Por Nathael Pérez
El empresario inmobiliario y colaborador de el diario La Derecha, Jorge O’Reilly, construyó su imperio sobre humedales del Gran Buenos Aires, Argentina. Sus desarrollos, en perjuicio del ecosistema y de comunidades originarias, muestran una conjunción de negocios opacos, privilegios y vulneraciones ambientales. Este texto revela cómo su firma avanza en terrenos regulados, desplaza a pobladores originarios y presiona a quienes se resisten.

En las vastas planicies del delta del Río Luján, en la zona de Tigre y Escobar, un fenómeno inmobiliario silencioso viene transformando humedales, zonas de inundación y costas hasta hace poco irrelevantes para el gran negocio del country de lujo. Al frente de esta avanzada está Jorge O’Reilly, colaborador de el diario argentino La Derecha y presidente de EIDICO S.A., desarrolladora especializada en emprendimientos de alto nivel para élites.

Su estrategia se apoya en un dato revelador: en esa cuenca baja del río Luján existían ya para 2010 más de 50 urbanizaciones cerradas acuáticas que ocupaban cerca del 10 % del territorio estudiado, muchas transformadas mediante rellenos, canales artificiales y elevación de suelo para evitar riesgos de inundación. EIDICO aparece como responsable directo del 30 % de esas urbanizaciones, de acuerdo un estudio de la Universidad Nacional de la Plata.
O’Reilly no se detuvo ahí. Fue sobre esos humedales —que funcionan como esponja natural ante lluvias y sudestadas— donde promovió desarrollos emblemáticos. Los mecanismos: rellenos de napas, terraplenes para elevar cotas edificables por debajo de los 8,5 m sobre el nivel del mar, cuando la normativa imponía elevaciones superiores para evitar inundaciones.

El impacto no es solo ambiental. Cuando esas estructuras urbanas borran humedales, provocan una externalidad directa: el agua va a otro lado. Vecinas y vecinos de la zona denuncian que cada Sudestada trae consigo un nuevo nivel de inundación. Un análisis lo confirma: “la alquimia entre suelos baratos, acceso a cursos de agua y carteles de lujo” explica el brutal avance inmobiliario en zonas reservadas hasta antes para “lo malo del paisaje urbano”.
El relato de O’Reilly –como que “desarrolla al costo” para pequeños inversores– no logra ocultar esta paradoja: transformó terrenos de alto riesgo ambiental en lotes de lujo, mientras evita someterse a los estándares de evaluación ambiental.

Pero el daño no acaba en los suelos: en el paraje conocido como Punta Querandí, entre Dique Luján y Maschwitz, un territorio ribereño ancestralmente habitado por comunidades querandíes, chanás y guaraníes, O’Reilly y su empresa mantienen un litigio que simboliza ese despojo silencioso.
La comunidad denunció que en 2017 la firma de O’Reilly solicitó el desalojo del Museo Autónomo de Gestión Indígena y de instalaciones productivas instaladas por la comunidad en la parcela 321‑f. En sus escritos, la empresa califica a los comuneros como “fuente de conflictos” y menciona “episodios de violencia, amenazas y robo de alambrados” para argumentar el desalojo.
Los relatos de quienes habitan la zona son aún más perturbadores: un albañil denunció que le ofrecieron dinero para incendiar “los ranchos” de Punta Querandí a fin de liberar al terreno para el barrio privado lindero. Una monja vinculada al entorno del Opus Dei, organización a la que pertenece O’Reilly, fue acusada de hostigar y calificar a los miembros de la comunidad como “indios truchos”.
Es difícil obviar el contraste: mientras O’Reilly promueve supuestas “valores tradicionales” y sostiene que sus desarrollos generan empleo y orden urbano, al mismo tiempo bloquea el acceso público a la ribera, valla espacios usados por la comunidad y opera desde una lógica de negocios que vulnera derechos colectivos y ecosistemas enteros.
El problema no es solo moral, es estructural: un modelo de negocio que se apoya en vacíos regulatorios, privilegios y una relativa impunidad ambiental. Los documentos lo confirman: la autorización del emprendimiento no implicaba permiso para construir, y sin embargo se vendían lotes antes de la factibilidad definitiva.
En este escenario queda claro que O’Reilly encarna más que un empresario inmobiliario: representa un poder que articula negocios, diplomacia, religión y urbanismo en una zona con índices crecientes de vulnerabilidad. Los humedales están bajo asedio, las comunidades bajo presión, y los vacíos legales se transforman en muros —literalmente— que delimitan quién pertenece al “parque” y quién queda inundado esperando respuesta.

Cuando el desarrollo se come los humedales y sepulta memorias comunitarias, el “país del progreso” se convierte en un espejo con muros altos donde algunos miran desde el jardín de lujo mientras otros luchan para no ahogarse en su patio trasero.
Fuentes principales:
- “Countries sobre los humedales: la empresa que los construye” (archivoinfojus.gob.ar)
- Astelarra S., “La miamización del delta del Tigre” (dialnet.unirioja.es)
- “Efectos del urbanismo privado en humedales de la cuenca…” (sedici.unlp.edu.ar)
- Noticias sobre Punta Querandí vs. O’Reilly/Eidico (lanacion.com.ar)
- “El cobarde de Jorge O’Reilly…” (puntaquerandi.com)
- “Una monja usurpó tierras de una comunidad querandí y les dice “indios truchos” a sus miembros (laizquierdadiario.com)


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