La economía estadounidense se sostiene en un complejo militar industrial que fusiona empresas de armamento con instituciones públicas. Este sistema genera grandes ganancias y promueve intervenciones militares.

El presupuesto del Departamento de Defensa se acerca al billón de dólares, representando más del 3% del PIB. Empresas como Lockheed Martin y Boeing dominan el mercado, creando millones de empleos.
Desde 1991, EE.UU. ha llevado a cabo al menos 251 intervenciones militares, muchas justificadas con pretextos humanitarios. Estas guerras generan enormes contratos para la industria de defensa.
Las industrias de armamento influyen en la política exterior mediante cabildeo y financiamiento. Este ciclo perpetúa una economía de guerra, donde la militarización y las intervenciones son constantes. La retórica de la democracia a menudo oculta el costo humano de estas acciones.

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