Un estudio científico midió el ritmo cardíaco y las reacciones fisiológicas de 250 espectadores para determinar qué filmes realmente provocan miedo.
El miedo ya no solo se mide por los gritos del público, sino por los latidos del corazón. El proyecto Science of Scare analizó las reacciones fisiológicas de 250 voluntarios para determinar cuáles son las películas de terror que más alteran el cuerpo humano, y el resultado fue claro: “Sinister” (2012), dirigida por Scott Derrickson, se coronó como la más aterradora.
El estudio registró un aumento promedio del 34% en el ritmo cardíaco de los espectadores, con picos de hasta 131 pulsaciones por minuto durante sus escenas más intensas. De acuerdo a los investigadores, esta cinta, que narra la historia de un escritor que descubre filmaciones de asesinatos vinculadas a una entidad demoníaca, provoca la mayor respuesta fisiológica de miedo registrada hasta ahora.
La investigación, que combinó la frecuencia cardíaca y la variabilidad del ritmo cardíaco (HRV), creó un índice denominado “Scare Score”, con el que “Sinister” obtuvo 96 puntos sobre 100. Le siguieron “Host” (2020), filmada íntegramente por Zoom durante la pandemia, y “Skinamarink” (2022), una propuesta experimental que genera terror a través del silencio y la sugestión.

El top 10 de las películas más terroríficas incluye también Insidious, El Conjuro, Hereditary, Smile 2, Smile, El exorcismo de Emily Rose y Háblame. La presencia de títulos recientes sugiere que el terror moderno apuesta por estímulos más directos, sonidos agresivos y una edición rápida que intensifica la respuesta corporal del espectador.
Aunque clásicos como El Exorcista o Psicosis siguen siendo referentes culturales, la ciencia muestra que ya no encabezan los picos de miedo. Las nuevas generaciones de películas logran mayor impacto fisiológico con estrategias visuales más inmersivas y un manejo preciso de la tensión.
En palabras de los investigadores, “no es solo lo que se ve, sino cómo se ve lo que provoca el miedo”. Este hallazgo redefine la forma en que entendemos el terror cinematográfico: una experiencia no solo emocional, sino biológica, capaz de activar el sistema nervioso y poner el cuerpo en estado de alarma.

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