En los últimos días, la oposición ha sacado a flote uno de sus verbos favoritos: PERSECUCIÓN. Sin embargo, lo utiliza con una ligereza y de una forma automática que llaman la atención cada vez que un asunto de justicia, cualquiera que este sea, toca a personas e intereses que durante décadas se creyeron intocables. Tal es el caso de María Amparo Casar, presentado no como lo que es: un proceso sometido a esclarecerse dentro del marco de la ley, sino como prueba (según la oposición) de una supuesta persecución política por parte del Estado. En este caso el uso del verbo persecución aparece en redes una y otra vez de manera excesiva pero carente de toda sustancia.
Aquí la cuestión que más resalta es el cinismo del PRI y el PAN en esta narrativa, pues resulta insultante escucharlos hablar de persecución cuando estos actos formaban parte de la práctica cotidiana y de la política de Estado hasta el gobierno de Peña Nieto. Qué curioso, ayer cuando opositores, estudiantes, periodistas y militantes sociales eran hostigados, encarcelados o desaparecidos, ese verbo ni por donde se pronunciara en las tribunas parlamentarias; antes le llamaban orden, estabilidad, incluso seguridad nacional. Me pregunto qué pensaría Demetrio Vallejo o Heberto Castillo si escucharan hoy a esos partidos hablar de persecución.
Por donde se mire es una verdadera contradicción que el verbo persecución pretenda colocarse estos días como estandarte moral del PRI y del PAN y algunos que otros intelectuales y empresarios que no tuvieron nunca problema alguno para usar al Estado cuando se trataba de acallar disidencias y, como la gente tiene memoria, para muchos la persecución que hoy señalan nomás no se la cree nadie, a nadie convence y para todos resulta una falsedad. Pero la razón de que nadie la crea es sencilla: esta narrativa no nace de una defensa genuina de derechos, sino del temor a que la justicia deje de ser selectiva como hasta ahora había sido y ahí, el ejemplo de la señora Casar se convierte en referencia.
Por otra parte, lo que no entiende la oposición es que esta narrativa y otras más de las que vienen utilizando desde 2018 están completamente agotadas. Siguen creyendo que repetir y repetir mentira tras mentira se volverán realidad y eso no va a suceder cuando la memoria colectiva se mantenga viva. Tan no entienden que recurren a victimizarse con el discurso de la persecución ignorando que la sociedad mexicana ha aprendido a distinguir entre lo que es justicia y venganza, entre lo que representa la rendición de cuentas y la represión.
Finalmente hay que señalar un absurdo que corresponde a lo que queda del PRI: acudir al lenguaje de la represión y persecución para referirse al gobierno actual es negar su propia historia; basta con recordar la década de los setenta, la guerra sucia, y la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), aquel aparato dedicado a vigilar, perseguir, torturar y desaparecer opositores. Ahí sí hubo persecución real, sistemática y sangrienta; por lo tanto, comparar ese pasado con los procesos actuales no solo es una deshonestidad intelectual, sino una burla a las víctimas de ese régimen que padeció la sociedad mexicana durante muchos años.
No existe tal persecución y menos contra la señora Casar, si bien su postura puede ser criticable para algunos, eso no la exime de todo derecho. Lo que existe es la necesidad de esclarecer la manera en que se vio beneficiada con una pensión millonaria bajo esquemas cuestionables. De ahí en fuera, lo demás (incluida su postura opositora) queda en otro plano. Si a eso la oposición le llama persecución, ni cómo ayudarles.
- Luis Tovar
Secretario General de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente. FUDEMAH
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