De estudiantes y docentes

En el principio del S XX los maestros eran preparados, y parece irónico, para amar su oficio y prodigarse a sus pupilos. Siempre sobre la base de orden y disciplina muy afines al pensamiento del Positivismo Lógico que privaba durante el Porfiriato. A la docencia se le otorgaba un papel preponderante y éstos profesionales estaban muy preparados y dispuestos al sacrificio; veían su responsabilidad como un apostolado.

Para los regímenes posteriores a la Revolución Mexicana, especialmente después de Álvaro Obregón y hasta Adolfo López Mateos, los maestros eran casi sagrados, ya que se les otorgaba autoridad, respaldo del Estado y generalmente respeto.

La llamada “Cultura Televisa” los fue ridiculizando y degradando hasta convertirlos en motivo constante de escarnio e irrespeto, lo que se repetía en el aula y acabó en la ley.

En la actualidad a los maestros mexicanos no se les permite ni llamar la atención a sus estudiantes, parece que la autoridad en el aula no existe, lo que va en detrimento de la educación misma porque evita que el papel de formador del docente se vea acotado por disposiciones legales que limitan. obstruyen y en ocasiones incluso nulifican esta posibilidad porque detrás aparece la amenaza legal de una demanda por ¡llamarle la atención a un alumno irresponsable e irrespetuoso cuyos padres lo son de igual manera!

Por eso se comprende la actitud del Gobierno Mexicano en su relación con la CNTE y con los estudiantes y profesores de la UPN, pero comprender no significa estar de acuerdo, en cambio hay que ser críticos; se permitió al Secretario de Educación alargar un conflicto en esa universidad cuando pudo resolverlo desde el principio atendiendo a los estudiantes, maestros y administrativos acudiendo a los propios campus a conocer la realidad y a la comunidad universitaria resolviendo, en territorio con una actitud política democrática y en favor de la educación. Creo que ese es el trabajo del Secretario Delgado, no el de alargar y escalar el conflicto para después aparecer como el héroe que salva la situación. Es barbarie e ineficacia del funcionario.

La estrategia de dilación resulta de la intención de crecer ante la opinión de los que rodean a quien se pretende en el centro, porque tiene el poder de resolver después de escalar la situación. Estas actitudes derivan en conflictos permanentes cuya desactivación dependerá, finalmente, de una acción autoritaria. 

Habrá que ver si se le exige la renuncia a la rectora de la UPN de inmediato y no después de que Delgado termine sus visitas, que prueban su desconfianza y desconocimiento de la comunidad universitaria de la UPN y el velado respaldo a la permanentemente ausente Dra. Rosa María Torres Hernández.

¿Qué más hay detrás de esto? ¿Será la autonomía para la UPN? ¿Será el mal manejo del presupuesto de la universidad o su insuficiencia? ¿Será la corrupción de la administración? Habrá que esperar para ver cómo se resuelve el conflicto. En tanto, algo bueno ha resultado del proceso, profesores, administrativos y estudiantes están unidos y en lucha. 

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