En días pasados se dio a conocer la desaparición y muerte de Irma Hernández, maestra jubilada del estado de Veracruz, quien también se dedicaba a conducir un taxi como medio de subsistencia. El hecho cobró relevancia nacional porque apareció un video dónde, rodeada por un grupo de hombres encapuchados y armados, fue obligada a declarar las consecuencias para los demás choferes que se resistieran a pagar “la cuota” a los grupos criminales. Lo que levantó ámpula y dolió a quienes seguían la noticia fue que, después se diera a conocer que se había encontrado el cuerpo de la docente.
Este caso podría pasar como uno más de los tantos que han ocurrido en México en las últimas décadas de no ser porque deja como evidencia que, a pesar de los esfuerzos por terminar con estos actos barbáricos en el país, el camino que queda por recorrer todavía es mucho, si se considera el descaro de los integrantes del narco para actuar con semejante libertad. No es que la violencia que llevó al homicidio de la Maestra Irma Hernández haya surgido en este sexenio o en el pasado sino que, a pesar de todos los trabajos en seguridad que se han realizado, no sólo en Veracruz sino en el resto del país, la violencia todavía es una constante en la vida diaria de los mexicanos. Después de todo, a los grupos delictivos que se formaron en los mandatos federales del PAN, después se sumaron otros que se volvieron igualmente poderosos en el sexenio de Enrique Peña Nieto y han sabido sobrevivir a bala y sangre, a través de los distintos gobiernos. Son esos mismos grupos, los que el día de hoy mantienen la zozobra en estados clave de la República como son Sinaloa, Sonora, Guerrero, Guanajuato o el mismo Veracruz.
Las autoridades estatales, sean de Morena o de otros partidos, incluidos los de oposición, no pueden lavarse las manos y pretender que las víctimas de los cárteles, sólo fallezcan como resultado de fallas orgánicas, como en el caso de la maestra; la realidad es que son resultados de una violencia que, si bien es heredada, todavía parece estar fuera de control. Ante el paso del tiempo, ante los planes de seguridad puestos en marcha, se debe erradicar también la impunidad con la que integrantes de los cárteles actúan y se sienten con todo el derecho de cobrar piso a vendedores establecidos o cuotas impuestas a transportistas o comisiones a productores del campo, bajo el visto bueno de policías y autoridades municipales y estatales coludidas, para llevar a cabo estos fines.
Si hoy en día existe voluntad política para erradicar la violencia y otras lacras que afectan a la sociedad, las estrategias, planes y programas, deben mostrar sus resultados con el mismo bombo y platillo con que estos proyectos son anunciados, se deben sentir sus efectos entre la gente de a pie sin que se anuncie en televisión, para crear una nueva experiencia de vida a esta y nuevas generaciones de mexicanos y poner fin a estos cánceres de la vida nacional.
Poco a poco y sin alcanzar los objetivos anunciados, echar la culpa a los tiempos de antes, generará más encono del que pueda aliviar y, se siente entre la gente que no queda mucho para que ese momento llegue.
Cuando hablamos del cambio climático, solemos pensar en tormentas, sequías, incendios, olas de calor. Pensamos en la atmósfera, en los polos derritiéndose, en gases invisibles flotando en el aire. Pero rara vez pensamos en las personas. En quienes viven todo eso con el cuerpo. En quienes, sin haber provocado esta crisis, la sufren todos los días como una herida abierta.
La verdad es que el cambio climático no afecta a todos por igual. Hay personas que pueden adaptarse, mudarse, invertir en paneles solares, comprar agua embotellada. Y hay otras —la mayoría en el sur del mundo, en los márgenes, en la periferia— que no tienen esa opción. Gente que no tiene con qué protegerse del calor, que pierde su cosecha, su casa, su tierra. Gente que se queda, literalmente, sin futuro.
Lo que duele no es solo el clima. Duele la injusticia.
Porque si uno observa con atención, se da cuenta de que el cambio climático es solo una parte del problema. Lo que realmente lo agrava es la desigualdad. Las brechas que ya existen entre ricos y pobres, entre mujeres y hombres, entre pueblos originarios y grandes corporaciones, entre el norte y el sur, se hacen más grandes cuando llega la tormenta. Y eso no es casualidad. Es el resultado de siglos de decisiones tomadas desde el poder, sin escuchar a quienes están abajo.
Hay algo que se llama “interseccionalidad”. Es una palabra compleja, pero dice algo muy simple: que todos tenemos muchas identidades al mismo tiempo, y que eso cambia la forma en que vivimos las crisis. No es lo mismo ser una mujer blanca de clase media en una ciudad, que una mujer indígena en una zona rural. No es lo mismo ser joven que ser mayor. No es lo mismo vivir con una discapacidad, ser migrante o tener papeles. Todo eso importa. Todo eso hace que unos puedan protegerse mejor, y otros no.
Y cuando hablamos del clima, eso importa todavía más.
¿Quién decide dónde se construye una planta solar? ¿Quién se beneficia del dinero de los “bonos verdes”? ¿Quién fue consultado cuando se hizo ese megaproyecto “ecológico” que terminó desplazando a una comunidad entera? A veces, las soluciones que se presentan como verdes, sostenibles, ecológicas… terminan siendo nuevas formas de despojo. Cambia el lenguaje, pero no cambia el fondo: los de siempre ganan, los de siempre pierden.
Por eso, no basta con hablar de “transición energética” o de “economía baja en carbono”. Si no nos preguntamos quién decide, quién gana y quién pierde, estamos repitiendo los mismos errores. Necesitamos una justicia climática que no solo cuide al planeta, sino también a las personas. Una justicia que entienda que el clima y la desigualdad están entrelazados, que no hay futuro posible si seguimos dejando fuera a los mismos de siempre.
Hay comunidades que ya lo entienden así. Mujeres que defienden el agua como quien defiende la vida. Jóvenes que levantan la voz desde barrios olvidados. Pueblos que protegen los bosques no por “mitigación”, sino por respeto. Esas luchas no aparecen en los informes de la ONU ni en los titulares de los periódicos, pero son las que están mostrando otro camino. Un camino en el que la justicia no es una palabra bonita, sino una práctica cotidiana.
Andrea Rigon, un académico que ha trabajado con comunidades en distintas partes del mundo, insiste en esto: que no hay solución climática sin escuchar a quienes más saben, que suelen ser quienes menos han sido escuchados. Que la técnica sirve, pero no basta. Que el cambio tiene que ser también político, social, humano.
Quizá eso sea lo más difícil de aceptar. Que el problema no está solo en los gases, ni en la atmósfera, ni en la ciencia. El problema está en nosotros. En cómo nos relacionamos con los demás, con la tierra, con la vida. En las prioridades que tenemos como sociedad. En lo que estamos dispuestos a cambiar y en lo que no.
No se trata de culpas, sino de responsabilidades. De hacernos cargo. De entender que la justicia climática no es solo una meta: es una forma de mirar el mundo, de vivir, de cuidar, de reparar. Porque al final del día, el clima también somos nosotros. Y si no cambiamos nosotros, no va a cambiar nada.
Cuando se observa Gaza desde la comodidad de una pantalla, lo que parece un estallido reciente —un conflicto más en la lista de tragedias internacionales— en realidad es el punto culminante de una descomposición sostenida. No se trata de una catástrofe repentina, sino del colapso de un cuerpo colectivo sometido por décadas a asfixia social, cerco militar, hambruna estructural y abandono multilateral. El ataque del 7 de octubre de 2023 no fue la causa originaria, sino el último desencadenante de un modelo acumulativo de violencia, de esos que, si no se analizan con suficiente claridad, terminan justificando el daño como si fuera inevitable.
La Franja de Gaza, equivalente en tamaño a poco más del doble de Iztapalapa, concentraba más de 2.2 millones de personas antes de la actual ofensiva. A pesar de su densidad poblacional, desde hace más de quince años permanece bajo un bloqueo que ha limitado el acceso a insumos básicos, alimentos, medicamentos y libertad de tránsito. La ocupación militar, el cerco económico y el aislamiento político forman parte de un sistema que ha deteriorado gradualmente las condiciones de vida de las y los gazatíes. Esta descomposición no surgió con las bombas: se sembró con el hambre, se nutrió con el silencio y floreció con la impunidad.
El estudio satelital “Active InSAR Monitoring”, elaborado por el Netherlands Institute for Space Research y otras instituciones científicas, documenta con rigor lo que los medios no logran dimensionar. Más del 67% de las edificaciones de Gaza han sido dañadas o destruidas desde octubre de 2023. Son casi 200 mil estructuras —hospitales, escuelas, viviendas, redes sanitarias— pulverizadas en un lapso de siete meses. En ciudades como Mariúpol o Alepo, los niveles de devastación urbana fueron inferiores, incluso bajo ofensivas de años. Gaza, por contraste, ha registrado el mayor nivel de destrucción urbano conocido en un periodo tan corto desde que existe monitoreo satelital moderno.
Mientras los edificios caen, los cuerpos también ceden. El hambre se ha convertido en un arma más efectiva que los misiles. Según la ONU y el informe IPC, el 100% de la población enfrenta inseguridad alimentaria aguda, con más de medio millón de personas en riesgo de hambruna catastrófica. Esto no sucede por falta de alimentos en el mundo, sino porque se ha restringido deliberadamente su entrada. En palabras de la OMS, lo que ocurre en Gaza es una “hambruna fabricada por el ser humano”. Las imágenes de niños y niñas con piel pegada a los huesos, y de hospitales sin capacidad para tratarlos, no son un efecto colateral: son la política exterior convertida en castigo corporal.
Más aún, los impactos del hambre no se limitan al presente. El artículo publicado por The Washington Post expone con crudeza lo que significa para un cuerpo infantil atravesar la inanición: pérdida de conexiones neuronales, retrasos cognitivos, inmunosupresión y daño irreversible al desarrollo físico. Incluso si la guerra terminara hoy, miles de infancias ya han sido amputadas de su futuro. El informe de la European Training Foundation advierte que al menos dos generaciones quedarán marcadas por esta experiencia, sin posibilidad de reconstruir el capital humano que sostiene a cualquier sociedad.
En paralelo, se libra una guerra silenciosa en las redes sociales. El análisis de más de 2.3 millones de publicaciones en Telegram, Reddit y Twitter revela cómo el conflicto se traduce, digitalmente, en narrativas polarizantes, manipulación emocional y saturación de contenido que oscurece los hechos. La guerra ya no solo destruye edificios y vidas: también fractura la posibilidad de entender. La desinformación y la sobreexposición emocional hacen que, con cada imagen que vemos, sintamos menos. Gaza no solo sangra: también es reinterpretada a conveniencia por quien controla el algoritmo.
Frente a este panorama, un giro inesperado proviene de Europa. Francia, Alemania y Reino Unido, históricamente alineados con Israel, han roto filas para exigir un alto al fuego y el acceso humanitario inmediato. Macron incluso ha declarado que Francia está lista para reconocer el Estado palestino, mientras el Parlamento británico ha presionado en la misma línea. Este quiebre diplomático representa más que una postura: evidencia la fractura moral de quienes, hasta hace poco, defendían la proporcionalidad del conflicto sin mirar el saldo en vidas civiles. A veces, el silencio cómplice termina cediendo ante la realidad incontestable de los cuerpos hambrientos.
Si quisiéramos proponer una salida real, no bastaría con enviar ayuda humanitaria: habría que repensar las estructuras que permiten que una población entera viva atrapada en 365 kilómetros cuadrados sin posibilidad de huir, resistir ni sanar. Restaurar el capital humano de Gaza implicaría una inversión internacional sin precedentes, el levantamiento del bloqueo, justicia transicional para las víctimas y una política sostenida de reconstrucción social, educativa, emocional y económica. Porque no se trata solo de quién tiene razón, sino de quién interrumpe el daño.
Cuando el sufrimiento alcanza tal densidad que borra las diferencias entre escombros y cuerpos, entre hambre y castigo, entre infancia y silencio, ya no basta con preguntarse quién tiene la razón: urge preguntarse quién está dispuesto a interrumpir el daño. Gaza no es solo un conflicto, es una advertencia: el mundo puede acostumbrarse a ver morir a una población entera sin mover los cimientos de su diplomacia ni la brújula de su ética. Si algo debe sobrevivir entre tanta destrucción, no es una bandera ni una ideología, sino la capacidad colectiva de restaurar lo humano antes de que lo humano se vuelva irreconocible.
El retiro de las estatuas de los líderes revolucionarios Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara en la colonia Tabacalera, en la alcaldía Cuauhtémoc, por órdenes de su alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega ha desatado un intenso debate en México. Al mismo tiempo, la gente ha salido a las calles en defensa de las principales figuras de la Revolución Cubana con un fuerte sentimiento de solidaridad popular. En una entrevista para Diario Red Latinoamérica, el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón expresó que esto se trata de una exasperada medida de la derecha en el marco de la batalla ideológica por la capital del país, para eliminar el hecho de que la Ciudad de México se concibió la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista. No obstante, se les revirtió por la simpatía que tienen estos dos protagonistas entre la mayoría de los ciudadanos. “Lo que Alessandra Rojo de la Vega no puede borrar es que la Revolución Cubana se gestó en la Ciudad de México, que aquí estuvieron Fidel Castro y Che Guevara y que esto fue muy importante para ellos, al igual que lo fue en el siglo XIX y principios del XX la estancia de (José) Martí en nuestro país”, manifestó el caricaturista. No obstante, también hubo respuestas absurdas de personajes simpatizantes de las derechas partidistas, por ejemplo, el productor televisivo Óscar Ortiz de Pinedo escribió en su cuenta de X, “Invito a todos los que se ofendieron por el retiro de las estatuas del Ché y Fidel a que se vayan a vivir a Cuba”, ignorando que su propio abuelo Óscar Ortiz Carreras era cubano.
¿Cómo podemos explicar las raíces de este evento fundamental? Desde los comienzos del siglo XIX, los asuntos de España habían interesado poco a los gobiernos europeos, de manera que Estados Unidos se concentró en expandir su influencia en el Caribe, en especial en Cuba, gobernado por España. Los empresarios estadounidenses vieron el potencial económico de aquel país en las plantaciones de algodón y azúcar. A medida que aumentaba este apetito por la isla, ofrecieron comprarla en varias ocasiones sin éxito alguno, la prensa amarillista de William Randolph Hearst jugó un papel importante, ya que retrataba al imperio español como un país cruel y retrógrado. Incluso, les atribuyó la responsabilidad del hundimiento del Maine en La Habana. De manera que estalló la Guerra Hispano-estadounidense (1898), también conocida como la Guerra de 1898.
En este breve conflicto, Theodore Roosevelt participó en la primera caballería voluntaria, conocida como los Rough Riders, integrada por vaqueros, banqueros, comerciantes y gente de sociedad, quienes recibieron más atención publicitaria que cualquier otra unidad militar, participaron en la toma de Kettle Hill y luego cargaron a través de un valle para ayudar en la toma del Cerro San Juan. Estados Unidos gana el conflicto y despoja a los españoles de sus últimas posesiones de su antiguo imperio mundial: Cuba, Puerto Rico, las islas de Guam, las Filipinas y otras islas menores.
Lo que la derecha ignora, es que Batista instauró un orden de terror, enfermedad y pobreza en la isla. Además, colaboró con figuras del crimen organizado estadounidense, como Meyer Lansky y Lucky Luciano, para establecer casinos y otros negocios lucrativos en la isla, lo que generó importantes ingresos para el gobierno, pero permitió a la mafia extender sus tentáculos en varios sectores de la economía. La revolución que se apoderó de la isla caribeña el 1° de enero de 1959, no fue un acontecimiento espontáneo. Fidel Castro siguió una línea activista, desde el fallido asalto al cuartel de Moncada el 26 de julio de 1953 hasta la invasión de la isla por una organizada fuerza guerrillera que culminó en la instauración de un Estado socialista, lo que sitio a aquella isla en el centro de la Guerra Fría.
Por otro lado, México estaba en el auge de su autoritarismo con el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines y era una pieza clave en la seguridad estadounidenses, alineada a las políticas anticomunistas latinoamericanas olvidándose de una idea de una América unida, para mejorar la condición de vida de sus países, como lo hizo Europa después la Segunda Guerra Mundial. Esto no impidió que el ex presidente Lázaro Cárdenas tuviera su primer acercamiento con Castro en 1956, a quien calificó de “un joven intelectual de temperamento vehemente, con sangre de luchador”. Desde su base en las montañas de Sierra Maestra, envió una carta al general Cárdenas en marzo de 1958, donde lo ponía al tanto de la revolución, “La lucha en Cuba está en su etapa final y el combate decisivo se librará con las mayores probabilidades de éxito. Agradezco la nobilísima atención que nos dispensó cuando fuimos perseguidos en México, gracias a la cual hoy estamos cumpliendo nuestro deber”. Tras su triunfo en 1959, el general es invitado para dar un discurso en la Plaza de la Revolución de la Habana, expresando el despertar de “un hondo sentimiento de solidaridad en todo el continente” tras la opresión económica de los pueblos afectados por el imperialismo. A pesar de esta admiración mutua, el gobierno mexicano impidió al general defender el movimiento revolucionario tras la invasión estadounidense en la Bahía de Cochinos en 1961.
Es una responsabilidad intelectual para cualquier militante de la izquierda en México con respecto a la realidad geopolítica, tener conocimiento de las relaciones entre México, Estados Unidos y Cuba y saber la funcionalidad de la diplomacia. Esta revolución entrelaza a las tres naciones que la ignorancia deliberada de la derecha no puede o tiene la capacidad de borrar de la historia con una medidas absurdas basadas en la ignorancia, porque es un importante evento de la segunda mitad del siglo XX, un país caribeño a 90 millas de Florida enfrentó a la principal potencia del mundo desde Eisenhower hasta nuestros días, dejado valiosas enseñanzas, manifestado en “la Segunda Declaración de la Habana” el 4 de febrero de 1962, en el que Castro hace un recuento histórico y fundamenta el carácter socialista de la revolución. Aquí un fragmento, Y ¿qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos. Nuestro triunfo no habría sido jamás factible si la revolución misma no hubiese estado inexorablemente destinada a surgir de las condiciones existentes en nuestra realidad económico social, realidad que existe en grado mayor aún en un buen número de países de América Latina.
ENLACE ELECTRÓNICO
Masiosare. Historia y Humanismo del viernes 25 de julio del 2025, en el que se debatió sobre “Fidel y el Che en México”.
La cacería de bestias lujuriosas y ostentosas llegó a la 4T con mayor fuerza. La derecha y algunas personas críticas al interior del movimiento han atacado a unos cuantos funcionarios de primer nivel que andan derrochando en lugares caros y tirando billetes pa arriba. De estos cuantos excesos venimos a reflexionar aquí mero.
Los malos ejemplos
Qué pinche necesidad de irse a vacacionar a Europa a hoteles caros. De verdad, la mente colonizada que tenemos nos hace ver como ese continente (bueno una partecita de él verdad) es lo mero chido y a lo que debemos aspirar a conocer y disfrutar allá.
También quien se va a Japón y no sabe que no puede pasar desapercibido más cuando su simple ausencia es tema nacional en los medios de la derecha mexicana (casi todos los medios grandes).
Si lo pagaron con sus recursos está bien, también debemos de romper con el mito de que todas y todos queremos vivir en situaciones de pobreza o cercanas, el pueblo y también nosotras merecemos y queremos vivir mejor, nos caga el culto a la pobreza.
Los regaños
El ex presidente AMLO los regañó varias veces durante su sexenio por esos lujos (a unos como a César Yáñez le costó muy caro) y la presidenta Claudia Sheinbaum también lo ha hecho ya en reiteradas ocasiones.
Hasta firmaron principios rectores en un Consejo Nacional del MORENA de que esas cosas ya no las iban a hacer. Pero les valió cacahuate a esas pocas personas pero que son de primera línea.
La derecha hipócrita a través de sus medios corporativos de comunicación ha salido como siempre en nado sincronizado a decir que somos iguales, que somos demagogos y mucha verborrea así.
A Alito Moreno no le dijeron nada porque andaba en las Europas también, es más, a los anteriores gobiernos neoliberales jamás les señalaban esas actitudes. Teníamos que hacerlo siempre desde la izquierda.
Mujeres y hombres nuevos
No nos gusta el culto a la pobreza, el pueblo merece ser feliz y tener una buena calidad de vida, por eso llevamos décadas luchando y entregando toda nuestra vida y esfuerzo a ello.
Podemos vivir en la justa medianía, hacemos un llamado enérgico a esos pocos personajes que fueron señalados por sus lujos en estos días, o se alinean o que se vayan, no nos representan y no los queremos si continúan retándonos.
Tan sencillo como eso: nuestra presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta tiempos complejos, no por falta de voluntad, sino porque la transformación verdadera requiere más que discursos. Este verano no solo ha sido caluroso por el clima, sino por el contraste evidente entre la vida de los políticos y la realidad del pueblo.
Mientras muchos mexicanos ya no pudieron viajar a Estados Unidos por las nuevas restricciones migratorias impulsadas por el presidente Trump, algunos de nuestros políticos y figuras públicas aprovecharon para disfrutar de unas vacaciones en Europa: desde la madre patria hasta la Riviera italiana o incluso el disciplinado Japón. Tal vez con la intención de traer ideas nuevas, o simplemente para darse un respiro… en clase ejecutiva, por supuesto. Por cierto, saludaron a Doña Beatriz Paredes viajando de España a México en primera clase. Así, sin más.
Y mientras eso ocurre arriba, en tierra firme la gente camina. Camina para ir al trabajo, para llevar a sus hijos a la escuela, para buscar atención médica, para defender lo poco que tiene. Y la pregunta es obligada: ¿Cuántos de nuestros funcionarios caminan el pueblo, lo escuchan, lo sienten?
Más que reformas estructurales o cambios constitucionales, lo urgente hoy es la coherencia moral y el compromiso social de quienes gobiernan. No se trata solo de administrar recursos, sino de gobernar con humildad, con los pies en la tierra. Que los políticos no vivan como virreyes ni hablen desde la distancia. Que renuncien al privilegio y abracen la realidad.
México necesita servidores públicos con vocación, que vivan como el pueblo, que recorran las calles sin escoltas, que sepan lo que cuesta el kilo de tortillas, la consulta médica, el pasaje en camión. No se puede gobernar a un país que no se conoce.
Sería valioso y más aún simbólicamente poderoso que todos los funcionarios del gobierno, desde el más alto hasta el nivel medio, firmaran un compromiso claro: cumplir los principios de austeridad, honestidad y servicio, y en caso de desviarse de ellos, presentar su renuncia voluntaria. Así de claro. Así de justo.
Porque hay millones de mexicanas y mexicanos capaces, honestos, con ganas de servir. No es falta de talento. Es falta de voluntad política para abrir los espacios y renovar las estructuras desde abajo.
La transformación real empieza cuando los representantes se convierten en reflejo de su pueblo, no en su élite.
Si la historia del PRI fuera una película, no habría buenos, los malos se pelean con los peores. Esto pareciera ser una norma que rige la vida política de la oposición.
Cómo estará la conducta delictiva en el tricolor que una vez que le regresaron los derechos partidistas al ex líder nacional de ese partido Enrique Ochoa Reza, surge como el salvador del partido expulsando del partido a Alito y encerrándolo en la cárcel.
La mala fama bien ganada de Alito, coloca a cualquier delincuente como héroe, cualquiera es mejor que él y su camarilla de parásitos.
En 2023, fue expulsado del PRI por la Comisión Nacional de Justicia Partidaria, acusado de “desobediencia, insubordinación y oposición a la normativa interna”, todo por criticar la reelección de Alito.
Cuando Ochoa Reza fue dirigente nacional ocupaba las oficinas de Insurgentes Norte, en Ciudad de México, agentes de tránsito cerraran la calle, venía del norte debía dar vuelta en U prohibida pero para eso estaban los uniformados a su servicio. No importaba el tiempo que durara el cierre de esa importante avenida, donde los automovilistas debían esperar hasta 40 minutos mientras llegaba su majestad a su estacionamiento.
En 2025, el TEPJF revocó la expulsión de Ochoa Reza, señalando que sus declaraciones estaban protegidas por el derecho a la libertad de expresión y que el PRI violó su derecho de defensa al no garantizarle un debido proceso, pero de nada sirvió. En realidad, Alito utilizó violencia excesiva e inexplicable.
Durante su opaca gestión como director de la CFE (2014–2016) y presidente del PRI (2016–2018), fue señalado por otros priistas como parte del grupo que facilitó contratos cuestionables, especialmente en el contexto de los casos Odebrecht y Agronitrogenados, sospechas que nunca se investigaron y que debe haber expedientes abiertos.
De tal manera que nadie podría argumentar persecución política ante denuncias de los propios priistas ante la llegada del paladín de la resurrección priísta.
La Auditoría Superior de la Federación, todavía contaminada con aviadores y plazas vendidas, detectó en la gestión de Ochoa, que 17 contratos fueron adjudicados a empresas extranjeras para operar gasoductos que no estaban en funcionamiento, con un costo proyectado de 846 mil millones de pesos. Contratos que incluyeron cláusulas de “fuerza mayor”, que obligaban a la CFE a pagar a las empresas aunque los ductos no operaran, por causas como oposición comunitaria o conflictos sociales. Las empresas beneficiadas fueron Carso, Fermaca, IEnova, TransCanada, entre otras.
En ese tiempo, la CFE firmó un convenio con la Secretaría de la Función Pública que le permitió adjudicar directamente contratos, evadiendo la Ley de Adquisiciones. Se reinterpreta la Reforma Energética para que la CFE mantuviera el control de los contratos, en lugar del Cenagas, como lo establecía la Ley de Hidrocarburos.
La ASF concluyó que varios contratos no generaban valor económico ni rentabilidad para la CFE. Ochoa Reza otorgó dos contratos por casi 500 millones de pesos a la consultora Bain & Company sin licitación pública. Uno para elaborar el plan de negocios de la CFE, otro para implementar el programa de transformación tras la Reforma Energética. Es decir, allanó el camino para el remedo de reforma eléctrica que desmanteló la industria en favor de empresas extranjeras.
La Unidad de Inteligencia Financiera investigó a Guillermo Turrent Schnaas, director de CFE Energía, en ese entonces, por propiedades en Estados Unidos, vinculadas a estos contratos. Podría suceder que una vez que Reza Ochoa emprenda la batalla por la apropiación del PRI tenga que ser detenido también.
El PRI y el PAN comparten un grave problema, la deshonestidad de sus cuadros más activos y de mayor nivel. Su cúpula tiene señalamientos graves, que no pueden siquiera mantener al partido en buenas condiciones, menos aún ganar elecciones y lo que es peor, ni siquiera hacen el esfuerzo por competir, sólo mantienen vivos sus partidos con respiración artificial, como si se tratara de una empresa que ya no arroja triunfos pero garantiza impunidad.
Imagina una ciudad donde los residuos no son basura, sino recursos. Donde las cosas no se desechan a la primera falla, sino que se reparan, se transforman y vuelven a la vida útil. Esa visión —que hasta hace poco sonaba utópica— empieza a hacerse realidad en México, especialmente en la capital, donde la economía circular ha dejado de ser un discurso futurista para convertirse en política pública tangible.
Pero ¿qué significa realmente hablar de economía circular? En palabras simples, se trata de cambiar la lógica de “usar y tirar” por una mentalidad regenerativa: aprovechar al máximo lo que ya tenemos, diseñar productos que duren más y reducir al mínimo los desechos. Es repensar nuestra forma de producir, consumir y convivir con el planeta.
Este modelo no solo cuida el medio ambiente. También representa una oportunidad real para fortalecer nuestra economía, generar empleos verdes, reducir la dependencia de materias primas importadas y construir un futuro menos desigual. No es casualidad que cada vez más gobiernos estén abrazando esta visión, y la Ciudad de México ha decidido liderar el camino.
Un cambio con raíces locales
En la capital del país, la economía circular ya se está viviendo. Desde hace unos años, el Gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) han dado pasos firmes para cambiar el rumbo. Uno de los avances más importantes fue la creación de una ley específica que pone las reglas claras para empresas, industrias y ciudadanos: producir menos residuos, diseñar mejor los productos, y fomentar el reciclaje, la reparación y la reutilización.
Y no es una ley simbólica. Ya ha comenzado a generar transformaciones visibles: adiós a los plásticos de un solo uso, impulso al reciclaje comunitario, nuevos esquemas para recolectar y aprovechar residuos de construcción, electrónicos y hasta orgánicos. Incluso, hay programas donde los ciudadanos pueden intercambiar residuos por alimentos, plantas o libros. Así, el reciclaje deja de ser una obligación y se convierte en un acto cotidiano con beneficios reales.
Sedema: mucho más que una secretaría
La Sedema ha jugado un papel clave. No solo ha diseñado políticas, sino que ha buscado integrar a todos los sectores: empresas, universidades, sociedad civil, cooperativas y ciudadanos de a pie. Se creó una Red de Economía Circular que funciona como una especie de laboratorio colectivo, donde se comparten ideas, se prueban soluciones y se generan alianzas concretas.
Bajo esta visión, lo que antes era considerado un problema —como los residuos— empieza a verse como una oportunidad de negocio, de innovación y de mejora en la calidad de vida. Por ejemplo, se han fomentado emprendimientos que transforman ropa usada en nuevas prendas, materiales de construcción reciclados en mobiliario urbano, y hasta comida no vendida en ingredientes para compostaje urbano. Todo esto con una mirada social, ecológica y económica al mismo tiempo.
Los retos todavía son grandes
Claro, el camino no está libre de obstáculos. La infraestructura para reciclar sigue siendo insuficiente, muchas personas aún no separan sus residuos correctamente y el modelo económico tradicional, basado en el consumo desechable, sigue teniendo fuerza. Además, quienes trabajan informalmente en la recolección y reciclaje muchas veces lo hacen en condiciones precarias y sin reconocimiento.
Pero el cambio ya está en marcha. Lo vemos cuando los mercados locales eliminan bolsas de plástico, cuando en las colonias se organizan para separar residuos o cuando en las escuelas los niños aprenden a compostar desde pequeños. Lo vemos también en los pequeños negocios que buscan empaques biodegradables o en las personas que deciden reparar en lugar de reemplazar.
Una ciudad que inspira
Lo que está sucediendo en la Ciudad de México es más que una serie de políticas públicas: es una transformación cultural. Una ciudad tan grande, tan compleja y tan desigual, está demostrando que sí es posible construir otra forma de convivir con el medio ambiente. Que se puede ser sustentable sin dejar de crecer. Que cuidar el planeta no es un lujo, sino una necesidad compartida.
Y lo mejor es que este cambio se construye desde lo cotidiano. Desde cómo consumimos, desde lo que tiramos, desde lo que exigimos a nuestras autoridades y empresas. La economía circular, más que una política ambiental, es una nueva forma de entender la vida urbana. Más respetuosa, más solidaria, más responsable.
Porque al final del día, no se trata solo de reciclar más. Se trata de vivir mejor. Y eso, en una ciudad como la nuestra, ya es mucho decir.
¡Qué gusto ver que haya una nueva unidad de hemodiálisis en el Hospital Juan Graham Casasus en Villahermosa! Ese hospital se prefiguró como Hospital de Alta Especialidad, pero no cuajó.
Fue un hospital que tenía equipos para radioterapia y era el segundo en Tabasco con esa característica, el primero fue el del ISSET, el del Juan Graham se descompuso en poco tiempo y la refacción que necesita es muy costosa. Poco después, también se descompuso el otro. Hoy, Tabasco no tiene.
El sistema de salud de Tabasco necesita una inversión descomunal para estar completo y ser suficiente, pero parece que es más importante el relumbrón que la salud de la gente. Mira que pretender construir un nuevo Centro de Convenciones en vez de restaurar y equipar bien a todos los hospitales públicos, tanto del IMSS-BIENESTAR, como del IMSS, el ISSSTE y del ISSET, en vez de estar esperando a que haya inversión privada para luego tener que pagarle a ellos.
Parece que los viejos somos poco menos que desechables porque donde quiera se nota el desdén para tratarnos, casi se podría decir que nos prefieren muertos que pensionados; mientras menos burros…
En tanto, en Mérida el IMSS tiene una Unidad Médica de Alta Especialidad de excelencia, pero saturada porque atiende a 4 estados, Yucatán, Campeche, Quintana Roo y Tabasco. Si un paciente necesita ser internado en esa unidad, debe esperar varias horas o incluso días para ser atendido en el hospital por ¡falta de camas! No mejoran esos estados y saturan el único de toda la región.
Está claro que la 4T está trabajando duro para resolver toda esta situación heredada del neoliberalismo, pero las prioridades no parecen estar bien establecidas. En Tabasco nunca será mejor construir un museo sobre el actual Parque Tomás Garrido Canabal o un nuevo Centro de Convenciones mientras los hospitales tienen tantas carencias. Es un horror.
Faltan médicos bien pagados, faltan consultorios, faltan camas, faltan equipos y el relumbrón no se necesita.
“… Reconocer a Tenochtitlan no es hablar de un pasado muerto; es, por el contrario, hablar del pulso vivo que late bajo nuestra ciudad capital, pero también en nuestras palabras, nuestra comida, nuestras costumbres y, sobre todo, nuestra grandeza cultural y nuestra identidad. Tenochtitlan fue mucho más que una ciudad majestuosa, fue un símbolo de organización, de poder, de ciencia, de arte y de visión. Fue el centro de un mundo indígena que supo construir un modelo de civilización propio, en armonía con la tierra, con los astros, con sus dioses y diosas…” Claudia Sheiunbaum Pardo. Presidenta Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Conferencia del Pueblo. 25 de julio de 2025. https://youtu.be/wZMGhgsvTDc
Legado de grandeza del Humanismo Mexicano es hoy, a siete siglos de aquel pasaje inmortalizado en el escudo nacional, historia viva de nuestra cultura que resistió la invasión del extranjero venida de la península ibérica y encubierta por siglos con el eufemismo de “descubrimiento” o “encuentro de culturas o de dos mundos”. En estos tiempos de transformación la gran ciudad de México-Tenochtitlan recoge su legado de tradición, ancestralidad, sincretismo y ritualidad, evocando la memoria y grandeza cultural de la portentosa capital Mexica.1
La frase En tanto permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan, si bien no se encuentra de manera textual en alguno de los códices, es atribuida al cronista Chimalpahin y corresponde a la interpretación del legado de Tenochtitlan transmitida a través de los Memoriales de Culhuacán, cuya fama y gloria trascienden a su desaparición física.
Como se afirma en el video, cuya referencia cito al final de este artículo, nuestra ciudad de México-Tenochtitlan fue el hogar de un pueblo heredero de los saberes milenarios de las civilizaciones que existieron antes de ellos. Ese pueblo mexica fue heredero del cálculo de las estrellas, la cuenta de los días, el conocimiento preciso de la arquitectura, la construcción, la confección de telas y plumas y la agricultura sobre chinampas que aún hoy existen.
Quienes la vieron en su apogeo, como lo fue uno de los aventureros-militares participantes en la mayoría de las jornadas de la invasión de México en el siglo XVI, me refiero a Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, refiere en un brevísimo pasaje lo siguiente: “… íbamos por nuestra calzada delante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se tuerce poco ni mucho; e puesto que es bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes, que no cabían, unos que entraban en México y otros que salían …”.
A propósito de la frase anterior y siguiendo al INAH en el video citado se subraya el origen y la persistencia de Tenochtitlan así: “… celebramos su origen, su fortaleza, su memoria, su resistencia, su persistencia y su grandeza como centro simbólico de este gran país que es México …”.
Nuestro querido ex presidente Andrés Manuel López Obrador identifica muy bien, a nuestras raíces culturales profundas, como una de las fuentes que nutre al Humanismo Mexicano. La identidad cultural que le da forma a nuestra idiosincrasia es calificada por nuestro siempre presidente, en su libro ¡Gracias! como la manera de pensar y de ser que viene de lejos y se ha conservado contra viento y marea, es lo que siempre nos pone a salvo ante cualquier calamidad o desdicha. Por eso emprendimos el rescate y la exaltación del conocimiento ancestral y de los valores culturales heredados de las antiguas civilizaciones que florecieron en nuestro territorio.
Frente a la “narrativa histórica” predominante durante más de tres décadas de neoliberalismo, el rescate del valor de nuestras culturas ancestrales y su sobreposición de aquellos mitos y/o mentiras acerca de que los invasores europeos “trajeron la civilización”, o de que México “nació” con esa invasión, AMLO nos comparte en el contexto de la 4T el impulso a la recuperación de la memoria y del patrimonio histórico y lo dice así: “… la ciudad de Calakmul, en la región maya, tiene pinturas, murales, esculturas de exquisita calidad y belleza desde hace 2 300 año; según los arqueólogos, las cabezas colosales de la cultura olmeca fueron esculpidas hace 3 000 años y las pinturas rupestres de Baja California son de hace 10 000 años”.
Pero López Obrador va más allá al afirmar que no solo se trata de vestigios materiales, sino que este patrimonio debe concebirse acompañado de un gran desarrollo en la ciencia; es decir, en el conocimiento de las matemáticas, las ingenierías, la medicina, la astronomía y, todo ello, recubierto en lo místico, espiritual, ético, humanístico y político.2
Durante el evento celebrado el pasado viernes 25 de julio, siendo testigo el zócalo de la Ciudad de México, la presidenta Claudia Sheiubaum llamó a erradicar el racismo y reivindicar la historia desde una perspectiva de grandeza e identidad. Recordó que nuestro país es historia, identidad y justicia proveniente de los pueblos originarios. México nació con las grandes civilizaciones que florecieron en estas benditas tierras. Los mayas, los zapotecas, los mixtecos, los purépechas, todos los pueblos originarios. Tenochtitlan por ello, fue y sigue siendo símbolo de ese México profundo, milenario y resistente.
Considerando estos tiempos Sheiunbaum señaló que la Cuarta Transformación mira de frente y con orgullo a nuestra historia no para dividir, sino para comprender. No para odiar sino para sanar la memoria. Recuperar el legado de Tenochtitlan no significa vivir en el pasado, significa reconocernos en él. Erradicar el racismo no es una opción, es una necesidad y una obligación. Para construir una sociedad justa, incluyente y digna para todas y para todos.
La colonia española que quiso someter las mentes durante siglos, y que aún hoy sobrevive en millones de compatriotas, continúa avergonzándonos de nuestro origen indígena como nación. La presidenta puntualizó que el ser indígena …era sinónimo de atraso, de ignorancia, de barbarie… Esa fue quizá la herida más profunda, una herida que estamos obligados como mexicanas y mexicanos a curar y a garantizar que se cure, porque fue alimentada por demasiado tiempo de discriminación.
Cabe recordar que la estructura de dominación colonial no desaparece con la independencia, sino que permanece hasta nuestros tiempos a través de la discriminación de los pueblos originarios, de la marginación de la que apenas comienzan a salir. Cierro con esta afirmación de Sheiubaum … Por ello, la Cuarta Transformación no es solamente un proyecto económico o político; es, sobre todo, un proyecto de dignidad, un proyecto que reconoce que no puede haber justicia verdadera, si no empezamos por saldar la deuda histórica con los pueblos indígenas…
En la recuperación de esa grandeza todas y todos en México tenemos un compromiso. En la resignificación de la grandeza de las culturas nacionales tenemos una responsabilidad. En la eliminación del racismo y el clasismo que menosprecia a los pueblos originarios de México tenemos una labor desde la deconstrucción de nuestro propio lenguaje. En la descolonización de nuestra mentalidad y sentido común es necesaria una profunda tarea individual y colectiva.
Herramientas las hay, las tenemos a nuestro alcance. Nuestra historia está ahí, para ser rehaprendida, con h intermedia como sinónimo de apropiación, desde la perspectiva que la visión del cambio le imprime. Aprovechemos esta conmemoración de los siete siglos de la fundación de Tenochtitlan para emprender esos quehaceres que tenemos pendientes. Libros, eventos, ceremonias, etc., las hay por decenas en estos momentos. Veamos, leamos, visitemos, disfrutemos y reaprendamos el conocimiento de la historia de México.
Si no tuvimos oportunidad de disfrutar en vivo de la exhibición de luz, imágenes y sonido en los frentes de los edificios que rodean la plancha del zócalo capitalino, podemos ver el programa especial Memoria Luminosa, 700 años de México-Tenochtitlan, proyectado en los canales 14 y Capital 21, disponible en los siguientes enlaces, respectivamente.