El mar no perdona el silencio, frente a sus aguas no hay diplomacia que disimule la cobardía de un mundo que observa cómo el pueblo palestino es despojado, cercado y bombardeado sin cesar. La Global Sumud Flotilla no es una caravana náutica cualquiera, es la encarnación de la dignidad humana en movimiento, una bofetada contra la indiferencia global y una denuncia flotante de que la humanidad está fallando.
Lo que representan esas embarcaciones es mucho más que solidaridad, es el recordatorio de que la vida palestina importa, aunque se pretenda borrar de los mapas y de la memoria colectiva, cada persona que esta en esa flotilla, sabe que se expone, que desafía un poder brutal y que puede ser silenciada. Y aun así lo hace. ¿Por qué? Porque en un mundo anestesiado por la propaganda, alguien tiene que gritar.
Lo incómodo de la flotilla es que no admite neutralidades, está valentía nos obliga a mirarnos en el espejo y preguntarnos: ¿somos cómplices con nuestro silencio? ¿Hasta dónde llega la obediencia ciega a los relatos oficiales que justifican lo injustificable? La Flotilla destapa la hipocresía internacional, gobiernos que se llenan la boca de derechos humanos mientras permiten que Gaza se ahogue en sangre, bloqueo.
Estos barcos no llevan armas, llevan verdad, no cargan misiles, cargan conciencia y por eso resultan tan peligrosos para quienes sostienen un sistema de opresión que solo sobrevive si nadie lo desafía, la flotilla no es un acto romántico, es resistencia pura, es la humanidad recordándose a sí misma que no todo está perdido mientras haya quienes decidan actuar. El día que el mundo despierte del letargo y mire atrás, habrá vergüenza, si vergüenza en los gobiernos y en la sociedad por haber tolerado tanto horror, vergüenza de haber creído que la neutralidad era posible frente al exterminio y también habrá gratitud hacia esos hombres y mujeres que se atrevieron a navegar contra la impunidad, que eligieron el lado correcto de la historia cuando casi todos elegían callar.
Este movimiento no solo cruza mares, despierta conciencias, y ahí está su verdadera victoria, obligarnos a decidir qué tipo de humanidad queremos ser.
Y aquí, desde México, no podemos cerrar los ojos ni quedarnos callados, por eso, un enorme gracias a los mexicanos valientes que hoy forman parte de esta flotilla, Arlín Medrano, Carlos Pérez Osorio, Sol González Eguia, Ernesto Ledesma, Laura Alejandra Vélez, Miriam Moreno, Diego Vázquez.
Su presencia en esas aguas es también un espejo para nuestro país, nos recuerdan que la dignidad no tiene fronteras, que la justicia es universal y que el silencio nunca debe ser una opción. ¿Qué deben hacer los países y por supuesto México para defender a sus ciudadanos secuestrados por Israel en aguas internacionales y poner un alto al genocidio? La respuesta es clara, dejar de guardar silencio, no basta con tibias notas diplomáticas ni con “preocupaciones” expresadas en comunicados, se necesita romper relaciones, llevar el caso a tribunales internacionales, imponer sanciones y exigir la rendición de cuentas.
Les mando un abrazo fraterno

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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