcajada a cualquiera que escuchara el cuento de que “están destruyendo a México”. Y durante todos esos cinco años en que de una manera un tanto ingenua se persiguió en algunos momentos el objetivo de deponer del cargo a AMLO y en otros simplemente el de entorpecer su gestión para que la opinión pública lo sancionara en las urnas. Esto solo logró suceder de manera parcial en 2021, cuando la oposición capitalizó la tragedia de la línea 12, lo que, sobre todo en la Ciudad de México, dio como resultado el ascenso a cargos por parte de impresentables que se encargaron de hacer que sus votantes se arrepintieran con base en pifias, dislates y episodios dantescos. Dudo que alguien vuelva a votar por Lía Limón, Sandra Cuevas o Gabriel Quadri.

    Pues bien, tan ocupados estaban los opositores en hacer el juego sucio, que cuando se les llegó el momento de construir una candidatura, se les olvidó todo lo que cacareaban. Siempre, para distinguirse de Morena y de las acusaciones de autoritarismo que le endilgaban a AMLO, hablaron de que presentarían una candidatura ciudadana, en consenso, bien meditada y en unidad, en el entendido de que, según ellos, el momento urgente demandaba que hicieran a un lado sus diferencias los partidos otrora antagónicos con tal de derrotar al malvado “López”, que es como algunos de los más cínicos se refieren al presidente para menospreciarlo por su raigambre, supongo que sin ponerse a pensar en la enorme cantidad de votantes registrados que comparten ese mismo apellido. Se llegaron los tiempos, de manera muy anticipada con respecto a otros sexenios, y ni todas las mesas de análisis, espacios en redes sociales con personas trajeadas y de muy articulado lenguaje ni el clamor de los analistas y editorialistas pudo obrar el milagro. Xóchitl Gálvez fue electa por el dedazo de un empresario golpista y sin autoridad moral. La derecha estaba tan desesperada y desprovista de liderazgos que simplemente se puso en manos del odiador de AMLO con más posibilidades económicas.

    Claudio X. González obró el milagro para su facción y su triunfo personal ya está dado. Los políticos se pusieron a sus pies y él sin duda queda como el más inteligente de la historia, dado que Xóchitl Gálvez, pese a que los medios no han parado de inflarla, si por algo destaca es por su muy baja calidad humana, pues en el trato con las personas de a pie lo ha evidenciado, así como por su limitada capacidad intelectual y en general muy baja altura política. Pero era esto o nada. O se ponderaban los criterios de marketing apostando a que los electores no informados se decidan por ella a base de chistoretes y groserías, o se echaba mano de alguien probablemente más inteligente, pero indisociable de la imagen de corrupción y desconexión con el pueblo que ostenta la clase política tan quemada.

    Esperen chistes de mal gusto, huipiles como estrategia de apropiación cultural, sonrisas falsas, groserías, eventos llenos de acarreados, propuestas estrambóticas con la tecnología como la cura de todos los males al centro de la ecuación, ataques burlescos hacia el presidente (aún) y hacia quien represente a la 4T. En fin, el circo que la oligarquía presentaba en cada sexenio, esta vez se presentará recargado y con el componente francamente estúpido de “rescatar a México”. Pues bien, aquí estamos los ciudadanos humanos, empáticos, politizados, soberanos y en pie de lucha para contrarrestar todo eso. Consciencia mata presupuesto.

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